Nunca contradigas al jefe (Kyosuke Nightshadow)

Sentada en una de las bancas de Central Park espere la llegada del brujo quien, a pesar de haber acordado llegar hace veinte minutos, seguía sin aparecer; malditos subterraneos que se creían que el mundo giraba a su alrededor, pero después de todo un trabajo era un trabajo y aunque los brujos me eran completamente repelentes debía hacerlo por mis hermanos. Mire la hora en el desgastado reloj de muñeca que mi hermana me había regalado en mi cumpleaños pasado, una baratija de una tienda de segunda mano que la mitad del tiempo estaba descompuesta, sin embargo siempre la usaba porque sabía que a ella la hacia feliz; cinco minutos más y me iría, no estaba de humor para soportar los caprichos de algún idiota con una idea agrandada sobre si mismo.
De reojo mire al gnomo escondido entre los arbustos a unos metros de mi, agazapado probablemente a la espera de atrapar a algún niño que se hubiera alejado de su madre. Jamas había trabajado para un feérico y no lo lamentaba, si los brujos ya de por si eran espantosos y los vampiro y licantropos bestias sanguinarias el solo imaginarme al servicio de un hada me hacía estremecerme. Volví a ver el reloj, en un par de minutos podría irme en paz, aunque después de todo tendría que aumentar mis horas en la tienda de tatuajes si es que quería que llegáramos a final del mes.
Dos minutos, uno...Me levanto de la banca y me vuelvo a poner mi chaqueta con cuidado; una pequeña con listones rosas en el cabello pasa a mi lado y por un momento me pongo tensa, va en dirección exacta hacia aquel asqueroso gnomo y su madre, demasiado ocupada con su celular, ni siquiera a notado que su hija se ha apartado de su lado. Dude un segundo, probablemente debería ir, alejarla del gnomo, pero entonces este sabría que podía verlo, finalmente negué con la cabeza y di media vuelta dispuesta a irme.

Tenía una reunión, sí, lo sé, lo he sabido toda la semana. Pero a la hora de la verdad se me había atravesado un chico hada, tan molestoso como todos, porque no iba a negarlo, pero increíblemente irresistible. Total, podía salir de la Corte Seelie y volver a tiempo, la reunión era prácticamente sobre nuestras cabezas. Pero por supuesto que hay asuntos que distraen enormemente y nadie en este universo o en cualquier otro va a hacer que sacrifique el placer por el trabajo. Antes me coto una mano.

Me deleité en despedidas agradables y cuando salí a la superficie, ni siquiera sabía qué hora era. No era importante, en realidad ella es la que necesita de mí, no yo de ella. Estiré los brazos y bostecé y sólo entonces empecé a buscarla. La verdad es que no ando pensando en salvar mundanas con la Visión, y cuando me paso una mano por el cabello, peinándolo con los dedos, logro verla. Chica delgada, súper joven, cabello largo.

- ¿Tan poca paciencia tienes, bonita? Creí que en verdad querías esto. Bueno, me sentaré a disfrutar de la vista.

Dicho esto, me acerco a la banca y me siento. Cruzo la pierna derecha sobre la izquierda, recargo los brazos sobre el respaldo y bostezo. En realidad, siento que vine a perder mi tiempo, pero como soy inmortal, puedo darme este lujo. ¿Con qué espera pagarme esta chica? Hasta su último recurso le está vetado conmigo. La miro como si en realidad no me importara nada, aunque sé muy bien que el que llegó tarde fui yo y encima tengo la playera arrugada, pero para lo que me importa. Es mi vida eterna y si no quiero dejar escapar a los chicos guapos, es mi decisión.

Identifico el olor a cerillo apagado antes de notar la presencia del brujo detrás mio, por un momento realmente quiero simplemente irme pero una vez mas debo mantener la mente fría, necesitaba aquello, de manera que me vuelvo y lo fulmino con la mirada. Su aspecto no me sorprendió, todos los brujos que conocía eran igual de extravagantes aunque este parecía especialmente joven. Sentado en la banca con la pose de un dios parece importarle poco mi presencia, realmente no me importa. Lentamente me siento a su lado con precaución, los brujos eran tan...simplemente me desagradaban, no había otra forma de describirlo.
-Iré al grano, esperaba que me tomaras bajo tu custodia.
Aquellas palabras me desagradan pero no hay otra forma de decirlo, incluso aunque estaba acostumbrada a pasar de un subterraneo a otro poco mas que una posesión aun sentía arcadas cuando me reunida con quien seria mi nuevo jefe. El último, un licantropo que necesitaba mantenerse informado de la llegada de otros como él en las cercanías, había intentado morderme con la esperanza de tener un nuevo cachorro en su manada, durante un instante realmente creí que me había infectado. Desde entonces buscaba a alguien más que se hiciera cargo, como si no fuera poco deberle mi vida a Magnus de paso debía entregársela a alguien que probablemente pensaba que los mundanos eran poco más que gusanos insignificantes.

La chica se sienta a mi lado y no es que la ignore, pero tampoco le presto toda mi atención. No odio a los mundanos, algunos son idiotas, ingenuos, malvados, hay de todo. Y eso es justamente lo que me gusta de ellos. A diferencia de los malditos nefilims que están todos cortados con la misma tijera y tienen esta idea de superioridad que me enferma. Los mundanos no, los mundanos tienen algo que admiro y que yo no puedo tener: son débiles, pero tienen una fuerza de voluntad tan increíble que cuando la usan de la manera correcta, son capaces de obrar verdaderos milagros. Sus vidas son tan fugaces como las flores de cerezo...

Y entonces esta chica me da la sorpresa de mi vida. Volteo a verla de inmediato, con la boca entreabierta y seguramente pareciendo ser tan joven como me veo.

- ¿Eh?

Parpadeo varias veces y mi lengua juguetea con los piercings de mi labio inferior. Sonrío divertido, es como si sintiera que va decirme que es día de los inocentes.

- ¿Es en serio?

Pero al verla, sé que es en serio.

- Lo es...

Me volteo de lado, encojo una pierna y la recargo contra el respaldo. Esta chica es una flor de cerezo que se acerca al fuego. Pero lo admito, llama mi atención.

- Esto es o increíblemente estúpido o increíblemente inteligente. Sabes que esto puede significar que seas mi esclava, ¿cierto?

Sonrío divertido, en realidad creo que lo sabe. Y quizá por esto vino conmigo, me gustan los subordinados, pero los esclavos son terriblemente aburridos.

- Quiero saber por qué, ¿qué esperas ganar con esto? No puedo convertirte en una bruja y lo sabes. No quiero una esclava, son desagradables y en todo caso, yo no te agrado y eso lo noto porque al menos eres honesta y no lo ocultas. Y tú nombre no estaría nada mal, yo soy Kyosuke Nightshadow. Aunque eso ya lo sabes.

Su incredulidad me irrita, yo nunca bromeo y mucho menos sobre algo como aquello, claro que él no entendía lo importante que era para mi, lo necesario que era. Tampoco me interesaba que lo entendiera, una de mis reglas era nunca fraternizar con los subterraneos, una cosa era servirles pero otra muy diferente era llegar a confiar en ellos. Miro su expresión, similar a la de un niño que ha recibido una sorpresa inesperada, pero luego se le mira pensativo, creo que ha captado que no se trata de una broma. La ansiedad crece en mi interior formando un nudo en mi estomago, la cabeza empieza a palpitarme y me contengo para no empezar pellizcarme las manos, era suficiente con los moretones que tenia debido a la huida de aquel licantropo.

Examino al brujo mientras ente se divide entre la incredulidad y la burla. Su cabello azul y sus ojos rasgados son lo único que lo diferencian de un mundano, por otro lado es obvia su ascendencia asiática, su piel clara como el papel permite que vea el paso de las venas debajo de ella, me recordaba un poco al papel de arroz y sin duda lucia igual de frágil pero como de costumbre se que en realidad la única frágil soy yo.
-Tu mismo lo dijiste, los esclavos son desagradables aunque es la palabra mas acertada para lo que hago-respondo con tranquilidad. Una parte de mi lo detesta por hablar de la esclavitud de esa forma, porque no tener ni idea de lo que era vivirla en carne propia o lo profundas que eran las cicatrices que dejaba, pero una vez más alejo los pensamientos que hacen que mi sangre se caliente y permanezco serena.

-No quiero volverme una subterranea y mucho menos una bruja-me contengo para no hacer una mueca de desagrado antes de continuar-Soy una mundana y tengo la visión, en el ultimo siglo se pueden contra con una mano los mundanos con ese don y como supongo que sabes a nadie le gusta tenernos involucrados en las cosas del submundo, la única forma de que me mantenga viva es bajo el mando de un subterraneo.
Me guardo mis razones nada dispuesta a admitir la verdadera causa de mi necesidad y me encojo de hombros para dar por finalizadas mis palabras. No menciono mi nombre, aunque se muy bien que un brujo poderoso podía encontrarte donde fuera aun así me hacia sentir más tranquila es que sus labios no llegaran a pronunciar mi nombre, al menos mientras no me hubiera vuelto de su pertenencia.

Así que es esclava... Exhalo y tamborileo los dedos sobre la rodilla. Este simple hecho hace que todo sea mucho más claro: necesita pertenecerle a alguien. Se ha acostumbrado a ser un objeto y ahora no tiene amo. Por supuesto que tendría que aprovechar esto, no me caería mal un asistente personal.

- Me refería a que es desagradable tener a un esclavo. Prefiero que la gente obedezca porque quiere obedecer. Así fui enseñado a obedecer.

¡Qué tiempos aquellos! También había esclavos, pero yo estoy por encima de algo tan poco original. Chasqueo los dedos y en mi mano izquierda aparece un rotulador. Comienzo a dibujarme un pentagrama en la mano, para lograr percibir de mejor manera sus emociones.

La escucho paciente, tengo toda la noche, toda su vida si quiere. Escucho lo que me dice, aunque yo había indagado un poco sobre ella, aunque poco en verdad y sabía que tenía la visión. No estaría aquí si fuera una mundana más.

Dejo de dibujar cuando termina y mordisqueo un poco el rotulador. La miro a los ojos.

- Sigues sin decirme qué quieres... Sé que los mundanos con visión son un bien escaso, y todas esas cosas que me dices. ¿Pero qué gano yo? ¿Qué ganas tú? Aparte de protección. Te acepto, pero esto te ganará o te quitará puntos y podrás subir de nivel. Si no estás dispuesta ni a respetarme como brujo, ni a confiar ni un poco en mí, seguirás siendo una esclava.

Entrelazo los dedos.

- Y créeme, me aburre poseer esclavos. Podría escapárseme que hay una mundanita con visión.

-Nadie obedece porque quiere, lo haces por necesidad o por estupidez, a veces ambas-digo mientras observo como hace el pentagrama. Se lo que significa pero no me preocupa, Gino se había asegurado de enseñarme a guardar bien mis sentimientos y lo único que sentía en ese momento era impaciencia, no entendía porque le importaban tanto las razones.
-¿En serio intentas chantajearme? Eso es caer bajo incluso para un brujo-comento soltando una risa oxidada, por alguna razón las risas no salían en mi de forma natural parecían más bien un sonido emitido por una maquina descompuesta-Es más bien simple, tu ganas una marioneta que haga tus encargos y limpie lo que ensucias y yo no debo preocuparme por esconderme al menos un rato, los subterraneos creen que si uno de ellos anda con un mundano es porque son sus mascotas o algo así, y nadie hace preguntas sobre las mascotas.

Por un momento me pienso bien sus palabras, me ha aceptado pero eso no es el final del juego, es mas, parece que la cosa a penas comienza.
-Tienes razón, me desagradas profundamente y no confió en ti, preferiría confiar en un koala que en ti pero no tengo opciones y hay cosas que no puedo cambiar, eres un brujo, un subterraneo y para mi eso significa que seas un montruo, pero yo también lo soy y no solo eso, dependo de ustedes. Así que si vas a aceptarme confórmate con mi palabra, no quiero ser una esclava pero tengo mis razones para deber hacerlo; y si no me quieres entonces dímelo y me iré. Mi vida esta en tus manos y eso no me hace feliz, pero no tengo más opciones.

- Oh te equivocas, sí hay y ha habido quien obedece porque quiere. Quizá sólo este mundo occidental es una porquería, pero de donde yo vengo... oh, ahí las cosas han sido distintas.

Alguien le ha enseñado a esta chica, pero por supuesto que comparado conmigo sigue siendo un principiante. Y sólo quiero algo básico, me aburriría si hurgara demasiado en su mente, ya no habría ninguna sorpresa.

Predeciblemente, la mundanita se ofende e incluso se ríe. ¿Caer bajo? Si cree que yo no juego sucio, al igual que todos en este universo, sí que vive en su mundo feliz.

- Quizá... tú dímelo.

Intenta hacerlo simple pero por supuesto que hay algo más, siempre lo hay. Todos mienten, todos guardan secretos y aunque esta chica no suponga un peligro real para mí, está claro que no cree todo lo que está diciendo. Me es especialmente divertido que no piense que puedo limpiar con un hechizo. Eso sí que iba a ser divertido, ponerla a fregar pisos que puedo yo limpiar hasta con un chasquido. Para cuando me aburra no está mal, porque claro que para sirvienta, me contrato una y es aburrido verlas.

- Sí que tienes una opinión muy equivocada de nosotros. Es cierto que somos mejores que los mundanos porque tenemos poderes, pero también es cierto que preguntamos por las mascotas. Todo este blablabla, los subterráneos son horribles, pobrecita de mí, tú eres horrible pero te necesito, blablabla va a tener que cambiar. Hablas como nefilim y prácticamente ninguno me agrada. Espero que estés consciente de que hay quien mata a sus mascotas, así que tendrás que adaptarte a mí. No es una amenaza, sólo digo algo que es verdad.

Oh bueno, sí es una amenaza, pero pequeñita... supongo. En realidad quizá ella no sepa con quién se está metiendo, pero ya veremos qué parte de Kyosuke se gana.

Le digo que la acepto y que sé que le desagrado. Levanto una ceja cuando menciona al koala, ¿a qué rayos venía eso? Son malditamente lindos.

- Yo no pedí ser un brujo, simplemente lo soy, del mismo modo en que tú no pediste ser humana y sin embargo lo eres. Soy más monstruo de lo que imaginas, pero pese a eso, hay algo de honor en estos ojos violeta. Te lo dije, te acepto, pero vas a tener que estar dispuesta a soportarme, porque tú eres la marioneta, ¿qué no?

Sonrío y le hago un guiño. En realidad creo que no sabe que de algún modo y pese a todo, es afortunada.

- Aclaremos cosas entonces... Si prefieres que te diga "mundanita", "marioneta" o "esclava", lo haré. Te pedí tu nombre no porque no pueda saberlo desperdiciando un par de segundos de mi eterno tiempo, sino porque quiero hacerte ver que los esclavos no tienen nombre, pero los ayudantes sí. Todo ese blablabla de que soy un monstruo es algo que yo pienso que tiene su parte de verdad, pero no en el sentido en el que tú lo crees, y dejaré que sean los dioses quienes me juzguen, si es que pueden. Es tu decisión, porque en realidad no estás viendo bien lo que me estás pidiendo. Me estás pidiendo ser mi protegida, que te cuide de los subterráneos malvados y a cambio harás las cosas que yo te pida. Eso, pequeñita mundana, no es la definición de esclavitud.

Adolescentes... el mundo tiene que odiarlos y si no los odias, te odian más.

- ¿Tienes dónde vivir?

-Querer obedecer, necesitar obedecer, tal vez me equivoque y no pienso negarlo, comparando yo no he llegado a ver ni una ínfima parte de lo que es el mundo pero he visto un lado diferente al tuyo. Soy débil en comparación con cualquiera de ustedes y si crees que me creo mejor te equivocas, se cuan inferior soy; no creo que los subterraneos sean horribles pero se que no son tan diferentes a nosotros, los hay buenos y malos y lastimosamente no ha sido la cara buena la que conozco. Y tampoco me lo tomo como una amenaza, se muy bien lo que implica moverse en el mundo de las sombras, se que puedo ser asesinada en cualquier momento por ti o por cualquier otro sin motivo. No es la primera vez que hago esto y conozco las reglas.

Aclaro las cosas lo mejor que puedo, no le iba a negar que odiaba a los subterraneos pero tampoco le negaría el hecho de que no era imparcial al respecto. Casi sin quererlo me encuentro rememorando los ojos de ave rapaz de Gino y la forma en que me obligaba a meter las manos en aceite hirviendo una y otra vez hasta que olvidara el dolor y me concentrara en cerrar mis sentimientos.
-Si no estuviera dispuesta a soportarte no estaría aquí-sonrió ligeramente cuando lo digo, me parece que era bastante obvio. Cuando me guiña el ojo vuelve a verse infantil, como un chiquillo disfrazado y aparto la mirada con precaución. Puede hablar de honor todo lo que quiera pero si realmente creía que le creería porque si entonces era un ingenuo.
-Definitivamente  no se bien a lo que me enfrento contigo, nunca se a lo que me enfrento cuando tengo un nuevo empleador-uso la palabra en son de burla antes de ponerme seria de nuevo-Pero conozco la esclavitud mejor de lo que crees.
Sin quererlo mi mano se mueve hasta la cicatriz al rededor de mi cuello, a penas un fino circulo plateado similar a un collar, la marca de que alguna vez había pertenecido a alguien.
-Si-respondo rapidamente bajando de nuevo la mano-Y llamame Evan, ¿alguna forma especial de la que deba llamarte? ¿Amo, magnificencia, mi gran señor?-añado sarcastcamente.

La cosa comiensa a calmarse y empieza incluso a caerme bien cuando dice que en realidad, hay de todo entre nosotros. Esa es una gran diferencia con los nefilims, a como lo veo yo. Nosotros sí tenemos mayor variedad, no como ellos que cada cierto tiempo hacen reuniones para intentar que seamos sus sirvientes... patéticos.

- Bien, así me ahorras explicarte las reglas generales.


Francamente, no sé si en verdad está dispuesta a soportarme, aunque por supuesto que es risible que logre asesinarme mientras duermo. Noto que mi guiño la altera y por supuesto que es divertido. Sería genial que piense que soy un brujo joven, aunque quizá sabe que no lo soy.

- Y yo también la conozco mejor de lo que tú crees.

Sigo cada uno de sus movimientos y empiezo a pensar en cosas que puedo hacer yo para superar sus expectativas. Porque vamos, soy el mago más genial del universo, particularmente ahora que Bane se había enamorado y se estaba volviendo monotemático, perdido por unos ojos azules.

Decide darme su nombre y agito la cabeza, divertido. Así que juego un poco con ella.

- Emperador Padishah de Universo Conocido.

Oh, este brujo también tiene sus vicios frikis.

- "Señor" es más que suficiente, aunque puedes llamarme Kyosuke si se te da la gana, que lo dudo. "Señor Kyosuke" o "señor Nightshadow" es otra opción. Ya sé que soy magnífico, no necesito escucharlo todo el tiempo y mucho menos de alguien que no lo piensa.

Entrelazo las manos y la miro.

- Si tienes dónde vivir, ¿cómo exactamente piensas ser mi esclava si quieres la libertad de volver a tu casa? Si no estás conmigo todo el día, debes estar consciente de que no voy a defenderte, no moveré un sólo dedo por ti fuera de las "horas de oficina", ¿entendiste? Así que propón el horario, Evan.

-Dije que tengo donde vivir no que debiera regresar a ese lugar, si me quieres 24/7 contigo pues lo estaré, sere tu sombra si es lo que quieres, si solo deseas que este allí cuando me necesites pues así lo haré; como tu "asistente" estoy a tu completa disposición cuando quieras y donde quieras, y si lo que quieres es poner un horario basta con que lo decidas, yo lo cumpliré sin falta-murmuro con voz monótona. Otra vez me siento como un objeto, un mueble que pasa a ser otro dueño o una mascota a la que se le vuelve a entrenar para ser del agrado de su amo.
Sin embargo no puedo evitar pensar que, muy en el fondo, aquel brujo no era tan malo.
No es que me agradase pero debía admitir que hasta el momento se había comportado mejor que la mayoría de mis anteriores jefes, para empezar no había saltado directo a mi cuello con intención de succionar mi sangre o volverme mitad animal, tampoco se parecía a otros brujos que había conocido, a pesar de sus palabras no parecía bañado en amor propio. En realidad incluso era bastante decente.

-Un mundano no puede permanecer mucho tiempo sin dormir o ingerir alimentos así que espero que tomes en cuenta eso, y también hay otro...asunto, me gustaría tener al menos una hora al día para mi si es posible, preferiblemente de noche o de madrugada.
Odiaba tener que ver así a mis hermanos, siempre apareciendo cuando ellos ya estuvieran dormidos para velar que estuvieran bien pero sin permitirme verlos después de la salida del sol, porque sabía que no me dejarían ir y porque sabía que yo era débil en ese aspecto, no querría irme. Así que me conformaba con ser una sombra que vigilara sus sueños o un fantasma que los cuidara de lejos sin permitirse nunca ser visto. Así era más fácil. Había periodos donde no me venían en meses, porque mis amos me necesitaban todo el tiempo, porque terminaba exhausta y me era imposible mover un solo dedo para regresar a casa y a veces porque temía que mis propios jefes resultaran un peligro para mis hermanos.

Y volvemos al enojo de nuevo, esto me pasa por preocuparme de que esta pobre mundanita no tenga siquiera dónde dormir. Tengo que dejar de ser tan buena gente. Suspiro.

- Para, entendí. Y no, no te quiero las 24 horas del día tras de mí, tendría que modificarte la memoria para evitar pagarte terapia. A ver, tranquila. Tú quieres ser mi asistente, ¿no? Bueno, pues yo no soy todo amor, rosas y caramelo, así que eso aparte del hecho de que uy, hay problemas en el mundo subterráneo, hace que yo te esté ofreciendo un lugar en mi casa. Imagínalo como quieras, me da igual. No voy a encadenarte ni nada por el estilo y no tengo así un horario fijo. Así que dime tu propuesta, aprovecha que acabo de follar con un hado increíble y estoy de buen humor.

Yo no le veo nada de malo con cuidar de mis asistentes, o bueno, ella sería francamente la primera, pero he cuidado de mis hombres cuando fui samurai y de mis escasos y mayoritariamente estúpidos discípulos. ¿Por qué no hacerlo con ella? Así me ahorraría problemas y ganaría cosas de ella. Podrá creer lo que quiera, yo sigo sin querer un esclavo que no sea sexual, y ella no califica.

Suspiro cuando me recuerda que come y me masajeo la sien. Y luego me pide una hora libre y dejo de masajearme la sien y la miro.

- Eres una descarada, ¿lo sabías? Sigo pensando que lo primero que haré es tatuarte con magia la definición de esclavitud y cuando la aprendas, veré si te la borro. Ya sé que los mundanos comen y duermen y van al baño y lloriquean y son débiles y mortales. No eres la primera que veo. ¿En serio piensas que soy tan idiota? Espero que no. Ya sé que a los esclavos se les da pan duro y agua una vez al día, y pueden dormir 4 horas, veo películas.

Pongo los ojos en blanco, esta niña no tiene la menor idea ni de quién soy ni cómo soy.

- Comerás tres veces al día, conmigo. Claro que te tocará cocinar o si eres un asco en eso, salir a comprar o calentar lo que yo aparezca o así. Cocinar me da una inmensa flojera y añoro la comida que no sale de un restaurante. Soy muy quisquilloso con la comida, pero si tú lo encuentras o lo consigues, me da igual si comes algo diferente. Te haré una lista gigantesca de las cosas que no me gustan. No estoy todo el día haciendo cosas de brujo y aunque no lo creas, aparte de comer a ritmo más o menos mundano, los brujos también dormimos. No estoy haciendo cosas importantes todo el tiempo, así que puedo darte mucho más de una hora diaria, quizá pueda darte incluso un día a la semana algunas veces, pero no siempre, y no puedo avisártelo los lunes, será prácticamente espontáneo, de repente podré decirte si no te necesito. Podrás largarte a donde se te dé la gana cuando duerma o salga siempre que hayas terminado lo que tienes que hacer, y me encargaré de eso. Si quieres mudarte conmigo, serás bienvenida en mi casa, si no quieres, para lo que me importa, pero deberás aparecer antes de que me despierte, ¿entendiste?

Pese a los enojos, creo que me lo estoy pasando bomba con este juego extraño de que soy un ogro, pero no. En realidad con eso de pedirme una hora tuve un pequeño toque de la mundanita detrás de la muralla. Tiene familia o un novio.

Mientras espero su decisión, me lamo un dedo y empiezo a borrar lo que me pinté. No indagaré, haré esto al estilo mundano porque al final es mucho más gratificante.

- Sigue siendo tu decisión, aún puedes retractarte, aunque yo sé que soy súper genial y que nadie te dejará tener todas estas cosas como esclava.

No puedo evitar reír cuando escucho lo de la terapia, la verdad es que ha sido algo muy natural, no estaba acostumbrada a reír de verdad. Algo se estremece dentro de mi cuando me da a escoger mi horario, por primera vez me doy cuenta de que realmente me ve como una asistente y no una esclava, eso me sorprende y luego suelta lo del hado y me quedo atónita. Y de manera total y completamente sorprendente me hecho a reír con ligereza, esa risa es la que me recuerda lo joven que soy y que me hace pensar que tal vez el resto de la vida no sea tan malo.
-No espero amor, rosas y caramelos pero agradezco que me dejes quedarme contigo, me parece una buena idea. Y no creo que un horario sea necesario, si necesitas algo o quieres que haga algo por ti solo dímelo, incluso si no estoy solo manda un mensaje o algo e iré a hacerlo.
Me encojo de hombros dejando la propuesta al aire. Empezaba a creer que trabajar para él no seria tan malo, tal vez incluso...¿soportable? Dado que no pensaba dar un calificativo mayor para un subterraneo lo de soportable parecía un termino adecuado.

-Mmm, así que descarada, creo que me lo han dicho antes-admito divertida, pero luego menciona lo del tatuaje y no puedo evitar encogerme un poco, lo menos que quería era otra marca sobre mi cuerpo que demostrara que una vez había sido una esclava-¿Películas sobre esclavos?-murmuro volviendo a sentirme molesta, películas, como si hubiera algo de entretenido en ser poco mas que la sombra de alguien. ¿Realmente creía que por hacer visto películas era minimamente capaz de entender de lo que se trataba? Que diferente era conocer el concepto de una palabra a vivirlo en carne propia.

-Soy una buena cocinera  y si me quieres allí en cuanto despiertes entonces aceptare quedarme contigo. Me parece bien que sea espontaneo, tampoco tengo un horario estricto de cosas que hace cuando no me necesites. Soy capaz de preparar casi cualquier platillo de manera que no creo que sea difícil  complacer tus gustos, yo por mi parte no soy nada quisquillosa así que no tendré problemas en hacer un solo menú, a menos claro que quieras algo realmente extravagante  como ancas de rana o lo que sea. Y para tu información soy capaz de prepararlas también aunque preferiría no hacerlo.
Otra vez aquel toque de arrogancia en sus palabras y un brillo de astucia en sus ojos gatunos, evito estremecerme. Si había algo que realmente me preocupaba era involucrar a mi familia con mis trabajos en el submundo pero no tenia más remedio que mencionar el hecho de que debía ausentarme de vez en cuando.
-Estoy...-busco la palabra adecuada por unos segundos y asiento ligeramente-Estoy consiente de mi decisión y acepto. Acepto convertirme en tu asistente.
Sea lo que sea que eso signifique añado para mi.

Francamente me sorprendo cuando ríe, y no lo oculto. Bien, Kyo, acabas de ganar algo.

- Qué bien, porque creo que sólo me ha gustado una mujer en toda mi vida y no quiero decepcionarte. También creo que es una buena idea que vivas conmigo.

La llamo descarada y le digo que le tatuaré la definición de esclavo, y entonces obtengo un muy valioso pedazo de información: no le gustan las marcas. Igual le molesta lo de los esclavos de las películas y me alegro, yo también me molesté cuando insinuó que no sé que come y duerme.

El asunto de la cocina no parece que sea un problema. Quizá es una cosa absurda, pero no puedo aparecer comida de Taki's y la normal es hasta aburrida. Acepta el día libre posible.

- No, no me gustan, son como... pollo rancio. Mi mayor extravagancia culinaria de la que te enterarás, es que la carne de res me gusta casi cruda, término inglés, término medio a lo sumo. Y te haré la lista, cosas como la cebolla y el jitomate no me agradan. Soy bastante fácil de complacer, tampoco soy tan extravagante en lo que como, creo yo.

Es hasta divertido enterarme que esta mundanita tiene o familia o novio o incluso ambos. Estas cosas me son útiles. Le pregunto si está segura y me dice que lo está. Que será mi asistente. Sonrío, no puedo evitarlo.

- Me alegra escuchar que ya entendiste que no quiero una esclava. Y bueno, ¿cuándo te mudas? Puede ser mañana para que arregles tus asuntos y si me dices dónde, puedo pasar por ti.

-Eso no sera necesario-replico restandole importancia al asunto pero hasta yo noto el trasfondo duro de mis palabras-Soy más bien de equipaje ligero-añado para compensar. Otro error, no debería haber sido tan cortante, tan obvia. Pero su caballerosidad me había desarmado, de alguna forma él se preocupaba por mi, de una forma que no entendía muy bien. Por otra parte tampoco era una mentira, estaba acostumbrada de ir de un lugar a otro similar a una nómada y por ellos cargaba con a penas lo necesario.
Mi mirada vaga hasta situarse en el dragón que recorre su pulgar, una verdadera preciosidad de tatuaje y no puedo evitar preguntarme si se tratara de un hechizo o algo por el estilo ¿Habría un hechizo para tatuajes? Me siento absurda mientras pienso en ello pero de alguna forma me ayuda a tranquilizarme.

-Puedo llegar sola, solo necesito la dirección
Lo miro a los ojos volviendo a recubrirme  de frialdad. He bajado la guardia tan fácilmente, tan estupidamente; no entiendo la razón, tal vez porque hacía mucho tiempo que nadie se preocupaba por mi. Y sin embargo la última vez que alguien se preocupo por mi era por el hecho de que le resultaba servible, en realidad no se trataba de amabilidad incluso cuando yo misma me lo había creído.

Así que no quiere que pase por ella... ¿Su novio la espiará? Porque vamos, podríamos habernos visto en un lugar completamente neutral. No tiene muchas cosas, otro dato interesante, y aunque ambos me fastidian, por supuesto el primero más, no hay nada que hacer. Me encojo de hombros, tampoco voy a suplicarle, si no quiere aprovechar las oportunidades, es cosa suya.

- Como prefieras.

Noto que obseva mi tatuaje. Para ser alguien a quien no le gustan las marcas personales, sí le gusta mirarlas. Aunque claro que ella no se ve del tipo de chica que se haría alguna de las cosas locas que tengo yo, empezando por piercings en los labios y tatuajes en la mano. Si acaso, algo modesto y cursi, como una luna o estrellitas o hasta mariposas. Yo en cambio me hago los tatuajes con el método chino doloroso, pero es que adoro el dolor y adoro el resultado.

- ¿Te gusta?

Quiere la dirección y llegar sola. Bueno tampoco es como si fuera tan complicado dársela. Me mira y mientras lo hace, aparezco un trozo de papel con la dirección escrita. Se lo tiendo.

- Es una casa moderna pero pequeña. Te espero ahí mañana a mediodía. No llegues tarde o me molestaré contigo.

Me levanto, me estiro y hasta bostezo. No es como si fuera muy tarde, pero lo cierto es que el que luego duerme cuatro horas o hasta menos, soy yo. Me paro frente a ella y le lanzo un beso.

- Si no hay nada más, te espero entonces mañana, V. Cena rico, ten dulces sueños y come mucha azúcar. ¿Quién sabe? Podrías necesitarlo mañana.

Si no hay nada más, me marcharé. A ver si no me arrepentía de haberla aceptado.

Miro el tatuaje con reverencia antes de, sin darme cuenta, levantar mi camiseta para que vea el intrincado diseño del reloj de bolsillo situado sobre mis costillas. Yo misma había hecho el diseño, las agujas afiladas de aspecto peligroso, los números exageradamente marcados, la gruesa cadena de bronce similar a una serpiente...Cada detalle, casa trazo idéntico al verdadero reloj que lo había inspirado. Y la piel en el diseño era perfecta, lisa y bronceada mientras que al rededor se ramificaban multiples cicatrices, algunas finas y alargadas, otras más marcadas, quemaduras y cortes e incluso la marca de una mordida que de fortuna no me había contagiado la licantropia. Deje caer la tela finalmente al darme cuenta que era mucho más fácil notar las marcas en mi piel que el tatuaje, usualmente olvidaba que la gente no estaba acostumbrada a ese tipo de visiones.

Él se pone de pie, se esta despidiendo. Hago un amago de sonrisa aunque no estoy segura de si luce natural o no, aun así su comentario me entretiene.
-Prometo llegar a tiempo-respondo sin molestarme en levantarme. Casi anochecía sin embargo aun era temprano para ir a casa, probablemente me quedaría en el parque un rato, tal vez incluso tomaría una siesta. Ahora que lo pensaba hacia tiempo que no dormía precisamente bien. Veo que el brujo espera algo, una respuesta supongo pero no veo que hay más que decir por lo que sacudo ligeramente una mano antes de acostarme en el banco.
-Hasta mañana-me despido al tiempo que cierro los ojos y bostezo.

Sorprendentemente, la mundanita tiene un tatuaje... y cicatrices.  Observo con detenimiento el tatuaje y sin embargo, también noto las cicatrices.  Hablan bien de ella, yo tengo un modo muy samurai de ver las cicatrices, aunque por supuesto que no me gusta tenerlas y las borro con magia cuando llegan a aparecer sobre mi cuerpo.  La miro hasta que lo cubre de nuevo.

- Vaya, esto sí que me sorprende, no creí que fueras una chica de tatuajes.  O si acaso, te tatuarías una mariposa.  Nos llevaremos bien.

Me pongo de pie y dejo un momento por si va a preguntarme alguna duda, desde importante hasta algo tan tonto como qué estación de metro la deja o qué autobús.  No lo hay, entonces me despido de ella con una sonrisa y una "v".  

- Dulces sueños, V.  Te espero y ya te explico las reglas mías mañana.  No te desveles.

Por supuesto que yo no voy a seguir mi propio consejo, de modo que me alejo de ella y me pierdo entre las sombras del parque, sólo para volver a la Corte Seelie a disfrutar de un poco más de esa diversión feérica.  Quizá soy inmortal, pero eso no me impide ni divertirme ni tener toda la diversión que pueda tener.
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Off: seguimos aquí