Kagero [Magnus BaneTokyo] [Flashback] ~1813

Recuerdo del primer mensaje :


Edo (Tokio), alrededor de 1813

Mi servicio como espía del Bakufu me había llevado de nuevo a la ciudad de Edo.  Yo había nacido en la capital, en Kyoto, pero ahora el grupo de clanes enemigos querían hacer de Edo la nueva capital y abrirnos a los bárbaros.  Hacía más de 150 años que mi padre había dejado entrar sólo a los bárbaros que valían la pena, pero ahora querían dejar entrar a todos sin hacer selección.  Yo servía como espía debido a mis conocimientos de idiomas, y para qué negarlo, por mi magia y mis ojos de demonio.  Había llegado a un momento en la vida en el que me importaba muy poco que me señalaran y me llamaran demonio a la cara, ¡yo soy hijo de un shogun!  O bueno, de un demonio que había encontrado divertido ser shogun y de eso hace más de 150 años.  

La magia que uso es buena, suficiente, básicamente transmutaciones y magia elemental y toda la he aprendido yo solo.  Me hubiera gustado aprender de mi padre, pero claramente yo era su hijo bastardo y podía irse muy al diablo, no lo necesito.  Pero mi país me ha necesitado y desde que nací como samurai, no he dejado de serlo.  Aunque por desgracia, mi apariencia sigue siendo la de un adolescente, y debo fingir que lo soy, con las consecuentes visitas al lecho de los superiores, pero tampoco es como si me desagradara, es simplemente algo normal.  Prefiero mil veces eso a tener que escabullirme cuando me obligan a ir a ver a las geishas.  ¿Qué les ven?  No puedo encontrarle el atractivo a una mujer, me es repulsivo ver cómo les cuelgan esos dos trozos de carne del pecho.  

Parte del problema con mi magia era algo que por más que lo intentaba, no lograba hacer.  Llevo 150 años vivo, años más, años menos, y aún no puedo ocultar mis marcas de brujo.  Voy por la vida con el cabello azul y los ojos violeta gatunos.  Cuando en verdad era el adolescente que parezco, las burlas me desesperaban y perdía el control y atacaba sin pensarlo, ya fuera con magia o con katana.  Ahora simplemente estoy orgulloso de ser un hijo de Lilith.  

Vestía mi kimono negro, mi par de espadas al cinto y sandalias, el arco y el carcaj a la espalda.  Nada fuera de lo normal.  En una época como esta, con todos preocupados por la guerra, cualquiera que pasee tranquilamente resalta demasiado.  Y ahora mismo, frente a mí, había un hombre no tan diferente a mí, caminando por la calle como si no hubiera problemas.  Aunque bueno, en las ciudades en realidad no los hay.  Cruzo frente a él y le hago una reverencia a modo de saludo, tímido.  Espero que algún día se me quite esta maldita timidez al saludar a gente mayor que yo.

- Efectivamente... -

Respondió haciendo referencia a que las solas mordidas no solo no mataban sino que se sentían bastante bien. Sonrió de lago con ligereza y negó con la cabeza, no debía pensar en eso estando totalmente desnudo y frente a quien ya se podía decir era su "discípulo."

Geminaron la prueba que le había encomendado y dado su resultado Magnus había quedado conforme al ver que la razón la llevaba el, pero Kyo no parecía igual parecía estar a la defensiva, no era el estilo de Magnus andar juzgando a la gente por sus preferencias y eso saltaba a la vista por su forma de ser y vestir tan extravagante.

- Pues no, yo no te llamaría demonio, no lo eres aunque tengas su sangre... -

Dijo desinteresadamente no era algo que le resultase a el juzgar a los demás, la magia oscura no era su preferida pero sencillamente no le molestara que alguien mas la practicase, salia de lo convencional puro y bueno, y eso era un motivo mas para divertirse. Salio de la tina luego junto al otro y secándose los cabellos primero quedando totalmente despeinado y tomando su ropa luego de atarse la toalla en las caderas lo siguió.

- Claro que si, muchas gracias, Kyo... Y buenas noches. - Dijo saludándolo con una reverencia suave ante el.- Mañana cuando este recuperado empezaremos con todo lamento no poder hacerlo hoy, pero fuiste una grata compañía, gracias por el baño... por cierto.

Dijo dedicándole una sonrisa para cerrar la puerta tras de el con un gesto suave, no sin antes despedirse.

Magnus no comprende, es de otro país, con otra cultura y otra vida muy distinta de la que puede tener un chico con mi apariencia en el país de los dioses.

- Me dicen así por mis ojos... Aquí se considera que los ojos violeta son los ojos de los oni. Y pese a eso, no me ha importado intentar ocultarlo, porque de algún modo, es lo que soy, aunque sólo sea la mitad.

Salimos de la tina, pero mi mirada no obedece y se posa sobre la fabulosa anatomía de Magnus Bane. Aparto la vista en cuanto lo noto, ligeramente sonrojado y bastante alterado porque podría estarme jugando muchas cosas.

Lo llevo a su habitación y me despido cortés. Uno siempre debe ser hospitalario, a menos que quien te visita es un estúpido nefilim.

- Buenas noches, y por favor no se disculpe, maestro. Yo sé que la magia cansa, aunque no haga cosas tan extraordinarias como las que hace usted.

Hago una reverencia.

- Espero ser para usted algo mucho más que una compañía grata...

No aclaro qué, y dejo que lo interprete, porque bien podría ser algo como un buen discípulo, pero en realidad, era muchas cosas.

En cuanto cierra la puerta, voy a mi habitación, lleno de ideas que no quiero ahí. Tenía tanto tiempo que nadie me cautivaba, y la vez anterior, no había sido con la simple presencia.