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La noche huele a problemas [Jace]
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La noche huele a problemas [Jace]
Mis ideas para salir los últimos fines de semana se estaban quedando oxidadas. Pero ese lugar me atraía como un maldito imán, aunque la música electrónica fuera pésima, las chicas bailaran por todos lados con faldas cortísimas y se aspirara un ambiente atascado de alcohol. Y para colmo de males, no dejaban fumar adentro del Pandemónium. Sin embargo, había algo en ese lugar que parecía ser el centro de reunión de toda esa gente. Vampiros, chicos llenos de tatuajes, ¿demonios? Había intentado ignorarlos toda mi vida, pero estaba llegado al límite: quería saber que eran y por qué los demás no podían verlos.
Me acerco a la barra esquivando gente, con la terrible música de fondo. Que mal gusto, por dios. Si había algo peor que el pop de Lady Gaga era, definitivamente, lo que el DJ de ese lugar se atrevía a calificar como electro.
—Vaya mierda… —comento por lo bajo cuando me siento en la barra. Soy consiente de que me veo mucho más joven de lo que soy, pero disfruto el poder pedir alcohol legalmente, sin sobornar meseras. Pido lo primero que me viene a la mente, porque, después de todo, el alcohol es el alcohol y si no consigo averiguar qué demonios hay mal conmigo, por qué veo lo que veo, al menos es una buena idea intentar inducirse un coma etílico para festejar que mi carrera de cantante se estrelló antes de comenzar.
Bueno no está tan… estrellada. O al menos eso me digo para consolarme, porque la última vez que toqué en un bar le gente aplaudió con November Rain, pero lo que yo escriba es otra cosa. Todavía resuena en mis oídos la voz del encargado: «Tu música induce al suicidio, chaval» y empiezo a pensar que si la escribo con el humor que me cargo, definitivamente lo hace. Una carrera de cantante estrellada, eso es lo mío.
Cuando me dijo, acaba de entrar otro chico rubio arrebatadoramente guapo con tatuajes extraños. Me fijo en ellos porque son diseños muy particulares y, de algún modo, llaman mi atención. Tengo la idea de que hay algo sobre ellos que no sé, algo como… sobrenatural. Es como si pudiera sentirlo. Igual que puedo percatarme antes que nadie de la palidez y los colmillos de los vampiros y de los disfraces de lo que parecen ser demonios.
Vuelvo la vista a la barra, de nueva cuenta, le doy un trago a la copa que tengo enfrente, siento el alcohol bajar por mi garganta y me pregunto por enésima vez que demonios es lo que yo puedo ver que otros no pueden. Todo exactamente igual que otra noche más.
Me acerco a la barra esquivando gente, con la terrible música de fondo. Que mal gusto, por dios. Si había algo peor que el pop de Lady Gaga era, definitivamente, lo que el DJ de ese lugar se atrevía a calificar como electro.
—Vaya mierda… —comento por lo bajo cuando me siento en la barra. Soy consiente de que me veo mucho más joven de lo que soy, pero disfruto el poder pedir alcohol legalmente, sin sobornar meseras. Pido lo primero que me viene a la mente, porque, después de todo, el alcohol es el alcohol y si no consigo averiguar qué demonios hay mal conmigo, por qué veo lo que veo, al menos es una buena idea intentar inducirse un coma etílico para festejar que mi carrera de cantante se estrelló antes de comenzar.
Bueno no está tan… estrellada. O al menos eso me digo para consolarme, porque la última vez que toqué en un bar le gente aplaudió con November Rain, pero lo que yo escriba es otra cosa. Todavía resuena en mis oídos la voz del encargado: «Tu música induce al suicidio, chaval» y empiezo a pensar que si la escribo con el humor que me cargo, definitivamente lo hace. Una carrera de cantante estrellada, eso es lo mío.
Cuando me dijo, acaba de entrar otro chico rubio arrebatadoramente guapo con tatuajes extraños. Me fijo en ellos porque son diseños muy particulares y, de algún modo, llaman mi atención. Tengo la idea de que hay algo sobre ellos que no sé, algo como… sobrenatural. Es como si pudiera sentirlo. Igual que puedo percatarme antes que nadie de la palidez y los colmillos de los vampiros y de los disfraces de lo que parecen ser demonios.
Vuelvo la vista a la barra, de nueva cuenta, le doy un trago a la copa que tengo enfrente, siento el alcohol bajar por mi garganta y me pregunto por enésima vez que demonios es lo que yo puedo ver que otros no pueden. Todo exactamente igual que otra noche más.
Neil Vaisey- Mundano
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 16/05/2014
Localización : Por ahí...
Re: La noche huele a problemas [Jace]
Tendría que haber hecho la maleta ya, pero no era así. Iba a usar la misma que había traído de Idris a Nueva York, mayormente porque no tenía otra y al haberla usado solo una vez estaba en muy buen estado. La había dejado en el fondo de mi armario para que cogiera polvo, hasta ahora.
Una parte de mí estaba ansioso por regresar al lugar donde me había criado y por otro, no quería ir y es se debía a una persona. Clary... Si hubiera sido otra situación no me molestaría que conociera el lugar donde crecía hasta los diez años, para mí siempre sería mi hogar. Aunque lo pasara de pena con mi padre, Nueva York también era mi sitio pero no se podía comparar nunca con el aire limpio y la sensación de estar en casa nada al llegar al país de los cazadores de sombras. Sin embargo en la actual situación era lo menos que deseaba. Ir a Idris significaría presentar oficialmente a Clary ante la clave, puede que esta fuera la ley pero los poderes de ella son demasiado poderosos para que nadie quisiera tener control sobre ellos y eso era lo que iba a hacer la clave, intentar controlar ese poder. No obstante esa chica era tan cabezota, no se daba cuenta de lo peligroso que era. Bueno, nunca se daba cuenta del peligro, se dedicaba a ir de un lado a otro abrazando el peligro y llevando un cartel luminoso apuntándola diciendo: Soy vulnerable y comestible. Es que nunca aprendía.
Ella había visto lo sucedido con la Inquisidora Herondale. La mujer estaba obsesionada con su visión de los hechos, puede que tuviera razón al odiar a mi padre por haber inducido a la muerte al su hijo, sin embargo me estaba poniendo a mí como el perfecto calco de Valentine. Tal vez sea cierto que nos parecemos en algo, sobre todo en mi actitud antes las demás personas y la altivez que siempre acompañaba a mis pasos, pero era lo que había aprendido y eso no iba a cambiar aunque muchos lo desearan. Era cierto que su plan era perfecto y fue bastante astuto ponerme una runa de localización a través del trozo de portal que conservaba. Sin duda inteligente, pero ella creía que por ser su hijo iba a dejar todo por salvarme, quería usarme de moneda de cambio. Le advertí que eso era inútil sin embargo hasta que él mismo no se lo dijo no estuvo contenta. Supongo que al no poder desquitarse con el padre lo hizo conmigo, sus últimas palabras antes de morir las había dedicado únicamente y exclusivamente para mí: “Tu padre se sentiría orgulloso de ti.”
Habían sido palabras crueles, incluso para mí que no solía afectarme nada. Aceptaba que fue un buen plan el suyo, pero no me gustó que el trozo de portal se perdiera, mejor dicho que lo rompiera para sacar el papel con la runa de localización. Desde que lo tenía me había dedicado a mirar el espejo, viendo como la noche y el día teñían o desteñían el cielo de Idris, esperaba algo pero no sabía el que. Solo lo esperaba.
Llevaba poco tiempo en el instituto, básicamente solo llevaba un par de horas desde que había vuelto de cazar, pero no estaba soportando el hilo que llevaba mis pensamientos. Así que decidí salir de nuevo, esta vez iría al Pandemónium allí encontraría perfectamente a un demonio al cual podría matar. En teoría podía matar a todos, ninguno se regían por nuestras leyes y sin contar que ese era mi trabajo.
Me vestí con ropa oscura, unos pantalones negros, las botas de combate y una blusa de color azul oscuro. El único adorno que llevaba era la cadena de plata que me rodeaba el cuello que contenía el anillo familiar de Valentine. Durante tantos años puesto y nadie se había percatado de que era de quien era. Con que velocidad se cambiaba una W a una M, con tan solo girarla, y desde ahí todo había cambiado, y el otro adorno eran mis marcas. Me remangué la blusa hasta los codos, prefería tener los brazos libres. Guardé la daga de mi padre en una de las botas, la estela en otra, después de hacerme un glamour, y escondí un cuchillo serafín en la parte de atrás de mi ropa. Me pasé las manos por el cabello, en un intento de peinarlo y no dejarlo tan desarreglado, pero tampoco le di mucha importancia.
Tras eso salí del instituto dirección al Club. Nueva York, como siempre, estaba llena de vida. La gente iba de un lado para otro a pesar de ser altas horas de la madrugada. Salían de los locales que acababan de cerrar y se dirigían a otros que todavía estuviera abiertos. No tardé mucho en llegar, la ventaja de que nadie me viera es que podía colarme en los sitios sin que nadie se diera cuenta, y aunque no tuviera un glamour puesto no iba a pagar para entrar a un garito lleno de demonios. Al hacerlo la música me inundó los oídos y la verdad.... Es que sonaba horrible. Me pregunté que había hecho con el DJ de siempre, pero obviamente no era el que estaba tocando. Los mundanos a pesar de saber que era una música horrible seguían bailando, estarían hasta arriba de alcohol y drogas. Yo no era el más indicado para decir de drogas, por lo menos en si. No había probado la droga mundana pero por lo que había visto te dejaba peor que mal. Por lo menos la droga de hada te daba verdaderos momentos bueno, aunque no te dieras cuenta que estas haciendo una locura... Locura, no sé, como correr desnudo por una avenida y una cornamenta en la cabeza. No es que me halla pasado.
Miré a mi alrededor, con los brazos descubiertos en una clara declaración de guerra. Los mundanos no me veían, pero las criaturas del submundo sí, tal vez me saldría una buena pelea de todo esto. Me acercó a la barra, a mi lado había una chica y al otro un chico. Miré a la joven de arriba abajo, era guapa y atractiva. Sus piernas quedaban totalmente descubiertas por su minúsculo vestido, no me sorprendí. Estaba más que acostumbrado a los modelitos de Isabelle. Sin pensármelo dos veces, le di una nalgada a la chica y me aparté. Al no verme, miró directamente al joven que estaba en su mundo con su bebida en la mano. La chica comenzó a gritarle y le soltó una bofetada. Me reí por lo bajo.
-Eso si es un buen derechazo. -me burlé, aunque nadie estaría allí para oírlo. Observé como la chica se iba con aire indignado y tambaleándose sobre sus tacones altos.
Una parte de mí estaba ansioso por regresar al lugar donde me había criado y por otro, no quería ir y es se debía a una persona. Clary... Si hubiera sido otra situación no me molestaría que conociera el lugar donde crecía hasta los diez años, para mí siempre sería mi hogar. Aunque lo pasara de pena con mi padre, Nueva York también era mi sitio pero no se podía comparar nunca con el aire limpio y la sensación de estar en casa nada al llegar al país de los cazadores de sombras. Sin embargo en la actual situación era lo menos que deseaba. Ir a Idris significaría presentar oficialmente a Clary ante la clave, puede que esta fuera la ley pero los poderes de ella son demasiado poderosos para que nadie quisiera tener control sobre ellos y eso era lo que iba a hacer la clave, intentar controlar ese poder. No obstante esa chica era tan cabezota, no se daba cuenta de lo peligroso que era. Bueno, nunca se daba cuenta del peligro, se dedicaba a ir de un lado a otro abrazando el peligro y llevando un cartel luminoso apuntándola diciendo: Soy vulnerable y comestible. Es que nunca aprendía.
Ella había visto lo sucedido con la Inquisidora Herondale. La mujer estaba obsesionada con su visión de los hechos, puede que tuviera razón al odiar a mi padre por haber inducido a la muerte al su hijo, sin embargo me estaba poniendo a mí como el perfecto calco de Valentine. Tal vez sea cierto que nos parecemos en algo, sobre todo en mi actitud antes las demás personas y la altivez que siempre acompañaba a mis pasos, pero era lo que había aprendido y eso no iba a cambiar aunque muchos lo desearan. Era cierto que su plan era perfecto y fue bastante astuto ponerme una runa de localización a través del trozo de portal que conservaba. Sin duda inteligente, pero ella creía que por ser su hijo iba a dejar todo por salvarme, quería usarme de moneda de cambio. Le advertí que eso era inútil sin embargo hasta que él mismo no se lo dijo no estuvo contenta. Supongo que al no poder desquitarse con el padre lo hizo conmigo, sus últimas palabras antes de morir las había dedicado únicamente y exclusivamente para mí: “Tu padre se sentiría orgulloso de ti.”
Habían sido palabras crueles, incluso para mí que no solía afectarme nada. Aceptaba que fue un buen plan el suyo, pero no me gustó que el trozo de portal se perdiera, mejor dicho que lo rompiera para sacar el papel con la runa de localización. Desde que lo tenía me había dedicado a mirar el espejo, viendo como la noche y el día teñían o desteñían el cielo de Idris, esperaba algo pero no sabía el que. Solo lo esperaba.
Llevaba poco tiempo en el instituto, básicamente solo llevaba un par de horas desde que había vuelto de cazar, pero no estaba soportando el hilo que llevaba mis pensamientos. Así que decidí salir de nuevo, esta vez iría al Pandemónium allí encontraría perfectamente a un demonio al cual podría matar. En teoría podía matar a todos, ninguno se regían por nuestras leyes y sin contar que ese era mi trabajo.
Me vestí con ropa oscura, unos pantalones negros, las botas de combate y una blusa de color azul oscuro. El único adorno que llevaba era la cadena de plata que me rodeaba el cuello que contenía el anillo familiar de Valentine. Durante tantos años puesto y nadie se había percatado de que era de quien era. Con que velocidad se cambiaba una W a una M, con tan solo girarla, y desde ahí todo había cambiado, y el otro adorno eran mis marcas. Me remangué la blusa hasta los codos, prefería tener los brazos libres. Guardé la daga de mi padre en una de las botas, la estela en otra, después de hacerme un glamour, y escondí un cuchillo serafín en la parte de atrás de mi ropa. Me pasé las manos por el cabello, en un intento de peinarlo y no dejarlo tan desarreglado, pero tampoco le di mucha importancia.
Tras eso salí del instituto dirección al Club. Nueva York, como siempre, estaba llena de vida. La gente iba de un lado para otro a pesar de ser altas horas de la madrugada. Salían de los locales que acababan de cerrar y se dirigían a otros que todavía estuviera abiertos. No tardé mucho en llegar, la ventaja de que nadie me viera es que podía colarme en los sitios sin que nadie se diera cuenta, y aunque no tuviera un glamour puesto no iba a pagar para entrar a un garito lleno de demonios. Al hacerlo la música me inundó los oídos y la verdad.... Es que sonaba horrible. Me pregunté que había hecho con el DJ de siempre, pero obviamente no era el que estaba tocando. Los mundanos a pesar de saber que era una música horrible seguían bailando, estarían hasta arriba de alcohol y drogas. Yo no era el más indicado para decir de drogas, por lo menos en si. No había probado la droga mundana pero por lo que había visto te dejaba peor que mal. Por lo menos la droga de hada te daba verdaderos momentos bueno, aunque no te dieras cuenta que estas haciendo una locura... Locura, no sé, como correr desnudo por una avenida y una cornamenta en la cabeza. No es que me halla pasado.
Miré a mi alrededor, con los brazos descubiertos en una clara declaración de guerra. Los mundanos no me veían, pero las criaturas del submundo sí, tal vez me saldría una buena pelea de todo esto. Me acercó a la barra, a mi lado había una chica y al otro un chico. Miré a la joven de arriba abajo, era guapa y atractiva. Sus piernas quedaban totalmente descubiertas por su minúsculo vestido, no me sorprendí. Estaba más que acostumbrado a los modelitos de Isabelle. Sin pensármelo dos veces, le di una nalgada a la chica y me aparté. Al no verme, miró directamente al joven que estaba en su mundo con su bebida en la mano. La chica comenzó a gritarle y le soltó una bofetada. Me reí por lo bajo.
-Eso si es un buen derechazo. -me burlé, aunque nadie estaría allí para oírlo. Observé como la chica se iba con aire indignado y tambaleándose sobre sus tacones altos.
Off: siento la tardanza xD
Jace C. Wayland- Nefilims
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 28/04/2014
Re: La noche huele a problemas [Jace]
Sigo perdido en mis asuntos y no me doy cuenta de que el chico rubio que vi entrar se acerca, precisamente, a donde yo estoy. Le doy otro trago a la bebida y siento el alcohol bajar por mi garganta sin percibir nada de lo que pasa a mis espaldas mientras divago. Mi madre, a fin de cuentas, tiene razón en llamarme «holgazán», sobre todo desde que dejé la escuela. Me quiere tanto que se dejó convencer por la idea y ya llego cinco años sin pisar una mísera aula. Si hubiera seguido con el bachillerato quizá estaría en la universidad estudiando una carrera aburrida, para salir y convertirme en un oficinista aburrido y de traje. Los trajes no me van. Tampoco los convencionalismos y las formalidades. Sólo hay que ver mis brazos para darse cuenta de lo cubiertos de tatuajes que están. Hubo una época en la que me tatuaba cualquier tontería que significara para mí y hoy mis brazos son un croquis por mis recuerdos, aunque sólo tiene sentido para mí. Irónicamente, el tatuaje que a todo el mundo le gusta son las alas que adornan mi espalda que me hice en un arrebato.
Seguiría perdido en mis divagaciones cuando una chica me interrumpe gritando todo tipo de insultos. Siento que mis tímpanos están a punto de reventar cuando me da un derechazo y me deja roja la mejilla. Siento que algunas personas voltean a vernos y le dan automáticamente la razón a la chica cuando no sé ni por qué me está destrozando los oídos en ese momento. La mayoría nos ignoran porque siguen en su mundo de drogas y alcohol y malos DJ’s. La música de ese día es pésima… No es que las otras noches suela ser mucho mejor, claro.
Oigo una voz burlándose con un cierto tono ácido y me doy la vuelta para encontrarme con el chico de los tatuajes. Siempre se me han hecho extraños esos tatuajes, como si tuvieran un significado y un propósito. Me quedó mirándolos un momento hasta que me fijo en cómo pasa la gente a su lado como si no lo percibiera y me doy cuenta de que me está pasando lo de siempre. «Estoy viendo algo que los demás no», me digo. Pasa apenas un segundo hasta que comprendo lo que pasó y me pongo en pie, dejando la bebida a un lado.
—¿Fuiste tú, no? —le pregunto directamente. Quizá le sorprenda el hecho de que pueda verlo, no me importa. A la mejor me entero que cosa es y qué significan los malditos tatuajes—. Guarro. —Sonrío de medio lado—. ¿Te aprovechas de que los demás no pueden verte?
Por suerte nadie a mi alrededor nota que hablo con un ente invisible para ellos. Y si lo notaran simplemente me darían por borracho perdido.
Seguiría perdido en mis divagaciones cuando una chica me interrumpe gritando todo tipo de insultos. Siento que mis tímpanos están a punto de reventar cuando me da un derechazo y me deja roja la mejilla. Siento que algunas personas voltean a vernos y le dan automáticamente la razón a la chica cuando no sé ni por qué me está destrozando los oídos en ese momento. La mayoría nos ignoran porque siguen en su mundo de drogas y alcohol y malos DJ’s. La música de ese día es pésima… No es que las otras noches suela ser mucho mejor, claro.
Oigo una voz burlándose con un cierto tono ácido y me doy la vuelta para encontrarme con el chico de los tatuajes. Siempre se me han hecho extraños esos tatuajes, como si tuvieran un significado y un propósito. Me quedó mirándolos un momento hasta que me fijo en cómo pasa la gente a su lado como si no lo percibiera y me doy cuenta de que me está pasando lo de siempre. «Estoy viendo algo que los demás no», me digo. Pasa apenas un segundo hasta que comprendo lo que pasó y me pongo en pie, dejando la bebida a un lado.
—¿Fuiste tú, no? —le pregunto directamente. Quizá le sorprenda el hecho de que pueda verlo, no me importa. A la mejor me entero que cosa es y qué significan los malditos tatuajes—. Guarro. —Sonrío de medio lado—. ¿Te aprovechas de que los demás no pueden verte?
Por suerte nadie a mi alrededor nota que hablo con un ente invisible para ellos. Y si lo notaran simplemente me darían por borracho perdido.
Neil Vaisey- Mundano
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 16/05/2014
Localización : Por ahí...
Re: La noche huele a problemas [Jace]
Después de ver como la chica se iba sobre esos tacones y que ya no podía ni mantener el equilibrio correctamente sobre ellos. Me preguntaba cual sería el motivo, si iba ya demasiado borracha o es que simplemente no sabía andar con ellos. Izzy se había emborrachado muchas veces y no por eso dejaba de caminar correctamente con ese tipo de calzado, en conclusión que la chica no sabía caminar con eso. Sin contar que se parecía a un pato mientras lo hacía y yo odiaba los patos. Gracias a que la joven se fue juntos con sus amigas aproveché para ocupar el sitio que habían dejado.
En ese momento escuché como la silla del chico se hace hacia atrás por la fuerza que había usado al levantarse. ¿A estás alturas iba a reaccionar por la cachetada de la chica? Si que los mundanos eran lentos. No me sorprendía de que algún modo ellos siempre fueran el objetivo de los demonios, si fuera algo más conscientes nosotros no tendríamos que velar por ellos noche y día para que no les pasara nada, y aun así conseguían que los mataran. A veces incluso esas muertes no tenía nada que ver con lo sobrenatural, solo que otro mundano por diversión o simple aburrimiento mataba a otro. Tampoco comprendía esa clase de comportamiento en los mundanos, despreciaban la vida de otra persona tal fácilmente, si ellos vivieran con el miedo constante de saber que con cada salida era probable que alguno de tus seres queridos no volviera lo más seguro es que se le acabaría la tontería esa de ir matando a diestro y siniestro. Y como siempre, en este lugar pasan cosas extrañar.
El chico que se había levanto no miraba a la chica que se acababa de ir, sino que me miraba a mí directamente. Me puse en tensión y le miré enarcando una ceja. La enarqué más al escuchar “guarro”. ¿En serio me estaba pasando esto? Por segunda vez ¿En serio? Por el ángel, este no se cansaba de mandar cosas para comprobar hasta donde podía llegar mi paciencia y claro estaba que no la había perdido hace bastante. Miré al chico, con claro enfado. En una situación normal me hubiera sorprendido, no es que no lo estuviera, pero el enfado podía conmigo. Esta situación se parecía tanto a la que había vivido con Clary y gracias a eso las cosas habían acabado de la manera que estaban ahora.
-Puedes verme. -dije como sentencia. -Si me divierto bastante porque no puedan verme, como ves yo no soy el que se lleva las hostias. -robé una copa que acababan de poner. El dueño estaba tan distraído que no se dio cuenta. A partir de ahora tendría que volver a la luna del cazador, tal vez allí podría pelearme de nuevo con el grandullón. Ese hombre lobo me tenía ganas desde aquel encuentro y yo le tenía ganas también, aunque para el final siempre acabaría viniendo Luke para arreglar las cosas. -Segundo, como te enamores de mí, te juro que te tirare al río y nadie te encontrara. -volví mi atención a la copa y di un trago. Ni me molesté en ponerme en pie como había hecho él. No tendría sentido, además sabía perfectamente que estaba pagando mi frustración con aquel chico. No era normal que un mundano pudiera ver el mundo de las sombras. -No es normal que los mundanos nos vean. -dije esta vez con cansancio. -Pero al parecer eso está a la orden del día. -lo último lo había dicho más para mí que para el chico, miré el líquido ámbar y vi la cara de Clary en el fondo del vaso antes de dar otro trago. Era fuerte, pero no lo suficiente para que subiera, necesitará un par de esas para que tuviera tan efecto en mí.
En ese momento escuché como la silla del chico se hace hacia atrás por la fuerza que había usado al levantarse. ¿A estás alturas iba a reaccionar por la cachetada de la chica? Si que los mundanos eran lentos. No me sorprendía de que algún modo ellos siempre fueran el objetivo de los demonios, si fuera algo más conscientes nosotros no tendríamos que velar por ellos noche y día para que no les pasara nada, y aun así conseguían que los mataran. A veces incluso esas muertes no tenía nada que ver con lo sobrenatural, solo que otro mundano por diversión o simple aburrimiento mataba a otro. Tampoco comprendía esa clase de comportamiento en los mundanos, despreciaban la vida de otra persona tal fácilmente, si ellos vivieran con el miedo constante de saber que con cada salida era probable que alguno de tus seres queridos no volviera lo más seguro es que se le acabaría la tontería esa de ir matando a diestro y siniestro. Y como siempre, en este lugar pasan cosas extrañar.
El chico que se había levanto no miraba a la chica que se acababa de ir, sino que me miraba a mí directamente. Me puse en tensión y le miré enarcando una ceja. La enarqué más al escuchar “guarro”. ¿En serio me estaba pasando esto? Por segunda vez ¿En serio? Por el ángel, este no se cansaba de mandar cosas para comprobar hasta donde podía llegar mi paciencia y claro estaba que no la había perdido hace bastante. Miré al chico, con claro enfado. En una situación normal me hubiera sorprendido, no es que no lo estuviera, pero el enfado podía conmigo. Esta situación se parecía tanto a la que había vivido con Clary y gracias a eso las cosas habían acabado de la manera que estaban ahora.
-Puedes verme. -dije como sentencia. -Si me divierto bastante porque no puedan verme, como ves yo no soy el que se lleva las hostias. -robé una copa que acababan de poner. El dueño estaba tan distraído que no se dio cuenta. A partir de ahora tendría que volver a la luna del cazador, tal vez allí podría pelearme de nuevo con el grandullón. Ese hombre lobo me tenía ganas desde aquel encuentro y yo le tenía ganas también, aunque para el final siempre acabaría viniendo Luke para arreglar las cosas. -Segundo, como te enamores de mí, te juro que te tirare al río y nadie te encontrara. -volví mi atención a la copa y di un trago. Ni me molesté en ponerme en pie como había hecho él. No tendría sentido, además sabía perfectamente que estaba pagando mi frustración con aquel chico. No era normal que un mundano pudiera ver el mundo de las sombras. -No es normal que los mundanos nos vean. -dije esta vez con cansancio. -Pero al parecer eso está a la orden del día. -lo último lo había dicho más para mí que para el chico, miré el líquido ámbar y vi la cara de Clary en el fondo del vaso antes de dar otro trago. Era fuerte, pero no lo suficiente para que subiera, necesitará un par de esas para que tuviera tan efecto en mí.
Jace C. Wayland- Nefilims
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 28/04/2014
Re: La noche huele a problemas [Jace]
"...como ves yo no soy el que se lleva las hostias". Ya. La marca de mi rostro lo dejaba claro. Aunque me habían pegado hostias más fuertes, porque viendo la de aquella chica se notaba que estaba completamente ebria. Se notaba en su modo de caminar al marcharse y no dudaba nada que fuera a empezar a desechar todo lo que traía en el estómago en cuanto pisara la calle. Y mi propósito era ponerme así...
Pero no, allí estaba el chico rubio que parecía un dios griego al que nadie veía y que no se llevaba las hostias. Ja. Ja. Quizá me hubiera parecido gracioso si no tuviera el humor tan negro en ese momento. Mi cara de funeral se notaba a mil kilómetros de distancia y no dudaba que ese idiota petulante la hubiera notado. Idiota, petulante y rubio. No era mi tipo. Aunque ciertamente sólo me había enrollado con dos chicos en mi vida y no había resultado muy bien... Pero bueno, ¿cuál de mis relaciones había resultado, efectivamente, bien?
—Ya veo que yo soy el idiota que se lleva las hostias por lo que le haces a las chicas que están cerca del coma etílico... —comento, alzando un poco la ceja ante su siguiente comentario. ¿En serio tiene el ego tan crecido? Pues... no lo dudo, al ver su comportamiento. Me vuelvo a sentar y agarro mi trago, que ya casi se esfumó—. No me voy a enamorar de ti. Tu ego no debe caber en este lugar, por lo que veo...
Se concentra en su copa y yo me concentro en la mía, porque no tengo ganas de seguir discutiendo, aunque la pregunta de "¿por qué puedo verte?" se queda atorada en mi lengua. Quiero y no quiero pronunciarla. Porque parece que tiene el mismo humor que yo y no quiere saber nada del mundo. Al parecer nos desquitamos el uno con el otro. Aunque no parece que ninguno disfrutemos la situación. Vuelve a captar mi atención cuando dice "mundano".
—¿Mundano...? —pregunto—. ¿Que se supone que significa eso? —Aunque supongo que se refiere a la humanidad común y corriente que no puede ver ni vampiros, ni chicos raros tatuados, ni demonios ni... cosas raras—. ¿Qué demonios se supone que eres?
Pero no, allí estaba el chico rubio que parecía un dios griego al que nadie veía y que no se llevaba las hostias. Ja. Ja. Quizá me hubiera parecido gracioso si no tuviera el humor tan negro en ese momento. Mi cara de funeral se notaba a mil kilómetros de distancia y no dudaba que ese idiota petulante la hubiera notado. Idiota, petulante y rubio. No era mi tipo. Aunque ciertamente sólo me había enrollado con dos chicos en mi vida y no había resultado muy bien... Pero bueno, ¿cuál de mis relaciones había resultado, efectivamente, bien?
—Ya veo que yo soy el idiota que se lleva las hostias por lo que le haces a las chicas que están cerca del coma etílico... —comento, alzando un poco la ceja ante su siguiente comentario. ¿En serio tiene el ego tan crecido? Pues... no lo dudo, al ver su comportamiento. Me vuelvo a sentar y agarro mi trago, que ya casi se esfumó—. No me voy a enamorar de ti. Tu ego no debe caber en este lugar, por lo que veo...
Se concentra en su copa y yo me concentro en la mía, porque no tengo ganas de seguir discutiendo, aunque la pregunta de "¿por qué puedo verte?" se queda atorada en mi lengua. Quiero y no quiero pronunciarla. Porque parece que tiene el mismo humor que yo y no quiere saber nada del mundo. Al parecer nos desquitamos el uno con el otro. Aunque no parece que ninguno disfrutemos la situación. Vuelve a captar mi atención cuando dice "mundano".
—¿Mundano...? —pregunto—. ¿Que se supone que significa eso? —Aunque supongo que se refiere a la humanidad común y corriente que no puede ver ni vampiros, ni chicos raros tatuados, ni demonios ni... cosas raras—. ¿Qué demonios se supone que eres?
Neil Vaisey- Mundano
- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 16/05/2014
Localización : Por ahí...
Re: La noche huele a problemas [Jace]
No contesté cuando se dijo a si mismo idiota, si lo tenía tan claro yo no era nadie para contradecirle. Y tampoco estaba de humor para ponerme con él como si fuera su hombro para llorar o algo parecido, sin contar que yo tampoco lo necesitaba. Solo necesitaba una buena pelea, matar a algunos bueno demonios y conseguir despejarme del todo. Quitármela de la cabeza y que al llegar me esperara un Alec completamente enfadado por mi desaparición repentina y una Izzy quitándole importancia pero igual de enfada por dejarla atrás y no haberla llamado para la diversión. En otras palabras, que todo fuera como antes.
Por una parte deseaba no haber conocido a Clary, que todo fuera como siempre. Que yo siguiera sintiendo un odio irracional por los hombres que mataron a mi padre, que mi padre estuviera muerto, que directamente no tuviera madre y que mis únicos hermanos fueran Alec, Izzy y Max, y que mi familia fuera los Lightwood en general. Pero por otro lado no podía imaginarme mi vida actualmente sin la muchacha, no había dado cuenta lo vacía que era hasta tenerla allí. Encontrarla en este mismo lugar, en una circunstancia algo mucho más delicada comparada con la situación con la que me encontraba ahora con ese chico. Nada más verla me sentía fascinado por ella, le insistí tanto a Hogde que me dejara ir a buscarla que acabé convenciéndole después de todos mis razonamientos, aunque no creo que eso fuera el motivo. Simplemente quería librarse de mí de una vez, y para que mentir... Hubiera ido en su busca con o sin permiso. Ese cabello rojo y esos ojos verdes me habían cautivado de inmediato.
Me encogí de hombros ante las palabras del chico.
-Mi ego engloba muchos lugares y muchos ámbitos. -dije sin darle mucha importancia. Estaba girando el vaso, como si tuviera la intención de marear el contenido del vaso. Era lo más divertido que estaba pasando hasta ahora. Miré a mi alrededor, a parte del chico no parecía nada raro. Adolescentes borrachos, drogados, luces parpadeantes y poco más. Ningún demonio a la vista... Los vampiros solían ser más quisquillosos a las fiestas que asistían, en otras palabras: Solo iban a las de Magnus Bane. Los hombres lobos era mucho más abiertos ante ese tema. Les daba igual, sobre todo porque no habían perdido algo importante, como habían hecho los vampiros. Miré de reojo al chico cuando preguntó, a estas alturas daba igual. -Mundano un concepto que implica a todos los seres humanos que tienen una vida humana normal. -le dije con una sonrisa. Esa era su realidad, pero no la mía, así que... ¿Qué era la verdadera realidad? La nuestra que nos encargábamos de los demonios para que los mundanos vivieran en tranquilidad o el mundo de los mundanos que vivían tranquilos en sus casas, con solo preocupaciones mundanas sin saber nada del submundo. Di un trago más al contenido del vaso, le miré y le dedique una gran sonrisa. -Soy un sexy, rubio y atractivo chico, y según palabras de muchos con aspecto angelical. -miré a la copa. - No es tan difícil de verlo.
Por una parte deseaba no haber conocido a Clary, que todo fuera como siempre. Que yo siguiera sintiendo un odio irracional por los hombres que mataron a mi padre, que mi padre estuviera muerto, que directamente no tuviera madre y que mis únicos hermanos fueran Alec, Izzy y Max, y que mi familia fuera los Lightwood en general. Pero por otro lado no podía imaginarme mi vida actualmente sin la muchacha, no había dado cuenta lo vacía que era hasta tenerla allí. Encontrarla en este mismo lugar, en una circunstancia algo mucho más delicada comparada con la situación con la que me encontraba ahora con ese chico. Nada más verla me sentía fascinado por ella, le insistí tanto a Hogde que me dejara ir a buscarla que acabé convenciéndole después de todos mis razonamientos, aunque no creo que eso fuera el motivo. Simplemente quería librarse de mí de una vez, y para que mentir... Hubiera ido en su busca con o sin permiso. Ese cabello rojo y esos ojos verdes me habían cautivado de inmediato.
Me encogí de hombros ante las palabras del chico.
-Mi ego engloba muchos lugares y muchos ámbitos. -dije sin darle mucha importancia. Estaba girando el vaso, como si tuviera la intención de marear el contenido del vaso. Era lo más divertido que estaba pasando hasta ahora. Miré a mi alrededor, a parte del chico no parecía nada raro. Adolescentes borrachos, drogados, luces parpadeantes y poco más. Ningún demonio a la vista... Los vampiros solían ser más quisquillosos a las fiestas que asistían, en otras palabras: Solo iban a las de Magnus Bane. Los hombres lobos era mucho más abiertos ante ese tema. Les daba igual, sobre todo porque no habían perdido algo importante, como habían hecho los vampiros. Miré de reojo al chico cuando preguntó, a estas alturas daba igual. -Mundano un concepto que implica a todos los seres humanos que tienen una vida humana normal. -le dije con una sonrisa. Esa era su realidad, pero no la mía, así que... ¿Qué era la verdadera realidad? La nuestra que nos encargábamos de los demonios para que los mundanos vivieran en tranquilidad o el mundo de los mundanos que vivían tranquilos en sus casas, con solo preocupaciones mundanas sin saber nada del submundo. Di un trago más al contenido del vaso, le miré y le dedique una gran sonrisa. -Soy un sexy, rubio y atractivo chico, y según palabras de muchos con aspecto angelical. -miré a la copa. - No es tan difícil de verlo.
Jace C. Wayland- Nefilims
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Fecha de inscripción : 28/04/2014
Re: La noche huele a problemas [Jace]
Ignoró la primera parte de lo que dije, cosa que se agradece. Sólo faltaba que reafirmara mi idiotez, que yo llevaba dos horas bien asumida, para seguir con el problema. No pensaba pelear con nadie aquella noche, pero el egocentrismo de aquel chico me gritaba que necesitaba una buena lección. Aunque claro, no dudaba que me fuera a ganar fácilmente, sólo había que fijarse un poco para darse cuenta de que había algo sobrenatural en él.
—Ya me parecía a mí que tu ego era más grande que todo Manhattan —comente, dándole un profundo trago a la bebida que se acaba en ese momento. Levanto la mano para llamar a la chica que está sirviendo las copas con un escote de escándalo y, cuando por fin me hace caso, le pido otra igual que me pone enfrente sin decir ni una palabra y vuelve con los chicos que se deshacen en halados para ver si les da tragos gratis.
Yo no pienso caer tan bajo esa noche. Aunque, con los escasos fondos que cuento, no estaría nada mal pensar en conseguir tragos gratis. El chico me dice algo sobre lo que significa "mundano" y alcanzo a oir con claridad la parte que dice "vida normal". Supongo que para él la normalidad debe ser diferente a la mía, pero me gustaría tener una vida un poco más emocionante. No pido mucho, sólo que no me abuchearan cuando toco.
—Te aseguro que lo mío no es una vida normal... —empiezo, pero inmediatamente después lo oigo enumerar sus increíbles capacidades y atractivos y ruedo los ojos, demostrando mi esceptisismo ante aquella actitud. Su ego era más grande que toda Nueva York, así como íbamos—. Eres un ególatra guapo. Lo tengo claro. ¿Y después? Porque eso... —señalé los tatuajes—, no es que sean cosas muy normales.
—Ya me parecía a mí que tu ego era más grande que todo Manhattan —comente, dándole un profundo trago a la bebida que se acaba en ese momento. Levanto la mano para llamar a la chica que está sirviendo las copas con un escote de escándalo y, cuando por fin me hace caso, le pido otra igual que me pone enfrente sin decir ni una palabra y vuelve con los chicos que se deshacen en halados para ver si les da tragos gratis.
Yo no pienso caer tan bajo esa noche. Aunque, con los escasos fondos que cuento, no estaría nada mal pensar en conseguir tragos gratis. El chico me dice algo sobre lo que significa "mundano" y alcanzo a oir con claridad la parte que dice "vida normal". Supongo que para él la normalidad debe ser diferente a la mía, pero me gustaría tener una vida un poco más emocionante. No pido mucho, sólo que no me abuchearan cuando toco.
—Te aseguro que lo mío no es una vida normal... —empiezo, pero inmediatamente después lo oigo enumerar sus increíbles capacidades y atractivos y ruedo los ojos, demostrando mi esceptisismo ante aquella actitud. Su ego era más grande que toda Nueva York, así como íbamos—. Eres un ególatra guapo. Lo tengo claro. ¿Y después? Porque eso... —señalé los tatuajes—, no es que sean cosas muy normales.
Neil Vaisey- Mundano
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Re: La noche huele a problemas [Jace]
-No lo subestimes, -dije distraído con la copa. -puede ser más grande. -dije refiriéndome a mi ego. El chico dio un gran trago a su copa, estaría dentro de poco como una cuba si seguía bebiendo así. Tampoco es que me importara, podría hacer lo que le diera la gana... Tal vez yo también estaba buscando precisamente eso. Emborracharme y que por un momento se me pasara todo por unas cuantas horas aunque después me doliera la cabeza por la resaca. Por suerte había encontrado un par de recetas para tés de Hodges, no me saldrían de la misma manera que le salían a él, eso lo tenía claro. Sin embargo algo era algo.
El chico se queda sin alcohol y llama a la camarera que tarda en atenderle porque otro grupo de mundanos le estaban haciendo la pelota para conseguir tragos gratis. Era idiotas, solo era cuestión de acercarse decirle las palabras que quería oír y ya tendrías bebidas gratis durante toda la noche y con suerte un polvo ¿pero que podía esperar de estúpidos mundanos? Nada decente, el mejor ejemplo estaba Simon. Aunque esté nos había salvado al disparar esa flecha a la claraboya, y que ahora se trataba de un vampiro. Para mí seguirá siendo el estúpido mundano.
El mundano parecía en su mundo, yo también lo estaba a pesar de estar atento a todo lo que sucedía a mi alrededor. Costumbre a la hora de estar luchando, siempre ha sido y será así. No iba a cambiar de la noche a la mañana, aunque lo intentaban con todas sus fuerzas. Sonreí a medio lado cuando dijo esa frase.
-¿De verdad? -le pregunté con un humor negro. ¿Qué complicaciones podría tener un mundano? Por lo menos él no estaba enamorado de su hermana, ni su padre supuestamente muerto revivían por arte de magia declarando la guerra a todo aquello que conocías, a tu vida. Estaba seguro que él no tendría un problema como ese, sin contar que no tendría que mantener a salvo a su hermana amada por sus extraños dones, aunque yo también tenía pero se centraban en mi capacidad física, podía realizar cosas que incluso siendo nefilim eran increíbles. -Gracias. -le contesté cuando dijo que era un ególatra guapo. -Ya lo sé. -más no podía decir. El chico parecía haberme pillado al vuelo. ¿Quién no lo hacía? Nadie, solo unos pocos. Los que realmente me conocían. Le miré de reojo cuando me preguntó por mis runas, enarqué una ceja para que él la viera y después miré a sus brazos tatuados. -Supongo que los tuyos son normales. -dije con voz cargada de ironía.
El chico se queda sin alcohol y llama a la camarera que tarda en atenderle porque otro grupo de mundanos le estaban haciendo la pelota para conseguir tragos gratis. Era idiotas, solo era cuestión de acercarse decirle las palabras que quería oír y ya tendrías bebidas gratis durante toda la noche y con suerte un polvo ¿pero que podía esperar de estúpidos mundanos? Nada decente, el mejor ejemplo estaba Simon. Aunque esté nos había salvado al disparar esa flecha a la claraboya, y que ahora se trataba de un vampiro. Para mí seguirá siendo el estúpido mundano.
El mundano parecía en su mundo, yo también lo estaba a pesar de estar atento a todo lo que sucedía a mi alrededor. Costumbre a la hora de estar luchando, siempre ha sido y será así. No iba a cambiar de la noche a la mañana, aunque lo intentaban con todas sus fuerzas. Sonreí a medio lado cuando dijo esa frase.
-¿De verdad? -le pregunté con un humor negro. ¿Qué complicaciones podría tener un mundano? Por lo menos él no estaba enamorado de su hermana, ni su padre supuestamente muerto revivían por arte de magia declarando la guerra a todo aquello que conocías, a tu vida. Estaba seguro que él no tendría un problema como ese, sin contar que no tendría que mantener a salvo a su hermana amada por sus extraños dones, aunque yo también tenía pero se centraban en mi capacidad física, podía realizar cosas que incluso siendo nefilim eran increíbles. -Gracias. -le contesté cuando dijo que era un ególatra guapo. -Ya lo sé. -más no podía decir. El chico parecía haberme pillado al vuelo. ¿Quién no lo hacía? Nadie, solo unos pocos. Los que realmente me conocían. Le miré de reojo cuando me preguntó por mis runas, enarqué una ceja para que él la viera y después miré a sus brazos tatuados. -Supongo que los tuyos son normales. -dije con voz cargada de ironía.
Jace C. Wayland- Nefilims
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Fecha de inscripción : 28/04/2014
Re: La noche huele a problemas [Jace]
¿En serio? ¿Puede ser más grande? Con una rápida mirada me doy cuenta de que sí, de que ese chico de ¿diecisiete? ¿dieciocho? tiene el ego más grande que nunca he visto Sospecho que si no me hubiera dado cuenta de que no es precisamente humano, ya estaría dándole un buen golpe a su ego con mis puños. Por pura tontería, porque pelear no es una de mis habilidades, aunque casi diría que se me daba mucho mejor que cantar, porque todo el mundo se dormía, me abucheaba o algo peor.
Miro la copa y me doy cuenta de que es la segunda en un lapso de tiempo increíblemente corto. Si sigo así me voy a poner como una cuba, pero, ¿a quién le importa? Con lograr meterme en un taxi supongo que estaré bien. Beber hasta perder la conciencia no está tan mal cuando no tengo más en el mundo que hacer. Lo único que lamento es la manera en la que seguramente despertaré la mañana siguiente. Va a ser terrible, definitivamente. Me dolerá la cabeza y me sentiré mal, pero ya lo tengo casi asumido. Si no supiera que lo que me pasaba era la resaca, iría corriendo a urgencia. Pero cada que me emborracho me despierto con las tristes consecuencias de haberlo hecho.
—Bueno, tengo mis problemas... —y no me estoy ahogando en un vaso de agua. Empiezo a darme cuenta de que si no logro nada tendré que empezar a trabajar en cualquier lugar que me acepte: dependiente en una tienda, una gasolinera, de conserje en cualquier escuela. La pensión que manda mi padre llega cada mes, pero no se puede sobrevivir con tan poco dinero. Mucho menos gastándolo en alcohol. Sinceramente, ¿en qué estoy pensando? ¿En qué estaba pensando cuando dejé la escuela? Ahh, claro... en que convertirse en un artista conocido era sencillo. Sí, seguro. Porque no lo es.
El chico me da las gracias por decirle ególatra guapo. Claro. Tiene tan bien asumido su papel que parece ver al mundo desde otro lugar, algo superior, cosa que no dudo que sea. Quizá más fuerte, más ágil, cualquier cosa. Levanto el brazo cuando menciona mis tatuajes. Mis brazos estaban llenos de tonterías: un dragón por allí, tonterías, cosas que sólo tenían significado para mi y, afortunadamente, ningún nombre de ninguna ex novia. Al menos a mi yo adolescente no se le había ocurrido tatuarse eso, para variar.
—Supongo que sí —le digo—. Completamente normales. No dejan cicatrices extrañas, ni desaparecen, ni nada... —me quedo viendo los suyos. Tienen tramados extraños, como si tuvieran un significado, pero para mí sólo son tatuajes y ya está.
Cuentan mi historia, pero, ¿para qué decirlo? Se han convertido en un croquis por mis recuerdos que sólo yo entiendo.
Miro la copa y me doy cuenta de que es la segunda en un lapso de tiempo increíblemente corto. Si sigo así me voy a poner como una cuba, pero, ¿a quién le importa? Con lograr meterme en un taxi supongo que estaré bien. Beber hasta perder la conciencia no está tan mal cuando no tengo más en el mundo que hacer. Lo único que lamento es la manera en la que seguramente despertaré la mañana siguiente. Va a ser terrible, definitivamente. Me dolerá la cabeza y me sentiré mal, pero ya lo tengo casi asumido. Si no supiera que lo que me pasaba era la resaca, iría corriendo a urgencia. Pero cada que me emborracho me despierto con las tristes consecuencias de haberlo hecho.
—Bueno, tengo mis problemas... —y no me estoy ahogando en un vaso de agua. Empiezo a darme cuenta de que si no logro nada tendré que empezar a trabajar en cualquier lugar que me acepte: dependiente en una tienda, una gasolinera, de conserje en cualquier escuela. La pensión que manda mi padre llega cada mes, pero no se puede sobrevivir con tan poco dinero. Mucho menos gastándolo en alcohol. Sinceramente, ¿en qué estoy pensando? ¿En qué estaba pensando cuando dejé la escuela? Ahh, claro... en que convertirse en un artista conocido era sencillo. Sí, seguro. Porque no lo es.
El chico me da las gracias por decirle ególatra guapo. Claro. Tiene tan bien asumido su papel que parece ver al mundo desde otro lugar, algo superior, cosa que no dudo que sea. Quizá más fuerte, más ágil, cualquier cosa. Levanto el brazo cuando menciona mis tatuajes. Mis brazos estaban llenos de tonterías: un dragón por allí, tonterías, cosas que sólo tenían significado para mi y, afortunadamente, ningún nombre de ninguna ex novia. Al menos a mi yo adolescente no se le había ocurrido tatuarse eso, para variar.
—Supongo que sí —le digo—. Completamente normales. No dejan cicatrices extrañas, ni desaparecen, ni nada... —me quedo viendo los suyos. Tienen tramados extraños, como si tuvieran un significado, pero para mí sólo son tatuajes y ya está.
Cuentan mi historia, pero, ¿para qué decirlo? Se han convertido en un croquis por mis recuerdos que sólo yo entiendo.
Neil Vaisey- Mundano
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Localización : Por ahí...
Re: La noche huele a problemas [Jace]
Esta vez el chico no dijo nada sobre mi ego, así que di el tema por zanjado por completo. Lo más probables es que si se diera las condiciones adecuadas podría hablar sobre mi ego todo lo que me diera la gana, mi padre me había enseñado a la perfección que las armas herían, pero que las palabras podrían causar aún mas daño. De una herida física siempre tendrías la oportunidad de recuperarte, pero las palabras eran un arma totalmente diferente, algo que no tiene nada que ver con lo físico y que tardarían en curarse, si es que se curaban. En muchos casos algunas palabras se grababan a fuego en la mente de las personas. A mí me había pasado, tanto con palabras buenas como palabras malas. Miré de nuevo al chico y pude ver que era su segunda copa vacía, bueno, la segunda desde que yo había aparecido, a saber cuantas llevaba antes. No me importaba, mientras que no vomitara en mis zapatos.
El chico no había entendido mi tono, y si lo entendió paso de él deliberadamente. Mundanos idiotas, la mayoría se pensaba que podía hacer de todo, cuando la verdad es que apenas llegaban a saber la verdad. Le miré de reojo de nuevo y acabé dando un suspiro sonoro.
-Si me vas a contar tus penas, será mejor que empieces. -le dije, otra cosa es que atendiera a lo que me dijera si es que lo hiciera, cosa que dudaba. Yo estaba por el mismo motivo general, desahogarme de alguna forma o “ahogar” las penas. Ese vacío lo rellenaba el alcohol para algunos, para mi la lucha. No quería hablar con mi parabatai, no quería hablar con Clary, mucho menos con Izzy o mi madre adoptiva. A la última le daría algo si se enterara de lo que sentía por mi hermana, y si antes no creía que fuera un monstruo por ser hijo de Valentine, a partir de eso si lo que lo penaría y no podría soportarlo. -Y todos tienen problemas. -concluí.
El chico siguió el tema con lo que él creí que eran tatuajes. Así que sabía el hecho de que desaparecían y dejaban cicatrices a su paso. Que se le iba a hacer, esa cosa eran gafes del oficio, sobre todo el nuestro. Si no teníamos cicatrices... ¿qué clase de cazadores seríamos? Unos muy bueno no, la verdad.
-Que yo sepa no me ha desaparecido. -dije mirando la runa de la visión que tenía en el dorso de la mano izquierda, tras pasar el vaso a mi mano derecha. Era zurdo, no podía hacer nada contra ello. -Yo veo que sigue aquí, ¿tú no? -en ese momento, que pasaba de nuevo mi mirada por el local encontré lo que buscaba. Sonreí a medio lado, dejé mi mano izquierda despejada y fui tomando pequeños sorbos de la bebida, quedaría algo de tiempo para que el demonio se acercara a donde estábamos nosotros y tenía ventaja, al estar de espaldas no podría ver las runas. Disfrutaría de cada minuto de cacería que acababa de empezar, pero vi el problema de pronto. Miré al chico.
-No eres asustadizo ¿cierto? -miré a su vaso. -Supongo que tampoco tienes un estomago débil, solo te pido que no eches hasta tu última papilla en mis botas, espera a salir de aquí antes de dedicarte a hacer eso.
El chico no había entendido mi tono, y si lo entendió paso de él deliberadamente. Mundanos idiotas, la mayoría se pensaba que podía hacer de todo, cuando la verdad es que apenas llegaban a saber la verdad. Le miré de reojo de nuevo y acabé dando un suspiro sonoro.
-Si me vas a contar tus penas, será mejor que empieces. -le dije, otra cosa es que atendiera a lo que me dijera si es que lo hiciera, cosa que dudaba. Yo estaba por el mismo motivo general, desahogarme de alguna forma o “ahogar” las penas. Ese vacío lo rellenaba el alcohol para algunos, para mi la lucha. No quería hablar con mi parabatai, no quería hablar con Clary, mucho menos con Izzy o mi madre adoptiva. A la última le daría algo si se enterara de lo que sentía por mi hermana, y si antes no creía que fuera un monstruo por ser hijo de Valentine, a partir de eso si lo que lo penaría y no podría soportarlo. -Y todos tienen problemas. -concluí.
El chico siguió el tema con lo que él creí que eran tatuajes. Así que sabía el hecho de que desaparecían y dejaban cicatrices a su paso. Que se le iba a hacer, esa cosa eran gafes del oficio, sobre todo el nuestro. Si no teníamos cicatrices... ¿qué clase de cazadores seríamos? Unos muy bueno no, la verdad.
-Que yo sepa no me ha desaparecido. -dije mirando la runa de la visión que tenía en el dorso de la mano izquierda, tras pasar el vaso a mi mano derecha. Era zurdo, no podía hacer nada contra ello. -Yo veo que sigue aquí, ¿tú no? -en ese momento, que pasaba de nuevo mi mirada por el local encontré lo que buscaba. Sonreí a medio lado, dejé mi mano izquierda despejada y fui tomando pequeños sorbos de la bebida, quedaría algo de tiempo para que el demonio se acercara a donde estábamos nosotros y tenía ventaja, al estar de espaldas no podría ver las runas. Disfrutaría de cada minuto de cacería que acababa de empezar, pero vi el problema de pronto. Miré al chico.
-No eres asustadizo ¿cierto? -miré a su vaso. -Supongo que tampoco tienes un estomago débil, solo te pido que no eches hasta tu última papilla en mis botas, espera a salir de aquí antes de dedicarte a hacer eso.
Jace C. Wayland- Nefilims
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Re: La noche huele a problemas [Jace]
Cuando me dice que si le voy a contar mis problemas será mejor que empiece ya me doy cuenta de que quizá es porque no tengo nadie a quien llorarle mi vida. Ni un solo amigo que se preocupe demasiado por lo que me pasa. Bueno, aun guardo algunos que solían ser mis amigos en la escuela, pero ya están en la universidad, labrándose una vida de provecho. Y de novias, ni hablar. La última me lanzó una secadora a la cabeza antes de gritar que no comprendía como demonios había aceptado salir conmigo… y me insultó con todos los insultos que al parecer se sabía.
Pero no le voy a contar mis penas a un desconocido, eso sería de locos. Menos a una criatura sobrenatural que aun no entiendo del todo qué es, y por los cuales tengo una morbosa curiosidad. Los he visto desde siempre y quizá cuando era adolescente no me importaba demasiado porque las palabras «vampiro», «licántropo» o «demonio» tenían impresa en mi cabeza la palabra «PELIGRO». Pero quizá ya pasó mi época racional y ahora hago todo como me sale de adentro. Nada más hay que fijarse en mis ánimos por emborracharme.
—No te voy a contar mis problemas, ególatra guapo —espeté—. Me serviría más contárselos a la copa… —me quedó mirando el líquido del trago y me doy cuenta de que aún estoy bastante lúcido. Aun no arrastro las palabras, que ya es decir—. Me pondría más atención…
Dijo algo sobre sus tatuajes, pero no le presté la más mínima atención porque mi mirada estaba en alguien que acababa de entrar. Cuando volví la mirada oí algo como «… ¿tú no?» y me di cuenta de que no había puesto nada de atención. Lamentable en todos los sentidos, me seguí fijando en sus tatuajes, que algo debían significar, pero entonces me di cuenta se que se fijaba exactamente en lo que yo: el ¿demonio? Al parecer sí. Estaba de espaldas a nosotros y no nos veía, así que supuse que el ególatra rubio tendría la ventaja. El demonio llevaba una copa en la mano y al parecer buscaba a su próxima víctima.
Alcé las cejas ante lo que dijo después.
—Si fuera asustadizo no estaría hablando con alguien invisible… —comenté, dándole un trago largo al alcohol, pronto estaría completamente perdido y aquella era una noche perfecta para meterse en problemas—. Por mí has lo que quieras… —volví a fijar la vista en el demonio que se acercaba. ¿Por qué podía percibir su presencia, simpre? Era como un maldito radar que tenía pegado a mí—. No te ensuciaré las botas, señor ególatra…
Me parecía un pesado, pero no supe si estaba seguro de ver lo que iba a pasar a continuación. Cuando tenía quince años vi como un vampiro le clavaba los dientes a una chica que gritaba «¡Ayuda!». Mi sentido común tomó el control de mi vida y corrí lo más lejos que pude. Pero en ese momento iba presenciar una pelea que nadie más iba a ver… Mi sentido común también decía «corre», pero ya no estaba seguro de poderme parar sin tambalearme.
Pero no le voy a contar mis penas a un desconocido, eso sería de locos. Menos a una criatura sobrenatural que aun no entiendo del todo qué es, y por los cuales tengo una morbosa curiosidad. Los he visto desde siempre y quizá cuando era adolescente no me importaba demasiado porque las palabras «vampiro», «licántropo» o «demonio» tenían impresa en mi cabeza la palabra «PELIGRO». Pero quizá ya pasó mi época racional y ahora hago todo como me sale de adentro. Nada más hay que fijarse en mis ánimos por emborracharme.
—No te voy a contar mis problemas, ególatra guapo —espeté—. Me serviría más contárselos a la copa… —me quedó mirando el líquido del trago y me doy cuenta de que aún estoy bastante lúcido. Aun no arrastro las palabras, que ya es decir—. Me pondría más atención…
Dijo algo sobre sus tatuajes, pero no le presté la más mínima atención porque mi mirada estaba en alguien que acababa de entrar. Cuando volví la mirada oí algo como «… ¿tú no?» y me di cuenta de que no había puesto nada de atención. Lamentable en todos los sentidos, me seguí fijando en sus tatuajes, que algo debían significar, pero entonces me di cuenta se que se fijaba exactamente en lo que yo: el ¿demonio? Al parecer sí. Estaba de espaldas a nosotros y no nos veía, así que supuse que el ególatra rubio tendría la ventaja. El demonio llevaba una copa en la mano y al parecer buscaba a su próxima víctima.
Alcé las cejas ante lo que dijo después.
—Si fuera asustadizo no estaría hablando con alguien invisible… —comenté, dándole un trago largo al alcohol, pronto estaría completamente perdido y aquella era una noche perfecta para meterse en problemas—. Por mí has lo que quieras… —volví a fijar la vista en el demonio que se acercaba. ¿Por qué podía percibir su presencia, simpre? Era como un maldito radar que tenía pegado a mí—. No te ensuciaré las botas, señor ególatra…
Me parecía un pesado, pero no supe si estaba seguro de ver lo que iba a pasar a continuación. Cuando tenía quince años vi como un vampiro le clavaba los dientes a una chica que gritaba «¡Ayuda!». Mi sentido común tomó el control de mi vida y corrí lo más lejos que pude. Pero en ese momento iba presenciar una pelea que nadie más iba a ver… Mi sentido común también decía «corre», pero ya no estaba seguro de poderme parar sin tambalearme.
Neil Vaisey- Mundano
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Re: La noche huele a problemas [Jace]
Dijo que no me contaría sus penas, por lo menos parecía sensato. Sonreí al escuchar su comentario con la copa, era cierto, no podía mentirle respecto a eso. Ya tenía mis propios problemas como para escuchar el de los demás.
-Es cierto, -le admití mis miramientos. -pero la copa no te va a contestar, a no ser que tengas borracheras alucinógenas.
Mi atención la tuvo por completo el demonio que acababa de entrar. Solo había un motivo para que estuviera aquí y era para coger algunos de estos mundanos para devorarlos. Algo totalmente repugnante, y pensar que los mundanos daban todo por ellos sin darse cuenta que estaban perdiendo la vida lentamente. Algunos actuaban de esa manera, otros directamente les arrebataban la vida a los humanos. No sabía quien era peor, si los mundanos o los demonios. Por lo menos los primeros eran algo inteligentes, cada gobierno del mundo nos pagaban para que defendiéramos a los suyos. Lo haríamos igual, era nuestra misión, pero esta bastante agradable tener algo con lo que vivir, aunque la fortuna de los cazadores de sombras podría ser sumamente grande. Ya que antiguamente se permitían coger botines de los subterráneos que matabas. Los cazadores se podían quedar con toda la fortuna que poseían las criaturas que asesinaban. Con el tiempo, eso fue cambiando y ya no estaba permitido coger botines.
La copa tuvo mi atención aparente, dejándola en mi mano derecha. Era muy capaz de manejar un arma con ambas manos, sin embargo nada podía cambiar el hecho de que fuera zurdo y me sintiera más cómodo usando el serafín con dicha mano. Todavía quedaba un largo camino para que el demonio llegara a nuestra altura. Cuando lo cogiera y me encargara de él estaría satisfecho o eso esperaba. El mundano no hizo caso a mis palabras sobre los tatuajes, pero si que hizo caso a las que dije después. Sería sumamente desagradable que vomitara en mis botas, las había limpiado, y prefería que se manchara con sangre que eran gafes del oficio que se me manchara con el vomito de un desconocido.
-Si fuera invisible de verdad no podrías verme. -le dije antes de tomarme de un solo trago casi toda la copa. Solo quedaba el culo del vaso, pero lo suficiente para no considerar que había terminado. Alce la copa y la contemple. Podía ver claramente el reflejo de la discoteca que había detrás de mí. Seguía hablando con él. -Los demás no pueden verme supuestamente, -claro que no podían verme. - pero tú si, ¿cuál es la realidad y cuál es la mentira? Tiene que ser desagradable esas preguntas y que nunca puedas contestarlas. ¿Es real lo que ves? o ¿solo es producto de mi imaginación? La imaginación de alguien que ha perdido los cabales por culpa del rumbo de una vida que ha quedado en un sin sentido, en una existencia vacía. Si soy producto de tu imaginación, -sonreí girando el vaso vigilando la figura. -que cruel y autodestructivo eres contigo mismo. -me aseguró que no iba a vomitar en mis botas. -Es bueno saberlo. -dije por decir algo. Ya estaba lo bastante cerca. -Tampoco grites. -le dije antes de levantarme y mezclarme entre la gente. El demonio no se había dado cuenta de mi presencia, al mismo tiempo era divertido y aburrido. Me gustaba que me plantaran cara, pero si no era lo suficientemente poderosos para darse cuenta de mi presencia tampoco era culpa mía. El demonio ocupó el sitio que había dejado libre, al lado del mundano. Vi como le sonreía al este antes de intentar reclamar la atención de la camarera. Estaba demasiado ocupada para atenderle, mientras tanto hablaba con el mundano que tenía problemas y me había estado preguntando sobre mis tatuajes. Al parecer al demonio le daba absolutamente igual si tenían pene o vagina. Me acerqué por detrás, lo tiré al suelo entre las dos sillas, la que ahora estaba vacía y la del chico. El demonio sorprendido solo tuvo tiempo a comprender, demasiado tarde, quien era. La barra ocultaba la figura del demonio, así que me limité a hacer mi trabajo. Coloqué mis dos manos en su cabeza y giré rápidamente, rompiéndole el cuello. Se pudo escuchar un claro y seco CRACK al hacerlo. No le di mayor importancia, sabía que eso no lo mataría, solo impediría que gritara para pedir ayuda. De hecho, me miró con el cuello roto, su disfraz ahora era tan poco natural como el mismo. Saqué el cuchillo serafín dándole nombre y le atravesé el pecho donde tenía el corazón. El demonio comenzó a temblar y desapareció.
Tras matarlo saltó la alarma de incendios. Todo el local entró en pánico. Guardé rápidamente el cuchillo serafín de nuevo, el arma mataba a los demonios a los humanos también pero era desagradable. Les quemaba al entrar contacto con su piel, adornando la estancia con olor a quemado. No es que hubiera apuñalado a un algún humano, pero se sabía. Fui a salir detrás de la multitud asustada, a mi no podía encerrarme aunque lo hicieran sin querer al no verme. De pronto, sentí un fuerte empujón, que me alejaron de la puerta, que estas se cerraron con un fuerte golpe metálico. Me puse en pie, había cuatro demonios mirándome con sumo odio y una quinta figura no dije nada al ver al mundano. Posiblemente al estar hablando conmigo y lo habían dejado también dentro del pandemónium para hacer a saber qué.
Uno de los demonios nos dedicó unas palabras:
-Nefilim -se podía notar el odio en cada sílaba que pronunciaba. - has matado a Riquez, te mataremos a ti y a tu amigo. -que bonito, un acto de venganza. Había cuatro, una clara desventaja.
-Que tierno, se llamaba Riquez. -le dije en tono de burla y haciéndole señas para que viniera a por mí. Dos se giraron hacia el mundano y dos para mí, ahora sería algo más aburrido. Prefería los cuatro para mí solo, con un gruñido saltaron en mi dirección.
-Es cierto, -le admití mis miramientos. -pero la copa no te va a contestar, a no ser que tengas borracheras alucinógenas.
Mi atención la tuvo por completo el demonio que acababa de entrar. Solo había un motivo para que estuviera aquí y era para coger algunos de estos mundanos para devorarlos. Algo totalmente repugnante, y pensar que los mundanos daban todo por ellos sin darse cuenta que estaban perdiendo la vida lentamente. Algunos actuaban de esa manera, otros directamente les arrebataban la vida a los humanos. No sabía quien era peor, si los mundanos o los demonios. Por lo menos los primeros eran algo inteligentes, cada gobierno del mundo nos pagaban para que defendiéramos a los suyos. Lo haríamos igual, era nuestra misión, pero esta bastante agradable tener algo con lo que vivir, aunque la fortuna de los cazadores de sombras podría ser sumamente grande. Ya que antiguamente se permitían coger botines de los subterráneos que matabas. Los cazadores se podían quedar con toda la fortuna que poseían las criaturas que asesinaban. Con el tiempo, eso fue cambiando y ya no estaba permitido coger botines.
La copa tuvo mi atención aparente, dejándola en mi mano derecha. Era muy capaz de manejar un arma con ambas manos, sin embargo nada podía cambiar el hecho de que fuera zurdo y me sintiera más cómodo usando el serafín con dicha mano. Todavía quedaba un largo camino para que el demonio llegara a nuestra altura. Cuando lo cogiera y me encargara de él estaría satisfecho o eso esperaba. El mundano no hizo caso a mis palabras sobre los tatuajes, pero si que hizo caso a las que dije después. Sería sumamente desagradable que vomitara en mis botas, las había limpiado, y prefería que se manchara con sangre que eran gafes del oficio que se me manchara con el vomito de un desconocido.
-Si fuera invisible de verdad no podrías verme. -le dije antes de tomarme de un solo trago casi toda la copa. Solo quedaba el culo del vaso, pero lo suficiente para no considerar que había terminado. Alce la copa y la contemple. Podía ver claramente el reflejo de la discoteca que había detrás de mí. Seguía hablando con él. -Los demás no pueden verme supuestamente, -claro que no podían verme. - pero tú si, ¿cuál es la realidad y cuál es la mentira? Tiene que ser desagradable esas preguntas y que nunca puedas contestarlas. ¿Es real lo que ves? o ¿solo es producto de mi imaginación? La imaginación de alguien que ha perdido los cabales por culpa del rumbo de una vida que ha quedado en un sin sentido, en una existencia vacía. Si soy producto de tu imaginación, -sonreí girando el vaso vigilando la figura. -que cruel y autodestructivo eres contigo mismo. -me aseguró que no iba a vomitar en mis botas. -Es bueno saberlo. -dije por decir algo. Ya estaba lo bastante cerca. -Tampoco grites. -le dije antes de levantarme y mezclarme entre la gente. El demonio no se había dado cuenta de mi presencia, al mismo tiempo era divertido y aburrido. Me gustaba que me plantaran cara, pero si no era lo suficientemente poderosos para darse cuenta de mi presencia tampoco era culpa mía. El demonio ocupó el sitio que había dejado libre, al lado del mundano. Vi como le sonreía al este antes de intentar reclamar la atención de la camarera. Estaba demasiado ocupada para atenderle, mientras tanto hablaba con el mundano que tenía problemas y me había estado preguntando sobre mis tatuajes. Al parecer al demonio le daba absolutamente igual si tenían pene o vagina. Me acerqué por detrás, lo tiré al suelo entre las dos sillas, la que ahora estaba vacía y la del chico. El demonio sorprendido solo tuvo tiempo a comprender, demasiado tarde, quien era. La barra ocultaba la figura del demonio, así que me limité a hacer mi trabajo. Coloqué mis dos manos en su cabeza y giré rápidamente, rompiéndole el cuello. Se pudo escuchar un claro y seco CRACK al hacerlo. No le di mayor importancia, sabía que eso no lo mataría, solo impediría que gritara para pedir ayuda. De hecho, me miró con el cuello roto, su disfraz ahora era tan poco natural como el mismo. Saqué el cuchillo serafín dándole nombre y le atravesé el pecho donde tenía el corazón. El demonio comenzó a temblar y desapareció.
Tras matarlo saltó la alarma de incendios. Todo el local entró en pánico. Guardé rápidamente el cuchillo serafín de nuevo, el arma mataba a los demonios a los humanos también pero era desagradable. Les quemaba al entrar contacto con su piel, adornando la estancia con olor a quemado. No es que hubiera apuñalado a un algún humano, pero se sabía. Fui a salir detrás de la multitud asustada, a mi no podía encerrarme aunque lo hicieran sin querer al no verme. De pronto, sentí un fuerte empujón, que me alejaron de la puerta, que estas se cerraron con un fuerte golpe metálico. Me puse en pie, había cuatro demonios mirándome con sumo odio y una quinta figura no dije nada al ver al mundano. Posiblemente al estar hablando conmigo y lo habían dejado también dentro del pandemónium para hacer a saber qué.
Uno de los demonios nos dedicó unas palabras:
-Nefilim -se podía notar el odio en cada sílaba que pronunciaba. - has matado a Riquez, te mataremos a ti y a tu amigo. -que bonito, un acto de venganza. Había cuatro, una clara desventaja.
-Que tierno, se llamaba Riquez. -le dije en tono de burla y haciéndole señas para que viniera a por mí. Dos se giraron hacia el mundano y dos para mí, ahora sería algo más aburrido. Prefería los cuatro para mí solo, con un gruñido saltaron en mi dirección.
Jace C. Wayland- Nefilims
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 28/04/2014
Re: La noche huele a problemas [Jace]
—Bueno, quizá no necesito que me contesten —digo, pero veo que ya me hace poco caso porque al parecer se va a largar a salvar el mundo. Vuelvo a mirar la copa, diciéndome que si le doy otro trago hasta el fondo y pido otra y luego otra y acabaré vomitándole a la que sirve los tragos. O a al policía que me saque a patadas porque la verdad esto no va por buen camino. En eso, el chico da justo en el blanco de mis problemas.
«¿No estoy loco?», esa es la pregunta… me la he hecho incontables veces, puedo ver cosas que otros no. Percibir cosas que otros pasan por alto con una rapidez extraordinaria y eso pasa desde que tengo memoria. ¿Está un chico rubio en realidad frente a mí o no? ¿Los vampiros de verdad existen? ¿Y los supuestos demonios? Ya he acabado por aceptar que sí, porque eso es mejor que aceptar que estoy como para un manicomio.
—No gritaré… —es lo único que sale de mis labios—. Y esto es real. Al menos es lo que quiero creer…
Pero ya no recibo una respuesta porque, efectivamente se ha largado a salvar al mundo. Debe ser pesado, eso de combatir demonios y por eso me alegro de no hacerlo. Pero… ¿por qué verlo?
Observo al rubio ególatra deshacerse de ellos. Es curioso. La gente no se da cuenta de lo que está pasando, de que hay una a pelea muerte justo en el local. Eso me lleva como siempre, a la misma pregunta de toda la vida y eso me lleva a concluir que soy un maldito aburrido y que por eso cualquiera pasa de mí los últimos días. Sólo soy un chico de veintiún años deprimido con la vida de una manera impresionante que ya ni siquiera tengo fuerzas para enseñarle el dedo corazón.
Y mientras tanto, pelean cerca de mí. O al menos, no demasiado lejos, puedo ver apenas los detalles, el extraño artefacto que el rubio tiene en la mano izquierda y que maneja con una destreza asombrosa, algo que yo, por supuesto, nunca podría hacer. Dejo de verlo entre la marea de gente y el que ocupa su lugar resulta ser el demonio… Caya suerte. ¿No podría haber elegido el extremo opuesto de la barra? No puedo evitar dirigirle una mirada curiosa para después volver a concentrarme en la copa, pero parece que también se ha fijado en mi prescencia. Vale, esto no me gusta. Se supone que el demonio no sabe que sé lo que es, pero tener la conciencia de estar a punto de ser la víctima de una de esas cosas no es agradable. Afortunadamente al final el chico rubio se deshace de él con una maniobra limpiamente y yo puedo contener mi exclamación, pero no mi absoluta cara de sorpresa cuando saltó la alarma de incendios y todo el mundo entró en pánico. Me puse en pie, pero a pesar de no haber bebido mucho lo había hecho demasiado rápido, alguien me agarra antes de que pueda reaccionar y…
El problema, claro, como me doy cuenta momentos más tarde es que he salido más embarrado de lo que creía. Porque hay demonios allí. Y yo estoy allí.
«Riquez, ¿esas cosas tienen nombre?», vale, quizá no es lo más indicado para pensar en ese momento.
—Eh… que yo no sé nada de esto… —camino para atrás, intentando alejarme de todo ese asunto que me huele bastante mal, el problema es que… bueno, sólo soy un maldito humano con demasiada buena vista y en ese momento, la primera vez que tengo un problema real con las rarezas que veo, estoy asustado, al menos un poco—. De verdad…
«Bueno, Neil Vaisey, hoy has demostrado ser un idiota, un deprimido, un aburrido y además un cobarde». Pero son demonios. Y son reales. Así que intento echar a correr, pero es un error. Puede que aún no este ebrio, pero… bueno, me acerco.
«¿No estoy loco?», esa es la pregunta… me la he hecho incontables veces, puedo ver cosas que otros no. Percibir cosas que otros pasan por alto con una rapidez extraordinaria y eso pasa desde que tengo memoria. ¿Está un chico rubio en realidad frente a mí o no? ¿Los vampiros de verdad existen? ¿Y los supuestos demonios? Ya he acabado por aceptar que sí, porque eso es mejor que aceptar que estoy como para un manicomio.
—No gritaré… —es lo único que sale de mis labios—. Y esto es real. Al menos es lo que quiero creer…
Pero ya no recibo una respuesta porque, efectivamente se ha largado a salvar al mundo. Debe ser pesado, eso de combatir demonios y por eso me alegro de no hacerlo. Pero… ¿por qué verlo?
Observo al rubio ególatra deshacerse de ellos. Es curioso. La gente no se da cuenta de lo que está pasando, de que hay una a pelea muerte justo en el local. Eso me lleva como siempre, a la misma pregunta de toda la vida y eso me lleva a concluir que soy un maldito aburrido y que por eso cualquiera pasa de mí los últimos días. Sólo soy un chico de veintiún años deprimido con la vida de una manera impresionante que ya ni siquiera tengo fuerzas para enseñarle el dedo corazón.
Y mientras tanto, pelean cerca de mí. O al menos, no demasiado lejos, puedo ver apenas los detalles, el extraño artefacto que el rubio tiene en la mano izquierda y que maneja con una destreza asombrosa, algo que yo, por supuesto, nunca podría hacer. Dejo de verlo entre la marea de gente y el que ocupa su lugar resulta ser el demonio… Caya suerte. ¿No podría haber elegido el extremo opuesto de la barra? No puedo evitar dirigirle una mirada curiosa para después volver a concentrarme en la copa, pero parece que también se ha fijado en mi prescencia. Vale, esto no me gusta. Se supone que el demonio no sabe que sé lo que es, pero tener la conciencia de estar a punto de ser la víctima de una de esas cosas no es agradable. Afortunadamente al final el chico rubio se deshace de él con una maniobra limpiamente y yo puedo contener mi exclamación, pero no mi absoluta cara de sorpresa cuando saltó la alarma de incendios y todo el mundo entró en pánico. Me puse en pie, pero a pesar de no haber bebido mucho lo había hecho demasiado rápido, alguien me agarra antes de que pueda reaccionar y…
El problema, claro, como me doy cuenta momentos más tarde es que he salido más embarrado de lo que creía. Porque hay demonios allí. Y yo estoy allí.
«Riquez, ¿esas cosas tienen nombre?», vale, quizá no es lo más indicado para pensar en ese momento.
—Eh… que yo no sé nada de esto… —camino para atrás, intentando alejarme de todo ese asunto que me huele bastante mal, el problema es que… bueno, sólo soy un maldito humano con demasiada buena vista y en ese momento, la primera vez que tengo un problema real con las rarezas que veo, estoy asustado, al menos un poco—. De verdad…
«Bueno, Neil Vaisey, hoy has demostrado ser un idiota, un deprimido, un aburrido y además un cobarde». Pero son demonios. Y son reales. Así que intento echar a correr, pero es un error. Puede que aún no este ebrio, pero… bueno, me acerco.
Neil Vaisey- Mundano
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