Baile en la oscuridad… ( Sebastian Verlac)

Viendo la cantidad de gente que iba por la calle comprendí porque a Nueva York se la llama la ciudad que nunca duerme o que no duerme, no estaba seguro y no me interesaba demasiado. Mundanos de todas las razas y vestidos similares iban de un lado a otro. Las mujeres con faldas ridículas y zapatos que mareaban con solo mirarlos, por suerte eso les disminuida la capacidad de huida. Los hombres con ropas de tonos oscuros y los que eran capaces, como yo, se desabrochaban los primeros botones de sus camisas. Al estar entre tanta gente y tanta actividad vi innecesario la chaqueta que dejé en la casa de mi padre. Mi indumentaria no se alejaba de la de ellos, unos pantalones vaqueros oscuros, una camisa gris oscura y con los botones superiores desabrochados dejando a la misma mi clavícula. Mi cabello negro peinado hacía atrás y húmedo por la ducha que me di antes de salir de la casa.
Caminaba con paso despreocupado por las calles de Nueva York, buscando un lugar para divertirme, la mayor parte del tiempo seguía a los adolescentes mundanos, a veces iban a sitios bastantes interesantes, pero no había encontrado ningún lugar que me llamara la atención. Hasta que vi el cartel que ponían Pandemónium. El nombre tenía un historia detrás, bastante larga. Por lo que sabía se trataba de un club exclusivo para subterráneos corruptos y demonios. Esa posibilidad me encantó, tal vez no fuera lo único sobrenatural en el local esa noche.
Me dispuse a pasar por delante de todos, saltándome la cola, no me interesaba tener que esperar haciendo cola cual vulgar mundano. Intercambié un par de palabras con el portero y este me dejó pasar. Ignoré las quejas y entré. Miré a cada rincón de aquel sótano repleto de mundanos que iban de un lado a otro, bailando bebiendo y vendiendo unas especies de pastillitas. Esos mundanos nunca habían probado drogas de hada, si lo hiciera sabrían lo que es flipar de verdad. Las luces del colar daban el efecto de que los mundanos parecían de otros colores, me recordaban a las hadas pero más feos y más estúpidos. Hasta que una figura se llamó la atención. La muchacha tenía el cabello largo y oscuro, su vestido era lo suficientemente corto para dejar a la vista piernas largas, bonitas y esbeltas, aquellas piernas que se agarraban a la cintura de uno y no te soltaban hasta estar satisfechas. Ese era el único detalle atrevido del vestido, ya que la parte de arriba no dejaba que su portadora exhibiera más carne de la necesaria. El vestido llegaba a su busto, que lo moldeaba a la perfección, y de allí salía tela de encaje, que solo dejaba al alcance su cuello, brazos y piernas, ya que la mayoría de la espalda estaba tapada con esa tela de encaje. No era un vestido atrevido, pero si era sexy y eso me gustaba más que las mundanas despendoladas que podía encontrarme por el local. Ignoré algunas cuantas nada más acercarse y comencé a acercarme a esa chica.
En ese momento la música cambió y las luces se volvieron de un color azul pálido parpadeante, dando un curioso el efecto el efecto en nuestros movimientos. Los intervalo de luz hacían que cada movimiento de allí parecieran más rápidas, con el primer haz de luz estabas en la barra, se apagan y en ese momento que se encienden de nuevo ya estabas a un metro o más de tu posición inicial, por ejemplo. Eso era lo que las luces hacían y me encantaban, daba un aire más misterioso e hipnótico al lugar.
Llegué a la altura de la chica, esperé a que me viera, para agarrarla de la cintura con uno de mis brazos y comenzar a bailar pegado a ella.

La chica pareció algo tensa después de agarrarle la cintura y comenzar a bailar, pero no tardó mucho en relajarse y comenzar a bailar conmigo. Me dedicó una sonrisa divertida, y yo no me quedé atrás y también le regale una. A veces las jóvenes eran demasiado ingenuas para darse cuenta en donde se estaban metiendo. Me daban lastima, pero agradecía que todavía existieran sino, a mí me resultaría un poco más difícil conseguir a chicas. Me agradaba tener que esforzarme para hacerlo, las chicas difíciles eran las más divertidas, sin embargo a veces necesitaba encontrar a alguna chica facilona para hacer lo tenía que hacer con ella y olvidarme del asunto.
El lugar estaba lleno de energía, y cualquier persona que estuviera en este lugar podía sentirlo y notar como dicha energía se adentraba en los cuerpos de todos los adolescentes. Les hacía perder el norte mientras movían sus cuerpos al son de la música. Esta parecía como su guión que ordenaban cada movimiento que tenían que ser continuación, uno detrás de otro. Las chicas moviendo sus caderas y balanceando sus melenas, los chicos pegados completamente a las chicas, moviendo las caderas en un intento de sentir a las chicas más cerca de ellos. Algunas se merecían eso y más.
Agarraba de la mano a la chica, la hacía girar sola, giraba con ella, la mayoría del tiempo la mantenía muy pegada a mí, sintiendo la mayoría de su cuerpo contra el mío. No me interesaba ninguna otra chica, de hecho era la única cazadora de sombras que había encontrado en el lugar. Si había más no lo sabía pero cualquiera que me viera pensaría que estaría bailando solo, ya que la joven se había dibujado un glamour. Lo había visto, así que no me sorprendía nada. En una de esos giros la deje espaldas a mí y bailamos de esa forma, y abrazado a ella, hasta que con otro giro la volví a dejar cara a cara conmigo.
Perdí la noción del tiempo, no sabía si la chica lo había hecho o no, pero le dediqué otra sonrisa, me acerqué a su oreja y le dije a un volumen de voz alto, lo suficiente para me escuchara por encima de la música y no hacerle daño a ella.
-Vamos a tomar algo. -la saqué fuera de la pista y me acerqué a la barra, y me giré para mirarla. -¿Qué quieres tomar? -le pregunté apoyando en la barra, esperando a que el barman se acercara y decirle los pedidos.

Una parte de mí se sintió molesto por el rechazo, pero la otra se quedó sorprendida al ver que la muchacha lo rechazaba. Me acerqué, ignorando esas dos partes, de nuevo a la muchacha y le agarré la mano. No con fuerza, no era estúpido.
-¿Por qué no quieres tomar una copa conmigo? Yo invito. -le dije con tono de sinceridad. Podía decir que eso era cierto, no me molestaba invitarla a tomar algo, siempre y cuando se quedara más tiempo conmigo que ese estúpido baile. Tenía claro que la chica era una cazadora y que llevaba un glamour encima. Daba igual que la gente pensara que estuviera hablando solo, lo más probable es que al verme pensarían que había tenido una charla con el mundano que estaba vendiendo las pastillas y también me parecía que daba igual mostrar las marcas en aquel lugar, los muy imbéciles pensarían que solo se trataba de tatuajes molones. Yo podía ver claramente los de ella a través de la tela de encaje, nunca me había gustado que las mujeres se marcaran. Consideraba que eran más hermosas sin las marcas de combate en la piel y sin cicatrices, por eso me solían gustar más las mundanas cuando tenían un claro grado de inteligencia y hermosura, cosa que a veces era bastante difícil, y las subterráneas, estas solían tener menos sentido del peligro y te dejaban jugar con sus cuerpos todos lo que te diera la gana y experimentaban con el tuyo. Las cazadoras, depende como fueran, solían querer el control pero algunas eran algo más pasivas, pero también me divertía con ellas.
-Si no quieres una copa, por lo menos bailamos un poco más. -le dije mientras que me remangaba las mangas por encima de los codos, para dejar a la vista las runas. A lo mejor sabiendo que era un cazador aceptaba la copa o el baile, incluso podría aceptar las dos cosas. A veces las cazadoras eran bastante cabezotas, hasta que no se encontraban seguras no daban un paso hacia delante. N se arriesgaban. Una pena, pero por lo menos después de unas pruebas lo hacían o eso lo esperaba después de enseñarles las marcas hechas a fuego en mi piel.

Me percaté que al cogerla de la mano, giro rápidamente llevando su mano a su cuchillo que tenía guardado en la funda de muslo. Algo bastante típico a estas alturas. Ignoré la presencia del cuchillo. Era mejor así antes que empezar algo que la muchacha no podría terminar. Además, hoy solo tenía ganas de divertirme, no de matar a nadie. En un futuro no muy lejano podría asesinar a quien me diera la gana, por lo menos cuando Padre consiguiera lo que quiere, cosa que dudaba bastante... ¿pero quién era yo para llevarle la contraria al gran Valentine? Ya acabaría cayéndose al suelo porque quemarse las alas por intentar volar demasiado cerca del sol, como Ícaro que acabó estrellándose contra el suelo. Una estupidez bastante común entre los humanos normales, no solo de los mundanos aunque estos fueran ligeramente más estúpidos.
Le solté la mano, para que notara que no quería hacerle daño, y mi tono de voz también demostraba eso e hizo el efecto deseado. El tono de mi voz hizo que la muchacha se relajara pero no hizo que guardara el cuchillo todavía, sin embargo eso no me preocupaba en estos instantes. La chica parecía algo perdida por mi insistencia pero al mostrarle las marcas de mis brazos pareció tranquilizarse algo más, incluso guardó su cuchillo en donde correspondía. La muchacha se acercó a mí y yo tuve que inclinarme hacia delante para poder escuchar lo que me estaba preguntando. Después de eso se separó de mi con una sonrisa en los labios, a la cual yo correspondía con lo mismo. Me incliné hacia delante para poder hablarle en el oído.
-Sebastian. -le conteste llanamente. -¿Y tú? -le pregunté con una sonrisa. Los mundanos de allí ignoraban por completo a la muchacha que al parecer estaba hablando sola, al parecer confiaban más de lo normal es esas misteriosas pastillas. Me entró la curiosidad, pero las de hada eran mucho mejores que la de los mundanos. Volví a inclinarme hacia delante. -¿Aceptas la copa o el baile? -le pregunté y justo en ese momento la música cambió y la barra se despejó algo más. Dos claros indicios de invitación para aceptar una u otra opción. Las luces volvieron a ser de colores y mezclarse una con otras, dando distintas tonalidades al cabello de la joven.

Esperé a que la chica dijera lo que quería hacer, justo cuando me presenté ella preguntó en voz alta. La miré sorprendido, mientras que la chica se dirigía a la barra, justo cuando dos asientos se quedaban libres. Seguí a la muchacha.
-Sí, -le dije mientras que me sentaba y le dedicaba una sonrisa, pero dejando claro que estaba algo perdido. -soy Sebastian Verlac, el primo de los Penhallow. -contesté mirándola fijamente al rostro y después le dediqué una sonrisa de disculpa. -Lo siento, pero es que no te doy cara en ningún sitio. Me suenas, pero, no sé de donde. -le expliqué rápidamente para que me dijera de quien se trataba. Sabía que había gente que había entrado y salido del instituto de París, bueno, como en todos los institutos, pero no me esperaba encontrarme allí con alguien que los conociera. Pero daba igual, era poco probable, no imposible. Así que, solo tendría que mantenerme en mi papel.
Que conociera al verdadero Sebastian solo hacía que tuviera que mantener el papel y comportarme como él, por el momento no me había mostrado mal educado con ella ni nada por el estilo. Por lo menos no había sucedido las cosas como la otra chica, que aquello si que se nos fue de las manos, pero... ¿qué más da? Los dos habíamos disfrutado, así que, no me arrepentía de ello. Si me volvería a encontrar con ella simplemente haría como si no hubiera pasado nada entre nosotros. La verdad, que lo solo que sucedió fue una sana diversión entre nosotros.
-¿Qué quieres para tomar? -ella tenía un glamour, poco podía pedirle al barman una copa, en ese momento llamé la atención al hombre. Yo pedía una bebida fuerte, y cuando ella me dijo lo que me dijo. Dejé que el empleado se fuera a por el pedido.

Off: siento la tardanza.

Sabía perfectamente quien era, después de escuchar su nombre claro estaba. Nunca me había acercado a la casa de los Devereaux, sabía que Padre solía irles a visitar y también sabía que había muerto de forma sospechosa cuando fueron en busca de una manada de hombres lobos en Idris. Bueno, todo realmente interesante, no me la esperaba encontrar aquí y encima que conociera a Sebastian. Sin embargo era bastante común que se fuera de Idris y la mandara a algún instituto para que siguiera su entrenamiento y tuviera un tutor. Me extendió la mano para estrecharla y yo la acepté dándole un apretón amistoso.
Concentré mi atención al barman para pedirle las bebidas. Valentina me comunicó su pedido y yo se lo comuniqué al camarero. Este se quedó algo sorprendido, porque había pedido las dos cosas por separado pero no dijo nada y se fue a por las bebidas. De reojo vi de donde sacaba la estela pero rápidamente deje de mirar. Tenía que guardar las apariencias y como era probable que me hubiera visto mirar, hice como si estuviera avergonzado y nervioso por estar con una chica guapa. Mantuve esa postura hasta que el camarero trajo el pedido. Yo los cogí porque volvió aparecer sorprendido por ver la repentina aparición de la chica. Le tendí la coca cola a ella y yo me quedé con mi copa.
-Es de agradecer. -contesté a su comentario sobre que de ese modo ya no me verían como un loco. Poco podía importarme eso. -Bueno... ¿Y eso que estás en Nueva York?

Sabía que la chica me había visto mirar, bueno, tenía que interpretar mi papel y tenía que parecer algo avergonzado por lo que había hecho, aunque una parte de mí deseaba todo lo contrario. Pero trabajo era trabajo, no podía echarlo todo por la borda. Sabía que los cazadores del instituto de Nueva York tenía intención de ir a Idris, bueno, a parte de que era una reunión oficial de todos lo cazadores activos para intentar detener a mi padre, cuando en verdad lo único que hacían era darle ventaja. Sin embargo sabía de buena mano que los de Nueva York tenía especial interés en atrapar a Valentine, los asuntos personales siempre afloraban en estas cosas aunque uno no quisiera.
La prueba misma de lo que pensaba estaba al lado mío con una coca-cola, su única respuesta fue: buscar a alguien. Sabía, porque me lo había dicho mi padre, que no tenían más familia, así que, a la única persona que podía buscar era al asesino de su familia. La venganza siempre era un acto bastante bello, con sus artimañas y estratagemas. Siempre y cuando se hiciera bien. Esta vez me tocó a mí responder, le dediqué una sonrisa cálida.
-La verdad es que estoy aquí haciendo un recado, dentro de poco viajaremos a Idris y mí tía me ha mandado a solucionar y encontrar un par de cosas para realizar el viaje. -me encogí de hombros como diciendo: no tengo otro remedio. Tomé un sorbo de mi bebida. -¿Cuánto llevas aquí? ¿Ya conoces más o menos la ciudad?