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Camino a la ciudad {Sebastian}
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Camino a la ciudad {Sebastian}
Me sentía emocionada. Me había costado varios días convencer a mi madre para que me dejase ir a la ciudad, a casa de mi tío, y presentarme a la Clave como una auténtica nefilim. Desde hacía tiempo me había entrenado y preparado, y aunque sé que son un poco estrictos, esperaba poder causar buena impresión y ayudar a cambiar las cosas. Aunque mi madre me había advertido que tuviera cuidado con los subterráneos estaba segura de que cualquiera que tuviese una parte humana, podría tener un lado bueno.
No llevaba muchas cosas encima, solo una pequeña maleta de ruedas con algo de ropa y un bolso grande al hombro, donde llevaba algo de comer, mi estela y mi bastón plegado, además de lo que normalmente una chica suele llevar en un bolso de mano.
Me había empeñado en ir a la ciudad por el camino desde las casas de campo, y esperaba que no me llevase demasiado, al menos no un día entero, sino como mucho, la tarde, así que había salido de casa apenas terminé de comer y esperaba estar en Alacante para la cena, en casa de mi tío. No había podido avisarle de que iba, así que sería toda una sorpresa.
Me había puesto algo relativamente cómodo para el viaje, un sencillo vestido de flores que me llegaba un poco por encima de las rodillas y con tirante ancho, unas zapatillas sencillas color tierra y, por si refrescaba a medida que fuese atardeciendo, una chaqueta color crema dentro de mi bolso. Mi larga melena castaña estaba suelta, peinada ligeramente hacia un lado y con las puntas en bucles.
No me había puesto ningún otro adorno, pues me resultaría incómodo algún colgante con el calor, o pulseras a la hora de ir sujetando el bolso o la maleta. Lo único que me había puesto en el antebrazo derecho era una runa de resistencia, que mi madre había insistido que llevase, por si me cansaba demasiado al no estar acostumbrada a pasarme el día caminando. Me parecía un poco innecesario, pero ahí estaba, brillando con el reborde dorado, que resplandecía ligeramente al darle los rayos del sol de media tarde.
Había recorrido como un tercio del camino cuando me fijé en la posición del sol. Serían más o menos las cinco de la tarde y aún me quedaba bastante trecho, pero no me importaba. Me gusta esta sensación, ir sola a la ciudad, en un bonito atardecer de primavera, mientras una suave brisa me despeinaba ligeramente mis cabellos castaños. El canto de los pájaros hacía mas ameno el viaje, e incluso mientras me alejaba por el sendero, empecé a escuchar lo que parecía ser un riachuelo cercano.
Aunque había prometido a mi madre que procuraría no salirme del camino, parecía que pasaba cerca, así que tiré un poco más de mi maleta y decidí acercarme a curiosear.
Aún divisaba el camino cuando me detuve junto al pequeño arroyo, sentándome en una roca y parando a descansar un poco. Una dulce sonrisa se asomó en mis labios al ver un par de ardillas saltar de rama en rama por los árboles que me daban un poco de sombra. A una de ellas se le calló lo que parecía ser una bellota, inclinándome a recogerla y tendiéndosela en mi mano extendida cuando se acercó algo desconfiada. Mi sonrisa se acentuó divertida cuando el pequeño animalillo la cogió con rapidez y volvió a salir corriendo.
Me gustaba este lugar, era realmente tranquilo y hermoso, y aunque me hacía recordar que echaría de menos mi casa en el campo, estaba deseando volver a ver las torres de la ciudad de cristal.
No llevaba muchas cosas encima, solo una pequeña maleta de ruedas con algo de ropa y un bolso grande al hombro, donde llevaba algo de comer, mi estela y mi bastón plegado, además de lo que normalmente una chica suele llevar en un bolso de mano.
Me había empeñado en ir a la ciudad por el camino desde las casas de campo, y esperaba que no me llevase demasiado, al menos no un día entero, sino como mucho, la tarde, así que había salido de casa apenas terminé de comer y esperaba estar en Alacante para la cena, en casa de mi tío. No había podido avisarle de que iba, así que sería toda una sorpresa.
Me había puesto algo relativamente cómodo para el viaje, un sencillo vestido de flores que me llegaba un poco por encima de las rodillas y con tirante ancho, unas zapatillas sencillas color tierra y, por si refrescaba a medida que fuese atardeciendo, una chaqueta color crema dentro de mi bolso. Mi larga melena castaña estaba suelta, peinada ligeramente hacia un lado y con las puntas en bucles.
No me había puesto ningún otro adorno, pues me resultaría incómodo algún colgante con el calor, o pulseras a la hora de ir sujetando el bolso o la maleta. Lo único que me había puesto en el antebrazo derecho era una runa de resistencia, que mi madre había insistido que llevase, por si me cansaba demasiado al no estar acostumbrada a pasarme el día caminando. Me parecía un poco innecesario, pero ahí estaba, brillando con el reborde dorado, que resplandecía ligeramente al darle los rayos del sol de media tarde.
Había recorrido como un tercio del camino cuando me fijé en la posición del sol. Serían más o menos las cinco de la tarde y aún me quedaba bastante trecho, pero no me importaba. Me gusta esta sensación, ir sola a la ciudad, en un bonito atardecer de primavera, mientras una suave brisa me despeinaba ligeramente mis cabellos castaños. El canto de los pájaros hacía mas ameno el viaje, e incluso mientras me alejaba por el sendero, empecé a escuchar lo que parecía ser un riachuelo cercano.
Aunque había prometido a mi madre que procuraría no salirme del camino, parecía que pasaba cerca, así que tiré un poco más de mi maleta y decidí acercarme a curiosear.
Aún divisaba el camino cuando me detuve junto al pequeño arroyo, sentándome en una roca y parando a descansar un poco. Una dulce sonrisa se asomó en mis labios al ver un par de ardillas saltar de rama en rama por los árboles que me daban un poco de sombra. A una de ellas se le calló lo que parecía ser una bellota, inclinándome a recogerla y tendiéndosela en mi mano extendida cuando se acercó algo desconfiada. Mi sonrisa se acentuó divertida cuando el pequeño animalillo la cogió con rapidez y volvió a salir corriendo.
Me gustaba este lugar, era realmente tranquilo y hermoso, y aunque me hacía recordar que echaría de menos mi casa en el campo, estaba deseando volver a ver las torres de la ciudad de cristal.
Valyria Silversun- Nefilims
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 03/05/2014
Localización : Idris, aunque últimamente tiene más libertad de movimiento.
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
Acababa de salir de una reunión con mi padre, este quería tratar ciertas cuestiones conmigo directamente. No lo consideraba importante, pero al parecer para él si. La cuestión era donde había dejado los cadáveres, pero nadie los iba a encontrar, por lo menos no hasta que fuera imposible de reconocer. Se preocupaba por tonterías, no era tan estúpido como para que me dejaran atrapar. Se estaba confundiendo de hijo, yo no era un descuidado como ese angelito llorón, que se iba lamentando por las esquinas porque amaba a su hermanita. Me sentía bastante bien sabiéndolo, sobre todo conociendo la verdad. Ella no era su hermana, sino la mía, sin embargo era tan divertido. Ojalá estuviera cerca para verlo con mis propios ojos y no tener que guiarme por las cosas que me contaba mi padre. Que esto también era otra cosa, porque Valentine no era su padre biológico, ese chico era tan ingenuo que estaba completamente seguro que si le decías que el cielo era de color verde se lo creería, aunque lo viera de un color azul zafiro. Me daba lastima, la sangre de ángel le atontaba bastante.
Caminé por aquel paraje dominado por la naturaleza, no podía decir que no me gustaba, pero estaría bastante mejor que todo se prendiera en llamas, pero es tendría que esperar hasta que fuera el momento. Podía tener paciencia cuando me lo proponía, pero era bastante aburrido hacer de Sebastian, era tan buena persona, tan bondadoso, tan dispuesto a ayudar que casi daba nauseas. Al mirarme en el espejo no podía evitar comparar al verdadero conmigo, yo era más atractivo y guapo que el verdadero e incluso haría mejor de él que él mismo. No obstante al verme con el cabello negro me resultaba alg extraño, me quedaba bien pero al tener un pelo totalmente contrario al que exhibía ahora podía ser chocante. No tardaría en acostumbrarme. Justo cuando subí la colina y comencé a caminar hacía el arroyo, vi varias ardillas que ante mi presencia salían corriendo.
Solo tuve que caminar un par de metros para ver a la joven que estaba justo en frente del agua. Me quedé quieto mirando a la joven, analizándola de arriba abajo. Cabello largo ondulado de color castaño, ojos celestes grandes y expresivos, labios carnosos y el aura de esa chica solo trasmitía paz y bondad. Algo que me desagradaba por completo, pero ahora no era Jonathan, sino Sebastian. Todavía no se había dado cuenta de mi presencia, así que me acerqué a ella con una gran sonrisa.
-Hola. -la sonrisa en mis labios era encantadora. -¿Te has perdido? -le pregunté. La miraba a los ojos, trasmitiendo calidez en mis ojos. Solo esperaba que mi llegaba tan repentina no la asustara. No sería mi intención asustarla, por lo menos esta vez... Tal vez más adelante podría divertirme con ella. Mi yo verdadero se relamió, la chica era bastante guapa.
Caminé por aquel paraje dominado por la naturaleza, no podía decir que no me gustaba, pero estaría bastante mejor que todo se prendiera en llamas, pero es tendría que esperar hasta que fuera el momento. Podía tener paciencia cuando me lo proponía, pero era bastante aburrido hacer de Sebastian, era tan buena persona, tan bondadoso, tan dispuesto a ayudar que casi daba nauseas. Al mirarme en el espejo no podía evitar comparar al verdadero conmigo, yo era más atractivo y guapo que el verdadero e incluso haría mejor de él que él mismo. No obstante al verme con el cabello negro me resultaba alg extraño, me quedaba bien pero al tener un pelo totalmente contrario al que exhibía ahora podía ser chocante. No tardaría en acostumbrarme. Justo cuando subí la colina y comencé a caminar hacía el arroyo, vi varias ardillas que ante mi presencia salían corriendo.
Solo tuve que caminar un par de metros para ver a la joven que estaba justo en frente del agua. Me quedé quieto mirando a la joven, analizándola de arriba abajo. Cabello largo ondulado de color castaño, ojos celestes grandes y expresivos, labios carnosos y el aura de esa chica solo trasmitía paz y bondad. Algo que me desagradaba por completo, pero ahora no era Jonathan, sino Sebastian. Todavía no se había dado cuenta de mi presencia, así que me acerqué a ella con una gran sonrisa.
-Hola. -la sonrisa en mis labios era encantadora. -¿Te has perdido? -le pregunté. La miraba a los ojos, trasmitiendo calidez en mis ojos. Solo esperaba que mi llegaba tan repentina no la asustara. No sería mi intención asustarla, por lo menos esta vez... Tal vez más adelante podría divertirme con ella. Mi yo verdadero se relamió, la chica era bastante guapa.
Sebastian Verlac- El Círculo
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 01/05/2014
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
Desde siempre me ha gustado la naturaleza, pero hasta ahora, durante toda mi vida había estado siempre con mi madre o mi tío. Es la primera vez que puedo ver mundo sola y me siento feliz y emocionada.
Esperaba no tardar mucho en llegar a la ciudad, pero al escuchar un riachuelo cercano, quise acercarme a verlo y descansar un poco.
Me senté en una de las rocas junto al río, poco profundo en esa zona, y contemplé algunas ardillas juguetonas saltar entre los arboles. Apenas algunos rayos de sol se filtraban a mi alrededor, lo que venía bien tras la caminata hasta aquí. Un poco de sombra me despejaría.
Me incliné con una dulce sonrisa cuando una bellota cayó a mis pies, tendiéndosela a la pequeña ardilla, que al momento salió corriendo.
Pensé que sería desconfiada, y no me imaginé que fuese por otro motivo, cuando escuché una voz masculina a mi lado, dando un pequeño respingo.
Al volverme un poco asustada, sentí un fugaz escalofrío. Era algo que no había sentido nunca, como una sensación un tanto alarmante, pero al ver que él esbozaba esa amable sonrisa, le quité importancia. Supongo que me habría dado una corriente de aire algo más fría, al estar cerca del río, y también posiblemente los nervios por conocer a alguien nuevo. Era la primera vez que veía otra persona que no fuesen mi madre y mi tío desde hacía nueve años.
Tras ese pequeño sobresalto inicial, esbocé una sonrisa dulce y amable, levantándome y negando mientras me sacudía un poco el vestido.
- Hola... No, no, tranquilo, solo estaba descansando un poco. Voy camino a la ciudad.
Le dije, acercándome para tenderle la mano amablemente como saludo, aunque con un leve sonrojo. Era un chico bastante guapo y no estaba acostumbrada a tratar con otra gente, menos con chicos de edad similar a la mía, por lo que aparentaba.
- Soy Valyria, Valyria Silversun, pero puedes llamarme Lyra.
Sabía que mi nombre era un tanto elaborado, por eso a veces mi madre y mi tío me llamaban así.
Tras presentarme le pregunté con cierta curiosidad. Si seguíamos el mismo camino, quizá él podría conocer algún atajo.
- ¿Y tú qué haces por aquí? A lo mejor conoces la zona mejor que yo. Esperaba llegar a la ciudad para la cena, pero creo que aún me queda algo más de medio camino. Está más lejos de lo que me parecía...
Me gustaba la idea de poder tener algo de compañía, y si vivía cerca o conocía la ciudad, al menos ya no iría totalmente a ciegas.
Esperaba no tardar mucho en llegar a la ciudad, pero al escuchar un riachuelo cercano, quise acercarme a verlo y descansar un poco.
Me senté en una de las rocas junto al río, poco profundo en esa zona, y contemplé algunas ardillas juguetonas saltar entre los arboles. Apenas algunos rayos de sol se filtraban a mi alrededor, lo que venía bien tras la caminata hasta aquí. Un poco de sombra me despejaría.
Me incliné con una dulce sonrisa cuando una bellota cayó a mis pies, tendiéndosela a la pequeña ardilla, que al momento salió corriendo.
Pensé que sería desconfiada, y no me imaginé que fuese por otro motivo, cuando escuché una voz masculina a mi lado, dando un pequeño respingo.
Al volverme un poco asustada, sentí un fugaz escalofrío. Era algo que no había sentido nunca, como una sensación un tanto alarmante, pero al ver que él esbozaba esa amable sonrisa, le quité importancia. Supongo que me habría dado una corriente de aire algo más fría, al estar cerca del río, y también posiblemente los nervios por conocer a alguien nuevo. Era la primera vez que veía otra persona que no fuesen mi madre y mi tío desde hacía nueve años.
Tras ese pequeño sobresalto inicial, esbocé una sonrisa dulce y amable, levantándome y negando mientras me sacudía un poco el vestido.
- Hola... No, no, tranquilo, solo estaba descansando un poco. Voy camino a la ciudad.
Le dije, acercándome para tenderle la mano amablemente como saludo, aunque con un leve sonrojo. Era un chico bastante guapo y no estaba acostumbrada a tratar con otra gente, menos con chicos de edad similar a la mía, por lo que aparentaba.
- Soy Valyria, Valyria Silversun, pero puedes llamarme Lyra.
Sabía que mi nombre era un tanto elaborado, por eso a veces mi madre y mi tío me llamaban así.
Tras presentarme le pregunté con cierta curiosidad. Si seguíamos el mismo camino, quizá él podría conocer algún atajo.
- ¿Y tú qué haces por aquí? A lo mejor conoces la zona mejor que yo. Esperaba llegar a la ciudad para la cena, pero creo que aún me queda algo más de medio camino. Está más lejos de lo que me parecía...
Me gustaba la idea de poder tener algo de compañía, y si vivía cerca o conocía la ciudad, al menos ya no iría totalmente a ciegas.
Valyria Silversun- Nefilims
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Fecha de inscripción : 03/05/2014
Localización : Idris, aunque últimamente tiene más libertad de movimiento.
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
Al escuchar mi voz la muchacha se sobresaltó. La chica se giró hacia mí, pude ver el escalofrío que sentía por todo el cuerpo, pero mi sonrisa pudo suavizar las cosas. La verdad, es que al verla saltar de aquella manera por mi aparición le dediqué una sonrisa de disculpa.
-Lo siento, -le dije con la sonrisa en mis labios. -no pretendía asustarte. - ella se recuperó del susto que le acababa de dar. En sus labios se formó una sonrisa dulce y amable, mientras que se ponía en pie y se sacudía el vestido. No aparté la mirada de su rostro, aunque estuve tentando de mirar a otros lados. Me negó ante mi pregunta, le sonreí estaba vez mucho más tranquilo a escuchar su respuesta.
La miré con curiosidad al escuchar que iba de camino a la ciudad, al acercarse a mi con la mano tendida la acepté con una sonrisa amistosa. Vi su sonrojo y sonreí todavía más. La primera expresión que me había dado me parecía que cada vez era más cierta. Es facilidad con la que le salía la sonrisa y el sonrojo. Demasiada buena persona, se podría dejar. Alguien con quien me encantaría probar muchas de las cosas que se me pasaban por la cabeza, acabar con esa pureza que emanaba de la chica. Era demasiado tentador, pero en aquellos instantes era la situación de tan cerca y tan lejano al mimo tiempo.
-Encantado, Lyra. -le dije con una gran sonrisa. -Soy Sebastian Verlac, -solté su mano en ese momento. -Puedes llamarme, -hice una pausa y me encogí de hombros. -Sebastian. -me comentó sus intenciones de llegar a la ciudad antes de la cena, si seguía por el camino que tenía pensando iba a tardar bastante porque estaba hecho para disfrutar del paisaje no para la rapidez del viaje. -Decidí dar una vuelta, pero sin darme cuenta acabé alejándome demasiado. -los colores subieron a mi rostro y mi tono dejó claro que estaba avergonzado por aquel hecho. Me pasé la mano por el cuello avergonzado y nervioso. -Tal vez te puedo guiar hasta la ciudad. -le dije. - Al otro lado de estos árboles hay otro camino que es mucho más directo que ese de allí. -señale por donde supuse que había venido. -El camino de las cosas veraniegas suele ser mas larga para disfrutar del viaje y su trayecto es más largo. -le sonreí en modo de confesión. -Tampoco sé mucho, solo me comunicaron la diferencia entre esos dos caminos, yo apenas llegué hace un par de días a Alacante, vengo de París. -Sebastian era bien conocido por decir mucho más información de la necesaria, pero seguramente con esos datos sería más que suficiente para mantener a la chica interesaba y no asustada por mi poco interés de comunicarme con otras personas. Por suerte para mí y para la de mi padre sabía mentir demasiado bien, así que, no me preocupaba que la chica me descubriera. Sabía lo que estaba haciendo y la chica creería que era la persona más encantadora de este planeta y yo me encargaría de que así lo hiciera. Sin contar, que ya tenía planes para esa chica. Le ofrecí el brazo. -¿Aceptas que te muestre el camino? -caí en la cuenta de algo y eso tuvo que reflejarse en mi rostro. -Traes equipaje, si quieres puedo llevar el más pesado.
-Lo siento, -le dije con la sonrisa en mis labios. -no pretendía asustarte. - ella se recuperó del susto que le acababa de dar. En sus labios se formó una sonrisa dulce y amable, mientras que se ponía en pie y se sacudía el vestido. No aparté la mirada de su rostro, aunque estuve tentando de mirar a otros lados. Me negó ante mi pregunta, le sonreí estaba vez mucho más tranquilo a escuchar su respuesta.
La miré con curiosidad al escuchar que iba de camino a la ciudad, al acercarse a mi con la mano tendida la acepté con una sonrisa amistosa. Vi su sonrojo y sonreí todavía más. La primera expresión que me había dado me parecía que cada vez era más cierta. Es facilidad con la que le salía la sonrisa y el sonrojo. Demasiada buena persona, se podría dejar. Alguien con quien me encantaría probar muchas de las cosas que se me pasaban por la cabeza, acabar con esa pureza que emanaba de la chica. Era demasiado tentador, pero en aquellos instantes era la situación de tan cerca y tan lejano al mimo tiempo.
-Encantado, Lyra. -le dije con una gran sonrisa. -Soy Sebastian Verlac, -solté su mano en ese momento. -Puedes llamarme, -hice una pausa y me encogí de hombros. -Sebastian. -me comentó sus intenciones de llegar a la ciudad antes de la cena, si seguía por el camino que tenía pensando iba a tardar bastante porque estaba hecho para disfrutar del paisaje no para la rapidez del viaje. -Decidí dar una vuelta, pero sin darme cuenta acabé alejándome demasiado. -los colores subieron a mi rostro y mi tono dejó claro que estaba avergonzado por aquel hecho. Me pasé la mano por el cuello avergonzado y nervioso. -Tal vez te puedo guiar hasta la ciudad. -le dije. - Al otro lado de estos árboles hay otro camino que es mucho más directo que ese de allí. -señale por donde supuse que había venido. -El camino de las cosas veraniegas suele ser mas larga para disfrutar del viaje y su trayecto es más largo. -le sonreí en modo de confesión. -Tampoco sé mucho, solo me comunicaron la diferencia entre esos dos caminos, yo apenas llegué hace un par de días a Alacante, vengo de París. -Sebastian era bien conocido por decir mucho más información de la necesaria, pero seguramente con esos datos sería más que suficiente para mantener a la chica interesaba y no asustada por mi poco interés de comunicarme con otras personas. Por suerte para mí y para la de mi padre sabía mentir demasiado bien, así que, no me preocupaba que la chica me descubriera. Sabía lo que estaba haciendo y la chica creería que era la persona más encantadora de este planeta y yo me encargaría de que así lo hiciera. Sin contar, que ya tenía planes para esa chica. Le ofrecí el brazo. -¿Aceptas que te muestre el camino? -caí en la cuenta de algo y eso tuvo que reflejarse en mi rostro. -Traes equipaje, si quieres puedo llevar el más pesado.
Sebastian Verlac- El Círculo
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Fecha de inscripción : 01/05/2014
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
No esperaba encontrar a nadie allí, pero aunque de inicio sentí como algo extraño, como si mi cuerpo me advirtiese de algo desconocido, lo tomé como una simple reacción nerviosa, quitándole importancia y saludando al chico que se me acababa de acercar.
Negué con una cálida sonrisa, tampoco había sido para tanto, simplemente no me esperaba encontrar a nadie por el bosque.
- No importa, solo me pilló un poco por sorpresa, pero supongo que es algo normal. Todo esto es nuevo para mí...
Comenté, imaginando que sonaría algo extraño, pero no tenía sentido hablar con demasiados detalles mientras los demás no me los pidieran. Es lo que me había enseñado mi madre.
Me presenté, con un leve sonrojo cuando estreché su mano. Era un chico muy guapo y no estaba acostumbrada a conocer chicos, bueno, a conocer a nadie en realidad...
Sonreí divertida con su respuesta, asintiendo.
- Es un placer conocerte, Sebastian.
Me dijo que se había alejado demasiado dando un paseo, con lo que asentí, entendiéndolo. Este bosque es precioso. He estado en la parte más cercana a mi casa durante toda mi vida y es fácil perderse aquí y sentir que el tiempo no pasa.
- Te entiendo, este bosque es tan grande y hermoso... Es fácil perder la noción del tiempo aquí.
Me dijo que si quería podía llevarme a la ciudad, comentándome que había algún atajo, fuera del camino principal, que como imaginaba, era más largo. Esbocé una sonrisa emocionada y agradecida.
- ¿De verdad? No sabes cómo te lo agradezco. Además, me encantaría tener compañía de camino.
Al decir que había estado en París, se me iluminó la mirada.
- ¿Has visto parís de verdad? Yo solo lo he visto en cuadros, o leído sobre ello en los libros. Dicen que es una ciudad preciosa y llena de luces. ¿Es así de verdad?
Le pregunté realmente curiosa. Me fascinaban las historias de París. Decían en los libros que es la ciudad más romántica de los mundanos, y aunque aún no he conocido ese tipo de amor, estoy segura de que sería un lugar precioso.
Asentí al momento, aceptando su oferta, aunque cuando se ofreció a ayudarme con mi equipaje, mi sonrojo aumentó ligeramente, con una tímida sonrisa.
- Gracias... sería todo un detalle...
Comenté, acercándole mi maleta. En ese momento, uno de los rayos de sol que se filtraban entre los árboles dio de lleno en la marca en mi antebrazo, la runa de resistencia, que brillaba en dorado, y entonces empezó a desvanecerse, dejando una leve cicatriz plateada.
- Mi runa de resistencia acaba de desvanecerse. Me la puso mi madre antes de salir de casa. A mí no se me dan muy bien.
Le confesé, echándome el bolso al hombro y dispuesta a seguirle, aunque esperaba no tener que cruzar el río por las piedras. Parecen bastante resbaladizas y no estoy muy acostumbrada.
Negué con una cálida sonrisa, tampoco había sido para tanto, simplemente no me esperaba encontrar a nadie por el bosque.
- No importa, solo me pilló un poco por sorpresa, pero supongo que es algo normal. Todo esto es nuevo para mí...
Comenté, imaginando que sonaría algo extraño, pero no tenía sentido hablar con demasiados detalles mientras los demás no me los pidieran. Es lo que me había enseñado mi madre.
Me presenté, con un leve sonrojo cuando estreché su mano. Era un chico muy guapo y no estaba acostumbrada a conocer chicos, bueno, a conocer a nadie en realidad...
Sonreí divertida con su respuesta, asintiendo.
- Es un placer conocerte, Sebastian.
Me dijo que se había alejado demasiado dando un paseo, con lo que asentí, entendiéndolo. Este bosque es precioso. He estado en la parte más cercana a mi casa durante toda mi vida y es fácil perderse aquí y sentir que el tiempo no pasa.
- Te entiendo, este bosque es tan grande y hermoso... Es fácil perder la noción del tiempo aquí.
Me dijo que si quería podía llevarme a la ciudad, comentándome que había algún atajo, fuera del camino principal, que como imaginaba, era más largo. Esbocé una sonrisa emocionada y agradecida.
- ¿De verdad? No sabes cómo te lo agradezco. Además, me encantaría tener compañía de camino.
Al decir que había estado en París, se me iluminó la mirada.
- ¿Has visto parís de verdad? Yo solo lo he visto en cuadros, o leído sobre ello en los libros. Dicen que es una ciudad preciosa y llena de luces. ¿Es así de verdad?
Le pregunté realmente curiosa. Me fascinaban las historias de París. Decían en los libros que es la ciudad más romántica de los mundanos, y aunque aún no he conocido ese tipo de amor, estoy segura de que sería un lugar precioso.
Asentí al momento, aceptando su oferta, aunque cuando se ofreció a ayudarme con mi equipaje, mi sonrojo aumentó ligeramente, con una tímida sonrisa.
- Gracias... sería todo un detalle...
Comenté, acercándole mi maleta. En ese momento, uno de los rayos de sol que se filtraban entre los árboles dio de lleno en la marca en mi antebrazo, la runa de resistencia, que brillaba en dorado, y entonces empezó a desvanecerse, dejando una leve cicatriz plateada.
- Mi runa de resistencia acaba de desvanecerse. Me la puso mi madre antes de salir de casa. A mí no se me dan muy bien.
Le confesé, echándome el bolso al hombro y dispuesta a seguirle, aunque esperaba no tener que cruzar el río por las piedras. Parecen bastante resbaladizas y no estoy muy acostumbrada.
Valyria Silversun- Nefilims
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Fecha de inscripción : 03/05/2014
Localización : Idris, aunque últimamente tiene más libertad de movimiento.
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
La miré extrañado al escuchar que era nuevo para ella. Me pregunté si había estado viviendo en una cueva o algo parecido, obviamente no lo dije en voz alta. Destrozaría toda buena imagen que intentaba crear de mi mismo, aunque esta me diera repugnancia. Pero antes de contestarme negó con la cabeza, en un intento de quitarle importancia a mis disculpas, ya era menos. No era mi culpa que estuviera distraída.
-Igualmente. -le dije con una gran sonrisa y por educación intenté ignorar su sonrojo, o por lo menos eso es lo que haría otra persona que no era yo. Me reí alegremente por lo bajo. -La verdad es que tienes razón. Suelo comenzar a andar maravillado por lo que puedo encontrar en el bosque y al final acabo demasiado lejos. Solo he estado aquí un par de veces, pero siempre consigue encontrar algo nuevo a pesar de haber estado ya varias veces. -lo que quería realmente era alejarla del escondite de mi padre, no era bueno que nadie comenzara a revolotear cerca de allí, a no ser que quería morir y eso nadie lo quiere.
Al comunicarle que sabía otro camino algo más corto que el de las casas veraniegas y que podría guiarla pareció emocionada, solo esperé a que terminara de hablar para contestar, pero en seguida le seguí diciéndolo que venía de París, eso pareció emocionarla más todavía. Entendía porque las mundanas lo hacía, ya que ellos denominaban a esa ciudad como la “ciudad del amor”. Tonterías, cualquier ciudad lo era si sabían hacerlo perfectamente, por suerte yo era bastante bueno.
-Mejor que nos pongamos en marcha mientras contesto a todas tus preguntas, ¿vale?- dije aceptando la maleta mayor. Pesaba, lo sabía, pero apenas notaba el peso que comenzaba a cargar y justo en ese momento me percaté de la marca que había en su antebrazo. Sentí que los pelos de la nuca se ponían de punta pero le sonreí mirando a la marca y después a ella.
-Curiosa marca, dorada. -era una runa de resistencia, así que no había motivo alguno para que fuera dorado, las marcas cambiaban de color según su fin, por ejemplo las de luto, pero nunca como aquellas runas, excepto... para un ser que esta en el sótano de la casa de verano de los Wayland, donde creía a ese niño tan mimado. Sabía que me había encontrado con alguien especial, me daba un poco de asco encontrarme con alguien que posiblemente estuviera relacionada con los ángeles, sin embargo una parte de mí creía cada vez más. Quería mancillar a esa pobre chica, que tan confiada y con tan buena voluntad aceptaba ayuda de un completo extraño. Su runa desapareció en aquel momento y ella se dio cuenta.
-Si me dejas, puedo ponértela de nuevo. -mi voz, con la siguiente frase, pareció avergonzada. -Siempre la llevo conmigo por si me sucede algo mientras camino estando en mi mundo. -dando a entender que solía estar en mi mundo y que eso tal vez me haría algo patoso, aunque sabía que no caería si tropezara y también dudaba el hecho de tropezarme. Le ofrecí el brazo para comenzar a caminar, esperando que aceptara mi proposición de ponerle la runa y contestando a sus anteriores preguntas.
-Sí, la he visto de verdad París, he vivido allí como te he dicho. Mi tía es la directora del instituto de esa ciudad. -la miré a los ojos. - Es bastante bella la ciudad y su historia, aunque algo tenebrosa en algunas partes, dice mucho de ella. Iluminan algunos de sus monumentos por la noche o la dejan apagadas para poder ver toda la ciudad desde lo más alto para disfrutar de la ciudad iluminada por la noche. Seguramente te gustaría, allí arriba parece como si pertenecieras a otro mundo. -caminábamos tranquilos, hasta que a un par de metros, detrás de unos arbustos bastantes alto encontramos un tronco que unían las dos orillas del río.
-¿Pensabas que iba a dejar que intentaras pasar por esas rocas tan peligrosas? -recogí la maleta de un solo movimiento. Subí al tronco ágilmente y le tendí la mano para cruzar el tronco juntos. -Tranquila, no es la primera vez que me alejo y este árbol me ha ayudado bastante, y nunca se ha tambaleado. Es bastante seguro. -le dediqué otra gran sonrisa para que confiara de una vez en mí y seguir avanzando.
-Igualmente. -le dije con una gran sonrisa y por educación intenté ignorar su sonrojo, o por lo menos eso es lo que haría otra persona que no era yo. Me reí alegremente por lo bajo. -La verdad es que tienes razón. Suelo comenzar a andar maravillado por lo que puedo encontrar en el bosque y al final acabo demasiado lejos. Solo he estado aquí un par de veces, pero siempre consigue encontrar algo nuevo a pesar de haber estado ya varias veces. -lo que quería realmente era alejarla del escondite de mi padre, no era bueno que nadie comenzara a revolotear cerca de allí, a no ser que quería morir y eso nadie lo quiere.
Al comunicarle que sabía otro camino algo más corto que el de las casas veraniegas y que podría guiarla pareció emocionada, solo esperé a que terminara de hablar para contestar, pero en seguida le seguí diciéndolo que venía de París, eso pareció emocionarla más todavía. Entendía porque las mundanas lo hacía, ya que ellos denominaban a esa ciudad como la “ciudad del amor”. Tonterías, cualquier ciudad lo era si sabían hacerlo perfectamente, por suerte yo era bastante bueno.
-Mejor que nos pongamos en marcha mientras contesto a todas tus preguntas, ¿vale?- dije aceptando la maleta mayor. Pesaba, lo sabía, pero apenas notaba el peso que comenzaba a cargar y justo en ese momento me percaté de la marca que había en su antebrazo. Sentí que los pelos de la nuca se ponían de punta pero le sonreí mirando a la marca y después a ella.
-Curiosa marca, dorada. -era una runa de resistencia, así que no había motivo alguno para que fuera dorado, las marcas cambiaban de color según su fin, por ejemplo las de luto, pero nunca como aquellas runas, excepto... para un ser que esta en el sótano de la casa de verano de los Wayland, donde creía a ese niño tan mimado. Sabía que me había encontrado con alguien especial, me daba un poco de asco encontrarme con alguien que posiblemente estuviera relacionada con los ángeles, sin embargo una parte de mí creía cada vez más. Quería mancillar a esa pobre chica, que tan confiada y con tan buena voluntad aceptaba ayuda de un completo extraño. Su runa desapareció en aquel momento y ella se dio cuenta.
-Si me dejas, puedo ponértela de nuevo. -mi voz, con la siguiente frase, pareció avergonzada. -Siempre la llevo conmigo por si me sucede algo mientras camino estando en mi mundo. -dando a entender que solía estar en mi mundo y que eso tal vez me haría algo patoso, aunque sabía que no caería si tropezara y también dudaba el hecho de tropezarme. Le ofrecí el brazo para comenzar a caminar, esperando que aceptara mi proposición de ponerle la runa y contestando a sus anteriores preguntas.
-Sí, la he visto de verdad París, he vivido allí como te he dicho. Mi tía es la directora del instituto de esa ciudad. -la miré a los ojos. - Es bastante bella la ciudad y su historia, aunque algo tenebrosa en algunas partes, dice mucho de ella. Iluminan algunos de sus monumentos por la noche o la dejan apagadas para poder ver toda la ciudad desde lo más alto para disfrutar de la ciudad iluminada por la noche. Seguramente te gustaría, allí arriba parece como si pertenecieras a otro mundo. -caminábamos tranquilos, hasta que a un par de metros, detrás de unos arbustos bastantes alto encontramos un tronco que unían las dos orillas del río.
-¿Pensabas que iba a dejar que intentaras pasar por esas rocas tan peligrosas? -recogí la maleta de un solo movimiento. Subí al tronco ágilmente y le tendí la mano para cruzar el tronco juntos. -Tranquila, no es la primera vez que me alejo y este árbol me ha ayudado bastante, y nunca se ha tambaleado. Es bastante seguro. -le dediqué otra gran sonrisa para que confiara de una vez en mí y seguir avanzando.
Sebastian Verlac- El Círculo
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Fecha de inscripción : 01/05/2014
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
Nunca había conocido a un chico, al menos nunca a uno de mi edad y que no fuera de mi familia, así que para mí esto era toda una experiencia. Además, era un chico muy guapo y amable, por lo que me sentí afortunada. Sé que no todas las personas en el mundo son buenas, y dar con alguien agradable y caballeroso como la primera persona que conocía al salir de casa era toda una suerte.
Nos presentamos y me comentó que había salido a pasear, esbozando una dulce sonrisa al escucharle hablar con tanto cariño sobre el bosque.
- Yo he pasado aquí casi toda mi vida... Bueno, no en esta zona, más en la zona de bosque cercana a mi casa. No podía alejarme demasiado así que pasaba gran parte del tiempo en la zona más cercana del bosque. Le tengo mucho aprecio a este lugar.
Le dije sinceramente, asintiendo agradecida cuando me ofreció acompañarme a Alacante y a responder mis preguntas, además de su detalle de llevarme la maleta.
- Claro, vamos.
Fui a cogerme de su brazo cuando me lo ofreció, pero entonces vio mi runa y, como imaginaba, preguntó por ella. Sé que es algo raro, porque las de mi madre y mi tío no son así, pero no me importaba decir el por qué. Como le había dicho a mi madre, mi naturaleza no tiene por qué ser un secreto, porque no considero que sea vergonzoso ni nada por el estilo. Así que respondí a Sebastian con naturalidad.
- Oh, sí, sé que es algo extraño, pero tiene su explicación. Mi madre se enamoró de un ángel antes de nacer yo, así que creo que se quedó algo de él cuando me tuvo, por eso mis runas son doradas. Una pena no haber heredado alas. Debe ser genial poder volar.
Le dije con una sonrisa algo inocente y aniñada, aunque me sonrojé un poco cuando me ofreció volver a ponérmela. Hasta el momento solo mi madre y mi tío, además de yo misma, me habían puesto alguna runa. No sé si sería algo demasiado personal, pero si lo ofrecía abiertamente, supongo que será algo normal entre nefilims.
Asentí con una tímida sonrisa, tendiéndole mi brazo.
- Gracias... Las que mejor se me dan son las de sanación, pero las que potencian la fuerza o la resistencia me cuestan un poco más.
Ahora que él va a ayudarme con la maleta tampoco es que me hiciera mucha falta, pero pensándolo bien, si vamos a tomar otro camino menos liso, no vendría mal.
Dejé que me la pusiera y entonces empecé a andar con él por el camino que me indicaba, escuchando con interés lo que me contaba de París, y respondiendo soñadora.
- Suena increíble... Me encantaría poder viajar por el mundo y ver ciudades como esa cuando mi tío me presente ante la Clave. Espero que pueda ayudar en distintos destinos como hacen otros nefilim. Me encantaría conocer otros países y hacer cosas diferentes.
Sonreí amistosa cuando me dijo que no me haría pasar por el río y llegamos a un tronco tumbado, bastante más grueso. Me aseguró tras subir que no tenía que preocuparme, negando y tomando su mano totalmente confiada.
- No hace falta que me lo asegures, no me has dado motivos para desconfiar de ti.
Subí con él al tronco, pasando por él hasta el otro lado del río, y dejé que bajase primero. Había algo de altura, y aunque soy bastante ágil para saltarla, el terreno estaba algo empinado y preferí no arriesgarme demasiado, así que, con cierta timidez, me incliné un poco para apoyarme en sus hombros antes de saltar del tronco.
Nos presentamos y me comentó que había salido a pasear, esbozando una dulce sonrisa al escucharle hablar con tanto cariño sobre el bosque.
- Yo he pasado aquí casi toda mi vida... Bueno, no en esta zona, más en la zona de bosque cercana a mi casa. No podía alejarme demasiado así que pasaba gran parte del tiempo en la zona más cercana del bosque. Le tengo mucho aprecio a este lugar.
Le dije sinceramente, asintiendo agradecida cuando me ofreció acompañarme a Alacante y a responder mis preguntas, además de su detalle de llevarme la maleta.
- Claro, vamos.
Fui a cogerme de su brazo cuando me lo ofreció, pero entonces vio mi runa y, como imaginaba, preguntó por ella. Sé que es algo raro, porque las de mi madre y mi tío no son así, pero no me importaba decir el por qué. Como le había dicho a mi madre, mi naturaleza no tiene por qué ser un secreto, porque no considero que sea vergonzoso ni nada por el estilo. Así que respondí a Sebastian con naturalidad.
- Oh, sí, sé que es algo extraño, pero tiene su explicación. Mi madre se enamoró de un ángel antes de nacer yo, así que creo que se quedó algo de él cuando me tuvo, por eso mis runas son doradas. Una pena no haber heredado alas. Debe ser genial poder volar.
Le dije con una sonrisa algo inocente y aniñada, aunque me sonrojé un poco cuando me ofreció volver a ponérmela. Hasta el momento solo mi madre y mi tío, además de yo misma, me habían puesto alguna runa. No sé si sería algo demasiado personal, pero si lo ofrecía abiertamente, supongo que será algo normal entre nefilims.
Asentí con una tímida sonrisa, tendiéndole mi brazo.
- Gracias... Las que mejor se me dan son las de sanación, pero las que potencian la fuerza o la resistencia me cuestan un poco más.
Ahora que él va a ayudarme con la maleta tampoco es que me hiciera mucha falta, pero pensándolo bien, si vamos a tomar otro camino menos liso, no vendría mal.
Dejé que me la pusiera y entonces empecé a andar con él por el camino que me indicaba, escuchando con interés lo que me contaba de París, y respondiendo soñadora.
- Suena increíble... Me encantaría poder viajar por el mundo y ver ciudades como esa cuando mi tío me presente ante la Clave. Espero que pueda ayudar en distintos destinos como hacen otros nefilim. Me encantaría conocer otros países y hacer cosas diferentes.
Sonreí amistosa cuando me dijo que no me haría pasar por el río y llegamos a un tronco tumbado, bastante más grueso. Me aseguró tras subir que no tenía que preocuparme, negando y tomando su mano totalmente confiada.
- No hace falta que me lo asegures, no me has dado motivos para desconfiar de ti.
Subí con él al tronco, pasando por él hasta el otro lado del río, y dejé que bajase primero. Había algo de altura, y aunque soy bastante ágil para saltarla, el terreno estaba algo empinado y preferí no arriesgarme demasiado, así que, con cierta timidez, me incliné un poco para apoyarme en sus hombros antes de saltar del tronco.
Valyria Silversun- Nefilims
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Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
Curiosa vida había tenido la chica, era muy parecida a la mía. Sin embargo dudaba que a ella la azotaran casi todos los días por desobedecer. Esa chica se veía que era demasiado pura e inocente, cualidades que acabaran destrozándola y para que mentir, quería ser yo quien lo hiciera. Pero eso más adelante si se daba el caso, pero primero había que convencer a la joven que era la persona más maravillosa del mundo. Tampoco podía negar porque había tenido una vida tan aislada, normalmente se debía a ocultar las cosas. Lo sabía bien de primera mano, es cierto que yo si había conocido algo de mundo pero no porque mi padre le gustara pasar tiempo conmigo o cosas así, simplemente porque le tocaba estar conmigo y debía llevarme, a veces incluso me dejaba atrás. No me quejaba, por lo menos esos días podía respirar tranquilo sin que nada cayera sobre mí para desgarrarme la piel.
Aceptó mi brazo para caminar junto a mí, pero justo vi su runa de color dorada. No pude evitar sacar conclusiones mientras que ella me explicaba lo que había sucedido incluso antes de su nacimiento. Algo también muy parecido a lo que había hecho mi padre conmigo y el otro niño. Pero me resultó curioso que un ángel se enamorara directamente de alguien, bastante curioso. Me pregunté si esa clase de cosas estarían prohibidas allí donde vivían los ángeles. Sonreí cuando la escuché decir sobre las alas y no pude evitar pensar: “Vuela muy alto y acabaras cayendo.”
-La verdad es que tiene que ser bastante curioso ver el mundo desde allí arriba. -dije al mismo tiempo que miraba al cielo. -Una historia muy bonita. -acto seguido le ofrecí ponerle otra runa. Los colores le subieron a las mejillas y por unos segundos estuvo sin contestar, antes de asentir y tenderme la mano. Saqué la estela de uno de mis bolsillos, cogí su brazo con delicadeza y le dediqué una sonrisa tranquilizadora antes de poner la punta de la estala en su piel y comenzar a dibujar una runa de resistencia. Al acabar una runa dorada adornaba su brazo. Sonreí mirándola a los ojos.
-Listo. -me sentí un poco decepcionado me hubiera gustado que sucediera algo, ya que yo no era un nefilim normal y ella tampoco por lo que se veía. -No pasa nada, uno tienes sus puntos fuertes. -dije tras escuchar su explicación. No me sorprendía que las runas curativas fueran las mejores que se le daban.
Comenzamos a caminar y ella escuchaba atenta todas mis palabras que salían de mis labios, por suerte si había estado en París y era un buen mentiroso. Le hablé como si hubiera estado mucho tiempo allí y como si amara la ciudad, aunque en realidad para mi solo fuera un simple y vulgar lugar como otro cualquiera.
-Ya verás que viajarás, yo también he viajado poco, -la sonrisa volvió a mis labios. - pero siempre que lo he hecho he disfrutado aunque tuviera algunos momentos malos. Al final, cuando todo pasa, te ríes de ello. -llegamos al tronco que se usaba como puente, subí y le tendí la mano para ayudarla a subir. Tal vez eso fuera la única verdad que le habría dicho a la joven, el tronco realmente era seguro a no ser que se te fuera una pierna y te rompieras la crisma al caer, cosa que dudo por la condición de nefilim de la joven y su plus al tener algo de ángel. Bajé yo primero y esperé a que ella bajara, pero al ver como vacilaba solté su maleta con delicadeza y la agarré con ambas manos su cintura mientras que ella se agarraba a mis hombros. Le sonreí al dejarla en el suelo y esperé de nuevo a que aceptara mi brazo para continuar el camino.
-¿Y qué te hace ir a Alacante? -le pregunté con curiosidad. -Por lo que me has dicho no eres una nefilim en activo, tu no tienes la obligación de ir a la convocación de la Clave en la ciudad. -Unos metros más adelante encontramos un camino de tierra, que separaba el bosque en dos.- Este es el camino que te dije. -comencé a seguirlo con la compañía de la muchacha enganchaba a mi brazo. Esperando a que contestara a mi pregunta.
Aceptó mi brazo para caminar junto a mí, pero justo vi su runa de color dorada. No pude evitar sacar conclusiones mientras que ella me explicaba lo que había sucedido incluso antes de su nacimiento. Algo también muy parecido a lo que había hecho mi padre conmigo y el otro niño. Pero me resultó curioso que un ángel se enamorara directamente de alguien, bastante curioso. Me pregunté si esa clase de cosas estarían prohibidas allí donde vivían los ángeles. Sonreí cuando la escuché decir sobre las alas y no pude evitar pensar: “Vuela muy alto y acabaras cayendo.”
-La verdad es que tiene que ser bastante curioso ver el mundo desde allí arriba. -dije al mismo tiempo que miraba al cielo. -Una historia muy bonita. -acto seguido le ofrecí ponerle otra runa. Los colores le subieron a las mejillas y por unos segundos estuvo sin contestar, antes de asentir y tenderme la mano. Saqué la estela de uno de mis bolsillos, cogí su brazo con delicadeza y le dediqué una sonrisa tranquilizadora antes de poner la punta de la estala en su piel y comenzar a dibujar una runa de resistencia. Al acabar una runa dorada adornaba su brazo. Sonreí mirándola a los ojos.
-Listo. -me sentí un poco decepcionado me hubiera gustado que sucediera algo, ya que yo no era un nefilim normal y ella tampoco por lo que se veía. -No pasa nada, uno tienes sus puntos fuertes. -dije tras escuchar su explicación. No me sorprendía que las runas curativas fueran las mejores que se le daban.
Comenzamos a caminar y ella escuchaba atenta todas mis palabras que salían de mis labios, por suerte si había estado en París y era un buen mentiroso. Le hablé como si hubiera estado mucho tiempo allí y como si amara la ciudad, aunque en realidad para mi solo fuera un simple y vulgar lugar como otro cualquiera.
-Ya verás que viajarás, yo también he viajado poco, -la sonrisa volvió a mis labios. - pero siempre que lo he hecho he disfrutado aunque tuviera algunos momentos malos. Al final, cuando todo pasa, te ríes de ello. -llegamos al tronco que se usaba como puente, subí y le tendí la mano para ayudarla a subir. Tal vez eso fuera la única verdad que le habría dicho a la joven, el tronco realmente era seguro a no ser que se te fuera una pierna y te rompieras la crisma al caer, cosa que dudo por la condición de nefilim de la joven y su plus al tener algo de ángel. Bajé yo primero y esperé a que ella bajara, pero al ver como vacilaba solté su maleta con delicadeza y la agarré con ambas manos su cintura mientras que ella se agarraba a mis hombros. Le sonreí al dejarla en el suelo y esperé de nuevo a que aceptara mi brazo para continuar el camino.
-¿Y qué te hace ir a Alacante? -le pregunté con curiosidad. -Por lo que me has dicho no eres una nefilim en activo, tu no tienes la obligación de ir a la convocación de la Clave en la ciudad. -Unos metros más adelante encontramos un camino de tierra, que separaba el bosque en dos.- Este es el camino que te dije. -comencé a seguirlo con la compañía de la muchacha enganchaba a mi brazo. Esperando a que contestara a mi pregunta.
Sebastian Verlac- El Círculo
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Fecha de inscripción : 01/05/2014
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
No me importó contarle a Sebastian la vida que había llevado o la historia de mi madre. Se me había enseñado que debía desconfiar de los subterráneos y de los mundanos, pero no de otros nefilim, así que hablé con él abiertamente de todo, sin considerar que tuviese que ocultarle nada sobre mí o mi naturaleza.
No hacía caso al leve estremecimiento que me recorrió por dentro al acercarse a mí. Lo tomé como una reacción nerviosa normal ante el primer chico que conocía, ya que era muy atractivo, así que supuse que solo era que me sentía un poco cohibida, pero en ningún momento le consideré una posible amenaza.
Sonreí alegremente cuando me respondió, asintiendo y preguntándole con curiosidad.
- ¿Tú has volado alguna vez? Digo, en avión por tus viajes.
Apenas había montado en ningún vehículo, aunque los conocía. Había intentado aprender todo lo posible para que no me sintiera como si viniese de la edad media cuando tuviera que salir al mundo. Aunque creo que siempre preferiré los caballos a los coches.
Mi sonrisa se acentuó algo más dulce y tímida al decirme que la historia de mi madre le parecía bonita. Estaba de acuerdo con él.
- Sí, es muy romántica... Ojala hubiera tenido un final más bonito, pero creo que mi madre fue feliz mientras duró y eso es algo importante. Aun así escogió la inicial de mi nombre por él. Se llamaba Verien. Me habría encantado poder conocerle.
Le dije algo más soñadora, imaginando por un momento lo dulce que habría sido ver a mi madre tan enamorada. Aunque entendía que él no era mi padre, y jamás podría guardarle rencor pese a lo que hizo, mamá y mi tío me habían contado que no había sido muy buen hombre y en el poco tiempo que estuvieron juntos, Verien la hizo mucho más feliz.
Dejé que me renovase la runa que me había puesto mi madre antes de salir, notando un fugaz temblor cuando me tocó y bajando la mirada al momento, sonrojándome con una tímida sonrisa. Apenas terminó la runa, esta brilló en dorado, como siempre, y comencé a notar sus efectos.
- Gracias. Espero mejorar con este tipo de runas ahora que voy a empezar a entrenar más para los posibles encargos de la Clave.
Comenté, cogiéndome alegremente de su brazo y caminando con él mientras me hablaba de sus viajes. Al parecer no todo había sido bueno en su vida, pero parecía compensarle. Se le veía optimista y en eso nos parecemos.
- Supongo que no todo puede ser de color rosa en la vida, pero lo importante es que al final lo bueno compense lo malo, y parece que en tu caso ha sido así. Espero que también lo sea en el mio... Y puede que coincidamos en algún viaje juntos.
La verdad, me gustaría. Es la primera persona que he conocido por mí misma y parece un chico realmente encantador. Me gustaría conocerle mejor y que llegásemos a ser buenos amigos.
Juntos pasamos por ese tronco caído, dedicándole una sonrisa agradecida y cálida cuando me tomó por la cintura, ayudándome a bajar, y volviendo a cogerme de su brazo para seguir caminando. Es todo un caballero.
Ante su pregunta respondí sinceramente.
- Lo sé, pero ya iba siendo hora. Mi madre es bastante protectora conmigo, pero yo siempre he querido conocer a otros nefilim y salir a ver mundo. Sé que quizá, con lo que está pasando, no es el mejor momento, pero sí que es un momento en que creo que el mundo necesita a todos los nefilim que pueda, y me gustaría formar parte del mundo para el que he nacido. Supongo que al final ha sido ahora cuando ha surgido la posibilidad y espero poder presentarme ante la Clave y ayudar en lo que pueda.
Le dije, asintiendo cuando me señaló el camino y manteniéndome cogida de su brazo.
- ¿Y como a cuánto de aquí está la ciudad?
No tenía prisa, aunque sí me gustaría llegar para la hora de la cena. Ya no solo para no preocupar a mi tío, si es que estaba en casa cuando yo llegase, sino porque tampoco quería retrasar a Sebastian. A lo mejor tenía planes para la cena.
No hacía caso al leve estremecimiento que me recorrió por dentro al acercarse a mí. Lo tomé como una reacción nerviosa normal ante el primer chico que conocía, ya que era muy atractivo, así que supuse que solo era que me sentía un poco cohibida, pero en ningún momento le consideré una posible amenaza.
Sonreí alegremente cuando me respondió, asintiendo y preguntándole con curiosidad.
- ¿Tú has volado alguna vez? Digo, en avión por tus viajes.
Apenas había montado en ningún vehículo, aunque los conocía. Había intentado aprender todo lo posible para que no me sintiera como si viniese de la edad media cuando tuviera que salir al mundo. Aunque creo que siempre preferiré los caballos a los coches.
Mi sonrisa se acentuó algo más dulce y tímida al decirme que la historia de mi madre le parecía bonita. Estaba de acuerdo con él.
- Sí, es muy romántica... Ojala hubiera tenido un final más bonito, pero creo que mi madre fue feliz mientras duró y eso es algo importante. Aun así escogió la inicial de mi nombre por él. Se llamaba Verien. Me habría encantado poder conocerle.
Le dije algo más soñadora, imaginando por un momento lo dulce que habría sido ver a mi madre tan enamorada. Aunque entendía que él no era mi padre, y jamás podría guardarle rencor pese a lo que hizo, mamá y mi tío me habían contado que no había sido muy buen hombre y en el poco tiempo que estuvieron juntos, Verien la hizo mucho más feliz.
Dejé que me renovase la runa que me había puesto mi madre antes de salir, notando un fugaz temblor cuando me tocó y bajando la mirada al momento, sonrojándome con una tímida sonrisa. Apenas terminó la runa, esta brilló en dorado, como siempre, y comencé a notar sus efectos.
- Gracias. Espero mejorar con este tipo de runas ahora que voy a empezar a entrenar más para los posibles encargos de la Clave.
Comenté, cogiéndome alegremente de su brazo y caminando con él mientras me hablaba de sus viajes. Al parecer no todo había sido bueno en su vida, pero parecía compensarle. Se le veía optimista y en eso nos parecemos.
- Supongo que no todo puede ser de color rosa en la vida, pero lo importante es que al final lo bueno compense lo malo, y parece que en tu caso ha sido así. Espero que también lo sea en el mio... Y puede que coincidamos en algún viaje juntos.
La verdad, me gustaría. Es la primera persona que he conocido por mí misma y parece un chico realmente encantador. Me gustaría conocerle mejor y que llegásemos a ser buenos amigos.
Juntos pasamos por ese tronco caído, dedicándole una sonrisa agradecida y cálida cuando me tomó por la cintura, ayudándome a bajar, y volviendo a cogerme de su brazo para seguir caminando. Es todo un caballero.
Ante su pregunta respondí sinceramente.
- Lo sé, pero ya iba siendo hora. Mi madre es bastante protectora conmigo, pero yo siempre he querido conocer a otros nefilim y salir a ver mundo. Sé que quizá, con lo que está pasando, no es el mejor momento, pero sí que es un momento en que creo que el mundo necesita a todos los nefilim que pueda, y me gustaría formar parte del mundo para el que he nacido. Supongo que al final ha sido ahora cuando ha surgido la posibilidad y espero poder presentarme ante la Clave y ayudar en lo que pueda.
Le dije, asintiendo cuando me señaló el camino y manteniéndome cogida de su brazo.
- ¿Y como a cuánto de aquí está la ciudad?
No tenía prisa, aunque sí me gustaría llegar para la hora de la cena. Ya no solo para no preocupar a mi tío, si es que estaba en casa cuando yo llegase, sino porque tampoco quería retrasar a Sebastian. A lo mejor tenía planes para la cena.
Valyria Silversun- Nefilims
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Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
-No, -dije con una sonrisa de disculpa, como si me tuviera que arrepentir por no poder contarle nada sobre como eran los aviones por dentro. -siempre he viajado por portales. -técnicamente no le estaba mintiendo. Mi método de transporte era los portales. -Para viajar en ese tipo de transporte se necesitan documentación mundana, y como comprenderás pedir y todo eso puede ser bastante molesto. -me encogí de hombros. -Pedírselo a un mago es costoso, así que nos he limitado a viajar a través de portales. -aun diciendo que los aviones era el medio de transporte mundano más rápido en comparación con los portales eran autenticas antiguallas. Gracias a los portales podían estar en la otra punta del mundo en un solo segundo. No había más practico que eso, y lo que mato precisamente al verdadero Sebastian fue precisamente eso, no ser practico y rendirse a sus emociones. La vena sentimental había aflorado en el chico y eso le había hecho querer hacer el viaje hasta Alacante por el camino más largo para disfrutar de su querida Idris. Por una parte le entendía, este país era el verdadero hogar de los cazadores, sin embargo ¿a él no le quedaba claro que estaban en una inminente guerra? Al parecer a la mayoría se lo olvida.
Podría decir lo mismo de la chica que tenía a mi lado, que sonreía con total normalidad antes mis halagos, falsos, sobre la historia de su madre. No solía soportar a los ángeles, acababan con mi paciencia, eran débiles y no porque no tuvieran poder en si. Sino que solían amar a toda criatura inferior a ella y desear protegerles. Algo inútil, si son tan frágiles mejor apartarse y dejar que se consuman solos.
-Tal vez -comencé a decir. - si puedas conocerlo. Tal vez te esté cuidando desde donde sea que estén. -le sonreí de manera cálida. La verdad es que no creía en lo que acaba de decir, porque si eso hubiera sido verdad nunca hubiera permitido que se encontrara conmigo o es que directamente le daba igual. Aunque parte de ese ángel se había quedado en la chica de algún modo. Su madre también me parecía bastante rápida sobre el hecho de irse a la cama con otros hombres, pero gracias a eso gente como yo podía divertirse en un momento de necesidad. Cuando tuve que ponerle la runa tuve que agarrarle con algo más de firmeza para hacer la runa correctamente, ya que el temblor de su brazo dificultaba mi trabajo. Sonreí ante su sonrojo y palabras. -Yo también creo que deberías empezar a practicar con esas runas.
Comenzamos a caminar y le estuve contando un par de cosas de mis viajes, nada en concreto solo algunas cosas sueltas y la conclusión era que a pesar que todo no saliera bien o como uno espera, lo compensaba las cosas buenas. Le dediqué una gran sonrisa.
-Cuando vayas a París avísame y te haré de guía por los mejores lugares, no lo dudes. Y por supuesto que compensan más los buenos momentos que los malos. -cruzamos el puente natural. Seguimos caminando, ella enganchada a mi brazo y hablando de cualquiera cosa. Algunas si me interesaban otras solo las escuchaba a medias. Le pregunté porque iba a ir a la reunión de los nefilims cuando oficialmente no era una de nosotros, legalmente hablando. Básicamente lo que quería era ayudar a todos los demás, pero había elegido el peor momento para hacerlo, ella misma lo había dicho, aunque yo lo sabía por otro motivo.
-La verdad es que toda la ayuda siempre viene bien. -me encogí de hombros. -Es muy valiente por tu parte, algunos nefilims se resisten a este tipo de cosas por miedo. -llegamos al lugar que le había dicho. La verdad es que era mucho más corto que el otro por donde caminaba ella. De pronto me caminó cuanto tardaríamos. Me quedé pensativo mirando las maletas. -Tal vez al rededor de dos horas... Así que es mejor comenzar a caminar. -comenzamos a caminar, estuvimos un momento de silencio pero no era un silencio incómodo, sino tal vez aquellos silencios que se hacían para disfrutar de la naturaleza, y yo del silencio en si. No me molestaba hablar, pero prefería el silencio sin embargo a Sebastian no le gustaba el silencio. -¿Tienes prisa para llegar a la ciudad? ¿Ya sabes donde quedarte?
Podría decir lo mismo de la chica que tenía a mi lado, que sonreía con total normalidad antes mis halagos, falsos, sobre la historia de su madre. No solía soportar a los ángeles, acababan con mi paciencia, eran débiles y no porque no tuvieran poder en si. Sino que solían amar a toda criatura inferior a ella y desear protegerles. Algo inútil, si son tan frágiles mejor apartarse y dejar que se consuman solos.
-Tal vez -comencé a decir. - si puedas conocerlo. Tal vez te esté cuidando desde donde sea que estén. -le sonreí de manera cálida. La verdad es que no creía en lo que acaba de decir, porque si eso hubiera sido verdad nunca hubiera permitido que se encontrara conmigo o es que directamente le daba igual. Aunque parte de ese ángel se había quedado en la chica de algún modo. Su madre también me parecía bastante rápida sobre el hecho de irse a la cama con otros hombres, pero gracias a eso gente como yo podía divertirse en un momento de necesidad. Cuando tuve que ponerle la runa tuve que agarrarle con algo más de firmeza para hacer la runa correctamente, ya que el temblor de su brazo dificultaba mi trabajo. Sonreí ante su sonrojo y palabras. -Yo también creo que deberías empezar a practicar con esas runas.
Comenzamos a caminar y le estuve contando un par de cosas de mis viajes, nada en concreto solo algunas cosas sueltas y la conclusión era que a pesar que todo no saliera bien o como uno espera, lo compensaba las cosas buenas. Le dediqué una gran sonrisa.
-Cuando vayas a París avísame y te haré de guía por los mejores lugares, no lo dudes. Y por supuesto que compensan más los buenos momentos que los malos. -cruzamos el puente natural. Seguimos caminando, ella enganchada a mi brazo y hablando de cualquiera cosa. Algunas si me interesaban otras solo las escuchaba a medias. Le pregunté porque iba a ir a la reunión de los nefilims cuando oficialmente no era una de nosotros, legalmente hablando. Básicamente lo que quería era ayudar a todos los demás, pero había elegido el peor momento para hacerlo, ella misma lo había dicho, aunque yo lo sabía por otro motivo.
-La verdad es que toda la ayuda siempre viene bien. -me encogí de hombros. -Es muy valiente por tu parte, algunos nefilims se resisten a este tipo de cosas por miedo. -llegamos al lugar que le había dicho. La verdad es que era mucho más corto que el otro por donde caminaba ella. De pronto me caminó cuanto tardaríamos. Me quedé pensativo mirando las maletas. -Tal vez al rededor de dos horas... Así que es mejor comenzar a caminar. -comenzamos a caminar, estuvimos un momento de silencio pero no era un silencio incómodo, sino tal vez aquellos silencios que se hacían para disfrutar de la naturaleza, y yo del silencio en si. No me molestaba hablar, pero prefería el silencio sin embargo a Sebastian no le gustaba el silencio. -¿Tienes prisa para llegar a la ciudad? ¿Ya sabes donde quedarte?
Sebastian Verlac- El Círculo
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Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
Al parecer nunca había viajado en avión, porque se necesitaban más cosas de las que pensaba. Solo había visto algunas películas o leído cosas al respecto, pero no imaginaba que fuese tan complicado.
- Vaya, no imaginaba que conseguir esa documentación mundana fuera tan difícil. Mi madre tampoco ha viajado mucho ni se ha interesado demasiado por las vidas de los mundanos, pero a mí me parecen fascinantes.
Comenté con una alegre sonrisa, que se ensanchó al hablarme de los portales.
- Tampoco he usado nunca un portal. ¿Qué se siente? ¿Es como pasar a través de una puerta normal y corriente o sientes algo distinto?
Sebastian sabía de muchas cosas que yo desconocía y eso despertaba mi curiosidad, aunque terminé por esbozar una leve sonrisa algo avergonzada, disculpándome con una sonrisa algo más inocente y aniñada.
- Perdona si pregunto demasiado, pero eres la primera persona a la que conozco además de a mi madre y a mi tío. Si algo de lo que te pregunte te incomoda, por favor, dímelo y no preguntaré sobre ello.
Le dije con una amistosa sonrisa, contándole entonces mi historia cuando preguntó, además de la de mi madre y ese ángel que me ha dado sus bendiciones, siendo lo que soy ahora.
Sonreí soñadora con su respuesta, y también agradecida por ello. Se está portando muy bien conmigo. Es un chico muy dulce y me siento afortunada por haber dado con él y no con alguien que pudiese haber sido más desagradable.
- Gracias, eso es precioso y significaría mucho para mí. Nunca lo había pensado de esa manera, pero espero que tengas razón.
Le dejé mi brazo para que me hiciera la marca. Siempre escocían un poco, pero estaba acostumbrada. Aun así me tembló un poco el cuerpo cuando me tocó, aunque lo asocié más a nervios que a una posible advertencia de mi cuerpo ante su presencia, pues no parecía ser peligroso en absoluto. Todo lo contrario, se estaba portando muy bien conmigo.
Ante su consejo, asentí, preguntándole con una sonrisa algo más tímida.
- ¿Me ayudarías? A ti parece que se te dan muy bien. Podrías darme algunos consejos o ayudarme a practicar.
Caminamos juntos mientras me hablaba de París, escuchándole muy atenta y con una chispa ilusionada en mis ojos azules ante lo que me contaba. Al ofrecerme acompañarme si alguna vez lo visitaba, asentó alegremente.
- Me encantaría que pudieras venir conmigo. No sé lo que me encomendará la Clave, pero sé que a veces los nefilim trabajamos juntos. Sería genial poder compartir alguna misión. Podría aprender mucho de ti.
Me fue guiando por el camino que él conocía, mientras yo le contaba por qué ahora había decidido unirme a la Clave. Sé que no es el mejor momento, aunque es bueno saber que al menos podré ayudar en algo.
- Bueno, a mi madre le preocupaba un poco por eso de que soy algo diferente. Se nota directamente por mis runas y tenía miedo de que no me aceptasen, o de que quisieran aprovecharse de mí. Pero yo estoy segura de que me ha educado lo bastante bien como para cuidar de mí misma y no creo que estar más en contacto con la naturaleza de un ángel sea algo malo para la Clave, ¿no? Se supone que la sangre del ángel Raziel fue lo que en su día nos hizo ser lo que somos.
Asentí cuando me dijo que aún nos llevaría un par de horas el camino. Aun así me mostré optimista. A saber lo que hubiese tardado entonces de haber seguido por el camino por el que iba...
Ante su pregunta negué con una sonrisa, explicándole la situación.
- No exactamente. Se supone que tendría que llegar al anochecer, pero ha sido una decisión de última hora. Creo que mi madre le ha enviado a mi tío un mensaje de fuego cuando he salido de casa, pero como ahora están las cosas algo complicadas en la ciudad, con esas reuniones por lo de ese cazador renegado del que se habla, Valentine, no sé si le habrá llegado o si estará en una de esas famosas reuniones de la Clave. Voy a alojarme en su casa, esperaba llegar para la cena, para que no se preocupase si le ha llegado el mensaje. Y por si acaso no está cuando llegue, tengo una llave.
Le comenté, ofreciéndole entonces con una amistosa sonrisa.
- Si se nos hace un poco tarde y no tienes planes o algún sitio al que regresar pronto, podrías quedarte a cenar. Seguro que a mi tío no me importará, y si no está, podría cocinar yo.
No se me daba mal la cocina, aunque hasta ahora solo había cocinado en casa con mamá, así que no tengo tampoco muchas opiniones al respecto.
- Vaya, no imaginaba que conseguir esa documentación mundana fuera tan difícil. Mi madre tampoco ha viajado mucho ni se ha interesado demasiado por las vidas de los mundanos, pero a mí me parecen fascinantes.
Comenté con una alegre sonrisa, que se ensanchó al hablarme de los portales.
- Tampoco he usado nunca un portal. ¿Qué se siente? ¿Es como pasar a través de una puerta normal y corriente o sientes algo distinto?
Sebastian sabía de muchas cosas que yo desconocía y eso despertaba mi curiosidad, aunque terminé por esbozar una leve sonrisa algo avergonzada, disculpándome con una sonrisa algo más inocente y aniñada.
- Perdona si pregunto demasiado, pero eres la primera persona a la que conozco además de a mi madre y a mi tío. Si algo de lo que te pregunte te incomoda, por favor, dímelo y no preguntaré sobre ello.
Le dije con una amistosa sonrisa, contándole entonces mi historia cuando preguntó, además de la de mi madre y ese ángel que me ha dado sus bendiciones, siendo lo que soy ahora.
Sonreí soñadora con su respuesta, y también agradecida por ello. Se está portando muy bien conmigo. Es un chico muy dulce y me siento afortunada por haber dado con él y no con alguien que pudiese haber sido más desagradable.
- Gracias, eso es precioso y significaría mucho para mí. Nunca lo había pensado de esa manera, pero espero que tengas razón.
Le dejé mi brazo para que me hiciera la marca. Siempre escocían un poco, pero estaba acostumbrada. Aun así me tembló un poco el cuerpo cuando me tocó, aunque lo asocié más a nervios que a una posible advertencia de mi cuerpo ante su presencia, pues no parecía ser peligroso en absoluto. Todo lo contrario, se estaba portando muy bien conmigo.
Ante su consejo, asentí, preguntándole con una sonrisa algo más tímida.
- ¿Me ayudarías? A ti parece que se te dan muy bien. Podrías darme algunos consejos o ayudarme a practicar.
Caminamos juntos mientras me hablaba de París, escuchándole muy atenta y con una chispa ilusionada en mis ojos azules ante lo que me contaba. Al ofrecerme acompañarme si alguna vez lo visitaba, asentó alegremente.
- Me encantaría que pudieras venir conmigo. No sé lo que me encomendará la Clave, pero sé que a veces los nefilim trabajamos juntos. Sería genial poder compartir alguna misión. Podría aprender mucho de ti.
Me fue guiando por el camino que él conocía, mientras yo le contaba por qué ahora había decidido unirme a la Clave. Sé que no es el mejor momento, aunque es bueno saber que al menos podré ayudar en algo.
- Bueno, a mi madre le preocupaba un poco por eso de que soy algo diferente. Se nota directamente por mis runas y tenía miedo de que no me aceptasen, o de que quisieran aprovecharse de mí. Pero yo estoy segura de que me ha educado lo bastante bien como para cuidar de mí misma y no creo que estar más en contacto con la naturaleza de un ángel sea algo malo para la Clave, ¿no? Se supone que la sangre del ángel Raziel fue lo que en su día nos hizo ser lo que somos.
Asentí cuando me dijo que aún nos llevaría un par de horas el camino. Aun así me mostré optimista. A saber lo que hubiese tardado entonces de haber seguido por el camino por el que iba...
Ante su pregunta negué con una sonrisa, explicándole la situación.
- No exactamente. Se supone que tendría que llegar al anochecer, pero ha sido una decisión de última hora. Creo que mi madre le ha enviado a mi tío un mensaje de fuego cuando he salido de casa, pero como ahora están las cosas algo complicadas en la ciudad, con esas reuniones por lo de ese cazador renegado del que se habla, Valentine, no sé si le habrá llegado o si estará en una de esas famosas reuniones de la Clave. Voy a alojarme en su casa, esperaba llegar para la cena, para que no se preocupase si le ha llegado el mensaje. Y por si acaso no está cuando llegue, tengo una llave.
Le comenté, ofreciéndole entonces con una amistosa sonrisa.
- Si se nos hace un poco tarde y no tienes planes o algún sitio al que regresar pronto, podrías quedarte a cenar. Seguro que a mi tío no me importará, y si no está, podría cocinar yo.
No se me daba mal la cocina, aunque hasta ahora solo había cocinado en casa con mamá, así que no tengo tampoco muchas opiniones al respecto.
Valyria Silversun- Nefilims
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Localización : Idris, aunque últimamente tiene más libertad de movimiento.
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
-No es difícil si eres mundano. -comencé a explicarle. -Los mundanos llevan un registro estricto de sus personas, si un mundano no está registrado legalmente no existiría. Mediante ese registro se hace todo lo demás y eso te permite tener documentación especifica para viajar. Es un poco complicado para nosotros. -me encogí de hombros. -Los cazadores no distinguimos entre razas, o mejor dicho de gente que perteneciente a otros lugares que no sea el propio, sin embargo los mundanos si. Tienen muy arraigado el hecho de: está tierra es mía y si eres diferente solo eres mero invitado. Puede que nosotros hagamos eso con los mundanos pero son matices que marcan la diferencia. -suspiré. -Alancate recibe a todos los cazadores de sombras con los brazos abiertos. -metafóricamente hablando claro estaba. Seguí a su siguiente pregunta. -Pues sientes como si algo te atrajera a ese lugar... Como la sensación que tienes cuando te caes, pues multiplicada por diez pero sin tener esa angustia de caer, solo el tirón. Es que es difícil describirte la sensación. -la miré y le dediqué una sonrisa de disculpa por no saber muy bien que contestarle. La chica acabó con una sonrisa parecida a la mía, pero la suya transmitía vergüenza. Puede que yo fuera cruel, pero entendía esa curiosidad similar a la de los niños pequeños, yo mismo la había sentido. Así que, no me molestaba especialmente contestarle a las preguntas, aunque estuviera medio atento nada más. -Tranquila, no me molesta. Puedes preguntar todo lo que tu quieras. -después de ponerle la runa me preguntó que si la podría ayudar. -Se me da como a cualquier otro cazador de sombras. -le sonreí. Tal vez supiera todas las runas conocidas tras duras horas de estudio por parte de Valentine, pero eso era algo que la chica no tenía que saber. -Por mi no hay problema, las runas que vas a usar se acabaran borrando con el tiempo. -caminábamos tranquilos. Manteniendo una conversación normal o eso era lo era para nosotros. -Será un placer ir contigo en misión, y si tienes diecisiete años pues nada. Te mantendrán al margen y tu tío irá a las reuniones, si tienes dieciocho tienes el derecho de estar presente en las reuniones. Si eres menor de edad tienes todo el tiempo del mundo. -me reí. Me contó las preocupaciones que tenía la madre por la condición de su hija. Era una mujer inteligente, la clave no solía aceptar a lo diferente demasiado rápido por el simple miedo. Puede que no fuera malo tener algo más de ángel que los demás, sin embargo era el miedo irracional hacia lo desconocido lo que les movía la mayoría de las veces, igual como la fe ciega. Mis padres les avisaría de que ha encontrado un método para desactivar las salvaguardas, ellos no le crearan y por eso explica mi presencia en Alacante.
-Entiendo a tu madre, el problema es que la Clave carga con toda la responsabilidad de los nefilims y su deber es desconfiar antes que confiar. Si demuestras que eres apta para el combate seguramente dejaran las runas doradas de lado. -le dije con tono seguro. Se podría decir que la Clave le gustaba las tradiciones y algo nuevo siempre conseguía destabilizarles. Cuando me miró le dediqué otra sonrisa igual o más amigable que la de ella. Escuché su propuesta hice una mueca pensativa con la boca. -Uhm... La verdad es que no tengo nada que hacer. Yo me quedo con mis primos y ellos me suelen dejar entrar y salir a mi gusto, mientras que no cause problemas. Lo normal. -me encogí de hombros. -Así que será todo un honor probar esa comida. -cogí su mano y rocé sus nudillos con mis labios.
-Entiendo a tu madre, el problema es que la Clave carga con toda la responsabilidad de los nefilims y su deber es desconfiar antes que confiar. Si demuestras que eres apta para el combate seguramente dejaran las runas doradas de lado. -le dije con tono seguro. Se podría decir que la Clave le gustaba las tradiciones y algo nuevo siempre conseguía destabilizarles. Cuando me miró le dediqué otra sonrisa igual o más amigable que la de ella. Escuché su propuesta hice una mueca pensativa con la boca. -Uhm... La verdad es que no tengo nada que hacer. Yo me quedo con mis primos y ellos me suelen dejar entrar y salir a mi gusto, mientras que no cause problemas. Lo normal. -me encogí de hombros. -Así que será todo un honor probar esa comida. -cogí su mano y rocé sus nudillos con mis labios.
Sebastian Verlac- El Círculo
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Fecha de inscripción : 01/05/2014
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
Estaba aprendiendo en una tarde de Sebastian tantas cosas que espero que esta noche, al acostarme, pueda quedárseme todo grabado. Seguro que todas me serán de mucha utilidad en algún momento, y mientras iba de su brazo, caminando a su lado, sonreía fascinada por todo lo que me comentaba, y sorprendiéndome bastante con eso de que los mundanos solo consideran que existen si están registrados.
- Vaya, suena muy estricto, como si se quisieran tener controlados entre ellos o algo así. Y parece complicado todo eso de la documentación. ¿Pero entonces ningún nefilim viaja por medios mundanos? ¿Cómo conseguiríamos nosotros una de esas documentaciones?
Al final lo único malo que tiene aprender es que cuanto más sabes, más necesidad tienes de saber algo más, porque te das cuenta de cosas nuevas de las que no tienes ni idea.
Asentí también cuando me comentó esa idea tan firme de los mundanos con su lugar de residencia.
- Supongo que puedo entender que te encariñes con el lugar del que procedes. Yo amo mi hogar, y posiblemente nunca me sentiré en ninguna parte como en casa, pero eso solo hace que quiera compartirlo con más gente, no considerarles como intrusos o algo así.
Me explicó como pudo lo que se sentía al atravesar un portal, negando con una dulce sonrisa y quitándole importancia cuando me dijo que no sabía explicarlo demasiado.
- No importa, supongo que es de esas cosas que tienes que vivir por ti mismo. Además, ahora hay tantas cosas que por fin podré hacer... tampoco tengo prisa, quiero poder vivir cada momento.
Su sonrisa era encantadora y cálida, lo que hacía aflorar la mía, y cada vez me sentía más confiada a su lado. Esa extraña sensación inicial de nervios, como si algo fuera mal, había desaparecido al acostumbrarme a ir así de su brazo, así que estaba claro que solo era la timidez inicial por conocer a alguien.
Me ayudó con las runas y cuando le pedí si podría ayudarme a practicar con ellas, se mostró muy modesto. Aun así accedió, haciendo que esbozase una sonrisa más alegre y entusiasta.
- Gracias... la verdad estoy aprendiendo contigo esta tarde mucho más de lo que imaginaba para mi primer día fuera de casa. Me alegra mucho que nos hayamos encontrado.
Le dije con una sonrisa sincera y dulce, que se acentuó por un momento cuando me dijo que le gustaría ir de misión juntos. Aunque al decirme que, si tenía diecisiete años, tendría que quedarme un poco al margen, suspiré con cierta decepción.
- Vaya... Sí, aún no he cumplido los dieciocho. ¿Cuántos tienes tú?
Pregunté por curiosidad. Parecía algo mayor que yo, pero aun así estaría bien asegurarme, aunque sería genial que también él pudiera tener tiempo libre en la ciudad. Así tendría un amigo con quien estar mientras mi tío esté en las reuniones.
Le comenté los temores de mi madre sobre mi aceptación en la Clave, pero con lo que me dijo Sebastian me animé bastante.
- Digamos que sé defenderme, aunque no me gusta mucho la violencia. Procuro no hacer daño a nadie mientras no sea absolutamente necesario y creo que toda vida es sagrada, incluso la de los subterráneos, porque tienen una parte humana. Salvo que no me quede más remedio, prefiero recurrir a la diplomacia.
Estaba siendo muy amable al guiarme hasta la ciudad, y no solo eso, sino también respondiendo a mis preguntas e incluso llevándome la maleta como todo un caballero. Lo menos que podía hacer era ofrecerle una invitación a cenar, y cuando asintió, sonreí con un brillo ilusionado en mis ojos azules.
- ¡Genial! Nunca he cocinado para alguien que no fuera de mi familia, así al menos, si me dices que te gusta, no será por ser parientes.
Comenté, sorprendiéndome entonces cuando tomó mi mano y la rozó con sus labios en ese gesto tan caballeroso. Parecía uno de esos príncipes de los libros que leía de niña.
Mis mejillas se colorearon al momento, quedándome un poco sorprendida, y esbozando al final una tímida sonrisa, notando que me temblaba un poco la mano junto a la suya y apartándome un mechón de mi ondulado pelo castaño de la cara, como un pequeño gesto nervioso, bajando tímidamente la mirada. Acababa de dejarme sin palabras.
- Vaya, suena muy estricto, como si se quisieran tener controlados entre ellos o algo así. Y parece complicado todo eso de la documentación. ¿Pero entonces ningún nefilim viaja por medios mundanos? ¿Cómo conseguiríamos nosotros una de esas documentaciones?
Al final lo único malo que tiene aprender es que cuanto más sabes, más necesidad tienes de saber algo más, porque te das cuenta de cosas nuevas de las que no tienes ni idea.
Asentí también cuando me comentó esa idea tan firme de los mundanos con su lugar de residencia.
- Supongo que puedo entender que te encariñes con el lugar del que procedes. Yo amo mi hogar, y posiblemente nunca me sentiré en ninguna parte como en casa, pero eso solo hace que quiera compartirlo con más gente, no considerarles como intrusos o algo así.
Me explicó como pudo lo que se sentía al atravesar un portal, negando con una dulce sonrisa y quitándole importancia cuando me dijo que no sabía explicarlo demasiado.
- No importa, supongo que es de esas cosas que tienes que vivir por ti mismo. Además, ahora hay tantas cosas que por fin podré hacer... tampoco tengo prisa, quiero poder vivir cada momento.
Su sonrisa era encantadora y cálida, lo que hacía aflorar la mía, y cada vez me sentía más confiada a su lado. Esa extraña sensación inicial de nervios, como si algo fuera mal, había desaparecido al acostumbrarme a ir así de su brazo, así que estaba claro que solo era la timidez inicial por conocer a alguien.
Me ayudó con las runas y cuando le pedí si podría ayudarme a practicar con ellas, se mostró muy modesto. Aun así accedió, haciendo que esbozase una sonrisa más alegre y entusiasta.
- Gracias... la verdad estoy aprendiendo contigo esta tarde mucho más de lo que imaginaba para mi primer día fuera de casa. Me alegra mucho que nos hayamos encontrado.
Le dije con una sonrisa sincera y dulce, que se acentuó por un momento cuando me dijo que le gustaría ir de misión juntos. Aunque al decirme que, si tenía diecisiete años, tendría que quedarme un poco al margen, suspiré con cierta decepción.
- Vaya... Sí, aún no he cumplido los dieciocho. ¿Cuántos tienes tú?
Pregunté por curiosidad. Parecía algo mayor que yo, pero aun así estaría bien asegurarme, aunque sería genial que también él pudiera tener tiempo libre en la ciudad. Así tendría un amigo con quien estar mientras mi tío esté en las reuniones.
Le comenté los temores de mi madre sobre mi aceptación en la Clave, pero con lo que me dijo Sebastian me animé bastante.
- Digamos que sé defenderme, aunque no me gusta mucho la violencia. Procuro no hacer daño a nadie mientras no sea absolutamente necesario y creo que toda vida es sagrada, incluso la de los subterráneos, porque tienen una parte humana. Salvo que no me quede más remedio, prefiero recurrir a la diplomacia.
Estaba siendo muy amable al guiarme hasta la ciudad, y no solo eso, sino también respondiendo a mis preguntas e incluso llevándome la maleta como todo un caballero. Lo menos que podía hacer era ofrecerle una invitación a cenar, y cuando asintió, sonreí con un brillo ilusionado en mis ojos azules.
- ¡Genial! Nunca he cocinado para alguien que no fuera de mi familia, así al menos, si me dices que te gusta, no será por ser parientes.
Comenté, sorprendiéndome entonces cuando tomó mi mano y la rozó con sus labios en ese gesto tan caballeroso. Parecía uno de esos príncipes de los libros que leía de niña.
Mis mejillas se colorearon al momento, quedándome un poco sorprendida, y esbozando al final una tímida sonrisa, notando que me temblaba un poco la mano junto a la suya y apartándome un mechón de mi ondulado pelo castaño de la cara, como un pequeño gesto nervioso, bajando tímidamente la mirada. Acababa de dejarme sin palabras.
Valyria Silversun- Nefilims
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Fecha de inscripción : 03/05/2014
Localización : Idris, aunque últimamente tiene más libertad de movimiento.
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
-Valyria... es que precisamente lo que quieren en controlarse unos a otros. Es una lastima que tengan tanta desconfianza entre ellos mismos, de hecho ya llevan dos guerras mundiales y casi hubo una tercera por culpa de un barco. -sonreí antes su pregunta. -Si eres mundano claro que no es complicado. Pagas por lo que tienes que pagar, te registras admitiendo que perteneces a esa población y listo. Después todo lo demás es puro papeleo y dinero. -la siguiente pregunta me hizo pensar. -Uhm.... -Lo más probable es que se lo pidiéramos los servicios de un mago para conseguir unos falsos o algo por el estilo, no estoy muy seguro. Nunca he intentado conseguir documentación mundana.
Si antes parecía que la chica desconfiaba de mí o si cuerpo le advertía sobre mí eso fue disminuyendo poco a poco, a medida que comenzaba a confiar en mí. Esa confianza ciega a una persona que demostraba por sus modales, sin duda era una ingenua. Era de aquellas que mientras que la trataras correctamente te dirían hasta el último secreto de tu existencia, y como Sebastian era todo “caballero” tenía que comportarme como tal. Un galán en palabras llanas, pero modesto. Nada de ser un libertino, que aburrido era. No podía entender como ese chico podía tener una vida tan aburrida, pero si el chiquillo era mojitado, pues lo era.
-Aunque sea un poco difícil, somos diferentes a los mundanos, ellos tienen tan arraigado el poseer tierra que morirían por ellas. -sonreí a media lado. -Nosotros compartimos Idris con todos los cazadores, da igual que nacionalidad sea, pero ellos no son capaces de compartir su tierra con otras mundanos de otra tierra. Nosotros, somos nefilim, sea indio, chino, alemán o francés. Eso da igual, ya que todos somos lo que somos y somos cazadores de sombras. -suspiré. -Supongo que ellos no saben a que aferrarse, nosotros nos aferramos a nuestra misión, ellos a su tierra... Supongo que resulta lógico teniendo en cuenta que ellos no saben nada del mundo de las sombras.
Le intenté explicar que se sentía al atravesar el portal, era verdad que no sabía como describir muy bien la sensación. Se tenía que vivir para comprenderla, podría darle una idea, pero hasta que no se haga no sabrá exactamente a que me refiero. Prefería viajar a través de portales, eran más rápidos que cualquier otra cosa. Comprendió que no sabía demasiado bien como explicarlo y decidió que ella lo experimentaría, que ahora si podía hacerlo. Sonreí afirmándole que podía hacerlo de una forma amable, aunque en mi interior la sonrisa se transformaba en algo mucho más peligroso. La sonrisa de alguien estaba a punto de devorar a alguien, pero obviamente la chica no sabía nada de esto.
-El placer a sido mío. -asentí con alegría. -Me alegro que hayas aprendido algo nuevo conmigo, así que imagínate cuando llegues a Alacante. Seguro que te gustara, las torres de cristal son impresionantes. -me preguntó por mi edad. -Tengo diecisiete, a punto de dieciocho. -en realidad tenía diecinueve.
Se notaba la curiosidad de la chica, su tono de voz la delataba. Que mal iba por la vida estaba chica. Estaba colocada justo en medio de la guerra que mi padre había declarado y aún quería usar la diplomacia, la chica estaba totalmente perdida. No comprendía que a estas alturas nada servía y mucho menos la diplomacia. La clave podía luchar y morir en el intento, o rendirse a Valentine. Todo dependí de la inteligencia de estos, que hasta el momento demostraba lo escasa que era.
-No matamos a subterráneos, a no ser que se hayan saltado las leyes. Mientras tanto, nosotros estamos aquí para proteger a mundanos, subterráneos y los propios nefilims si estos necesitan ayuda. -acto seguido me invitó a cenar. Era lo menos que hacer después de aguantar su charla y cargar con sus cosas. Así que acepté la invitación con toda la elegancia que existía y más. Podía ser encantador, y sabía que era cuestión de tiempo que cautivara a la joven. Un reto de vez en cuando no hacía daño a nadie. Se veía ilusionada por haber aceptado su invitación y a la hora de rozarle los nudillos con mis labios se quedó totalmente muda. Una buena señal. Esbocé una gran sonrisa al verla avergonzada de tal modo. Seguimos nuestro camino, esperé unos minutos a que se le pasara el aturdimiento.
-¿Qué comida me hará degustar esta noche señorita? -le pregunté con una sonrisa cálida. El camino era bastante corto, y pronto estuvimos cerca de la ciudad. Se podía ver un brillo blanquecino a lo lejos. Cogí su mano y señale un punto, bajé hasta quedarme a la altura de su oído. -¿Ves ese punto brillante? Es la ciudad de cristal. -caminamos unos metros más y llegamos a la punta de la colina, donde se podía ver la ciudad al fondo. Las torres, cada una colocada en una punto cardinal se alzaba hermosas y llenas de energía que brillaban por si mismas y gracias a la luz del sol. El material del que estaban construidas era el mismo que usaban para construir los cuchillos serafines. -Aquí tienes... La ciudad de cristal. -la ciudad se alzaba poderosa bajo nosotros, como si tuviera un porte de orgullo y poder. -Alacante, la capital de Idris. -dije con aspecto soñador. Observé las torres, cuando me dieran la orden, esas torres... que poco les quedaba. Miré a la chica y le dediqué una gran sonrisa. -¿Te gusta? Todavía es temprano, si quieres podemos parar aquí a merendar algo.
Si antes parecía que la chica desconfiaba de mí o si cuerpo le advertía sobre mí eso fue disminuyendo poco a poco, a medida que comenzaba a confiar en mí. Esa confianza ciega a una persona que demostraba por sus modales, sin duda era una ingenua. Era de aquellas que mientras que la trataras correctamente te dirían hasta el último secreto de tu existencia, y como Sebastian era todo “caballero” tenía que comportarme como tal. Un galán en palabras llanas, pero modesto. Nada de ser un libertino, que aburrido era. No podía entender como ese chico podía tener una vida tan aburrida, pero si el chiquillo era mojitado, pues lo era.
-Aunque sea un poco difícil, somos diferentes a los mundanos, ellos tienen tan arraigado el poseer tierra que morirían por ellas. -sonreí a media lado. -Nosotros compartimos Idris con todos los cazadores, da igual que nacionalidad sea, pero ellos no son capaces de compartir su tierra con otras mundanos de otra tierra. Nosotros, somos nefilim, sea indio, chino, alemán o francés. Eso da igual, ya que todos somos lo que somos y somos cazadores de sombras. -suspiré. -Supongo que ellos no saben a que aferrarse, nosotros nos aferramos a nuestra misión, ellos a su tierra... Supongo que resulta lógico teniendo en cuenta que ellos no saben nada del mundo de las sombras.
Le intenté explicar que se sentía al atravesar el portal, era verdad que no sabía como describir muy bien la sensación. Se tenía que vivir para comprenderla, podría darle una idea, pero hasta que no se haga no sabrá exactamente a que me refiero. Prefería viajar a través de portales, eran más rápidos que cualquier otra cosa. Comprendió que no sabía demasiado bien como explicarlo y decidió que ella lo experimentaría, que ahora si podía hacerlo. Sonreí afirmándole que podía hacerlo de una forma amable, aunque en mi interior la sonrisa se transformaba en algo mucho más peligroso. La sonrisa de alguien estaba a punto de devorar a alguien, pero obviamente la chica no sabía nada de esto.
-El placer a sido mío. -asentí con alegría. -Me alegro que hayas aprendido algo nuevo conmigo, así que imagínate cuando llegues a Alacante. Seguro que te gustara, las torres de cristal son impresionantes. -me preguntó por mi edad. -Tengo diecisiete, a punto de dieciocho. -en realidad tenía diecinueve.
Se notaba la curiosidad de la chica, su tono de voz la delataba. Que mal iba por la vida estaba chica. Estaba colocada justo en medio de la guerra que mi padre había declarado y aún quería usar la diplomacia, la chica estaba totalmente perdida. No comprendía que a estas alturas nada servía y mucho menos la diplomacia. La clave podía luchar y morir en el intento, o rendirse a Valentine. Todo dependí de la inteligencia de estos, que hasta el momento demostraba lo escasa que era.
-No matamos a subterráneos, a no ser que se hayan saltado las leyes. Mientras tanto, nosotros estamos aquí para proteger a mundanos, subterráneos y los propios nefilims si estos necesitan ayuda. -acto seguido me invitó a cenar. Era lo menos que hacer después de aguantar su charla y cargar con sus cosas. Así que acepté la invitación con toda la elegancia que existía y más. Podía ser encantador, y sabía que era cuestión de tiempo que cautivara a la joven. Un reto de vez en cuando no hacía daño a nadie. Se veía ilusionada por haber aceptado su invitación y a la hora de rozarle los nudillos con mis labios se quedó totalmente muda. Una buena señal. Esbocé una gran sonrisa al verla avergonzada de tal modo. Seguimos nuestro camino, esperé unos minutos a que se le pasara el aturdimiento.
-¿Qué comida me hará degustar esta noche señorita? -le pregunté con una sonrisa cálida. El camino era bastante corto, y pronto estuvimos cerca de la ciudad. Se podía ver un brillo blanquecino a lo lejos. Cogí su mano y señale un punto, bajé hasta quedarme a la altura de su oído. -¿Ves ese punto brillante? Es la ciudad de cristal. -caminamos unos metros más y llegamos a la punta de la colina, donde se podía ver la ciudad al fondo. Las torres, cada una colocada en una punto cardinal se alzaba hermosas y llenas de energía que brillaban por si mismas y gracias a la luz del sol. El material del que estaban construidas era el mismo que usaban para construir los cuchillos serafines. -Aquí tienes... La ciudad de cristal. -la ciudad se alzaba poderosa bajo nosotros, como si tuviera un porte de orgullo y poder. -Alacante, la capital de Idris. -dije con aspecto soñador. Observé las torres, cuando me dieran la orden, esas torres... que poco les quedaba. Miré a la chica y le dediqué una gran sonrisa. -¿Te gusta? Todavía es temprano, si quieres podemos parar aquí a merendar algo.
Sebastian Verlac- El Círculo
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Fecha de inscripción : 01/05/2014
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
Me explicó que realmente las cosas eran así por la desconfianza de los mundanos entre ellos, algo que en parte me daba bastante lástima. No tenía sentido que peleasen entre ellos o hubiese ese recelo entre unos y otros cuando no dejan de ser todos humanos. Incluso me parece triste que haya diferencias entre los subterráneos y nosotros, ya que todos tenemos cierta humanidad, pero que entre una misma especie se traten así, resultaba preocupante.
Suspiré un poco tras lo que me contó, respondiendo sinceramente.
- Eso es muy triste... Desconfiar tanto unos de otros y llegar a tener incluso guerras entre ellos cuando comparten la misma humanidad. Me cuesta entenderlo. Creo que se pierden muchas cosas con esa actitud. Si nosotros fuéramos así, no estaría pasando este rato tan agradable contigo y aprendiendo tantas cosas.
Si nos dejásemos llevar por la desconfianza, no habría accedido a pasear con alguien que no conocía, como es Sebastian, y habría perdido la oportunidad de tener un viaje más ameno, aprendiendo tantas cosas y haciendo un nuevo amigo.
También me explicó que podía ser por el hecho de que los mundanos, al no saber lo que hay en nuestro mundo, oculto en las sombras, se pelean entre ellos porque no se imaginan que no son tan diferentes a como se creen, y por eso dan tanto valor a esas diferencias. Asentí, entendiéndolo más o menos, aunque no llegaba a compartirlo.
- Aun así me sigue pareciendo preocupante. Si pelean de esa forma entre ellos, ¿qué pasaría si vieran el mundo que vemos nosotros? Quizá no tendrían guerras entre ellos mismos, pero las tendrían con los subterráneos o con nosotros, o incluso con los demonios y eso sería muy peligroso para ellos. Creo que siempre hay que centrarse más en la similitudes que en las diferencias, que es lo que realmente nos une a todos.
Dije con una sonrisa dulce. Sé que algo así suena muy utópico, pero en un mundo perfecto, todos los que tenemos al menos una parte humana podríamos convivir entre nosotros sin barreras. Sé que puede sonar a sueño imposible, pero me gustaría llegar a vivir lo suficiente como para ver algo así. Los tiempos cambian, y quizá lo que ha iniciado Valentine podría servir para que la Clave entendiese que se podrían cambiar algunas cosas. Si pudiéramos estar como iguales con los subterráneos, quizá no pasaría mucho tiempo antes de estar preparados para mostrar el mundo a los mundanos tal y como es.
No insistí con el asunto del portal, pero sí quería decirle lo mucho que me alegraba haber podido conocerle y todo lo que estaba aprendiendo con él.
Sonreí cuando mencionó la ciudad. Apenas la recordaba.
- Apenas me acuerdo. Solo fui un par de veces con mi madre y mi tío cuando era muy pequeña. Estoy deseando verla de nuevo.
Me dijo que tenía mi misma edad, mirándole sorprendida. Realmente me había parecido algo mayor.
- ¿En serio? Entonces tenemos la misma edad. Bueno, más o menos, yo hice los diecisiete hace poco.
Comenté con una alegre sonrisa.
- Me parecías mayor.
Apenas lo dije, me sonrojé un poco. No quería decir que pareciese viejo, ni mucho menos. Es un chico muy guapo y se ve que no aparenta más de 20, pero no me parecía de mi edad.
- Perdona, no quería decir que parecieses viejo ni nada, no te echaba más de veinte, pero sabes tantas cosas y pareces tan centrado que no imaginé que fuéramos de la misma edad.
Entendía lo que me dijo sobre los subterráneos y tenía lógica, pero aun así yo siempre consideraba que la diplomacia tenía que ser lo primero.
- Lo entiendo, aunque tampoco creo que matarlos sea la solución, salvo que esté totalmente en juego tu vida o la de otros. Creo que bastaría con encerrarlos temporalmente hasta que entendieran que no actúan de forma correcta. Toda vida es sagrada y debería protegerse, salvo cuando no se puede hacer más.
Al invitarle a cenar por lo amable que está siendo conmigo, su gesto al besar mi mano me hizo quedarme paralizada por unos momentos, con un tono rojizo de lo más evidente en mis mejillas. Esbocé una sonrisa tímida, quedándome un poco callada y mirándole de reojo aún con esos fugaces pálpitos en mi pecho. No pensaba para nada que fuesen algo más que nervios, y al aumentar ligeramente ni se me ocurrió que pudiera ser una advertencia sobre que fuese peligroso, sino que incluso llegué a pensar que quizá empezaba a gustarme. Espero que podamos ser buenos amigos y vernos de vez en cuando.
Al preguntarme por la cena me sacó de mis pensamientos, aunque me quedé un tanto pensativa por un momento, hasta que al final respondí con algunas ideas.
- Pues supongo que dependerá de lo que te guste. Sé cocinar bastante. Depende de si prefieres carne o pescado podría hacer algo de pollo al horno con hierbas, o solomillo con salsa de queso y nueces. Con el pescado se me dan bien las truchas asadas con limón y la merluza con setas. También podría hacer pasta rellena, aunque eso me llevaría algo más de tiempo, o tallarines con alguna salsa.
Dependiendo de sus preferencias podría cocinar una cosa u otra, y si no llegamos muy tarde y mi tío no tiene lo necesario, podríamos pasar por alguna tienda a comprar lo que hiciese falta.
Estaba centrada en el menú hasta que me tomó la mano por sorpresa, volviendo a ponerme las mejillas como dos tomates y estremeciéndome por un momento cuando se me acercó tanto, hasta que me dí cuenta de que solo quería mostrarme la ciudad a lo lejos. Entonces esbocé una sonrisa más tranquila y miré donde me indicaba, de lo más emocionada.
- Es increíble que por fin vuelva a verla... apenas la recuerdo.
Andamos un poco más y entonces vi la ciudad a nuestros pies, brillante y resplandeciente, con las altas torres rozando el cielo como agujas de cristal. Por un momento apreté suavemente la mano de Sebastian con la mía, realmente maravillada.
- Es preciosa... No la recordaba tan brillante. Es como si estuviese hecha de diamantes.
Le sonreí con calidez, aunque soltando su mano al darme cuenta, aún con un leve sonrojo y una sonrisa tímida.
Entonces él propuso pararnos a merendar algo, con lo que asentí, recordando mi bolso.
- Claro. No sabía cuánto iba a llevarme el viaje, así que traje algo de comer en mi bolso, por si acaso.
Tenía de sobra para los dos. Mi madre siempre se empeñaba en que no me faltase nunca algo de comer por si acaso. Tras echar un vistazo a nuestro alrededor me fijé en una roca grande plana, así que me acerqué allí y me senté, poniendo el bolso en mi regazo y haciendo un leve gesto a Sebastian, dando un par de golpecitos con la palma de mi mano a la roca a mi lado para que se sentase conmigo.
Mientras esperaba a que lo hiciera, saqué del bolso una caja que, al abrirla, mostró una cantidad generosa de galletas con trocitos de chocolate, de aspecto casero.
- Mi madre y yo las hicimos anoche, para el viaje.
Le ofrecí para que cogiese él primero, con una alegre sonrisa. El viaje se me ha pasado volando gracias a Sebastian. No esperaba que hubiéramos llegado tan pronto.
Suspiré un poco tras lo que me contó, respondiendo sinceramente.
- Eso es muy triste... Desconfiar tanto unos de otros y llegar a tener incluso guerras entre ellos cuando comparten la misma humanidad. Me cuesta entenderlo. Creo que se pierden muchas cosas con esa actitud. Si nosotros fuéramos así, no estaría pasando este rato tan agradable contigo y aprendiendo tantas cosas.
Si nos dejásemos llevar por la desconfianza, no habría accedido a pasear con alguien que no conocía, como es Sebastian, y habría perdido la oportunidad de tener un viaje más ameno, aprendiendo tantas cosas y haciendo un nuevo amigo.
También me explicó que podía ser por el hecho de que los mundanos, al no saber lo que hay en nuestro mundo, oculto en las sombras, se pelean entre ellos porque no se imaginan que no son tan diferentes a como se creen, y por eso dan tanto valor a esas diferencias. Asentí, entendiéndolo más o menos, aunque no llegaba a compartirlo.
- Aun así me sigue pareciendo preocupante. Si pelean de esa forma entre ellos, ¿qué pasaría si vieran el mundo que vemos nosotros? Quizá no tendrían guerras entre ellos mismos, pero las tendrían con los subterráneos o con nosotros, o incluso con los demonios y eso sería muy peligroso para ellos. Creo que siempre hay que centrarse más en la similitudes que en las diferencias, que es lo que realmente nos une a todos.
Dije con una sonrisa dulce. Sé que algo así suena muy utópico, pero en un mundo perfecto, todos los que tenemos al menos una parte humana podríamos convivir entre nosotros sin barreras. Sé que puede sonar a sueño imposible, pero me gustaría llegar a vivir lo suficiente como para ver algo así. Los tiempos cambian, y quizá lo que ha iniciado Valentine podría servir para que la Clave entendiese que se podrían cambiar algunas cosas. Si pudiéramos estar como iguales con los subterráneos, quizá no pasaría mucho tiempo antes de estar preparados para mostrar el mundo a los mundanos tal y como es.
No insistí con el asunto del portal, pero sí quería decirle lo mucho que me alegraba haber podido conocerle y todo lo que estaba aprendiendo con él.
Sonreí cuando mencionó la ciudad. Apenas la recordaba.
- Apenas me acuerdo. Solo fui un par de veces con mi madre y mi tío cuando era muy pequeña. Estoy deseando verla de nuevo.
Me dijo que tenía mi misma edad, mirándole sorprendida. Realmente me había parecido algo mayor.
- ¿En serio? Entonces tenemos la misma edad. Bueno, más o menos, yo hice los diecisiete hace poco.
Comenté con una alegre sonrisa.
- Me parecías mayor.
Apenas lo dije, me sonrojé un poco. No quería decir que pareciese viejo, ni mucho menos. Es un chico muy guapo y se ve que no aparenta más de 20, pero no me parecía de mi edad.
- Perdona, no quería decir que parecieses viejo ni nada, no te echaba más de veinte, pero sabes tantas cosas y pareces tan centrado que no imaginé que fuéramos de la misma edad.
Entendía lo que me dijo sobre los subterráneos y tenía lógica, pero aun así yo siempre consideraba que la diplomacia tenía que ser lo primero.
- Lo entiendo, aunque tampoco creo que matarlos sea la solución, salvo que esté totalmente en juego tu vida o la de otros. Creo que bastaría con encerrarlos temporalmente hasta que entendieran que no actúan de forma correcta. Toda vida es sagrada y debería protegerse, salvo cuando no se puede hacer más.
Al invitarle a cenar por lo amable que está siendo conmigo, su gesto al besar mi mano me hizo quedarme paralizada por unos momentos, con un tono rojizo de lo más evidente en mis mejillas. Esbocé una sonrisa tímida, quedándome un poco callada y mirándole de reojo aún con esos fugaces pálpitos en mi pecho. No pensaba para nada que fuesen algo más que nervios, y al aumentar ligeramente ni se me ocurrió que pudiera ser una advertencia sobre que fuese peligroso, sino que incluso llegué a pensar que quizá empezaba a gustarme. Espero que podamos ser buenos amigos y vernos de vez en cuando.
Al preguntarme por la cena me sacó de mis pensamientos, aunque me quedé un tanto pensativa por un momento, hasta que al final respondí con algunas ideas.
- Pues supongo que dependerá de lo que te guste. Sé cocinar bastante. Depende de si prefieres carne o pescado podría hacer algo de pollo al horno con hierbas, o solomillo con salsa de queso y nueces. Con el pescado se me dan bien las truchas asadas con limón y la merluza con setas. También podría hacer pasta rellena, aunque eso me llevaría algo más de tiempo, o tallarines con alguna salsa.
Dependiendo de sus preferencias podría cocinar una cosa u otra, y si no llegamos muy tarde y mi tío no tiene lo necesario, podríamos pasar por alguna tienda a comprar lo que hiciese falta.
Estaba centrada en el menú hasta que me tomó la mano por sorpresa, volviendo a ponerme las mejillas como dos tomates y estremeciéndome por un momento cuando se me acercó tanto, hasta que me dí cuenta de que solo quería mostrarme la ciudad a lo lejos. Entonces esbocé una sonrisa más tranquila y miré donde me indicaba, de lo más emocionada.
- Es increíble que por fin vuelva a verla... apenas la recuerdo.
Andamos un poco más y entonces vi la ciudad a nuestros pies, brillante y resplandeciente, con las altas torres rozando el cielo como agujas de cristal. Por un momento apreté suavemente la mano de Sebastian con la mía, realmente maravillada.
- Es preciosa... No la recordaba tan brillante. Es como si estuviese hecha de diamantes.
Le sonreí con calidez, aunque soltando su mano al darme cuenta, aún con un leve sonrojo y una sonrisa tímida.
Entonces él propuso pararnos a merendar algo, con lo que asentí, recordando mi bolso.
- Claro. No sabía cuánto iba a llevarme el viaje, así que traje algo de comer en mi bolso, por si acaso.
Tenía de sobra para los dos. Mi madre siempre se empeñaba en que no me faltase nunca algo de comer por si acaso. Tras echar un vistazo a nuestro alrededor me fijé en una roca grande plana, así que me acerqué allí y me senté, poniendo el bolso en mi regazo y haciendo un leve gesto a Sebastian, dando un par de golpecitos con la palma de mi mano a la roca a mi lado para que se sentase conmigo.
Mientras esperaba a que lo hiciera, saqué del bolso una caja que, al abrirla, mostró una cantidad generosa de galletas con trocitos de chocolate, de aspecto casero.
- Mi madre y yo las hicimos anoche, para el viaje.
Le ofrecí para que cogiese él primero, con una alegre sonrisa. El viaje se me ha pasado volando gracias a Sebastian. No esperaba que hubiéramos llegado tan pronto.
Valyria Silversun- Nefilims
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 03/05/2014
Localización : Idris, aunque últimamente tiene más libertad de movimiento.
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
-Si los cazadores fuéramos así, hace tiempo que ya estarías extinguidos. -le dije con tristeza pero sinceridad. No creía que nuestra raza sobreviviera si viviéramos como lo hacían los mundanos. Que desconfiaban hasta de su sombra, eso o confiaban en ella, hasta que les pasara algo totalmente desagradable o simplemente no tuviera otra oportunidad para hacer algo más aparte de dar su último aliento. Incluso en Idris podrías tener ese problema, el autentico Sebastian lo había comprobado y pagado con su propia vida. Recordé como los había matado tanto a él como a su cochero. No había sido desagradable, sino todo lo contrario. Pero en aquel momento solo podía deleitarme con los recuerdos, ya que tenía que comportarme correctamente.
-Puede que tengas razón que al final lucharían contra nosotros, o con los subterráneos.. En cualquiera caso, ya sea con quien luchen, tendría desventaja. Aunque ellos posean armas de fuego. -las runas hacían que la pólvora no se prendiera en épocas pasabas y por eso mismo no solíamos usarlas. -Supongo que fijarse en las similitudes es mucho más difícil, porque negar y rechazar es mucho más sencillo que abrirse a alguien nuevo o a un mundo nuevo con sus culturas. Las cosas suelen ser así entre los mundanos y nosotros no podemos hacer nada, ya tenemos suficiente trabajo para que tener que ocuparnos de sus problemas, sin contar que el ser humano necesita problemas para poder vivir, sino, no tendría sentido.
La chica hablaba con una sonrisa dulce, sus ideas eran bastante optimistas y llenas de ideales, ideales que pocos compartían y muchos pensaban que era pensamientos de alguien bastante ingenuo, cosa que era verdad, sin embargo si nadie lo era el mundo no sería divertido y más para gente como yo que se divertía a costar de los ingenuos.
Sonreí al escuchar lo que dijo sobre la ciudad.
-Yo también he venido solo unas cuantas veces, pero eso no quita que cada vez que la vea me quité el aliento. -seguimos caminando. Saltando de un tema a otro, y al contestar sobre mi edad se sorprendió. Le dediqué una sonrisa tímida, por su comentario. Cuando dijo que le parecía mayor se sonrojó y comenzó a explicarse rápidamente. Le sonreí. -Me doy por enterado, pero no te preocupes. -la miré y le dediqué una sonrisa cálida. - Creo que en nuestro trabajo no hay que tomarse las cosas demasiado a la ligera, morimos jóvenes. No hay motivo para disfrutar la vida tranquilamente, disfrutando de ella sin tener que ayudar a nuestro destino como cazadores a cumplirse cuanto antes. Supongo que eso se debe a la muerte de mis padres, por eso vivo con mi tía en París, que es la directora de dicho instituto. -le expliqué rápidamente y con una sonrisa.
Escuché sus palabras al respecto y suspiré.
-No te has parado al pensar lo que acabas de decir, ¿cierto? -le dije con una sonrisa algo incómoda, como si quisiera demostrarle que no quería insultarla. Después suspiré. -Para algunos seres tenerlos encerrados es peor que matarlos. Primero, encerrar a todos los subterráneos criminales no es viable, ni si quiera para nosotros. Son muchos, muchos más que nosotros y muchos de ellos inmortales. Los tendríamos encerrados para toda la eternidad. Los vampiros, acabarían muriendo de hambre, porque no podríamos alimentarlos porque eso les ayudaría a ser más fuertes y eso no ayudaría para mantenerlos encerrados. A pesar de poder retenerlos con cosas de la religión, tienen toda una eternidad para planear como salir de allí... Los magos, son magos, durarían poco encerrados directamente. Las hadas, otras que son casi inmortales, y su sutil poder para transformarse en criaturas más pequeñas tampoco ayuda aunque la encerremos en una cárcel de hierro. Y dejar encerrados implicaría usar métodos especiales para retenerlos, usar hierro con las hadas que les quema, plata con los licántropos, dejar a los vampiros con sus límites de sangre al límite... No sé tu, Valyria, pero si yo fuera un subterráneo y me fueran a encerrar con algunas de esas condiciones preferiría morir.
Intente que entendiera lo que pasaría si decidiéramos hacer lo que ella quiere. Al final, eso sería peor que la muerte, una tortura constante. Sabía lo que le hacía la plata a los hombres lobos y lo que hacía el hierro a las hadas, quemarlas hasta que la piel desaparezca casi por completo y el constante olor a quemado.
Me confirmó que sabía cocinar bastantes platos cuando le pregunta que haría para cenar. Comenzó a decir toda clase de platos, la verdad a mí me parecía todo bien. Hice como lo que me pensaba.
-Bueno... si tengo que elegir... prefiero la pasta rellena. -la miré y sonreí. Le cogí la mano para mostrarle donde estaba la ciudad y ella se puso totalmente colorada y tras entender mi intención se relajó y se mostró emocionada al ver la ciudad a lo lejos. Solo tuvimos que caminar un poco más para llegar y al hacerlo ella apretó mi mano. -Bueno, no en vano se llama la ciudad de Cristal. -me soltó la mano y la miré extrañado al darme cuenta de su sonrojó solté una risita divertida, aunque estuviera deseando llevarlo a lo más profundo del bosque y mancillarla. Le propuse detenernos para merendar y ella aceptó. Se apartó de mi para sentarse en una piedra, me hizo un gesto para que me uniera a ella y no tarde demasiado en hacerle caso. Dejé su maleta a un lado y me senté a su lado. Vi como sacaba una caja mientras me sentaba y al abrirla la acercó a mí y vi su contenido. Galletas de chocolate, seguramente caseras por la pinta que tenían. Cogí una y me la llevé a la boca.
-Está buena, -no le mentía, una de las pocas veces que no le mentía a la chica. - realmente buena. -tal vez valdría la pena mantenerla con vida. Si sabía cocinar valía para algo. Terminé mi galleta y la miré con una sonrisa. -Espero que el viaje no te haya resultado aburrido. -miré a la ciudad. Sin duda Padre no exageraba a la hora de decir que la ciudad era bella, hasta me daba un poco de pena destruirla, pero sabía a la perfección que me encantaba. Algo tan bello en harmonía podía destruirse y convertirse en un bello caos. Casi podía ver el cielo teñido de rojo, columnas de humo subiendo y todo Alacante en llamas. La gente corriendo, una moribunda luz en las torres de cristal, los gritos de los cazadores mientras que los demonios entraban y los devoraban poco a poco e incluso violaban a algunos. Sin duda sería una visión hermosa.
-Puede que tengas razón que al final lucharían contra nosotros, o con los subterráneos.. En cualquiera caso, ya sea con quien luchen, tendría desventaja. Aunque ellos posean armas de fuego. -las runas hacían que la pólvora no se prendiera en épocas pasabas y por eso mismo no solíamos usarlas. -Supongo que fijarse en las similitudes es mucho más difícil, porque negar y rechazar es mucho más sencillo que abrirse a alguien nuevo o a un mundo nuevo con sus culturas. Las cosas suelen ser así entre los mundanos y nosotros no podemos hacer nada, ya tenemos suficiente trabajo para que tener que ocuparnos de sus problemas, sin contar que el ser humano necesita problemas para poder vivir, sino, no tendría sentido.
La chica hablaba con una sonrisa dulce, sus ideas eran bastante optimistas y llenas de ideales, ideales que pocos compartían y muchos pensaban que era pensamientos de alguien bastante ingenuo, cosa que era verdad, sin embargo si nadie lo era el mundo no sería divertido y más para gente como yo que se divertía a costar de los ingenuos.
Sonreí al escuchar lo que dijo sobre la ciudad.
-Yo también he venido solo unas cuantas veces, pero eso no quita que cada vez que la vea me quité el aliento. -seguimos caminando. Saltando de un tema a otro, y al contestar sobre mi edad se sorprendió. Le dediqué una sonrisa tímida, por su comentario. Cuando dijo que le parecía mayor se sonrojó y comenzó a explicarse rápidamente. Le sonreí. -Me doy por enterado, pero no te preocupes. -la miré y le dediqué una sonrisa cálida. - Creo que en nuestro trabajo no hay que tomarse las cosas demasiado a la ligera, morimos jóvenes. No hay motivo para disfrutar la vida tranquilamente, disfrutando de ella sin tener que ayudar a nuestro destino como cazadores a cumplirse cuanto antes. Supongo que eso se debe a la muerte de mis padres, por eso vivo con mi tía en París, que es la directora de dicho instituto. -le expliqué rápidamente y con una sonrisa.
Escuché sus palabras al respecto y suspiré.
-No te has parado al pensar lo que acabas de decir, ¿cierto? -le dije con una sonrisa algo incómoda, como si quisiera demostrarle que no quería insultarla. Después suspiré. -Para algunos seres tenerlos encerrados es peor que matarlos. Primero, encerrar a todos los subterráneos criminales no es viable, ni si quiera para nosotros. Son muchos, muchos más que nosotros y muchos de ellos inmortales. Los tendríamos encerrados para toda la eternidad. Los vampiros, acabarían muriendo de hambre, porque no podríamos alimentarlos porque eso les ayudaría a ser más fuertes y eso no ayudaría para mantenerlos encerrados. A pesar de poder retenerlos con cosas de la religión, tienen toda una eternidad para planear como salir de allí... Los magos, son magos, durarían poco encerrados directamente. Las hadas, otras que son casi inmortales, y su sutil poder para transformarse en criaturas más pequeñas tampoco ayuda aunque la encerremos en una cárcel de hierro. Y dejar encerrados implicaría usar métodos especiales para retenerlos, usar hierro con las hadas que les quema, plata con los licántropos, dejar a los vampiros con sus límites de sangre al límite... No sé tu, Valyria, pero si yo fuera un subterráneo y me fueran a encerrar con algunas de esas condiciones preferiría morir.
Intente que entendiera lo que pasaría si decidiéramos hacer lo que ella quiere. Al final, eso sería peor que la muerte, una tortura constante. Sabía lo que le hacía la plata a los hombres lobos y lo que hacía el hierro a las hadas, quemarlas hasta que la piel desaparezca casi por completo y el constante olor a quemado.
Me confirmó que sabía cocinar bastantes platos cuando le pregunta que haría para cenar. Comenzó a decir toda clase de platos, la verdad a mí me parecía todo bien. Hice como lo que me pensaba.
-Bueno... si tengo que elegir... prefiero la pasta rellena. -la miré y sonreí. Le cogí la mano para mostrarle donde estaba la ciudad y ella se puso totalmente colorada y tras entender mi intención se relajó y se mostró emocionada al ver la ciudad a lo lejos. Solo tuvimos que caminar un poco más para llegar y al hacerlo ella apretó mi mano. -Bueno, no en vano se llama la ciudad de Cristal. -me soltó la mano y la miré extrañado al darme cuenta de su sonrojó solté una risita divertida, aunque estuviera deseando llevarlo a lo más profundo del bosque y mancillarla. Le propuse detenernos para merendar y ella aceptó. Se apartó de mi para sentarse en una piedra, me hizo un gesto para que me uniera a ella y no tarde demasiado en hacerle caso. Dejé su maleta a un lado y me senté a su lado. Vi como sacaba una caja mientras me sentaba y al abrirla la acercó a mí y vi su contenido. Galletas de chocolate, seguramente caseras por la pinta que tenían. Cogí una y me la llevé a la boca.
-Está buena, -no le mentía, una de las pocas veces que no le mentía a la chica. - realmente buena. -tal vez valdría la pena mantenerla con vida. Si sabía cocinar valía para algo. Terminé mi galleta y la miré con una sonrisa. -Espero que el viaje no te haya resultado aburrido. -miré a la ciudad. Sin duda Padre no exageraba a la hora de decir que la ciudad era bella, hasta me daba un poco de pena destruirla, pero sabía a la perfección que me encantaba. Algo tan bello en harmonía podía destruirse y convertirse en un bello caos. Casi podía ver el cielo teñido de rojo, columnas de humo subiendo y todo Alacante en llamas. La gente corriendo, una moribunda luz en las torres de cristal, los gritos de los cazadores mientras que los demonios entraban y los devoraban poco a poco e incluso violaban a algunos. Sin duda sería una visión hermosa.
Sebastian Verlac- El Círculo
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 01/05/2014
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
Suspiré con su respuesta. Supongo que tenía razón. No somos demasiados y tanta desconfianza al final hace mucho daño, así que no sería raro que, como muchos imperios en la humanidad, nuestra especie se hubiese corrompido y destruido a sí misma de haber reinado esa desconfianza tan habitual en los humanos.
- Supongo que tienes razón... No somos demasiados y tanta falta de confianza al final divide. Cuando las personas se dejan llevar por las diferencias son mucho más vulnerables.
Era algo triste, pero no dejaba de ser una realidad. También estaba de acuerdo con él en que no podíamos hacer nada con la desconfianza de los humanos y que seguramente serían ellos mismos los más perjudicados si iniciasen una guerra con nosotros o con los subterráneos, aunque suspiré con una leve sonrisa cuando me dijo que la vida necesitaba de retos y problemas para tener emoción.
- Aun así no creo que esos retos deban estar relacionados con la violencia o las diferencias. Leer un buen libro, superarse a uno mismo, enamorarse o ver mundo creo que son retos maravillosos para mantener una vida emocionante si necesidad de dedicarse a hacerse daño o hacérselo a otros.
Sé que es una utopía, pero no cuesta nada soñar, y creo que soñar con un mundo con más amor y comprensión es un bonito sueño al que aspirar, aunque sea complicado.
Me gusta hablar con Sebastian, parece tan amable y sincero. Es una suerte que haya sido el primero al que conozco en este viaje, y espero que no sea la última persona maravillosa que se cruce en mi camino.
Hablamos de la ciudad, sacándome una sonrisa dulce y cálida al escucharle hablar de ella con tanta admiración.
- Estoy deseando verla.
Tuve un momento de cierto apuro cuando le mencioné que parecía mayor, aunque no se lo tomó a mal. Estaba de acuerdo con lo que decía, aunque le miré un poco apenada al decirme que había perdido a sus padres. Debió ser muy duro para él... algo así siempre debe serlo. Por un momento apreté suavemente mi mano en torno a su brazo y le dediqué una sonrisa dulce y sincera.
- Lo siento mucho... debió ser horrible para ti, pero al menos me alegra que tengas aún familia con la que quedarte. Debe ser duro perder a alguien que te importa, pero seguro que tus padres estarían orgullosos del chico estupendo que eres. Yo no he podido conocerlos, pero les agradezco la bendición de haber podido conocerte a ti gracias a ellos.
Después hablamos de los subterráneos y creo que no terminé de explicarme del todo, o al menos no lo que realmente quería decir. Dicho como lo había hecho él, realmente sonaba a una monstruosidad, así que me apresuré a aclararlo. No quería que pensase algo tan horrible de mí.
- No, por Dios, jamás se me ocurriría pensar en mantenerlos encerrados para siempre, ni mucho menos. Creo que todos merecemos la oportunidad de cambiar y darnos cuenta de nuestros errores. Lo que consideraría adecuado es que fuese una medida temporal, para que se den cuenta de que pueden seguir un camino menos perjudicial, y apenas lo hagan puedan volver a sus vidas. Sería inhumano tener a alguien encerrado el resto de su vida, todo el mundo puede cometer un fallo o vivir de una forma porque es la única que conoce. A lo que me refiero es que darles esa elección de inicio me parece mejor que matarlos, si se puede evitar. Creo que salvar una vida debería ser lo más importante, porque salvo los demonios puros, todo aquel que tiene una chispa de humanidad puede albergar el bien en su interior, pero sé que no siempre se puede llegar a eso y que a veces no tenemos elección. Al menos por mi parte procuraré no matar a nadie mientras que no sea absoluta y estrictamente necesario.
Esperaba haberme explicado bien. Por ninguna razón habría considerado que mis palabras pudieran sonar como le habían parecido a Sebastian y esperaba que tras mi aclaración no pensase nada malo de mí.
Pasamos a temas más triviales y menos complicados, como la cena de esta noche. Me hacía ilusión que hubiese aceptado mi invitación, así que no me importa cocinarle lo que le apetezca. Le di varias opciones y asentí sin ningún problema cuando eligió.
- Perfecto, pues eso prepararé.
Se me notaba lo contenta que estaba, y apenas nos paramos en esa colina, contemplando la ciudad tan cerca, me sentí maravillada. Era preciosa, como si estuviera hecha de diamantes.
No pude evitar sonrojarme un poco por la forma que cogió mi mano, aunque cuando le escuché reír un poco, sonreí tímida pero alegre. Es tan dulce... no podía creer que hubiera tenido la suerte de conocer a un chico como él nada más salir de casa.
Nos sentamos un rato a descansa y le ofrecí unas galletas que traía para el camino. Las había hecho la noche anterior con mi madre.
Sonreí orgullosa cuando dijo que le gustaban. Se le notaba sincero.
- Gracias, supongo que cuando no haces otra cosa que leer, entrenar y pasear por el bosque durante 17 años, aprender a cocinar es una forma más de pasar el tiempo.
Comenté, dando un pequeño mordisco a una de las galletas, sin percatarme de que un poquito de chocolate se me quedaba en la comisura de mis labios.
Al decirme que esperaba que el viaje no se me hubiera hecho aburrido, negué totalmente segura. Había sido maravilloso.
- ¿Bromeas? Ha sido increíble. No imaginaba que tuviese tanta suerte nada más salir de casa. Pensaba que lo sería, pero contigo se me ha pasado muy rápido y lo he pasado genial. Me alegro mucho de que me hayas encontrado por el camino.
De hecho por eso me sentía feliz de que hubiese aceptado mi invitación a cenar. Estaba siendo un día tan increíble que no quería que terminase pronto.
- Supongo que tienes razón... No somos demasiados y tanta falta de confianza al final divide. Cuando las personas se dejan llevar por las diferencias son mucho más vulnerables.
Era algo triste, pero no dejaba de ser una realidad. También estaba de acuerdo con él en que no podíamos hacer nada con la desconfianza de los humanos y que seguramente serían ellos mismos los más perjudicados si iniciasen una guerra con nosotros o con los subterráneos, aunque suspiré con una leve sonrisa cuando me dijo que la vida necesitaba de retos y problemas para tener emoción.
- Aun así no creo que esos retos deban estar relacionados con la violencia o las diferencias. Leer un buen libro, superarse a uno mismo, enamorarse o ver mundo creo que son retos maravillosos para mantener una vida emocionante si necesidad de dedicarse a hacerse daño o hacérselo a otros.
Sé que es una utopía, pero no cuesta nada soñar, y creo que soñar con un mundo con más amor y comprensión es un bonito sueño al que aspirar, aunque sea complicado.
Me gusta hablar con Sebastian, parece tan amable y sincero. Es una suerte que haya sido el primero al que conozco en este viaje, y espero que no sea la última persona maravillosa que se cruce en mi camino.
Hablamos de la ciudad, sacándome una sonrisa dulce y cálida al escucharle hablar de ella con tanta admiración.
- Estoy deseando verla.
Tuve un momento de cierto apuro cuando le mencioné que parecía mayor, aunque no se lo tomó a mal. Estaba de acuerdo con lo que decía, aunque le miré un poco apenada al decirme que había perdido a sus padres. Debió ser muy duro para él... algo así siempre debe serlo. Por un momento apreté suavemente mi mano en torno a su brazo y le dediqué una sonrisa dulce y sincera.
- Lo siento mucho... debió ser horrible para ti, pero al menos me alegra que tengas aún familia con la que quedarte. Debe ser duro perder a alguien que te importa, pero seguro que tus padres estarían orgullosos del chico estupendo que eres. Yo no he podido conocerlos, pero les agradezco la bendición de haber podido conocerte a ti gracias a ellos.
Después hablamos de los subterráneos y creo que no terminé de explicarme del todo, o al menos no lo que realmente quería decir. Dicho como lo había hecho él, realmente sonaba a una monstruosidad, así que me apresuré a aclararlo. No quería que pensase algo tan horrible de mí.
- No, por Dios, jamás se me ocurriría pensar en mantenerlos encerrados para siempre, ni mucho menos. Creo que todos merecemos la oportunidad de cambiar y darnos cuenta de nuestros errores. Lo que consideraría adecuado es que fuese una medida temporal, para que se den cuenta de que pueden seguir un camino menos perjudicial, y apenas lo hagan puedan volver a sus vidas. Sería inhumano tener a alguien encerrado el resto de su vida, todo el mundo puede cometer un fallo o vivir de una forma porque es la única que conoce. A lo que me refiero es que darles esa elección de inicio me parece mejor que matarlos, si se puede evitar. Creo que salvar una vida debería ser lo más importante, porque salvo los demonios puros, todo aquel que tiene una chispa de humanidad puede albergar el bien en su interior, pero sé que no siempre se puede llegar a eso y que a veces no tenemos elección. Al menos por mi parte procuraré no matar a nadie mientras que no sea absoluta y estrictamente necesario.
Esperaba haberme explicado bien. Por ninguna razón habría considerado que mis palabras pudieran sonar como le habían parecido a Sebastian y esperaba que tras mi aclaración no pensase nada malo de mí.
Pasamos a temas más triviales y menos complicados, como la cena de esta noche. Me hacía ilusión que hubiese aceptado mi invitación, así que no me importa cocinarle lo que le apetezca. Le di varias opciones y asentí sin ningún problema cuando eligió.
- Perfecto, pues eso prepararé.
Se me notaba lo contenta que estaba, y apenas nos paramos en esa colina, contemplando la ciudad tan cerca, me sentí maravillada. Era preciosa, como si estuviera hecha de diamantes.
No pude evitar sonrojarme un poco por la forma que cogió mi mano, aunque cuando le escuché reír un poco, sonreí tímida pero alegre. Es tan dulce... no podía creer que hubiera tenido la suerte de conocer a un chico como él nada más salir de casa.
Nos sentamos un rato a descansa y le ofrecí unas galletas que traía para el camino. Las había hecho la noche anterior con mi madre.
Sonreí orgullosa cuando dijo que le gustaban. Se le notaba sincero.
- Gracias, supongo que cuando no haces otra cosa que leer, entrenar y pasear por el bosque durante 17 años, aprender a cocinar es una forma más de pasar el tiempo.
Comenté, dando un pequeño mordisco a una de las galletas, sin percatarme de que un poquito de chocolate se me quedaba en la comisura de mis labios.
Al decirme que esperaba que el viaje no se me hubiera hecho aburrido, negué totalmente segura. Había sido maravilloso.
- ¿Bromeas? Ha sido increíble. No imaginaba que tuviese tanta suerte nada más salir de casa. Pensaba que lo sería, pero contigo se me ha pasado muy rápido y lo he pasado genial. Me alegro mucho de que me hayas encontrado por el camino.
De hecho por eso me sentía feliz de que hubiese aceptado mi invitación a cenar. Estaba siendo un día tan increíble que no quería que terminase pronto.
Valyria Silversun- Nefilims
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 03/05/2014
Localización : Idris, aunque últimamente tiene más libertad de movimiento.
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
La chica era bastante idealista, de eso estaba bastante claro a estas alturas del camino y a estas alturas de la conversación. No me importaba y de hecho me gustaba, pero seguramente me gustaba por un motivo totalmente diferente a lo que me interesaba, o por lo menos por el motivo que ella podría pensar. Estaba claro que estaba algo perturbada por mi presencia, y por lo que podía observar, no le desagradaba del todo. Tenía que admitir que incluso con el cabello negro tenía la belleza suficiente para usarla a mi favor.
-La verdad es que es una pena que tengan tantas diferencias, pero también da un poco de rabia. -le sonreí a medio lado. -Nosotros nos esforzamos por mantenerlos vivos, algo que no me molesta, sin embargo ellos no se toman en serio sus vidas y se matan entre ellos. Es algo decepcionante la verdad, aunque como ya te he dicho, nosotros ya tenemos trabajo como para ocuparnos de los suyos. -sonreí gratamente al escuchar los tipos de retos que estaba diciendo. -La verdad es que leer un libro es un reto, sino más bien una aventura. - sobre todo cuando mi padre me hacia leer libros sobre demonios, me acordaba de los libros ilustrados que me traía. No me molestaba matarlos, pero también es cierto que tenía más en común con ellos que con el resto de los Nefilim, y mucho menos en común con la chica que me acompañaba que sus runas se tenían de dorado.
La chica era demasiado buena para mi gusto normal, pero como tenía intenciones algo retorcidas me daba igual, además, era parte de mi trabajo aguantar a personas con esos pensamientos tan bondadosos, aunque estaba seguro que ella era una de las pocas que querrían dormir con abrazo calentitos junto con los subterráneos. Por lo menos cuando llegara con los demás nefilim de su edad se daría cuenta que realmente lo que está a la orden del día en sus vidas es la muerte y la sangre. Todos éramos asesinos, algunos en mayor grado que otro, pero no quitaba el hecho de que teníamos las manos llenas de sangre y la joven no tardaría en comprenderlo. Me pregunté como reaccionaría ante tanta violencia por parte de los demás, porque al fin y al cabo una cacería era una cacería no se trataba de algo suave y adorable. Tal vez se iba a sentir mal por como hacíamos las cosas y yo estaría allí para consolarla.
Coincidió conmigo que quería ver la ciudad y el tema se centró en la perdida de mis padres. Le sonreí en un intento de tranquilizarla, quitándole hierro al asunto.
-No te preocupes, pasó hace bastante tiempo. Además, no me ha ido tan mal, mi tía es una mujer impresionante. La verdad es que espero que de verdad se sientan orgullosos. -le dije con una sonrisa tímida esta vez. En la realidad mi madre me repudia y mi padre me ve como un ficha más en su ajedrez para ganar a la Clave y limpiar la raza de los nefilims, creando uno más puros y poderosos, según él. Plan que solo se mueve desde la envidia que tiene de los subterráneos. Por suerte yo no tenía ese problema de envidia, pero si consideraba que los nefilims de ahora solo eran seres débiles sin ningún tipo de poder, por lo menos no uno importante.
Le dije lo que pasaría si decidiéramos encerrar a los subterráneos, sería una buena idea esa clase de tortura si nosotros tuviéramos tanta longevidad como algunas de esas criaturas, sobre todo los brujos y los vampiros. Sin embargo no la teníamos, así que no valía demasiado la pena. Ella intentó aclarar a lo que se refería, yo me esperaba algo así, pero por lo menos le hice ver lo que pasaría si decidiéramos hacer algo como eso. A pesar de su explicación, sería la misma tortura por menos tiempo. Suspiré como si estuviera cansado.
-Imagínate a dos hombres lobos, -comencé a proponerle. -uno de ellos joven y el otro de edad media. El joven se acaba de convertir en licántropo y sin darse cuenta, mata a su mejor amigo al perder el control de su cuerpo en su primera transformación. El segundo hombre lobo de edad media, veterano, uno de los más duros de su raza... Decide empezar a matar gente, sabiendo la ley que se le puede imponer... ¿De verdad crees que sabiendo lo que el veterano sabe va a cambiar de opinión? ¿Arrepentirse? El novato, claro que lo hará, si es buena persona a lo mejor es un psicópata con un largo historial de violencia. -como yo, pensé. -Lo que quiero decir, es que con el novato claro que se puede hablar con él, hacerle entender su nueva naturaleza, de hecho hay una organización que se encarga de los subterráneos recién convertidos... Pero con el veterano... eso ya es imposible. -suspiré de nuevo. -Y allí fuera... no tendrás muchas opciones, solo tendrás dos: Matar o dejar que te maten... -Era ley de vida o como muchas decían, la ley del más fuerte o la ley de la jungla, que era exactamente igual. Los nefilims no es que gozaran de muchas opciones.
En ese momento llegamos a la colina que se encontraba encima de la ciudad, nos dejaba unas magnificas vistas de ella. Decidimos parar a merendar algo, así que nos sentamos en unas rocas cercanas y comenzamos a comer. La galleta que me ofreció estaba realmente buena, por una vez que no le mentía. Vi como ella se comía su propia galleta, le dije que esperaba que el viaje no hubiera sido muy aburrido y tal vez contestó algo más entusiasmada de lo normal, algo que me dejaba claro que era una buena señal. La miré y le vi el chocolate en la comisura del labio.
-No te muevas. -le pedí con una gran sonrisa divertida, estiré mi mano hasta sus labios y con el pulgar le limpie la comisura del labio. Acto seguido me llevé el pulgar a mis labios y lamí la mancha del dulce que tenía en mi dedo. Seguía con la sonrisa en los labios. -Te habías manchado de chocolate. Y yo también me alegro de haberte encontrado por el camino, la verdad es que mis primos y yo no nos llevamos exactamente bien, tenemos temperamentos bastante diferentes. -sonreí con el claro mensaje de: “ es una lastima”. -Por cierto, ¿dónde vive tu tío exactamente?
-La verdad es que es una pena que tengan tantas diferencias, pero también da un poco de rabia. -le sonreí a medio lado. -Nosotros nos esforzamos por mantenerlos vivos, algo que no me molesta, sin embargo ellos no se toman en serio sus vidas y se matan entre ellos. Es algo decepcionante la verdad, aunque como ya te he dicho, nosotros ya tenemos trabajo como para ocuparnos de los suyos. -sonreí gratamente al escuchar los tipos de retos que estaba diciendo. -La verdad es que leer un libro es un reto, sino más bien una aventura. - sobre todo cuando mi padre me hacia leer libros sobre demonios, me acordaba de los libros ilustrados que me traía. No me molestaba matarlos, pero también es cierto que tenía más en común con ellos que con el resto de los Nefilim, y mucho menos en común con la chica que me acompañaba que sus runas se tenían de dorado.
La chica era demasiado buena para mi gusto normal, pero como tenía intenciones algo retorcidas me daba igual, además, era parte de mi trabajo aguantar a personas con esos pensamientos tan bondadosos, aunque estaba seguro que ella era una de las pocas que querrían dormir con abrazo calentitos junto con los subterráneos. Por lo menos cuando llegara con los demás nefilim de su edad se daría cuenta que realmente lo que está a la orden del día en sus vidas es la muerte y la sangre. Todos éramos asesinos, algunos en mayor grado que otro, pero no quitaba el hecho de que teníamos las manos llenas de sangre y la joven no tardaría en comprenderlo. Me pregunté como reaccionaría ante tanta violencia por parte de los demás, porque al fin y al cabo una cacería era una cacería no se trataba de algo suave y adorable. Tal vez se iba a sentir mal por como hacíamos las cosas y yo estaría allí para consolarla.
Coincidió conmigo que quería ver la ciudad y el tema se centró en la perdida de mis padres. Le sonreí en un intento de tranquilizarla, quitándole hierro al asunto.
-No te preocupes, pasó hace bastante tiempo. Además, no me ha ido tan mal, mi tía es una mujer impresionante. La verdad es que espero que de verdad se sientan orgullosos. -le dije con una sonrisa tímida esta vez. En la realidad mi madre me repudia y mi padre me ve como un ficha más en su ajedrez para ganar a la Clave y limpiar la raza de los nefilims, creando uno más puros y poderosos, según él. Plan que solo se mueve desde la envidia que tiene de los subterráneos. Por suerte yo no tenía ese problema de envidia, pero si consideraba que los nefilims de ahora solo eran seres débiles sin ningún tipo de poder, por lo menos no uno importante.
Le dije lo que pasaría si decidiéramos encerrar a los subterráneos, sería una buena idea esa clase de tortura si nosotros tuviéramos tanta longevidad como algunas de esas criaturas, sobre todo los brujos y los vampiros. Sin embargo no la teníamos, así que no valía demasiado la pena. Ella intentó aclarar a lo que se refería, yo me esperaba algo así, pero por lo menos le hice ver lo que pasaría si decidiéramos hacer algo como eso. A pesar de su explicación, sería la misma tortura por menos tiempo. Suspiré como si estuviera cansado.
-Imagínate a dos hombres lobos, -comencé a proponerle. -uno de ellos joven y el otro de edad media. El joven se acaba de convertir en licántropo y sin darse cuenta, mata a su mejor amigo al perder el control de su cuerpo en su primera transformación. El segundo hombre lobo de edad media, veterano, uno de los más duros de su raza... Decide empezar a matar gente, sabiendo la ley que se le puede imponer... ¿De verdad crees que sabiendo lo que el veterano sabe va a cambiar de opinión? ¿Arrepentirse? El novato, claro que lo hará, si es buena persona a lo mejor es un psicópata con un largo historial de violencia. -como yo, pensé. -Lo que quiero decir, es que con el novato claro que se puede hablar con él, hacerle entender su nueva naturaleza, de hecho hay una organización que se encarga de los subterráneos recién convertidos... Pero con el veterano... eso ya es imposible. -suspiré de nuevo. -Y allí fuera... no tendrás muchas opciones, solo tendrás dos: Matar o dejar que te maten... -Era ley de vida o como muchas decían, la ley del más fuerte o la ley de la jungla, que era exactamente igual. Los nefilims no es que gozaran de muchas opciones.
En ese momento llegamos a la colina que se encontraba encima de la ciudad, nos dejaba unas magnificas vistas de ella. Decidimos parar a merendar algo, así que nos sentamos en unas rocas cercanas y comenzamos a comer. La galleta que me ofreció estaba realmente buena, por una vez que no le mentía. Vi como ella se comía su propia galleta, le dije que esperaba que el viaje no hubiera sido muy aburrido y tal vez contestó algo más entusiasmada de lo normal, algo que me dejaba claro que era una buena señal. La miré y le vi el chocolate en la comisura del labio.
-No te muevas. -le pedí con una gran sonrisa divertida, estiré mi mano hasta sus labios y con el pulgar le limpie la comisura del labio. Acto seguido me llevé el pulgar a mis labios y lamí la mancha del dulce que tenía en mi dedo. Seguía con la sonrisa en los labios. -Te habías manchado de chocolate. Y yo también me alegro de haberte encontrado por el camino, la verdad es que mis primos y yo no nos llevamos exactamente bien, tenemos temperamentos bastante diferentes. -sonreí con el claro mensaje de: “ es una lastima”. -Por cierto, ¿dónde vive tu tío exactamente?
Sebastian Verlac- El Círculo
- Mensajes : 43
Fecha de inscripción : 01/05/2014
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
En parte entendía lo que Sebastian quería decir, y sí que es una pena que a veces los mundanos no valorasen la vida que tienen y se hicieran daño unos a otros sin percatarse de otros males del mundo, como los demonios de los que nosotros les protegemos... o al menos espero formar parte de ello en breve, cuando me presente ante la Clave.
- Te entiendo, pero no deja de formar parte del libre albedrío del ser humano. Quizá, si llegase algún día a estar preparados para saber lo que hay más allá de ellos, intentarían estar más unidos, pero con ese pensamiento de que son la única especie inteligente que existe en el universo es un poco complicado.
Le dije con una leve sonrisa, que se ensanchó más alegre cuando me dio esa opinión de los libros.
- ¿Te gusta leer? Para mí es una de mis pasiones, junto con la música. Adoro aprender cosas nuevas en los libros o simplemente leer historias de aventuras, romances o magia. Al haber vivido solo con mi madre durante toda mi vida, era la mejor forma que tenía de aprender, además de a ella y a mi tío.
Me apenó saber lo de sus padres, algo con lo que intenté animarle. Es un chico maravilloso que se está portando muy bien conmigo y no merece que le ocurran cosas así. Por suerte no parecía sentirse demasiado mal por ello y con su tía se veía que estaba bien.
Asentí con una dulce sonrisa, segura completamente de ello.
- Estoy segura. Sé que no nos conocemos demasiado, pero has sido muy bueno conmigo y me pareces un chico estupendo. Sería imposible que fuese de otro modo.
Mientras caminábamos hacia la ciudad, hablamos sobre la posibilidad de intentar integrar a los subterráneos. Entendía que para él mis esperanzas fueran demasiado utópicas, yo misma lo reconocía, pero aun así intentaría hacer todo lo posible por ayudar a construir un mundo así, aunque no llegase a vivir para verlo. Me conformaría con aportar mi granito de arena.
- Lo entiendo y sé que es muy utópico por mi parte pretender que las cosas cambien de la noche a la mañana, pero al menos yo siempre intentaré establecer un diálogo antes de iniciar una pelea, y procuraré no matar a nadie siempre y cuando pueda evitarlo. Entiendo que los demonios puros son otro asunto y en eso no me opongo, pero creo que cualquier chispa de humanidad debe intentar respetarse. Y no creas que no sé defenderme, mi tío me entrenó como a cualquier otro cazador de sombras, pero procuro usar la violencia lo menos posible. Mi madre dice que puede ser por mi sangre de ángel.
Llegamos a una colina desde donde podía contemplarse la ciudad y entonces nos sentamos a merendar algo. Me alegré de que le gustasen las galletas que hice con mi madre anoche, y esperaba que fuese igual con la cena que esperaba prepararle al llegar.
Me extrañó cuando me dijo que no me moviera, y por un momento me tensé pensando que había visto algo malo, pero cuando le vi sonreír y me quitó ese resto de chocolate del borde de mis labios, mis mejillas se tiñeron de un tono rosado intenso, esbozando una tímida sonrisa.
- Gracias...
Le dije, bajando un poco la mirada y centrándome en la galleta, con una dulce sonrisa y un fugaz pálpito en mi pecho. Es tan dulce...
Me contó que no se llevaba muy bien con sus primos y que también se alegraba de conocerme, así que le propuse una idea.
- Bueno, si en algún momento necesitas salir o dar un paseo, puedes venir a buscarme siempre que quieras. Me encantará pasar tiempo contigo.
Me preguntó por la casa de mi tío, haciendo memoria por un momento.
- Pues está cerca de la entrada norte, a un par de calles a la derecha y hacia dentro. No se tarda más de diez minutos apenas entras por esa puerta. Y creo que hemos dado con el lado correcto.
Si no estoy mal, creo que la entrada más cercana que tenemos al bajar esta colina es la entrada norte.
Le ofrecí alguna galleta más por si quería antes de continuar y entonces le dije alegremente.
- Bueno, pues cuando quieras bajamos la colina. En cuanto lleguemos, si está mi tío, te lo presentaré. Si no será que está en alguna reunión, así que volvería tarde.
Si es así, empezaría la cena para nosotros solos, porque por lo que me dijo mamá, si es el caso, llegaría tarde y pasada la hora de la cena.
- Te entiendo, pero no deja de formar parte del libre albedrío del ser humano. Quizá, si llegase algún día a estar preparados para saber lo que hay más allá de ellos, intentarían estar más unidos, pero con ese pensamiento de que son la única especie inteligente que existe en el universo es un poco complicado.
Le dije con una leve sonrisa, que se ensanchó más alegre cuando me dio esa opinión de los libros.
- ¿Te gusta leer? Para mí es una de mis pasiones, junto con la música. Adoro aprender cosas nuevas en los libros o simplemente leer historias de aventuras, romances o magia. Al haber vivido solo con mi madre durante toda mi vida, era la mejor forma que tenía de aprender, además de a ella y a mi tío.
Me apenó saber lo de sus padres, algo con lo que intenté animarle. Es un chico maravilloso que se está portando muy bien conmigo y no merece que le ocurran cosas así. Por suerte no parecía sentirse demasiado mal por ello y con su tía se veía que estaba bien.
Asentí con una dulce sonrisa, segura completamente de ello.
- Estoy segura. Sé que no nos conocemos demasiado, pero has sido muy bueno conmigo y me pareces un chico estupendo. Sería imposible que fuese de otro modo.
Mientras caminábamos hacia la ciudad, hablamos sobre la posibilidad de intentar integrar a los subterráneos. Entendía que para él mis esperanzas fueran demasiado utópicas, yo misma lo reconocía, pero aun así intentaría hacer todo lo posible por ayudar a construir un mundo así, aunque no llegase a vivir para verlo. Me conformaría con aportar mi granito de arena.
- Lo entiendo y sé que es muy utópico por mi parte pretender que las cosas cambien de la noche a la mañana, pero al menos yo siempre intentaré establecer un diálogo antes de iniciar una pelea, y procuraré no matar a nadie siempre y cuando pueda evitarlo. Entiendo que los demonios puros son otro asunto y en eso no me opongo, pero creo que cualquier chispa de humanidad debe intentar respetarse. Y no creas que no sé defenderme, mi tío me entrenó como a cualquier otro cazador de sombras, pero procuro usar la violencia lo menos posible. Mi madre dice que puede ser por mi sangre de ángel.
Llegamos a una colina desde donde podía contemplarse la ciudad y entonces nos sentamos a merendar algo. Me alegré de que le gustasen las galletas que hice con mi madre anoche, y esperaba que fuese igual con la cena que esperaba prepararle al llegar.
Me extrañó cuando me dijo que no me moviera, y por un momento me tensé pensando que había visto algo malo, pero cuando le vi sonreír y me quitó ese resto de chocolate del borde de mis labios, mis mejillas se tiñeron de un tono rosado intenso, esbozando una tímida sonrisa.
- Gracias...
Le dije, bajando un poco la mirada y centrándome en la galleta, con una dulce sonrisa y un fugaz pálpito en mi pecho. Es tan dulce...
Me contó que no se llevaba muy bien con sus primos y que también se alegraba de conocerme, así que le propuse una idea.
- Bueno, si en algún momento necesitas salir o dar un paseo, puedes venir a buscarme siempre que quieras. Me encantará pasar tiempo contigo.
Me preguntó por la casa de mi tío, haciendo memoria por un momento.
- Pues está cerca de la entrada norte, a un par de calles a la derecha y hacia dentro. No se tarda más de diez minutos apenas entras por esa puerta. Y creo que hemos dado con el lado correcto.
Si no estoy mal, creo que la entrada más cercana que tenemos al bajar esta colina es la entrada norte.
Le ofrecí alguna galleta más por si quería antes de continuar y entonces le dije alegremente.
- Bueno, pues cuando quieras bajamos la colina. En cuanto lleguemos, si está mi tío, te lo presentaré. Si no será que está en alguna reunión, así que volvería tarde.
Si es así, empezaría la cena para nosotros solos, porque por lo que me dijo mamá, si es el caso, llegaría tarde y pasada la hora de la cena.
- OFF::
- Oye, si quieres para ir acortando un poco, podemos cerrar este rol, nos bajas a los dos por la colina y abro un tema nuevo en Alacante para la cena, así volvemos a iniciar posts más fluidos. Si prefieres seguir en este tema, seguimos por aquí sin problemas. Si te parece mejor abrir nuevo, en cuanto me digas y postees aquí, abro el siguiente y te lo mando ^-^
Valyria Silversun- Nefilims
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 03/05/2014
Localización : Idris, aunque últimamente tiene más libertad de movimiento.
Re: Camino a la ciudad {Sebastian}
Los mundanos eran seres que realmente dejaban que desear. Nosotros éramos humanos como ellos, no obstante nosotros, los cazadores de sombras, éramos más poderosos que ellos por un simple motivo, que alguien tenía que manejar la tierra sin que los mundanos se dieran cuenta. La Clave era tan rica por las donaciones que los gobiernos nos daban como pago para mantener a salvo a los mundanos corrientes, si el ángel hubiera querido que todos fueran capaces de enfrentarse a los demonios no habría dado su sangre solo a unos pocos hombres. Dudaba que los mundanos se unieran si descubrían a los demonios, creo que solo podrían a los demás justo delante para que ellos cayeran primero, mientras que los más inteligentes o lo más cobardes, según como lo vieras, se esconderían de ellos. Ahí quedaba el honor de los mundanos, mejor era usarlos como carnada para los demonios. Aunque a mí no me convenía que los demonios fueran derrotados y expulsados de la tierra.
-A veces la ignorancia de la felicidad. -dije con una sonrisa a medio lado, que no transmitía felicidad. -Supongo que para algunos es mejor eso que saber toda la verdad, porque si no todo su mundo se derrumbaría.
Los humanos eran tan delicados en ese aspecto, cualquier cosa que les pasara en sus vidas era capaz de arruinarlo todo y sumirlos en una depresión que ni si quiera ellos mismo se aguantaban. Los cazadores rara vez teníamos eso, no digo que no exista, solo que pensábamos que la venganza era más productiva que compadecernos a nosotros mismos. Esa actitud no nos mantendrían con vida.
La sonrisa de Valyria se ensanchó cuando me escuchó hablar de los libros, era una de las pocas cosas que podía decir que si me gustaban. Mayormente porque mi padre solo me había enseñado a leer porque el primer libro que me entregó era para saber más sobre los demonios, aunque más tarde estuviera en la compañía de mi madre. Lilith me había enseñado cosas interesante sobre los demonios, a parte de aprender de mi padre lo que tenía que hacer para controlarlos y matarlos.
-Sí, me gusta leer. -le dije con una sonrisa amable. -Aunque viaje los libro siempre consiguen llevarme a otra parte muy diferente.
Le conté sobre lo que sucedió con mis padres, bueno, con los padres de Sebastian. No era oportuno decir que mi madre biológica, la que me dio a luz me repudiaba, la madre que me dio al sangre era un demonio mayor, incluso más antiguo que la tierra misma y que mi padre querría acabar con todos los subterráneos y la Clave para autoproclamarse líder de los nefilims. Y que de paso había hecho experimentos conmigo para hacerme lo que soy ahora. Creo que no era apropiado decir esa clase de cosas, y más cuando recién nos acabábamos de conocer.
-Gracias. -le dije con una gran sonrisa y un tono lleno de entusiasmo. -También me pareces una persona increíble Valyria, no pensaba que en tan poco tiempo pudiéramos conectar de esta manera. -le dije con un tono entre seductor y confidente. Escuché atentamente lo que decía sobre los subterráneos, supongo que era un bonito ideal, pero pocos años de acuerdos no van a borrar los milenios en el que el ser humano ha estado en guerra con las criaturas del submundo. -Te aseguro que a veces no te dan la oportunidad de entablar una conversación, pero solo son unos pocos. Muchos prefieren hablar antes que caigamos sobre ellos. -prefieren huir en vez de ser ejecutados. Me daban pena, pero muchos eran unos cobardes.
Llegamos a la colina y nos sentamos en una piedra para merendar. Mientras comíamos reconocí que de verdad las galletas estaban buenas, algunas cosas no me importaba decir la verdad, además, en este caso me beneficiaba más decir la verdad que decir todo lo contrarío. Le avisé que no se moviera y le limpié la comisura de la boca, donde tenía una mancha de chocolate. Sus mejillas se tiñeron de rosa cuando lo hice.
-De nada. -le dije con una sonrisa amable y un tono alegre en mi voz. -A mí también me encantaría pasear contigo. -le pregunté por la casa de su tío me indicó el camino y cuando hubo terminado le sonreí y me puse en pie. -Será mejor que lleguemos a casa de tu tío. -le dije mientras recogí su maleta de nuevo y le ofrecía el brazo. Tras recogerlo todo volvió a tomar mi brazo y la llevé a casa de su tío, mientras que seguíamos teniendo una agradable conversación.
Off: mejor abrir un nuevo tema y este cerrarlo ^^.
-A veces la ignorancia de la felicidad. -dije con una sonrisa a medio lado, que no transmitía felicidad. -Supongo que para algunos es mejor eso que saber toda la verdad, porque si no todo su mundo se derrumbaría.
Los humanos eran tan delicados en ese aspecto, cualquier cosa que les pasara en sus vidas era capaz de arruinarlo todo y sumirlos en una depresión que ni si quiera ellos mismo se aguantaban. Los cazadores rara vez teníamos eso, no digo que no exista, solo que pensábamos que la venganza era más productiva que compadecernos a nosotros mismos. Esa actitud no nos mantendrían con vida.
La sonrisa de Valyria se ensanchó cuando me escuchó hablar de los libros, era una de las pocas cosas que podía decir que si me gustaban. Mayormente porque mi padre solo me había enseñado a leer porque el primer libro que me entregó era para saber más sobre los demonios, aunque más tarde estuviera en la compañía de mi madre. Lilith me había enseñado cosas interesante sobre los demonios, a parte de aprender de mi padre lo que tenía que hacer para controlarlos y matarlos.
-Sí, me gusta leer. -le dije con una sonrisa amable. -Aunque viaje los libro siempre consiguen llevarme a otra parte muy diferente.
Le conté sobre lo que sucedió con mis padres, bueno, con los padres de Sebastian. No era oportuno decir que mi madre biológica, la que me dio a luz me repudiaba, la madre que me dio al sangre era un demonio mayor, incluso más antiguo que la tierra misma y que mi padre querría acabar con todos los subterráneos y la Clave para autoproclamarse líder de los nefilims. Y que de paso había hecho experimentos conmigo para hacerme lo que soy ahora. Creo que no era apropiado decir esa clase de cosas, y más cuando recién nos acabábamos de conocer.
-Gracias. -le dije con una gran sonrisa y un tono lleno de entusiasmo. -También me pareces una persona increíble Valyria, no pensaba que en tan poco tiempo pudiéramos conectar de esta manera. -le dije con un tono entre seductor y confidente. Escuché atentamente lo que decía sobre los subterráneos, supongo que era un bonito ideal, pero pocos años de acuerdos no van a borrar los milenios en el que el ser humano ha estado en guerra con las criaturas del submundo. -Te aseguro que a veces no te dan la oportunidad de entablar una conversación, pero solo son unos pocos. Muchos prefieren hablar antes que caigamos sobre ellos. -prefieren huir en vez de ser ejecutados. Me daban pena, pero muchos eran unos cobardes.
Llegamos a la colina y nos sentamos en una piedra para merendar. Mientras comíamos reconocí que de verdad las galletas estaban buenas, algunas cosas no me importaba decir la verdad, además, en este caso me beneficiaba más decir la verdad que decir todo lo contrarío. Le avisé que no se moviera y le limpié la comisura de la boca, donde tenía una mancha de chocolate. Sus mejillas se tiñeron de rosa cuando lo hice.
-De nada. -le dije con una sonrisa amable y un tono alegre en mi voz. -A mí también me encantaría pasear contigo. -le pregunté por la casa de su tío me indicó el camino y cuando hubo terminado le sonreí y me puse en pie. -Será mejor que lleguemos a casa de tu tío. -le dije mientras recogí su maleta de nuevo y le ofrecía el brazo. Tras recogerlo todo volvió a tomar mi brazo y la llevé a casa de su tío, mientras que seguíamos teniendo una agradable conversación.
Off: mejor abrir un nuevo tema y este cerrarlo ^^.
Sebastian Verlac- El Círculo
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Fecha de inscripción : 01/05/2014
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