Parece que Jace no está por aquí... Y ahora como salgo de esta? (Zacaryas)

Cada noche estaba más cansado de la situación. Jace continuaba saliendo a escondidas, sin avisar, de cacería, aún cuando habían discutido sobre los riesgos que ellos conllevaba. Teóricamente esa noche iban a salir juntos, pero cuando fue a buscarlo al cuarto de armas, faltaban las que él normalmente usaba y no aparecía en ningún lado del instituto. Dedujo que ya habría salido, y luego de golpear con cierta furia la puerta de la habitación de su parabatai, busco el esplendoroso arco que le había regalado Annabeth unos días atrás, y se dirigió a la salida del instituto, resuelto a buscarlo en los lugares que solían frecuentar, empezando por Pandemónium.

Luego de cubrirse de runas y glamours en un callejón, se acercó a la entrada del club, e ingreso, desapercibido a los ojos del guardia de seguridad que custodiaba la puerta. Mundanos... Ciegos para tantas cosas, pensó con una sonrisa de suficiencia, si tan sólo supieran todo lo que hacemos por ellos...

Una vez dentro del local, comenzó a deambular entre las personas, buscando a Jace con la vista. No parecía estar en ninguno de los lugares donde normalmente aguardaban a que alguien mordiera el anzuelo, aunque esto no le pareció raro, ya que el anzuelo, su hermana Izzy, había quedado en su habitación del instituto, ajena a toda esta locura de las cacerías desorganizadas.

En un momento, nota a un joven. Atractivo, piensa con un sonrojo en su rostro, aunque no tanto como Jace... Ni como Magnus. Este último pensamiento lo sorprendió, ¿desde cuándo Jace estaba a la altura de Magnus? Intentó concentrarse de nuevo en el joven. Notaba algo extraño en él. Expulsaba cierta energía... Y la forma en que miraba a la gente le hacía poner en estado de alerta. Se maldijo a sí mismo por haber salido tan a los apurones y tener poco mas que el arco y las flechas, ya que tenia solo un pequeño serafín aparte, que estaba escondido en su carcaj de flechas. Lo tomó y lo escondió en su manga resuelto a acercarse lo más sigilosamente posible al sospechoso, y detenerlo si estaba en sus planes dañar a alguien. Después de todo, con Jace o sin el, el era un cazador de sombras, y a ello se dedicaba.

Era imposible que eso estuviera sucediendo, pensó, en las pocas décimas de segundo en las que casi se deja atrapar por el pánico. Él no puede haberme oído venir, no con las runas... Pensó en correr, el que lo haya oído solo era un equivalente de su poder, lo que significaba que este demonio esta fuera del alcance de sus posibilidades, armas y velocidad. Aunque correr no lo salvaría, se veía en sus ojos como disfrutaba de este momento, como ansiaba que el otro hiciera un movimiento en falso para poder aprovecharse de la situación y tomar ventaja...

Titubeo, antes de responder, intentando parecer seguro de sí mismo, y de desprender esa arrogancia que impregnaba el aire cuando Jace estaba a cargo. - Quizás ésta sea tu fiesta de bienvenida... Aunque dudo que tu estés invitado... - lo provoca, pensando en lo que Jace diría, antes de descubrir el serafín en su mano e intentar atacar a su enemigo, pensando en que quizás tenía alguna chance, una mínima, en fin, de salir airoso de esa situación. Se maldecía a sí mismo por haber sido tan idiota como lo era Jace, de salir sólo, sin avisar a nadie, ni siquiera a Izzy, quien lo hubiera comprendido.

Sabía que se jugaba mucho con esa estocada, la hoja era pequeña, ya que ese arma no era su fuerte. Sabia que podía acertarle, en una bendición del ángel. Quería creer en eso, en que el ángel lo guiaría, como siempre lo había guiado en la retaguardia con el arco, cuidando a Jace y a Izzy, que era en realidad su especialidad, mas allá de matar demonios, siempre concentraba su energía en protegerlos, y en este momento, a quien protegía? ¿A un grupo de mundanos que jamas le agradecería ni sabría lo que había hecho por ellos? Parecía un esfuerzo vano, pero estaba destinado a aquello. Estaba destinado a proteger a todos aquellos ignorantes quienes desconocían su existencia, desconocían los riesgos a los que estaban expuestos, riesgos como el demonio que estaba frente a él, y que, con suerte, pronto volverían a su hogar.

Miró a su alrededor, intentando comprender que pasaba, no entendía que había sucedido, todo se había tornado oscuro, y la musica no sonaba, o al menos el no la oía. No distinguía a ninguna de las personas que había estado poblando el club minutos antes, sólo era capaz de encontrar con su mirada al demonio, que cada vez lo hacía sentir más inseguro. Tragó saliva, mirando una vez más a su alrededor, esperando descubrir que todo era una ilusión, su instinto se lo decía, se lo gritaba. El demonio estaba jugando con su mente, pero no podía resistirse, él era mas poderoso que él. "Ave atque vale", pensó, "al menos podré defender a un mundano, prolongar su vida un poco más".

Cuando volvió la vista al demonio, se sorprendió al ver que había desaparecido, y que en su lugar, aún rodeado por la oscuridad, habían aparecido Magnus y Jace, juntos. Aún recordaba las últimas palabras que había oído de Jace, aún le dolían; pero la presencia de Magnus lo confundía aún más. Él lo había cuidado la noche anterior en su casa, le había dado refugio, y sabía que había discutido con Jace, por lo que le extrañaba verlos allí, uno al lado del otro, como si fueran mejores amigos.

-¿Qué... qué sucede? - preguntó nervioso. No comprendía que veía a su mayor miedo volverse realidad delante de sus ojos, que Jace pronto sonreiría con sorna y le informaría que Magnus lo había utilizado, que se había querido vengar de él por tantos años de sentimientos propios de un niño estúpido, que como había podido ser tan iluso de pensar que alguien, Jace o Magnus, podría fijarse alguna vez en él, Alec, un niño tímido y cobarde que prefería los libros a los cuchillos.

Retrocedió, negando con la cabeza, no quería ni podía creer en lo que veía y escuchaba, y pronto las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos. Pensó que era de nuevo Jace, este nuevo Jace destructivo que buscaba dañar a todos, que todo era obra suya, y se dirigió de lleno hacia él, con el puño dispuesto a golpear su ojo, mientras las lágrimas comenzaban a caer y el miedo y el dolor se daban la mano en su interior.

No sabía que había sucedido. Recodaba ir corriendo hacia Magnus y hacia Jace. Pero ahora estaba en el piso, y el demonio se cernía de nuevo sobre él. ¿Cómo había llegado allí? ¿Adonde habrían ido Magnus y Jace? ¿Habrían venido sólo para insultarlo y entregarlo al demonio? ¿Porqué habían sido tan crueles con él? Él, que de entre toda las personas, intentaba ayudar a Jace, aún cuando sabía que este no quería ayuda, o él, el joven, que si bien inexperto, había pasado la noche junto al brujo, durmiendo, y había pensado... Ahora no importaba lo que pensaba... Ahora sabía la verdad. Ahora sólo podía llorar y darse por vencido... Mejor que el demonio se ocupara de él, así no debía sufrir de nuevo, así no tenía que volver a verlos reírse de él.

Sintió que le rasgaba la ropa. Sintió que hablaba, pero ya no le importaba nada. Apretaba los dientes, mientras esperaba el golpe final, para evitar pedirle que se apure. No, no perdería completamente su orgullo, no tan cerca del final. Cuando por fin sintió las garras desgarrando la piel de su espalda, sintiendo la quemazón de la ponzoña demoníaca comenzando a recorrer por sus venas y la sangre empezando a emanar de su espalda, sintió el mayor dolor de su vida, soltando un grito que incluso a pesar de las runas pudo haber sido percibido por un mundano. También sintió el mayor alivio. Él no temía a la muerte. Él temía al rechazo, y ya habiendo sido rechazado por dos personas a las que apreciaba, ¿que sentido tenía seguir luchando? ¿Por quién, por Izzy, por Max o por sus padres? Ninguno estaba allí. Ninguno se preocupó por él, ni durante las noches que salía hacía el hogar de Magnus ni por esta noche, que había cometido la mayor y última imprudencia de su vida. Estaba sólo allí, entregándose a los brazos de alguien más, de alguien definitivo, de alguien que no podría rechazarlo, y que sólo deseaba algo de él: Que muera.

Cerró los ojos, esperando que ocurriera, intentando no escuchar a la voz que le sugería que todo esto era una simple trampa... ¿Qué sentido tenía escucharla, si le sugería que luchara, cuando él no tenía ganas de luchar? Quería quedarse allí sufriendo la ponzoña que carcomía su cuerpo, era mejor sufrir eso que oír de nuevo las palabras de Jace o de Magnus de nuevo, oír como él sólo era un accesorio o una especie de trofeo para el rubio y una especie de juguete para el brujo, puro entretenimiento. Prefería morir por una trampa que despertar de ese ensueño y descubrir que todo era verdad. Que no le importaba a nadie. Sonrió, mientras se daba cuenta que se equivocaba... La muerte lo deseaba. Cayó en la inconsciencia, dejando de nadar contra la corriente, y comenzando a sumergirse en ese mar oscuro que lo rodeaba.