Ven aquí, niña. Ya sabes que no me gusta que me hagan esperar. [Flashback] (Evangeline)

Había pasado la mayor parte de su día lidiando con problemas. Los energúmenos que pertenecían a su clan eran poco más que la lacra de los vampiros de Nueva York, lo que los convertía en los mejores. Al fin y al cabo, no era culpa suya que esta ciudad apestara tanto a mal gusto y que la decadencia fuera la orden del día. Su clan estaba compuesto, al fin y al cabo, por lo mejorcito que pudo encontrar.

Se tiró con delicadeza sobre el diván, ya que una dama de su clase no podía perder el decoro ni aún estando exhausta. Aquella, su habitación, era el ala mejor equipada y cuidada de todo el hotel. Tenía electricidad y paredes que no se caían a pedazos. Estaba amoblada con gusto, y acorde a la época de los detalles estructurales de esa parte del hotel. Ella estaba satisfecha con el resultado, aún cuando había sido obra exclusiva de Archer y Walker. Ella sólo había tenido que decir "Hagan de este un espacio adecuado para mí" y con eso había bastado para que se formara el espacio que disfrutaba en este momento.

Jugueteo con sus cabellos, pensando en que podría alegrar su día, o al menos, hacerlo más ameno. Archer y Walker la harían enfurecer, era en días como estos en que los consideraba sosos y unos completos inútiles al haber dejado que ella debiera enfrentarse sola a tantos problemas. Sonrió seductoramente pensando en que quizás podría disfrutar de aquella chiquita que hace poco había pasado a estar bajo su cuidado: una mundana que parecía ser una mascota de los submundos. Había pasado por muchos de estos, y ahora estaba a su cargo. Le entretenía ser servida por ella, era deliciosa a la vista, y suponía que no debía saber muy mal, aunque aún no lo había averiguado.

Gritó su nombre, para que viniera con la premura que ella esperaba. Pronto estaba allí, asomando su cabeza por detrás de la puerta. Algo exasperada, le instó a que se acercara aún más. - Ven aquí, niña. Ya sabes que no me gusta que me hagan esperar. Y mientras más te demores, más tentada estaré de castigarte. - dijo, de manera severa, aunque divertida por dentro. La fragilidad de los mundanos era algo que la divertía, al fin y al cabo, poco recordaba de cuando ella era uno. Sólo recordaba los momentos más dolorosos, aquellos que habían forjado su carácter egoísta, pero poco caso había de ellos ya. Era una baronesa, y las baronesas no lamentaban cosas. No era digno de ellas.

El hotel era un desastre, si bien en algún momento había sido espectacular y aun conservaba cierto aire romántico aunque cubierto de telarañas y polvo. Me acomode sobre los restos de una chimenea con los pies colgando a un lado, mi mirada inquieta iba a todos lados y un sudor frió me subía por la espalda. Por mucho que mi nueva ama me hubiera asegurado que nadie me tocaría mientras fuera de ella no terminaba de fiarme de su palabra, después de todo era una subterranea.
No sabía la cantidad exacta de vampiros que vivían en el hotel pero suponía que los suficientes para haber nombrado Dumort a aquel lugar. Algunos de ellos pasaban caminando tan cerca que me hacían querer encogerme en algún rincón pero me obligue a guardar la calma.

Me sobresalte cuando mi ama me llamo y sin dudarlo salte desde la chimenea para ir a su habitación, la única que realmente tenia un aspecto decente en toda esa pocilga. Mientras me acercaba no pude menos que sentirme deslumbrada por la gélida belleza de la vampiresa. Con la piel de alabastro y los labios más rojos que he visto en mi corta existencia lady Belcourt era el ejemplo perfecto de belleza inhumana, pero al contrario que la mayoría eso no me hacía desear estar mas cerca suyo.
-Lo siento mi lady-murmuro bajando la mirada. Me mantengo de pie al lado del diván, tan cerca que con estirar sus dedos podría rozarme. Esa no era la primera vez que estaba bajo el cargo de un vampiro pero sin duda ella distaba mucho de ser como los otros, podía percibir su poder lo que quería decir que era una vampiresa ciertamente antigua.
-¿Qué puedo hacer por usted?
Me mantengo erguida, quieta y mirando hacia el piso tal y como debía hacerlo pero podía sentir mi pulso acelerándose.

Sonrió ante la obediencia de la muchacha, eso era algo que la complacía a sobremanera, le recordaba las mejores épocas, donde la aristocracia aún tenía relevancia, no en este mundo insulso donde todos eran "iguales". No eran sus rubios cabellos ni la blancura de su piel la que la hacían creerse superior, sino su educación, su buen gusto, todo aquello que la diferenciaba de la gente que deambulaba sin más por la vida. Parecían todos tan apurados para llegar de un lado al otro, apresurados de una manera que ella nunca había observado en toda su larga vida, como si el tiempo, además de no serles suficiente (al fin y al cabo, eran mortales), tuviera un valor extra. Nunca se detenían a mirar la belleza que los rodeaba, sólo pensaban en cosas tangibles: dinero, casa, familia, sexo; olvidando disfrutar. Vivían un sueño americano que nunca habían soñado. Pobres ignorantes, parecían autómatas de mala calidad.

Sentir el pulso en su cuello latiendo, a pesar de estar algo alejada, le hizo agua la boca. Tuvo que reprimir sus colmillos en el interior de esta, para evitar atraerla y bebersela de un saque. Sólo bebería su sangre si la otra lo pedía, era parte de su idea: para ser la reina se necesitaba de la pleitesía del resto, no bastaba con el título. Suspiro, intentando relajarse, aunque sabía que ahora necesitaba algo de alimento. No creía que Archer le hubiera traído a alguien todavía, por lo que debería conformarse probablemente con una bolsa de sangre del deposito.

- Ve y traeme una de esas repugnantes bolsas de sangre - dijo, haciendo una mueca de asco, no pudo reprimirla, era una sangre más espesa, con químicos agregados y encima fría. - Dado que no hay nada mejor para beber y el inepto de Archer no ha cumplido con su deber, deberé conformarme con eso. - estiró su cabeza hacia atrás, dejandola colgar apenas mientras se aflojaba el cuello y sentía crecer su mal humor. Tenía hambre y debería alimentarse de algo tan poco digno de su persona que la enfurecía a niveles peligrosos. Tamborilleo sus dedos en el respaldar, mientras esperaba que la muchacha se moviera, su miedo, su latido la enceguecía más y más por el deseo de probar su sangre, pero si se dejaba llevar por un arrebato, no sería mejor que la lacra que circulaba por el resto del hotel. Miro a la muchacha girando apenas la cabeza - ¿Vas a ir o dejarás que me muera de hambre?

Su pedido me deconcierta ¿acaso no estoy aquí para hacer de nevera andante? Al menos eso esperaba, es decir que siempre que había estado bajo el cuidado de un vampiro mi principal función a desempeñar era el de aperitivo con piernas. Miro a la vampiresa entrecerrando los ojos intentando descubrir que hay detrás de esto. Era una tontería, de hecho debería estar bailando de felicidad por no ser el alimento de esta noche pero me encuentro en una situación que me es desconocida, no me gusta no saber de que van las cosas.

Ante su reclamo pego un respingo y me doy media vuelta para dirigirme al deposito. El ver las bolsas de sangre me revuelve el estomago, no por la sangre en realidad sino porque no me puedo imaginar a alguien bebiendo de ellas, siendo sincera incluso el hecho de beber de una persona me parecía menos desagradable. Pongo la sangre en una copa manchandome los dedos accidentalmente y me contengo para no preguntarme de donde viene esa sangre, mi curiosidad es mucha pero uno de mis lemas era: Entre menos sepas mejor y eso se aplicaba perfectamente a la situación.
Me doy vuelta para llevarle a lady Belacourt la copa y entonces me detengo y la coloco sobre una mesita.
-Tal vez preferiría usted un poco de sangre mas...fresca-digo lentamente apartándome el cabello del cuello para dejarle ver mi garganta. Prefiero ofrecerle mi sangre en ese momento a verme obligada en el futuro, a demás entre más rápido bebiera de mi sangre más rápido podría controlar yo la conexión vampiro/humano. Esa era una de las cosas sobre los vampiros, si bebías su sangre se creaba cierta conexión con ellos, como una fase de amor loco, con el tiempo y la practica había logrado minimizarlo lo más posible pero siempre tomaba tiempo y como no sabía cuanto iba a estar al servicio de lady Belacourt lo mejor era inmunisarme cuanto antes.

La vampiresa se sonrió, satisfecha de sí misma. Sabía que la muchacha le ofrecería su sangre tarde o temprano, pero no esperaba que fuera tan pronto. O realmente la intimidaba o la niña tenia una especie de delirio suicida, que hacía que le gustara jugar a hacer equilibrio en la delgada línea entre la vida y la muerte. Siempre estaba, por supuesto, el aturdimiento que le daba a los humanos cuando los vampiros bebían de ellos, el de siempre buscar más, como si fuera cualquier estupefaciente mundano, de esos que tanto tenían embelesados a los muchachos modernos, y que arruinaban tanto el gusto de la sangre.

Olfateó el aire, con delicadeza, acorde a su título de nobleza, obviamente. Sentía más y más sed a medida que se intensificaba el aroma luego de que hubiera descubierto su cabello y liberado su cuello. Podía sentir la sangre venosa y la arterial... La venosa era como un vino de baja calidad, oscura, como si tuviera borra, con un gusto grosero, nada delicado... En cambio... La arterial era deliciosa, el sueño de todo vampiro, aunque se necesitaban años para aprender a beber de ella sin matar, llegando a detenerse en el momento justo. Suspiró, sintiendo como sus colmillos le molestaban en el interior de los labios - Como negarme a algo que se ofrece de manera tan voluntaria... Y que promete ser tan delicioso - dijo, sentándose en el diván, dejando espacio para que la muchacha se sentara tambien, haciendo hincapié con unas palmaditas para que se sentara.

Sentía otro olor más, de otra sangre, algo más rancia, como la que venía en las bolsas. No era sólo el aroma que provenía del vaso, sino... Recorrió todo el lugar con la vista, para descubrir unas manchas en los dedos de Evangeline. Eso aumentó su sed aún más, y no dió tiempo a que la chica se sentara de manera tranquila y relajada, sino que tomó la mano manchada y la atrajo hacia ella, sentandola de golpe. Luego de lamer los dedos manchados, en lo que podría tomarse como "un aperitivo de baja calidad", lamio el cuello donde iba a morder, antes de hincar los dientes en él.

La eternidad nunca le daría suficiente de aquella sensación, de cuando la sangre arterial comienza a mudarse desde el cuerpo del humano al cuerpo propio. La vitalidad comienza a recorrerla, y bebe por un largo tiempo, soltando gemidos de placer al sentir la deliciosa sangre bajar por su garganta. Un rato luego de que hubiera quedado satisfecha (no supo resistirse a beber un par de tragos más, de todas formas, quedaba un largo trecho antes de que logrará beber una cantidad mortal), se separo y volvió a lamer el cuello, ahora mordido, para que cicatrizara más rápido. Se echó atrás en el diván, y contempló divertida a la muchacha. Era una pena, de todas formas, que no fuera hombre, estos le resultaban divertidos en otros sentidos, aparte de poder alimentarse. Igual, la miró sonriente y chasqueó la lengua con fastidio al ver que aún no emitía expresión - Oye, niña, ¿te han comido la lengua los ratones? - le preguntó entre risas.

La sensación me es familiar, un par de labios con el tacto de la seda deslizándose sobre mi piel lentamente, el roce de una lengua y luego el delicado dolor cuando finalmente un par de colmillos perforan al piel hasta la vena. No cierro los ojos ni me dejo envolver en la tranquilidad que promete brindarme el simplemente dejarme llevar, eso podía significar el inicio de vinculo con el vampiro y yo no iba a permitirlo de manera que a pesar de que puedo sentir la pesadez en todo mi cuerpo lucho por mantener mi conciencia a flote.
Pienso en cosas mundanas, en cosas que no sean las sensaciones que rodean aquel acto ni el sonido de esos labios ni la calidez de su aliento, pienso es que mi hermana probablemente debe estar haciendo sus tareas, que mi hermano debe haber llegado de su trabajo (cualquiera que tuviera) y que el apartamento era un desastre, y cuando eso no funciona pienso en el brujo del que escapamos porque el miedo es la mejor forma de mantener los sentidos despiertos.
Cuando la vampiresa termina me mantengo erguida lo mejor que puedo y me estremezco cuando siento su lengua pasar sobre la sensible zona de mi cuello donde me ha mordido, mis piernas tiemblan y esa es la única razón por la que me siento en el diván a su lado.
-No señora, solo estoy cansada, espero que mi sangre le haya satisfecho-digo entre dientes manteniendo mi voz plana y sin emociones. Su risa es preciosa y cruel, en mi mente el sonido se mezcla con otros recuerdos de manera escalofriante y lucho por mantenerme tranquila. Cuando la miro su cuerpo desprende un nuevo brillo, es si eso es posible mas hermosa que antes y aunque se que se debe al vinculo tengo que luchar para no rogarle que vuelva a morderme, que me permita estar más cerca suyo.

En cuanto me siento lo suficientemente capaz de levantarme lo hago y me alejo tambaleante unos pases para resistir el impulso de besar sus manos.
-¿Hay algo más en que pueda servirle?-susurro sin llegar demasiado lejos.

La deleitaba de sobremanera la lucha interna que ocurría en la chica. Se notaba, en pequeños gestos que obviamente escapaban de su autocontrol, la niña comenzaba a mostrar signos de atracción hacia ella. Sin embargo, era evidente que peleaba contra ellos, intentando ser igual que ese copa con una sangre que parecía comenzar a coagularse: un recipiente para ser bebido, pero sin demostrar atracción por el consumidor. Frunció sus labios en una sonrisa, intentando evitar reír con malicia. Decide jugar un poco más con ella, después de todo, sólo era una simple mundana lo suficientemente estúpida como para relacionarse con los submundos. Nada que a Camille pudiera desvelar.

Finje pensar, mientras vuelve a subir las piernas al divan, subiéndose el vestido por sus piernas hasta casi los muslos debido a la nueva posición. Incluso recurre al cliché de colocarse un dedo en una comisura... Aquello era muy divertido. - Por supuesto que hay algo más que puedes hacer por mí... Archer y Walker no son muy... despiertos... Por lo que ignoro como es el día... En esta ciudad, en el mundo... Está tan cambiado... - se inclino apenas hacía delante, consciente que su perfume se haría mas fuerte y probablemente la muchacha se vería perturbada por él. - Cuéntame de él... De seguro eres observadora. - lo dijo como si estuviera depositando un voto de confianza en ella, como si creyera que Evangeline pudiera decirle algo que no supiera.

Mientras espera, toma un pañuelo que siempre tenía cerca, por las dudas se manchara al comer. Había descubierto una pequeña mancha cerca de su escote. La removió con facilidad, depositando el pañuelo por ahí luego. Ya alguien se encargaría de ordenar su desorden. Para algo eran sus sirvientes, al fin y al cabo. Aunque tecnicamente no les pagaba, salvo que permitirles seguir con vida fuera moneda de cambio en este nuevo milenio. Poco le importaba, de todas formas, ella era mas fuerte que todos ellos y podría asesinarlos en el momento que se pusieran molestos, cosa que no ocurriría por el vínculo contra el que Evangeline tanto luchaba. Era extraño... El vínculo le permitiría estar cerca de ella sin temor... Quizás tuviera algo por lo que luchar, pensó, sonriendo con una pizca ínfima de algo muy similar a la admiración. Pobres e ilusos mundanos... Vivían intentando detener el paso del tiempo y evitar así la llegada de la muerte, pero tarde o temprano se arrugaban como pergaminos y terminaban comidos por los gusanos. Era una batalla perdida antes de comenzarla, pero aún así... No comprendían que llevaban las de perder, como Evangeline, allí, delante suyo.

Me asombran su pedido y como se que no puedo simplemente decir que no me dejo caer sobre una silla cercana a la suya. Apoyo el codo sobre el brazo de la silla y me masajeo un poco la sien derecha intentando darle un orden lógico a mis pensamientos. Puedo sentir la atracción y también puedo ver como ella me incita a dejarme caer en aquella estúpida trampa, eso es lo que me da mayor fuerza de manera que a pesar del mareo y el impulso de tocar su marfileña piel mantengo bien aferrada a la silla.
-La vida de día es...hay muchisima gente, más que de noche, todas las tiendas están abiertas, la gente tropieza una con otra al abrirse paso por las calles. Las adolescentes visten colores chillones y zapatos altos, también hay hombres en traje de negocio que van a Wall Street u a sus lujosas oficinas, hay mujeres con sombreros y carritos que pasean a sus bebes, que llevan joyas caras. Pero también están los skaters con gorras y camisetas enormes que obligan a la gente a apartarse de su camino cuando pasan a toda velocidad haciendo trucos por las calles, hay vendedores que ponen sus puestos a la orilla de la calle para vender desde brazaletes caseros hasta comida chatarra, están los vagabundos vestidos con harapos llevando carretillas llenas de basura y con los ojos perdido, hay músicos callejeros que muestran su talento por un par de monedas, también están los extranjeros que pasean llevando gorras conmemorativas y se paran a señalar lo que se les pase por enfrente.
Tomo aire antes de continuar, mientras que sin darme cuenta gesticulo con las manos intentando expresar cosas que sin imposibles de explicar para alguien que no las ha vivido nunca.
-También hay olores, el olor a gasolina y a comida callejera, el olor a salchichas y a sudor y a perfume caro. El olor a especias que viene de la mano con las mujeres hindúes que se abren paso entre la gente con sus brillantes ropas, el olor a smog y humo pero también el olor mas suave, casi imperceptible de las flores que se siembran en pequeños grupos en las fachadas de alguna pastelería o un una maceta frente a una casa. Están los estudiantes de Instituto que salen a tomar un refrigero, los niños de mano de sus nanas o abuelas, los universitarios siempre cargados de libros y papeles, hay modelos que reparten panfletos en poca ropa para atraer la atención de la gente, hay desfiles, hay gente vestida como personajes de videojuegos o haciendo cosplay de animes. Puedes oír una orquesta de voces, el ruido de los autos, el sonido de algún saxofón o tal vez un violín a lo lejos.
Vuelvo a detenerme recordando en mi mente todos aquellos detalles, todos aquellos colores y olores y sonidos y también las sensaciones. La sensación de una multitud rosándose contra ti de forma desagradable, cuerpos sudados y a veces la mano traviesa de algún chico, también recuerdo la sensación del sol sobre la piel a veces demasiado ardiente y los escaparates de las joyerías que resplandecían de forma increíble, recuerdo el sabor de los perros calientes de la calle que prometían darte un buen dolor de estomago, monjas con sus sonrisas arrugadas, niños abrazados de las piernas de sus madres, y el subterraneo donde siempre había mas de una persona curiosa. Hay tantas cosas, tantos lugares, tantos tipos de persona que me doy cuenta de que si tuviera que explicarle todo lo que se puede ver de día no terminaría nunca, afortunadamente todos esos recuerdos parecen haberme despejado la cabeza de la atracción.
-La vida nocturna es diferente, mas lenta, mas pausada-concluyo pensativamente-muchos sonidos se pierden para entonces y también los olores. Son muy diferentes

La alegría y la emoción en la voz de la niña le resultaban aburridas. ¿Es que acaso no se daba cuenta que, por muy bonito que fuera el mundo exterior, ella ya no pertenecería a el? La frustraba notar un dejo de esperanza en su voz, es que pronto debería sucumbir al vínculo que empezaba a notarse, que tanto la tentaba. ¿Por qué no se dejaba vences, que podía ser tan importante como para luchar tan empecinadamente contra lo que le significaría poder relajarse, poder abandonarse a pensamientos nublados, vacíos de sentimientos y de preocupaciones.

Pronto, su relato comenzo a aburrirla. Incluso imito un bostezo, completamente innecesario para ella, al fin y al cabo no respiraba. Comenzó a mirar a su alrededor, buscando que su desinteres se tornara evidente. La miró con cierta dosis de fastidio, segura de que tarde o temprano su súbdita intentaría hacerla sentir feliz. Parecía no funcionar, estaba tan involucrada con su discurso que no notaba que le estaba comenzando a molestar. Y eso no era bueno para su supervivencia, ¿es que acaso no se daba cuenta? Estaba por hacer sonar su garganta cuando escucho lo último que dijo... ¿La ciudad de noche mas tranquila? Se nota que no debía conocerla bien.

Decidió emitir su opinión, y su voz sonó inundada de desprecio, imposible de quedar escondido dentro suyo - Se nota que no sales mucho de aquí, te debes estar oxidando... ¿La noche, más lenta? Asumo que nunca visitaste el Pandemónium. Si bien ahora esta en decadencia, es el verdadero sabor de la noche. A mano de sus verdaderos dueños, nosostros, los submundos. Tonta niña, decir que la noche es más lenta... ¿A mí, hablarme de noches, cuando tengo muchas mas noches que tu? Es rídiculo - dijo, con un gesto que indicaba como si intentara despojarse de la idea de que la noche era un momento de pausa. Aún sin haber salido mucho, Camille sabía que la noche en Nueva York era tan movida como el día, probablemente aún más decadente, pero no por eso menos silenciosa. Ahora estaba repleta de carteles brillantes que promocionaban productos que la gente compraba aunque no necesitara, y de bares llenos de borrachos lastimeros prontos a convertirse en víctimas desprevenidas de algún submundo poco inteligente, que estuviera dispuesto a arriesgar su seguridad por un bocado más fresco.