Tocando en casa…(Jace)

-Gracias. -contesté cuando me sirvió el plato y me dijo esas palabras. La chica, minutos antes se había mantenido en silencio. Sabía que estaba sumida en sus pensamientos, así que sería mejor no sacarla de ellos. Ella ya saldría por si solos. lo hizo para hacerme la cena que me había perdido. A mí no me importaba irme a la cama sin cenar, no era la primera vez que no comía durante todo un día. Tenía la suficiente resistencia para mantenerme en pie.
Le expliqué lo que sería tener a Clary, ella aseguró que la chica no sería un lastre, pero ella no la conocía. No la conocía como nosotros. Me pasé la mano por el pelo, en intento de tranquilizarme y distraerme. Valentina no lo estaba entendiendo y me estaba diciendo cosas que yo ya sabía de sobra. Lo sabía a la perfección, más que suficiente. El tono de la chica era dolido, era sorprendente que después de todo era ella que se sintiera dolida y no yo. Cuando terminó de hablar sonreía con amargura y negaba con la cabeza. Coloqué toda mi espalda en el respaldar de la silla. Me sentaba recto.
-No la conoces Valentina, -le dije pausadamente. -por lo que veo os habéis hecho amigas, pero no la conoces. -miré por la ventana de la cocina y suspiré. -Sé que es fuerte, y valiente. Sé que lo lleva en la sangre como todos nosotros, pero eso no sirve de nada si no está entrenada y como ya te he dicho ella no quiere pertenecer a nuestro mundo, pero tampoco quiere alejarse, pero lo que ella no se da cuenta que no puede pertenecer a algo intermedio. Si vuelve con los mundanos, no dejará de ver cosas que otros no ven, no sabrá como actuar cuando le pregunta que mira cuando ella estaría viendo un hada sonriéndole con malicia. Pero tampoco quiere pertenecer al mundo de los cazadores, solo quiere ser entrenada en algo intermedio, que le sirva para protegerse de cosas insignificante como otros mundanos. No quiere aprender a luchar como nosotros Valetina. -me pellizqué el puente de la nariz con la mano izquierda, que hasta el momento descansaba sobre la runa de parabatai que quedaba oculta por mi ropa. -Se te escapará Valentina, cuando menos te los esperes se irá sin decirte nada. Intentaras buscarla tu sola primero, si tienes suerte la encontraras antes que los demás se den cuenta o alguno se dará cuenta y te ayudará a buscarla. Si tienes mala suerte desde un principio, seré yo a quien te encuentre, intentaras mentirme, notaré que te pasa algo, te seguiré y acabaré descubriendo que la chica pelirroja se te ha escapado, si tienes mala suerte al final significara que a pesar de haberla buscado no la has encontrado y ahí, todos se darían cuenta de su ausencia, yo incluido. -no había desviado mis ojos dorados de los suyos oscuros. -Y en ese momento seré yo quien tenga que ir a buscarla. -después de decirle todo lo que posiblemente sucedería seguí comiendo la tortilla que me había preparado, a estas alturas estaba a la temperatura perfecta para comer. Esperé a que la chica dijera algo, pero los dos sabíamos que era verdad. Por mucho que se esforzarse para mantener a Clary a su lado, se le iba a escapar. Siempre guiada por lo que ella consideraba correcto y sin detenerse a pensar que cada paso que daba en aquel lugar era más que peligroso para ella. No sabía nada de nuestra cultura y costumbres, ni tampoco de las tierras en las que estaba ahora mismo. La veía muy capaz de beber del lago Lynn si uno se descuidaba. ¿Acaso no había hecho exactamente lo mismo cuando los vampiros secuestraron a su amiguito? Seguía esperando a que la chica dijera algo mientras comía despacio, saboreando el sabor de la tortilla.

La chica no había dicho nada, excepto un “ya bueno” cuando le dije que no podría pertenecer a los dos mundos al mismo tiempo. Era algo obvio. Por naturaleza no pertenecía a los mundanos, sino al mundo de las sombras. Cuando desconocía de la existencia de este ha estado segura, protegida de algún modo. Pero para mi parecer Jocelyn había actuado de la peor manera. Negándole la verdad a Clary solo había conseguido que fuera débil e inexperta para su verdadero mundo, aunque la chica fuera fuerte y valiente de espíritu, pero si no sabía como controlar los dones que tenía que peor que un fenómeno de la naturaleza. Iba de un lado a otro sin importarle su vida o la vida de los demás, y eso hacía que se me pusiera los pelos de punta. A mí nunca me había importado mi vida, me había dedicado a proteger a Izzy y Alec sin que me importara mi vida. Sabía que tarde temprano iba a morir, la vida de los cazadores nunca era demasiado larga. Así que, siendo consciente de eso... ¿por qué no disfrutar del todo? Eso pensaba hasta que llego Clary y vi exactamente lo mismo que mis hermanos veían en mí. Por primera vez los entendí y me arrepiento bastante por haberles echo sufrir de aquella manera. Nunca me había pasado nada, era un buen guerrero, era lo que era. Pero al ver a esa diminuta chica, criada como una mundana entrando sin detenerse a pensar en las consecuencias en la guarida de vampiros me hacía pensar todo lo que habían sufrido mis hermanos conmigo. Viendo exactamente lo mismo que veía yo en la chica. Solo fue cuestión de tiempo que comenzara a admirarla y después a amarla. Desde un primer instante me había cautivado, a pesar de lo que había vista aquella primera noche en el pandemónium. Incluso la cachetada que me había dado cuando le dije que estaba un 90% seguro de que no se trataba de una mundana. Era fuerte, valiente, audaz, una artista y en poco tiempo me vi arrastrado por ella. Sin darme cuenta ya no podía salir, aunque quisiera. Recordé lo que había pasado en la sala de entrenamientos, me pasé la mano por los labios para después acabar pasándomela por el cuello, en un intento de quitarle tensión a mis hombros y cuello.
Seguí esperado cualquier comentario por parte de la joven Valentina, pero no vino ninguno, por lo tanto concluí que la batalla verbal la había ganado. Solía ganar esta clase de cosas, pero era satisfactorio saberlo abiertamente. Me terminé la tortilla, me levanté y yo fregué los platos. Ya que ella había preparado la cena era lo menos que podía hacer, aparte de necesitar algo que me distrajera por un momento, dejando de pensar en la joven que solo estaba alejada de mí unos cuantos metros. Me sequé las manos después de dejar el plato y los cubiertos para secar. Me senté de nuevo en la silla que me correspondía esa noche y miré a la chica, todavía no me había acabado mi té.
-Ya que tu silencio dice mucho. -le di un sorbo de té. -¿quieres cambiar de tema o seguirás intentando decirme cosas que ya sé y que yo te rebatiré? No creas que pienso que Clary es estúpida o algo por es estilo, pero es que no conoce nada de nosotros. Nada de nuestras tierras y cultura. Si se aleja más de quince metros a la redonda de tu casa se perdería en el bosque. Encontraría el camino de vuelta, seguro, pero llegará con un aspecto horrible. Así que imagínate cuando decida ir por su cuenta a Alacante. Espero equivocarme, pero lo dudo. -la verdad es que prefería equivocarme. Que de algún modo le pidiera ayuda a Valentina, porque estaba claro que a mí no me la iba a pedir. Estaba claro que el viaje sería más que horrible. -¿Alguna pregunta más sobre mi mal humor?

Intentó fregar los platos ella, pero al ver mi resolución dejó de intentarlo. Tenía manos para hacer este tipo de cosas, no necesitaba que nadie las hiciera y sin contar que ella se había ofrecido la cena, por lo tanto era lo menos que podía hacer. Al comprender que no la iba a dejar fregar los platos se sentó de nuevo en la silla, y cuando terminé yo también me senté, terminando poco a poco mi té. Ella hizo exactamente lo mismo que yo. Soltó una sonrisa que hizo que alzara la vista de la taza para mirarla directamente al rostro.
-Es una opción. -dije al escuchar sus palabras, pero lo más probable es que le diera un mapa con las zonas peligrosas, con las intermedias y las seguras, y Clary a la hora de escapar se le olvidaría o en medio de aquello no sabría como orientarse lo perdería y se metería en líos. Es que daba igual las opciones que le dieras para que se mantuviera a salvo, parecía que llamaba al peligro con su imprudencia.
Nos mantuvimos en silencio un rato, no fue incomodo, simplemente no había nada que decir. Hasta que de pronto la chica saltó, asegurándome que tenía algo que mostrarme y que eso me iba a gustar. Enarqué una ceja al escuchar la primera parte de todo lo que dijo, se podía entender muy mal. Lo segundo ya aclaraba un poco las cosas. Me cogió de la mano, mi primer impulso fue apartarme, pero dejé la mano donde estaba y me dejé arrastrar. De cierta forma me recordó a Max cuando quería enseñarme el nuevo libro que ha adquirido o le ha salido por fin alguna técnica que sus padres le enseñan. A veces me pide ayuda a mí con ese tipo de cosas, pero el entrenamiento del pequeño es tan fragmentado por los viajes que hacen Maryse y Robert que apenas tienen tiempo de aprender con soltura. Dejarían al pequeño a nuestro cargo si no fuera por mí y por Izzy, Alec es muy capaz de cuidarlo, pero nosotros dos éramos de ir demasiado a nuestra bola. A pesar de cuidarlo, no le haríamos el caso que corresponde, sin contar que Alec estaría dividido. Entre los tres, Izzy y yo luchando y Max solo en el instituto y conmigo tienen un juramente por lo tanto, a fin de cuenta, no podría encargarse del pequeño.
Llegamos a la sala donde habíamos estado antes cuando hicimos el dueto, se separó de mí para empujar una estantería y esta se abrió fácilmente aunque al hacerlo una nube de polvo salió del hueco detrás de la estantería. Puse una mueca desagradable, no me gustaba el desorden ni la suciedad. Solo aquella que tenía después de una dura batalla. Cogió una piedra de luz mágica y me pidió que la siguiera. Así lo hice, gracias a la luz que emitía la piedra no hacía falta que yo cogiera una, era más que suficiente con su iluminación. Las escaleras terminaron y ella encendió las luces del sótano.
Pude contemplar la sala de entrenamiento a la perfección, era del o casi del mismo tamaño que la superficie de la casa, sin embargo tenía un aspecto mucho más amplio por carecer de paredes que separaran las estancias. El suelo estaba cubierto de colchonetas, armarios llenos de armas y pergaminos... Pero lo que me llamó la atención fue otra cosa. Me acerqué a los armarios, mientras escuchaba la pregunta de Valentina. Hice una pausa mientras que caminaba por el lugar con paso tranquilo examinándolo todo. Después de la pausa la miré, mientras que caminaba sin mirar donde pisaba. No me hacía falta.
-Primero, si querías llevarme a un sitio donde estar solo me lo hubieras dicho y te hubiera llevado a otro sitio. -me paré y observé los equipos de combate, uno obviamente masculino y con un arco, y el otro claramente el de una mujer con una espada. -Y segundo, está bien pero está demasiado sucio para mi gusto. -levanté un brazo y tiré de la sábana... gris, porque estaba gris y amarillenta por el paso del tiempo. La sábana cayó de inmediato dejando a la vista lo que ocultaba. Tenía curiosidad por saber que había detrás de ella. Pero antes tiré la sábana al suelo y me limpié el polvo en el pantalón.

Me dejé arrastrar por ella, a pesar de que mi primer impulso era separarme de la chica. Me llevó al sótano, donde tenía la sala de entrenamiento. Era una buena sala de entrenamiento, con techos bastantes altos y con armarios repletos de armas, no las veía demasiada clara ya que la capa de polvo que había en los cristales de los armarios solo perfilaban la forma de las armas, pero se notaba la variedad de estas. La verdad es que no me gustaba la suciedad, reprimí toda la necesidad de comenzar a limpiar aquella sala y ordenarlo todo. No obstante eso no era lo que me llamó la atención, por lo menos no fue la variedad de las armas, eso la tenían todas las salas de armas de todos los institutos. Lo que realmente me llamó la atención, sin contar la suciedad, fue el gran cuadro que estaba tapado. No había que ser un genio para darse cuenta de que se trababa de eso y no de otra cosa. Me acerqué allí, con aire tranquilo mientras que examinaba todo lo que estaba a mi alcance. No tardé en llegar a los dos equipos de combate que estaban exhibidos en maniquíes, llenos de polvo y se veían que eran algo anticuados, pero estaban en buen estado. Le dediqué unas palabras, sonreí al escuchar su respuesta a mi primer comentario.
-La mayoría no puede resistirse. -repasé mentalmente a todas las que había pasado por mis manos, con y sin sexo. Era muchas, no se podía negar y tampoco contar con los dedos, pero a pesar de eso, siempre había sido bastante discreto, por lo menos mucho más discreto que Izzy, y tampoco duraba tantos con esas chicas como las de Izzy, que aún así era algo cortas. Después de contestarle eso levanté el brazo para quitar la sábana y ver la imagen que tenía debajo, pude escuchar a Valentina decir que no pero no escuché nada más porque ya había quitado la sábana y miraba fijamente el retrato.
Era cuatro personas, dos de ellas se daban un aire con la chica que estaba conmigo en aquel momento y después dos personas que me eran familiares, una porque me había criado con ella y la otra porque veía a su hija casi todos los días desde que apareció en mi vida. Los padres de Valentina, la madre con una postura orgullosa y casi peligrosa, mientras que el padre mantenía una sonrisa cálida en comparación a su mujer. Jocelyn... Clary se parecía mucho a ella, pero había una clara diferencia. Jocelyn mantenía en su porte la característica de todo cazador de sombras, con la cabeza bien levantada de orgullo por constante entrenamiento. Clary carecía de ella, pero seguía teniendo esa valentía que tanto nos caracterizada. Me acordé cuando descubrió donde estaba la copa mortal, había ido a mi cuarto con el cabello alboroto y con sus ojos verdes brillando. En ese momento reprimí el impulso de abrazarla y me obligué a ser borde con ella, como últimamente estaba haciendo. Me pregunté vagamente, si Jocelyn tenía el mismo brillo que tenía su hija en los ojos. Aunque esta se empeñara a que viera a esa mujer pelirroja como mi madre, no podía. Yo había crecido sin ella y tal mal no me iba. Después miré a mi padre, estaba tan joven en aquel momento que era casi sorprendente. Esbozaba una sonrisa solemne, no sé podía decir que mi padre fue atractivo en su época. Ya sabemos a quien había salido, aunque estaba claro que no me parecía a Jocelyn en nada. Tenía la mirada ensombrecida mientras que contemplaba el retrato. Me hubiera esperado cualquier cosa ante que eso. Ese maldito cuadro estaba fuera de lugar en aquel lugar, directamente no debería existir, simplemente debería desaparecer.
Estaba tan concentrado que apenas noté la mano de la joven en mi brazo, pero si que me di cuenta y lo aparté como si su contacto me desagradaba, no era por ella. Sino por la existencia de aquel objeto. Tan estúpido todo... A pesar de no estar de cuerpo presentes siempre se las ingeniaba para estar delante de mí, recordarme todas y cada unas de sus palabras. Sus lecciones, sus golpes, sus palabras y sus regalos. Valentina comenzó a taparlo, pero yo no moví ni un músculo, solo me quedé contemplando como rostro iba desapareciendo uno a uno, por último el de Valentine, que me miraba con esos ojos oscuros y esa sonrisa encantadora. Yo no me parecía nada físicamente a él, y mucho menos a Jocelyn, cuyo cabello estaba a extremo a ser rubio como el mío. Lo único que tenía en común con el hombre que acababa de desaparecer debajo de la tela fue el porte de orgullo, su sarcasmo y la manera de tratar a los demás, sobre todo cuando estos no me gustaban para nada.
-Que Clary no vea el retrato. -le dije con la voz como si fuera un autómata. -Si no, yo mismo quemaré el cuadro. -si en la primera frase había salido sin emoción ninguna, la última fue todo con lo contrario. Se podía notar el enfado controlado detrás de mis palabras. Me daba igual, como si ahora comenzara a cavar en el jardín, descolgara el cuadro y lo enterrara allí. No me importaría hacerlo, de hecho disfrutaría bastante. No le bastaba con declararnos la guerra, tenía que estar presenten en todos los lugares a los que donde iba. De por si, yo llevaba siempre una porción de mi pasado conmigo, su recuerdo conmigo en forma de anillo que llevaba siempre alrededor del cuello. Pero tener algo simbólico y verle la cara eran dos cosas totalmente diferentes.
La chica, tras terminar de poner la sábana de nuevo al cuadro me preguntó que si quería pelear contra de ella. Sería una gran ayuda, un descargue de energía. Si veía que no puede seguirme el ritmo lo bajaría, pero estaba segura que podría mantenerlo. Solo tenía que usar lo mismo cuando entreno con Alec e Izzy.
-He visto gnomos y trasgos más peligrosos. -le comenté. Esos bichos solían intentar morderte, y los segundos tenían un problema grave sobre la sangre. Todavía me acordaba como me encontré con uno y comenzó a preguntarme que plantas crecerían al regarlas con mi sangre. A lo que contesté que unas bien hermosas y sanas que le matarían cuando inhalara de olor. Ahí el bicho me atacó y lo deje inconsciente en el suelo de un solo movimiento. Seguía mirando la sábana. -Si te vas a cambiar hazlo, no me giraré. -era la verdad, no tenía la necesidad de girarme.

La chica rió por mi comentario para después para comentar algo al respecto. La miré a los ojos y con una expresión de: Sí, por supuesto.
-Tú no sabes lo que te puedes encontrar en Nueva York. -me encogí de hombros. -Sin contar que las subterráneas no suelen poner muchos peros. -le expliqué. Sobre todo a las hadas. Le gustaban las cosas bellas y bonitas, y para todas ellas, yo, le parecía exactamente eso. Por supuesto que eran muchas más que simples hadas lo que llevaba a mis espaldas, sin embargo ha habido de todo. No era el único que había salido con subterráneas, porque Izzy tenía el récord, había estado saliendo con un fantasma. La verdad, era algo espeluznante, sobre todo que esas criaturas tenían que absorber la energía del medio para poder materializarse, como los vampiros cuando resucitan.
Paseaba por la sala, mirando cada rincón pero mi verdadero objetivo era quitar esa molesta sábana del cuadro para ver lo que ocultaba. Al hacerlo me quedé totalmente petrificado. No me arrepentía de haber quitado la sábana que ocultaba tan cosa, prefería saber la verdad aunque esta fuera horrible a no saber absolutamente nada de lo que estuviera pasando. Era obvio del parecido entre Clary y nuestro padres, pero yo no veía nada de ellos en mí. Ni si quiera al ser rubio. Mi color de pelo se asemejaba bastante al dorado, en vez del rubio blanquecino de Valentine. La muchacha de color rojo y ojos verdes, parecida a su madre más la mandíbula de Valentine. Yo no tenía nada de eso, no veía nada de eso en mí. Solo lo único que compartía con mi padre era la actitud hacia los demás y ya está. Más que eso no había.
Ignoré las miradas duras que me dedicaba Valentina mientras volvía a ocultar el cuadro, le avise que eso no tendría que verlo Clary. No quería que lo viera, a saber que podría pasar si lo hacía. No quería que estuviera aquí, pero tampoco quería verla mal. Estaba aquí para ayudar a su madre, y a saber lo que pasaría si veía un retrato de su madre. No quería descubrir el efecto que tendría sobre mi hermana. Contesté a la pregunta de Valentina, y después me giré y le comuniqué que se vistiera, que yo no me iba a girar. Escuché como comenzaba a desvestirse. Yo no me giré, no moví ni un solo de mis músculos, simplemente moví mis ojos a algo que me llamó la atención. La espada a pesar de haber estado descuidada tanto tiempo, seguía teniendo una hoja bastante bonita porque incluso lleno de porquería se veía el reflejo en ella. Se veía la silueta de Valentina en ropa interior vistiéndose rápidamente. Volví a mirar en frente. Era una chica bastante guapa y atractiva. En otra ocasión seguramente hubiera intentado algo con ella hasta que me aburriera. Esperé a que me avisara de que todo estaba listo. Su modo de avisarme hice que me girara y la mirara de arriba abajo. Tenía los pantalones recogidos hasta las rodillas y la camisa le quedaba algo ancha. Al terminar su frase la miré a los ojos y le dediqué una sonrisa leonada. Saqué de mi bolsillo dos cuchillo serafín, uno se lo lancé y otro me lo quedé yo. Esperé a que se preparara para coger dar nombre al mío y acercarme a ella, atacándola. Iba normal, sin usar el 100% de mis habilidades. La ataque de frente, algo nada complicado.

Como era previsible, consiguió detenerme con suma facilidad. Si no era capaz de detener un ataque de frente y tal capacidad comenzaría a creer que era una de las peores cazadores de sombras que me había echado en cara, pero nada de eso. La chica no solo detuvo mi ataque, sino que me desarmó y consiguió tirarme al suelo para después encaramarse encima de mí. Era una postura tan buena como otras, siempre y cuando el objetivo era otro. Miré a la joven de abajo arriba hasta llegar a sus labios y después mirarle a los ojos. Estaba claro que estaba disfrutando del momento. Al escuchar esas palabras sonreí de oreja a oreja, debería saber que de verdad no había ido en serio.
-Un reto.... -dije como si estuviera pensativo. -Está bien. -dije, sin darle mucho importancia al asunto, antes de actuar. Le cogí de los mulos y tiré de ellos hacía arriba a medida que me incorporaba, pero fue un movimiento casi pausado, rápido pero pausado, sentándome primero y después levantándome para que le diera tiempo a poner los codos como protección. Si lo hubiera hecho con mi velocidad habitual, posiblemente no le hubiera dado tiempo a protegerse del golpe. Me levanté y cogí de nuevo mi cuchillo serafín que estaba a un par de metros, donde Valentina lo había mandado de un golpe. Supongo que ahora tendría que ir algo más en serio, esta vez no me iba a desarmar, yo tampoco lo iba hacer con ella hasta que lo viera necesario.
La ataqué de nuevo, volví a ir de frente, pero el ataque no fue suave como la otra vez, no le di tiempo a que hiciera una cinta. Comencé a atacar y coger ritmo a medida que el tiempo avanzaba, ya no solo la atacaba de frente, sino por los flancos. Estaba disfrutando del combate, no le daba tiempo para que pudiera desarmarme pero le daba margen para poder frenar mis ataques. En algunos momentos tuve yo que detener los ataques y comenzar a defenderme. Sin duda era un bonito baile, yo caminando alrededor de ella, como si yo fuera un león y ella mi presa. Y ella, con la elegancia escurridiza contrarrestaba mis ataques. No podía negar que era una buena lucha. Era algo nuevo, estaba acostumbrado al estilo de mi parabatai que se podía decir que casi era el mío propio y el de su hermana, que también lo conocía a la perfección. Luchar contra alguien nuevo te hacía abrir la mente y tener mucha más ventaja a la hora de luchar con otras personas, ya que pocas cosas podrían pillarte con la guardia baja.

alentina era buena, no podía decir que no pero yo también lo era. Casi podía ver las similitudes de nuestro entrenamiento, casi. Mi padre nunca había dicho sus maneras de entrenar, solo que había usado métodos algo brusco pero sin duda efectivos. Era el guerrero que soy ahora por esos métodos que usaba mi padre y eso casi, hasta se lo podía agradecer.
El combate estaba igualado más o menos. Luchábamos casi a la par, a veces me tocaba defenderme a mí y a veces a ella, y el combate se baso en eso. Había encontrado algunas aberturas mientras que Valentina combatía, pero solo a medida que el tiempo avanzaba porque al principio no se veían por ninguna parte. El cansancio estaba haciendole mella a la joven. Esa la gran diferencia de ella y yo, bueno, de mí y del resto de los cazadores. Yo también me cansaba, pero aguantaba más de lo normal. La joven había intentado darme unas cuantas patadas, pero las había esquivado sin ningún problema. No estábamos haciendo todo esto para que todo acabara con una simple llave.
Me gustaban los combates que duraran, que fueran divertidos y al mismo tiempo instructivos. Yo no solía combinar mis ataques con esa clase de llaves, por lo menos no cuando estaba usando un cuchillo serafín, eso solía bastarme para acabar con mi enemigo. Dominaba todas las acrobacias de combate y las caídas. Me salían naturales, no tenía que pensar en ellas. La lucha era una extensión de mi mismo, no podría vivir sin él y si tuviera que hacerlo, sinceramente me volvería loco. Más que loco. No volver a sentir la adrenalina que experimentaba en el combate era una de las mejores cosas que había sentido en toda mi vida, me hacía sentir vivo.
Pasaron los minutos, y ella comenzaba hacerse visible el cansancio. La ropa pegada al cuerpo por el sudor y sus cabellos pegados a su piel, y su respiración alterada. Yo también estaba sudado, pero no estaba tan cansado como ella. Yo podía seguir luchando, no tenían ningún inconveniente. Sin embargo la chica hizo un ataque directo, moví mi cuchillo serafín hacia el suyo, lo detuve y acto seguido hice una media luna, con la fuerza del movimiento la desarme, mandando su arma a varios metros de distancia de nosotros. Con mi mano derecha, que era la que tenía libre, cosas de ser zurdo, le agarré la muñeca y la atraje hacia mí. Antes de que su cuerpo llegara a chocar con el mío, la giré. Mi brazo quedó entorno a su cuello y el cuchillo serafín presionando suavemente un punto en la espalda, un punto que mi padre me había enseñado como regalo de mi cumpleaños.
Bajé mi rostro a su oreja.
-Te he matado. -le dije en su oído. Mi respiración era pausada, pero los latidos de mi corazón, como era obvio, iban a un ritmo rápido. La cercanía con Valentina me hacía ser consciente del cuerpo y el calor de la muchacha. No la solté y esperé a que ella dijera algo.

La chica obviamente era una buena luchadora y se notaba como a cada paso que daba yo y en cada paso que daba ella analizaba la situación que la rodeaba, como una buena guerrera. Todo buen luchador que se precie aprovechaba todas las situaciones que se le presentaban, ya sea por parte del oponente o por parte del lugar que le rodeaba. Si el lugar te daba superficies de distintos niveles, era mejor aprovecharlas para obtener ventaja, antes de que el otro cogiera la ventaja que tu no has podido ver con anterioridad. Las cosas eran así de sencillas, nada complicadas.
El cansancio hizo acto de presencia en los movimientos de la chica. No hice demasiado caso y seguí luchando como siempre, por eso conseguí desarmarla cuando hizo ese movimiento tan a loco, en intento desesperado de alcanzarme, si no lo hubiera hecho había seguido un poco más, no mucho porque la chica podría darle algo del cansancio. Atrapé su muñeca con la mano libre y la atraje hacia mí rodeando su cuello con mi brazo y colocando mi cuchillo en su espalda. Noté como la chica arqueaba la espalda para no acercarse más de lo necesario al arma de los ángeles. Pude ver la rojez de su rostro cuando le hablé, antes de decir que los rumores eran ciertos y mirar con una sonrisa divertida y picara. La chica podía moverse, no ejercía ninguna fuerza sobre ella pero no se movió. El brazo que tenía alrededor de su cuello lo baje hasta su cintura y le di la vuelta para que quedara cara a cara conmigo, estábamos igual de cerca que antes, incluso se podía decir que más cerca.
-Casi todos los rumores sobre mí son ciertos. -me incliné un poco sobre ella, nuestros labios estaban más cerca. Yo no apartaba la mirada de sus ojos. -Sobre todo cuando se trata de decir que soy el mejor luchador de mi generación. -no me acerqué más a ella. Solo me quedé así, puede que mi brazo pareciera hierro alrededor de su cintura, pero si se quería apartar podía hacerlo. Podía tener un ego enorme, que aunque ella me rechazara no iba a sufrir daños, sin contar que tampoco iba a obligar a nadie. Podría ser muchas cosas, menos un violador o un acosador, lo contrario, era a mí a quien acosaban. Sabía que le atraía a Valentina, no hacía falta ser un genio para verlo. Pase mi mirada de sus ojos a sus labios. -Como has dicho... Tú no eres la única con el don de la observación.
Lo más probable es que entendiera a que me refería. Si no lo hacía, bueno, no podía hacer nada con eso. Solo esperaba una reacción de ella, daba igual cual fuera poco me iba afectar. Tal vez si me rechazaba pensaría que había perdido el control de mis encantos, cosa que estaba completamente seguro desde que apareció cierta persona. Si me aceptaba, pues mejor para mí. De ese modo el tiempo que estuviéramos aquí sería menos aburrido, igual de enfadado, menos aburrido.

El combate fue bastante entretenido, no podía negarlo. La chica tenía la elegancia propia de las mujeres nefilims, sin embargo estaba acostumbrado a la elegancia y letalidad de Izzy, sin duda su aspecto ayudaba a tener ese aspecto. La belleza de aquellas criaturas que te atraían para más tarde devorarte. No se trataba de que la pequeña de los Lightwood matara a toda criatura que se le pasaba por delante, pero si que lo hacía cuando la usábamos como cebo para algunos demonios. Era increíble como caían, todos en la misma red. Lo que me hacía pensar que todos estaban cortados por el mismo patrón de estupidez. Gracias a eso nos facilitaban el trabajo, aunque eso lo convertía en algo aburrido, todo en esta vida no se podía tener.
A cada minuto que pasaba Valentina se cansaba y en un acto de desesperación para acabar el combate hizo un movimiento directo. En aquella situación poco recomendable, ya que resultaba bastante sencillo detener, de hecho la desarme. Primero porque lo había dejado a huevo y segundo, por su bien. Creo que dejar exhausta a la anfitriona no era de buena educación, por lo menos de aquella manera. Si fuera otra, se podría discutir si sí o si no se podía hacer. Le agarré de la muñeca y la atraje hacia a mí, colocando la punta del serafín en el lugar adecuado. Al hablarle se puso colorada, yo coloqué mi mano en su cintura para girarla para que quedara cara a cara conmigo.
Es cierto que estábamos muy cerca y estaba provocando un poco a la chica, pero siempre tenía la opción de apartarse. Mi brazo no tenía fuerza ninguna sobre su cintura, solo se mantenía allí, nada más. Yo no era la clase de chicos que cogían las cosas porque sí, bueno, estas cosas. Si la chica quería pasar el rato conmigo, genial, si no quería pues también genial. El rechazo y la aceptación era parte de las relaciones sociales. Al decirle que yo también era observador se acercó más a mí. Había levanto la vista de sus labios para mirarla a los ojos. Ella no apartaba la vista de los míos, colocó sus manos en mi pecho, yo no me moví y solo esperé. Rozó sus labios con los míos, no suprimí la distancia que teníamos, que casi era nula. Al hablar notaba el movimiento de sus labios contra los míos, también notaba su sonrisa. Se alejó de mí, porque el empujón no fue suficiente, cogió su cuchillo serafín y lo lanzó a lo lejos, dando justo en la diana. Dijo que no era una de ellas, y yo sonreí. Di un par de vueltas al cuchillo que ya estaba sin luz propia y lo guardé en la funda. Me acerqué en la columna donde estaba apoyada, coloqué un brazo en la columna, levanté el otro brazo y acaricié la mandíbula con la yema de los dedos para enterrar las puntas de mis dedos en su cabello castaño. Hice que me miraba y e incliné sobre ella, pero antes de rozar nuestros labios sonreí de oreja a oreja.
-¿De verdad que no lo eres? -me separé dicho esto y le revolví el pelo. -Es hora de irse a la cama. Buenas noches. -dije andando hacia la salida. Subí los escalones del sótano, pensando en lo que estaba haciendo.