El clavo que sobresale, siempre recibe un martillazo. (Libre)

Recuerdo del primer mensaje :

No mires, no mires, no mires

Apretaba los ojos con fuerza y caminaba presurosa, sin prestar atención a las personas con las que cruzaba su camino o a las miradas de extrañeza que le dirigían. Era tarde ¿Por qué había tanta gente?

No hay nada allí, no mires. Sólo no mires.

Siempre era así cuando se encontraba en medio de multitudes, no podía evitar ver cosas que en realidad no estaban allí - ¿Por qué no lo estaban, verdad?- y entonces resultaba evidente que siete años de tratamientos no habían hecho nada por revertir o atenuar su “particular condición”, nada.

Se permitió abrir los ojos por un momento, justo a tiempo para evitar chocar de frente con una pareja que parecía lo suficientemente ocupada en intercambiar caricias obscenas como para ignorar todo lo demás. Apartó la vista de ellos, avergonzada por su descarado exhibicionismo, y casi de inmediato fue castigada con la visión de la mujer con los dientes más espantosos que hubiera visto en su vida; parecían hileras de cuchillos afilados, de un blanco deslumbrante, que dejaban entrever pequeñas manchas de lo que ella hubiera jurado, era sangre. Ahogó un grito y sus ojos se abrieron de par en par, asustados.

No es real ¡No mires!

Se forzó a cerrar los ojos y echó a correr, con el corazón martillando contra su pecho. En momentos como este se preguntaba si no hubiera sido mejor quedarse en el hospital, allí al menos sabía a lo que atenerse pero aquí afuera… Mezclarse entre las personas era difícil, mucho más de lo que había esperado, y huir asustada se estaba convirtiendo en una mala costumbre. Si lo pensaba, no era de extrañarse que ella tomara el mando siempre, Dios sabía que si aún estaba viva era gracias a ella y a sus habilidades de sobrevivencia, pero no por ello conseguía sentirse mejor al respecto.

―Tal vez no debería salir de noche.― Murmuró para sí misma luego de detenerse junto a una calle poco transitada, estaba haciendo su mejor intento por recobrar una respiración normal y evitar morir de un infarto. Sin embargo, sabía muy bien que no había otra forma de hacer las cosas; durante el día había demasiados policías –y personas en general- como para que pudiera deambular libremente y, si quería conservar su no tan preciada libertad, debía ser cuidadosa.

Al tiempo que se tranquilizaba –y por tanto dejaba de oír su corazón martillándole los oídos- comenzó a ser consciente de un murmullo constante en el ambiente, la clase de sonido que resulta de la mezcla de muchas voces y música mal elaborada. Recorrió el lugar con la mirada y pudo distinguir un grupo de personas que se encaminaba alegremente hacia lo que parecía un centro nocturno cruzando la calle, al que observó no sin una buena cuota de interés ¿Cómo sería allí adentro? ¿Habría bailarinas, luces y mucho humo?

La posibilidad de entrar a echar una mirada se instaló en su mente, creciendo como la mala hierba, fomentaba por su natural curiosidad, pero no llegó a decidirse. Una creciente sensación de ser observada y, lo que es peor, de tener compañía borró cualquier pensamiento agradable, dejándola en estado de alerta.

Ok, hablar de loqueros la pone loca. Con razón, debió estar en el cuarto feliz acolchonado un buen tiempo si eso le pasa. Suspiro fastidiado cuando está terca con que está enferma. Si bien es cierto que subterráneos como yo amamos que los mundanos sólo vean lo que quieren ver, a veces es francamente molesto. Por mucho que me permite ir por la vida sin glamour, mostrando todo el esplendor de mi belleza.

- ¿Esquizofrenia, psicosis? ¿Te dicen que ves cosas que no existen? Ya me lo sé chica, son los nombres elegantes para justificar que veas esto.

Empieza a arañarse y entonces pienso que pese a todo, sí está loca. Que esto la volvió loca, pero también es genial saber que ahora dudará. Yo sigo bebiendo, impasible pero mirando de reojo el arranque de esta pobre mundana loca.

- Bienvenida al mundo de las sombras.

Y entonces vuelve la parte molesta. Me acomodo el cabello con una mano y mando al diablo la idea de beber con moderación, terminándome el vaso de un sólo trago que quema mi garganta de forma deliciosa.

- Así que esa wea del Síndrome Disociativo es que tienes doble personalidad. Qué bien que ya lo sé porque no sabía qué rayos era. Digo, no hay otra explicación. Y sólo te diré esto, te llames como te llames: soy mejor que tú. ¿Cómo has podido ocultárselo? En todo caso, no sé qué tanto te importa si me odias y ella ya se largó.

Este era el tipo de cosas que pasaban por traumas, y yo lo sabía bien. Tras varias guerras, ves personas, mundanos sobre todo, enloquecer por lo que ven o por lo que viven. Cuando me convertí en Gran Brujo, había muchos exmilitares que no soportaban los fuegos artificiales porque les recordaban las bombas. Y honestamente, no los culpo.

- Sinceramente, fastidiarle la vida a los demás me divierte. También me divierten los mundanos con la visión, negándolo y reforzando lo que los han obligado a creer. Pero también me agradan aquellos que lo usan a su favor. Los mundanos no están hasta abajo de la cadena alimenticia, al menos no los inteligentes, y ciertamente no están hasta abajo en mi ranking de razas favoritas. Pero sinceramente, tú me fastidias porque eres molesta y no inspiras ni para fastidiarte, así que o le bajas de... ovarios, o mejor lárgate. No te conviene tener una pelea de bar conmigo.

Oh, pero lo estoy deseando. Más ahora que sé su horrible secreto y es que pese a todo, pues sí está loca.

Observa cómo se termina la bebida de un trago y eso le hace sentir mejor, cuando menos también él está molesto. Pero entonces comienza a hablar acerca de cosas que desconoce y consigue hacerle explotar una vez más.

― Cállate, porque no tienes ni puta idea de lo que estás hablando.― Le suelta molesta, con los dientes apretados. Estúpida Ameth, nunca debió decirle tanto, pero es como si su otra mitad simplemente no entendiese la situación en la que estaban ¡Vamos, que sólo le faltaba ponerse un letrero luminosos anunciando su estado de fugitivas! ¿Y él se creía con el derecho de juzgarla? Tenía que ser una broma malditamente mala, porque no había forma en el mundo de que alguien como él pudiera recriminarle nada. Él no sabía nada.― Y definitivamente no es tu problema.

Lo único “bueno” que podía rescatarse de la situación –si había algo que rescatar- es que el gatito no parecía inclinado a informarle a nadie acerca de su condición, especialmente no a ninguna institución mental; sin embargo, no podía confiarse. A todas luces ambos tenían un don innato para molestar al otro y, si él estaba la mitad de irritado que ella, no era bueno seguir tentando la suerte. Pero la reacción por su parte era inevitable, pues su simple voz le sacaba de quicio.

― Oh… vaya, así que el gatito tiene garras.― Comenta con saña. Puede que sea un experto en los “Abracadabras” pero lo cierto es que no iba a aceptar sus tristes amenazas.― ¿Cuántos años tienes, abuelo? ¿Estás seguro de poder seguir respirando en medio de una pelea?― Añade para picarle.

Probablemente esta es la decisión más tonta que haya tomado, porque no ganará nada –incluso si llegara a ganarle en una pelea- pero de todas formas quiere hacerlo. Necesita hacerlo. Porque ya ha tenido suficiente de correr y ocultarse, de robar, de tener que cuidar que las tonterías de Ameth no les afecten y, sobre todo, de soportar la mierda que cualquiera desee soltarle.

― Vamos afuera entonces…― Le sisea bajo, para que nadie más pueda oírle.

No puedo evitarlo, empiezo a reírme. Así que me va a reclamar que no tengo la menor idea de lo que pasa, cuando la versión tímida prácticamente me confesó su más oscuro secreto.

- No tengo ni puta idea de lo que es un síndrome disociativo, pero tú y Ameth me dieron un muy buen ejemplo. Soy buen alumno, aprendo rápido, así que es obvio que ya lo sé. Sólo se necesita mirarte, prácticamente tienes tatuado en la frente "loca". Y no, no es mi problema, gracias a los dioses, pero eres mi único entretenimiento.

Me saca de quicio, pero me divierte. Y en todo caso, es más que claro que ella está mucho más enojada que yo, y eso basta para mantener mi interés.

Admito de forma muy cínica que fastidiarle la vida a los demás es divertido, pero la echo, justamente porque va a enojarse mucho más. Y no necesito ningún hechizo de Tiempo para saberlo, efectivamente se enoja.

- Trescientos setenta y tres, y me veo fabuloso. En cambio tú pareces una piltrafa humana, ¿y cuántos tienes? No más de veinte, seguramente.

No iba a caer en una provocación tan estúpida, mucho menos cuando sé que un brujo enloquece de verdad conforme se acerca a los mil años, y yo no llego ni a la mitad. Es el único deterioro que he visto.

Lo que no esperaba, llega, pero ya sabemos que cosas buenas llegan a aquellos que esperan: me reta. Río divertido y con un buen toque de crueldad, porque voy a destrozarla. Es más, puedo destrozarla a larga distancia, puedo destrozarla a larga distancia y con una mano atada a la espalda.

- Esto demuestra que estás loca. Bien...

Como la veo tan discreta, por supuesto que lo que hago es gritarlo a los cuatro vientos.

- ¡Vamos afuera, mundana! ¡A ver si aprendes a no meterte con el Gran Brujo de Tokyo!

Le hago una reverencia y le señalo la salida, en un acto de caballerosidad que por supuesto que no se merece en lo más mínimo.

- Después de usted, señorita Psicosis.

Mi público adorado, que volteó al escuchar que sí habrá pelea, crea un coro de risas para acompañarnos a la salida, justo al callejón donde hace un par de meses salvé a un estúpido nefilim en un acto de altruismo muy impropio de mí. O quizá fue un acto de amor o calentura.

Resulta un hecho increíble, casi digno de documentarse, lo mucho que le molesta cada una de sus palabras, incluso parece justo como si la única misión del cretino en la tierra fuese insultarle. Le exaspera ese errado sentimiento de superioridad, porque sin importar cuantas jodidas chispas saque de sus dedos, simplemente no es mejor que nadie y definitivamente no tiene ni idea de lo que habla. No obstante eso no importa, pueden ponerle el nombre que deseen a su condición, lo único cierto es que ella existe con la suficiente fuerza como para reclamar su derecho a una vida.

En tema de edades seguro le está tomando el pelo, porque incluso si puede jugar con los estados de la materia, eso no implica que tenga la fuente de la eterna juventud… ¿Verdad?

― Trecientos setenta y tres.― Repite.― ¿Y qué, ahora vas a salirme con que tienes un puto retrato en el ático que envejece por ti? Porque si es así, sinceramente gatito, no está cumpliendo su objetivo… Estás muy lejos de lucir fabuloso, deberías dejar de engrasar su cabello y ponerte más capas de maquillaje.― Le aconseja, fingiendo un profundo interés.― Ahora que si quieres un efecto deslumbrante, simplemente esconde tu fea cara tras una bolsa y todo solucionado. Seguro que hasta consigues ligar más.― Finaliza, cerrándole un ojo.

Las cosas van bien –o tal bien cómo podrían ir en una situación tan descabellada como esta- y apenas puede esperar por la posibilidad de en realidad hacerle daño, tal vez romperle algún diente y obligarle a dejar de reír con tanta facilidad, porque si hay algo que realmente odia de él es su risa. Pero entonces, una vez más, él llama a sus colegas fenómenos para que le acompañen y eso enfría un poco su humor… ¿Tan necesitado está de atención?

― ¿Qué pasa, gatito, en casa no te dan la atención suficiente?― Inquiere un tanto sorprendida, porque en realidad le cuenta entender la necesidad del sujeto por rodearse de público. Es como si él deseara ser parte de un show para los demás.

Sin duda era un hecho triste, en más de un sentido, y ella, acostumbrada a ser el centro de las especulaciones, sabe que jamás llegará a entenderlo ni a compartirlo.

― Olvídalo, creo que nadie te enseñó que la guerra, así como el amor, debería hacerse en privado.― Le suelta con un movimiento de mano, como restándole importancia a la situación y tomando su propio camino hasta la salida.― En fin, que si de verdad quieres darle un espectáculo a tus amigos… ¿Por qué no intentas follarte a una mujer? Seguro que eso les sorprendería a todos.― Remata duramente, sin siquiera mirarlo.

Se nota que no me cree que tengo tantos años y suelto la carcajada cuando me llama de algún modo, Dorian Gray.

- No, simplemente violo chicos vírgenes y me baño en sangre de mujeres vírgenes. ¿Vas a cooperar con la causa?

Intenta molestarme y yo sólo me mordisqueo el dedo índice, haciendo que sienta que le dieron una ligera descarga eléctrica en la mano.

- Tú estás loca, a saber lo que ves. Y no uso maquillaje, ciega.

Es tan molesta, pero es tan gratificante fastidiarla que creo que por eso no le he hecho algo realmente grave. Hice bien, porque ahora ella misma se pone de víctima, y claro que como parece tan cuidadosa, yo lo grito.

- Te apuesto que me dan más atención que a ti. Ah, perdón, tu casa debe ser el psiquiátrico y tu habitación ese cuarto acolchonado. Y déjame adivinar, ¿tu piyama es una camisa de fuerzas?

Río y dejo una enorme sonrisa en mi rostro, porque ya quedó muy claro que le molesta que le mencionen cosas relacionadas con la locura.

- Y a ti nadie te enseñó que la guerra es la cosa más pública, todo mundo te ve. Y hacer el amor en público es excitante, aunque seguro tu pastilla amansalocos te quita la libido.


Suspiro aburrido cuando me dice que debería follarme a una mujer para dar un buen espectáculo. Es tan estúpido como que diga que estos son mis amigos.

- Cielos, espero por tu bien que no sea tu forma de pedirme que te folle. Está bien que estás necesitada de sexo, pero yo no me tiro cosas tan feas.

Hago un simple movimiento y eso hace que se tropiece. Yo por supuesto que camino e forma grácil hasta la orilla del callejón, bloqueando su salida. Ahora sólo le quedaría la pared a la espalda, la puerta de regreso al Pandemonium al lado, y el guapo Kyosuke bloqueando el paso a la calle, justo al frente.

- Bueno, loquita, ya puedes empezar a vomitar verde y a hablar en idiomas satánicos.