Yo siempre salgo ganando... Siempre obtengo lo que me place... [Nickolay]

Vivir en las sombras debería haber sido algo a lo que estaba habituada. Después de haber sobrevivido tanto tiempo, prácticamente indemne, eso era lo que se esperaba de ella. Sin embargo, no había cosa que le resultara mas molesta que tener que estar escondida, como si tuviera miedo. Definitivamente era algo con lo que no podía lidiar, no podía soportarlo. Alguien de su clase y su belleza necesitaba ser admirada por ojos sinceros, por alguien más que sus sosos acólitos. Por eso decidió salir por un rato de aquel banco de fachada derruida y mugrienta que tan bien engañaba a todo el mundo y recorrer un poco la ciudad de noche.

Necesitaba ir a un lugar especial, al fin y al cabo no salía todas las noches. Aparte, un lugar con cierto encanto le transmitía la certeza de que no se cruzaría con el inepto de Raphael Santiago, el maldito usurpador de su puesto. Suspiró con desgano mientras se movilizaba en un auto de vidrios polarizados por las calles. No le molestaba en si que le hubieran quitado el puesto, sino el que hubieran puesto un precio a su cabeza y que le tiraran todos los muertos a su vereda. Se había convertido en el chivo espiatorio de un vampiro imprudente que no sabía mantener a los suyos a raya. Pero pronto el viento le soplaría en contra. El tablero se daría vuelta, siempre lo hacía. Camille sabía inclinarlo a su favor y nunca fallaba en el intento, pensó, con una sonrisa. Nunca dejaba de obtener lo que deseara, por difícil que esto fuera.

Luego de un viaje que pareció una eternidad pero que para Camille fue sólo un suspiro de su extensa vida, arribaron al Rockefeller Center. Despreció con un gesto de la mano cualquier intento de Archer de acompañarla, después de todo, ella había ido allí para descansar de su obligada admiración. Desde la altura podría observar la ciudad, su vida, respirar la contaminación a la que tanto despreciaba por lo decadente que era, pero que, al fin y al cabo, era la viva prueba de que la sangre latía en el cuello de cada mundano, expectante a ser desgustada. Sonrió, mientras decidía que debería obtener algún tentempié antes de volver a la pocilga en la que se veía forzada a refugiarse. Preferiblemente hombre. Después de todo, no sólo de sangre se alimenta una vampira.

Arribó al poco tiempo a la torre. Los ascensores modernos eran cada vez más rápidos. Una vez hubo cruzado la puerta, sintió el viento golpear en su cara. Cerró los ojos para poder deleitarse. La contaminación estaba presente, al igual que el peso de los siglos que había vivido y los infinitos recuerdos que los habían habitado. Ralf. Dolor. Tristeza. Alerta. Alerta. Un olor distinto poblaba el aire nocturno en las alturas. Uno de su clase. Un hijo de la noche. Un vampiro. Abrió los ojos y busco a su alrededor, dispuesta a encontrarlo para saber si estaba en riesgo y huir a tiempo. No le gustaba esconderse, pero el verdadero secreto por el que tanto tiempo había vivido era su increíble capacidad para huir. Y estaba intentando a decidir si tendría que demostrar su talento de nuevo.

Camine entre las calles pobladas, evitando chocar con cualquier persona que se me pusiera en frente. Estaba dando solo un paseo, regresando del lago donde habia comprado aquella casa y donde me habia reencontrado con Xamine... solte un gran suspiro, no, si me hubiesen preguntado, les hubiera dicho que no creí el volvérmela a encontrar, no despues de tantos años. Sacudí levemente la cabeza, esa bruja si que me traía la cabeza vuelta loca, no de la forma romántica, sino de la manera de los recuerdos, miles de ellos, sobre nosotros me embargaban a cada paso que daba, ni siquiera estaba viendo que camino mis pies estaban tomando.

Me detuve al darme cuenta de aquel pensamiento, si en efecto, ya no estaba en el lago... ¿había caminado tanto?, no lo percibí, ni el cambio de ambiente. Si ahora que miraba a mi alrededor, estaba frente al Rockefeller Center. Mire detenidamente el edificio, pensando que rumbo tomaría en adelante. Decidí ir al mirador del mismo, por lo cual camine hasta el interior y después hacia los elevadores. No espere mucho para llegar al mirador... sentí el aire mecer mis cabellos y el frió en mi piel.

Observe la multitud de mundanos a mi alrededor, mirando la majestuosa vista desde ahí y disfrutar la compañía o la soledad como yo. Mire a mi derecha un espacio vacío cerca de la reja, camine hacia ahí y me quede mirando el paisaje.

Siguió su instinto, y no demoró en encontrarlo cerca de la reja que protegía el límite. Lo estudió sin apartar su mirada ni una décima de segundo. No era lo suficientemente desastroso como para pertenecer a la lacra de clan que estaba dirigido por Raphael. Tenía buen porte, y traía consigo un aire taciturno, propio de la inmortalidad. Había algo en él que le hubiera hecho jurar que no era neoyorquino, quizás fuera la falta de vida que emanaba, como si su razón de permanecer en este mundo hubiera desaparecido hace tiempo. Como su Ralf.

Sintió cierta empatía hacia él, y curiosidad, por supuesto. Decidido que no significaba un peligro para ella, decidió acercarse con cierto aire seductor, llevaba tiempo sin disfrutar de la companía de alguien que fuera inmortal, nuevo e interesante, como lo era el muchacho que estaba allí parado.

Caminó hacia el suavemente, con un aire probablemente gatuno, y se apoyó en el enrejado de costado, con sus ojos fijos en él. - Y justo cuando comenzaba a convencerme a mí misma de que conocía a todos los inmortales interesantes vienes a aparecer en mi vista. - dice, interrumpiendo sus pensamientos, antes de obsequiarle una sonrisa mientras lo mira.

Un suspiro se escapo de mis labios, encontrarme con esa bruja obstinada si que me había alterado, hoy ya tenia una vida. Si bien era casi idéntica a la que tenia hace décadas como mundano, era una vida al fin y al cabo. Era uno de los trabajadores… no, no era solo un simple trabajador de una familia de mafiosos mas importante aquí en New York, era la mano derecha del Líder. Puse mi mano sobre la reja pasando mis dedos entre los pequeños agujeros de la misma y apretando mi palma con fuerza contra ella, aun mentalizándome sobre que hacer ahora que encontré a esa bruja y sobre el trabajo que me habían encomendado, del cual no había pensado mucho después de lo de Xamine.

“Y justo cuando comenzaba a convencerme a mí misma de que conocía a todos los inmortales interesantes vienes a aparecer en mi vista.”, escuche a mi lado la voz de una dama, ella me había sacado de mis pensares y de cierta manera le agradecía. Una vampiresa, le reconocí al instante, su aire lo demostraba además de su aspecto algo pálido, pero muy bella. –No creo ser tan interesante- le conteste cortésmente mientras separaba mi mano de la reja y miraba a la mujer. –Dígame ¿Qué podría parecerle interesante de mi persona a la… líder de un clan?- me atreví a preguntarle directamente, su porte delataba que era una mujer fuerte, seria y sobretodo una líder, aspecto que sin duda le faltaba a mi jefe.

Le di la espalda a tan hermosos paisaje nocturno y me recargue de espaldas en la reja, dándome un aspecto relajado, aunque no lo estuviera completamente. Cruce mis brazos y mire al cielo mientras esperaba su respuesta, mirando los pequeños puntos que suponía eran estrellas brillar en el firmamento.

Camille no podría haberse sentido más adulada por el desconocido que tenía enfrente. Este en seguida había deducido que era una mujer impostante, y le había mostrado respeto. La sonrisa apareció mágicamente en su rostro, le era imposible contenerla. - Líder del clan... Lo fui, hasta que alguien con menos clase me quito el puesto. A veces, la fuerza bruta puede más que la decencia - murmura, llena de amargura.

- ¿Que en que me pareces interesante? Asumo que estas bromeando, porque lo considero obvio. Eres atractivo, aunque no te sienta bien el aire de nostalgia que traes, y además, educado. Se nota que no eres un... Cursiento roba puestos. - ese lenguaje no era propio de Camille, de ninguna dama que se preciara de serlo, de hecho, pero sinceramente, Raphael sacaba lo peor de sí.

Un viento sopla, despeinándola, despeinándolos, pero no le preocupó en lo más mínimo, en parte, porque sus bucles eran tan perfectos que aún despeinados la hacían parecer sexy, y en otra parte porque le hacía sentir libre, completamente libre sentir el aire revoloteando a su alrededor, muy distinto a lo que le sucedía en aquél banco abandonado de mala muerte. Se puso de espaldas a la red, y deseó que esta no existiera, para sentir al viento atravesándola, recordandole que estaba viva.

- La eternidad nunca es suficiente - murmura, para si misma, para el muchacho que estaba a su lado, para todos aquellos que quisieran saberlo. La inmortalidad nunca bastaba, no en un mundo donde había tanto por conocer.

"¿Que en que me pareces interesante? Asumo que estas bromeando, porque lo considero obvio. Eres atractivo, aunque no te sienta bien el aire de nostalgia que traes, y además, educado. Se nota que no eres un... Cursiento roba puestos."- sonrei al escucharle, ¿en serio me creia atractivo? Bueno yo no lo pensaba de esa manera, solamente me consideraba un hombre mas, como los otros, a excepcion de que era Vampiro, pero eso era aparte. -Vamos, no creo ser tan interesante, solo soy un... hombre hecho a la antigua supongo- le dije como causa de mis modales y comportamiento, naci hace ya varias decadas, muchas a decir verdad, antes las tradiciones eran distintas y los hombres debian cortejar a la mujer por varias semanas, mucho antes de pedirles una cita o algo parecido. Asi me crie y esos habitos no cambiarian en mi, ni aunque pasaran miles de años.

-Bueno, soy algo asi como un miembro de un clan, mas no de vampiros, pero nunca desbancaría a mi jefe, le respeto mucho- le aclare. Dirigi mi vista hacia ella sintiendo el viento golpear contra nosotros, la luz de los faros del edificio cegaban un poco pero no le tome importancia y dirigi mi atencion hacia la vampireza a mi lado. -Supongo...- no sabia si a su reflexion pedia una respuesta, pero de todas maneras se la di, o algo asi. Ella tenia razon, el mundo estaba lleno de cosas que ni siquiera habiamos descubierto los humanos en tantos años, cosas que tal vez no se descubran hasta dentro de siglos, y habia otras que ya eran una muestra de cultura, un arte.

-Soy, Nickolay Dowsett, un gusto- me tome la libertad de tomar una de sus manos, como todo un caballero y besar el dorso de la misma, le sonrei de medio lado al terminar de presentarme. -Digame, ¿como se llama usted?- cortecia siempre venia a mi lado, a una dama nunca debia dejar de tratarsele como es.