Tengo que saberlo. [Valentina]

Era primera hora de la mañana, o por lo menos lo era cuando decidí salir de casa de Valentina. Me había bañado, puesto un equipo de combate limpio, desayunado algo que se limitaba a uno de mis famosos sandwich de queso y una manzana. Tras asearme en el baño, que se limitaba a lavarme los dientes, porque en un intento de peinarme sería inútil, para que mentir nunca me peinaba. Me dirigí a los establos, y observé a varios de los caballos estaban allí. Los habíamos conseguido de las caballerizas de Alacante después de nuestra llegada, lo sabía porque había sido yo y Alec los que habían ido a buscar los caballos. Solo necesitaba saber el número de caballos que permitía el establo y que animal preferían. A Clary no le pregunté, porque ella montaría junto con alguno de los otros, si el caballo cargaría con el doble de peso, si es que se puede decir que Clary pesara algo. Eran cuatro caballos, una de ellos una yegua que era mucho más tranquila que los otros tres machos. Todos eran robustos, pero el que a mí me había gustado en especial fue un semental de color negro, tal vez algo más resistentes que los demás, pero tenía claro que nuestros caballos eran mucho más resistentes que los caballos de los mundanos.
Al acercarme al animal le acaricié el cuello y después la cabeza en modo de tranquilizarle y que se acostumbrara a mi presencia. Este sacudió la cabeza, pero en seguida se tranquilizo, haciendo que en mis labios se formara una sonrisa satisfecha de mi mismo. Lo ensillé correctamente, le puse las riendas y este movió la boca inquieta hasta que se acostumbro. Lo saqué tirando suavemente de las riendas hasta llegar fuera del establo. Me monté sobre él y le dirigí hasta el camino de grava y tras mirar de reojo la casa agité las riendas y clavé ligeramente mis tobillos en el costado del animal, y este al recibir la orden comenzó a ir al trote.
Me llevaría un rato el viaje y lo sabía a la perfección, pero me daba igual. Tenía que encontrar ese diario que mi padre tenía sobre mí. Dudaba mucho que siguiera allí después de tanto tiempo, mejor dicho, después de que yo lo encontrara y lo leyera sin permiso. Por intentarlo no pasaba nada, solo quería saber algo más de lo que ya sabía. Viajar a caballo era una de las cosas que también se me daban bien, era un buen jinete, padre lo había querido de ese modo, por lo tanto aquí estaba. No paré a descansar y sabía que el caballo podría aguantar este ritmo, que no se moriría de agotamiento. Tardé casi toda la mañana en llegar a mi antigua casa, o lo que quedaba de ella.
Estaba en pie, en medio de aquel país desconocido para el resto del mundo, los arboles y las malas hierbas creían sin miramiento en el jardín. Se notaban los años que habían pasado sin cuidar de la propiedad. Me bajé del caballo observando la mansión Wayland mientras que acariciaba al caballo el cuello, notando su rápido pulso bajo mi mano.
-Lo has hecho bien muchacho. -le dije mientras le ataba a un árbol, en una zona donde podría pastar tranquilamente, saqué una manzana de la bolsa que había traído conmigo y se la di al caballo, que se la comía poco a poco, cuando se terminó la manzana comencé a caminar por el camino de entrada, o lo que quedaba de él, ya que había desaparecido entre la maleza.

El edificio se alzaba en medio de aquella naturaleza, como un fantasma. Sabía que era lo más cercano a la realidad, porque toda mi infancia estaba aquí, en estos metros cuadrados tanto dentro de la casa como en el jardín. Dirigí mi mirada al otro extremo del jardín, casi podía ver la silueta de un niño de cabellos dorados con camisa blanca y pantalones oscuros jugando con sus únicos juguetes. Este lugar me traía recuerdos, más que una casa se podía decir que era una mansión, y al lado de está había un desnivel que si no tenías cuidado podría pillarte desprevenido y hacerte bastante daño. A veces solía jugar ahí, o mejor dicho entrenar ahí. Era mejor que aprendiera a mantener el equilibro o sino me partiría una pierna en la caída. Las cosas siempre habían sido así de transparente con mi padre.
Los cristales estaban ennegrecidos por la suciedad pero intactos, si una casa así estuviera en Nueva York, muchos mundanos la visitarían, unos para convertirlo en su hogar, otros para tener sexo después de pagar a la susodicha antes, otros buscando fantasmas cuando si se encontraran de verdad con uno saldrían corriendo. Pocos cazadores tenían la capacidad de ver los fantasmas y yo era uno que carecía de ese poder, así que tenía que esperar a que dicha alma en pena le gustara mostrarse ante mí. Algo que no solía suceder mucho, al único que vimos con frecuencia fue con el que estuvo saliendo Izzy, sin duda el más raro de todas sus ligues. Después decían de mí y mis preferencia hacia las hadas, por lo menos las que tenían mitad hadas. Las hadas de verdad solían tener un aspecto bastante aterrador, bello, pero aterrador.
Seguí caminando por el camino que llevaba a la entrada, no necesitaba mirar, me sabía el camino de memoria. Era un camino de piedra, que un tiempo atrás era de color blanco, el resto era todo tierra. Caminé hasta alcanzar la puerta, giré el pomo pero este no se abrió, saqué la estala del bolsillo de la cazadora e hice una runa de abertura. La puerta se abrió para mí. La guardé mientras que daba un paso dentro del umbral de la casa, una pequeña nube de humo se levó al pisar dentro. Levanté la vista poco a poco y vi la escalera, y más abajo, el hueco de la escalera donde me había escondido la última vez que había estado en la casa, en mi casa. Miré el suelo, ya no había mancha de sangre que me recordara que allí hubo una simulación, bastante creíble, de un asesinato.
Giré el rostro hacia la salida, pero sin mirar al exterior, solo dejando mi mirada en el marco de la puerta.
-¡Será mejor que salgas! -le dije con voz clara y molesta. -¡Seguir a alguien en caballo no es lo más inteligente que alguien puede hacer! -sin contar que desde que había estado siguiendome a pie había escuchando claramente sus pisadas. Sabía que prestaba mucho más atención a mis sentidos que un cazador de sombras normal, que se solían confiar demasiado en sus habilidades, yo estaba segura de las mías, pero no por eso bajaba la guardia y menos en un lugar como este.

Miré hacia el umbral de la puerta cuando la persona que había seguido se apoyó en él, miré a la figura por encima del hombro. La examiné de arriba abajo, solo se podía tratar de una persona. Estaba claro el cuerpo de mujer debajo de los ropajes. Demasiado alta para ser Clary, y demasiado estúpida o ignorante para seguirme sin más.
-Valentina, cuando alguien se va sin decir nada significa que quiere estar solo. -le dije realmente molesto. Entré dentro de la casa, ignorando si me seguía o no. Que hiciera lo que quería, pero que no se metiera en mi camino, no estaba de humor para ello.
Tenía intención de ir directamente a la biblioteca, pero al ver la casa donde me había criado, mi casa, mi hogar hizo que desistiera esa idea y que la recorriera con cuidado. Como si cada paso que diera fuera peligroso para la estructura del edificio. Subí las escaleras, prefería empezar por el piso de arriba allí se encontraba mi dormitorio, mi antiguo dormitorio. Muchos recuerdos me inundaron a medida que caminaba por mi casa, casi podía verme a mi mismo con años menos yendo de un lado para otro en aquel momento. Todo estaba lleno de polvo y me ponía algo nervioso, no me gustaba la suciedad, pero por lo menos todo estaba en su lugar o eso parecía. Fui directo a lo que era mi antiguo cuarto. Al entrar vi el polvo, que cubría el suelo y los muebles, todo estaba en su sitio. No había nada que echara de menos, si lo hubiera echado de menos me lo hubiera llevado conmigo a Nueva York, allí solo quedaba lo que no me importaba dejar atrás. Abrí las cortinas para que entrara algo más de luz. Observé toda la estancia y sin dudarlo abrí los cajones, allí todavía seguía mi ropa de entonces. No la saqué de los cajones, si habían pasado tanto tiempo allí en el mismo lugar seguiría allí, como si esta visita nunca se hubiera producido. Cerré el cajón y repasé con el dedo el lomo de los libros que mi padre me había obligado a leer y que no me interesaban. En aquel momento me sorprendí comprobar que el cuarto me parecía mucho más pequeño de lo que recordaba. No podía creer que había cambiado tanto en aquel tiempo, era estúpido pensar eso. Sabía que había pasado montón cosas desde que me había ido, e incluso me había enamorado, si, de la persona equivocada, pero lo había hecho.

Vi como se quitaba la capucha y le caía el cabello como si fuera una cascada oscura. Después de eso la ignoré todo lo que pude y más, no quería saber nada, había venido con la intención de estar solo y al parecer a estas alturas no iba a poder ni tener eso. Así que, la mejor opción era ignorarla, sino acabaría discutiendo con ella como discutí con Clary. Caminé a mi aire por la casa, hasta que dijo esas palabras y me volví hacía ella totalmente enfadada.
-La diferencia, es que sé defenderme solito. Ella no, ella no sabe lo que es dar la vida en cada lucha, Valentina. -no había alzado la voz pero se notaba que estaba completamente enfadado. -Así que, ahí está la diferencia. Que si yo muero sería como un autentico cazador de sombras, mientras que Clary moriría como una mundana jugando a juegos que ni si quiera conoce las normas.
Me di de nuevo la vuelta y comencé a ignorarla nuevamente. No creía que fuera tan difícil el hecho de dejarme tranquilo. No lo era, solo tenía que dejarme a mi aire, aun así no lo hacían. Comenzaría a pensar seriamente si no me estaba acosando. Me quité esos pensamientos de mi cabeza, solo conseguirían que me enfadara más y eso no era bueno. Sabía que Valentina estaba completamente en tensión, que no estaba cómoda. Estuve moviéndome por mi antigua habitación. Desde que había entrado en la casa y caminado por sus pasillos había notado algo raro en el ambiente, y era la misma sensación que tenía cuando estábamos en casa. Pero Valentina estaba demasiado afectada, me había apuntado con una flecha después de preguntarme.
-Sí, pero ponerse así tampoco va a resolver nada. -me asomé a la ventana y no vi nada, pero es más que suficiente. Sabía que no estábamos solos, pero si hubieran querido ya hubieran atacado. De eso lo tenía bastante claro, así que, seguí mi paseo por la casa. Salí de la habitación y seguí el recorrido, fui al cuarto de baño. Allí estaba la bañera donde me había dado un baño de espaguetis para mi cumpleaños.

No le dije nada por su comentario, por lo menos no inmediatamente. Contemplé el baño, recordando que realmente era escurridizo darse un baño de espaguetis. Vagamente me pregunté como debía de ser tener un hijo. Tendrías que quererlo ¿no? De algún modo y otro, ¿por qué le había resultado tan sencillo deshacerse de mí? Aunque me había explicado que había hecho eso y mentido de la forma en la que lo hizo para asegurarme un techo, porque si los Lightwood hubieran sabido que realmente era el hijo de Valentine nunca me hubieran aceptado. Apoyé una mano en el marco de la puerta y pose mis labios en mi dorso de la mano. Recordando como se había comportado Maryse conmigo después de descubrir de quien era hijo. Después de todo me lo explicó todo, y la entendía a la perfección. Lo más probable es que yo también hubiera actuado de la misma forma, tal vez ya lo estaba haciendo comportándome de esa manera con Clary. Sentía esta casa como parte de mi vida tenía buenos y malos recuerdos en ella, pero aun así, la sentía tan vacía sin los Lightwood. Ellos eran mi familia, ellos eran mi verdadera familia. Sin darme cuenta estaba sonriendo a medio lado, que quedaba oculto por el dorso de mi mano. Cuando me separé al fin del marco de la puerta, miré de manera seria a Valentina, ya no estaba tan enfadado.
-La casa tiene salvaguardas. -le comuniqué. -Sea lo que sea, está esperando a que nos acerquemos demasiado a una ventana o a que salgamos... Recuerda que estamos en la casa de mi padre. -le dije simplemente. -O puede que esté en el piso de abajo esperando el momento adecuado. -seguí caminando hasta llegar a otras escaleras. Sabía que llevaban a la puerta de la cocina. -Y siempre estoy alerta. -pero tampoco quería pasearme por mi antigua casa como si fuera terreno desconocido. Simplemente quería disfrutar del reencuentro para por fin decir adiós definitivamente. Idris siempre sería mi hogar, pero ahora Nueva York tenía toda mi vida, era todo lo que tenía, todo lo que necesitaba y lo protegeré hasta mi último aliento y Padre lo sabía a la perfección.
Llegamos a la escalera y bajamos en silencio, no se escuchaba nada, ni si quiera nuestros pasos. Era tan normal caminar con otro cazador de sombras que resultaba agradable. Observé la cocina, de vez en cuando me quedaba mirando a los criados cocinar cuando tenía bastante hambre. Me giré y me quedé cara a cara con Valentina.
-¿Por qué me has seguido? -le pregunté sin más.

La expresión de la chica al principio fue muy diferente cuando me gire a cuando le hice la pregunta. Sonrió divertida, aunque yo no le veía la gracia, de hecho estaba bastante enfadado, no tanto como antes pero seguía enfadado y molesto. Quería estar solo en aquel momento, no tener que preocuparme de la chica que me había seguido. Prefería estar solo que acompañado la mayoría de las veces, solo había unas pocas excepciones a ese hecho. No era una persona solitaria, sino que no veía la necesidad de estar con más personas de la cuenta, y en esta casa, en este momento cualquiera que estuviera a parte de mí era innecesario.
-La próxima vez será mejor que te quedes en casa y no me sigas. -le dije molesto. -No necesito carabina para venir a mi antigua casa. -intenté ignorar todo lo que me rodeaba, incluso a Valentina que parecía estar entre la felicidad extrema y la precaución extrema. Todavía tenía el arco en la mano, no tenía intención de que lo soltara, podía ser como un suicidio, pero si lo seguía apretando como lo apretaba no me extrañaría que se hiciera astillas con la misma.
Seguí caminando por la casa, la cocina no tenía tanta emoción, obviamente me llegaron muchos recuerdos. A veces los criados me daban algunos panecillos para matar el hambre antes de comer, siempre y cuando no los pillaban, porque a Valentine le gustaba ese tipo de cosas por lo menos en sus malos. El resto de los días le daba un poco igual. Al fin y al cabo me pegaba semanas solo en la compañía de los sirvientes. No me molestaba, y cuando era un niño no comprendía del todo, no lo veía ni normal ni poco normal. Simplemente aceptaba que a veces tenía que viajar y no podía llevar. No podía quejarme, algunas veces me había llevado con él. Había visto mundo desde una corta edad, no todo el mundo podría hacerlo.
Dejamos atrás varios salones, todos amueblados perfectamente con muebles que estaban cubiertos por sábanas blancas. Me pregunté vagamente porque lo habían hecho cuando nadie volvería a vivir en aquella casa. ¿Quién querría una casa donde Valentine estuvo durante tanto tiempo? Y encima que ningún cazador se diera cuenta, algo que dejaba bastante que desear y dejaba bastante mal a todos los cazadores. Me detuve delante de la sala de música, se veía el gran piano tapado por las sabanas. Ese piano se podía decir que era único, simplemente porque aprendí a tocar con él. Me hubiera gustado mucho llevármelo a Nueva York. No me tuve mucho tiempo a contemplar la sala, con Valentina allí las cosas se podían poner bastante feas. Pude que mi padre me hubiera propuesto a que me uniera con él la última vez, y también puede que luchara contra él, sin embargo si hubiera venido solo podrían haber caminado a mi placer por el lugar, sin que ninguna de las presencias de los demonios que allí había se alteraban tanto como lo estaban ahora. Sabía que habían demonios, Valentina también pero yo lo sabía desde que había entrado en la casa y después sentía otro peculiar cosquilleo que no sabía como identificarlo. Llegamos a la biblioteca, al lugar donde quería ir desde un principio. Entré y una nube de polvo nos saludó, como en las otras estancias de la vivienda abandonada. Examiné la habitación con cuidado, en todas las paredes se encontraban llenas de estanterías hasta el techo, llenas de libros cubiertos de polvo. Me dirigí al lugar exacto, que para mi desgracia se encontraba en la otra punta de la estancia, el lugar más lejos de la puerta y al lado de la ventana.
-No te acerques a las ventanas. -le recordé mientras iba al otro lado de la sala, justo a la estantería que estaba al lado de la ventana.

La chica me seguía en silencio por la casa, no iba a decirle que se fuera y menos cuando la casa estaba rodeada de demonios, se habían mantenido alejados hasta que habíamos entrado en la casa. Seguramente estarían esperando a que nos acercáramos demasiado a las ventanas o que directamente saliéramos para atacarnos. Solo era cuestión de tiempo y lo sabía, tampoco es que me interesase demasiado. Ya lucharíamos cuando ellos nos atacaran primero, o al salir. No podíamos dejar a esos demonios sueltos para que atacaran a cualquiera que pasara por el camino o se acercara más de la cuenta, seguramente a mí me habían dejado pasar por el simple hecho de ser hijo de Valentine, o es que los demonios eran bastante estúpidos para atacar antes de que entráramos en la casa.
Entré en la librería y el tono de su voz hizo que mirara por encima del hombro para ver lo que estaba haciendo. Pareció que se había sumido en alguna especie de trance cuando vio los libros. Me recordó a Clary la primera vez que había entrado en la biblioteca del instituto, tardó bastante en darse cuenta que nuestro tutor estaba por ahí. Volví a centrarme en lo que me había venido a buscar. Me acerqué a la estantería que estaba cerca de la ventana, miré disimuladamente por la ventana. No quería apartar la cortina, seguramente ya estaría llamando la atención solo con mi silueta, no pensaba llamarla más. Examiné con atención la estanterías, buscando el diario, pero no lo encontraba por ningún lado, de pronto algo oscureció la ventana. Me llevé la mano a mi cinturón donde estaba mi cuchillo serafín, le di un nombre y justo en ese momento unas pinzas atravesaron la ventana y me tiraron al exterior. Sentí como la piel de mi brazo se despellejaba por completo antes de que el demonio me lanzara literalmente por los aires. Dí una vuelta en el aire y aterricé correctamente, tuve que dar una vuelta en el suelo para poder estabilizarme, aunque igualmente sentí como el impacto me hacía temblar mi cuerpo. Nada más aterrizar en el suelo me puse en guardia, desde esta distancia vi como otro demonio rompía otra ventana, seguramente para alcanzar a Valentina.

Había escuchado la voz de Valentina gritar mi nombre, sin embargo tenía otros asuntos que atender, unos asuntos con pinzas que me habían despellejado por completo el brazo. Hubiera sentido dolor, pero la adrenalina recorría mi cuerpo, impidiendo que el dolor hiciera mella en mis movimientos. De reojo pude ver que Valentina también era sacada de la casa por la fuerza, no tuve más tiempo en fijarme en mi compañera ya que el demonio volvió a atacar.
Lanzó sus tenazas en mi dirección y lo esquivé con un movimiento a un lado, su ataqué me paso rozando el brazo derecho, por suerte era ese el que estaba herido y no el izquierdo. Era capaz de usar ambas manos para luchar, pero seguía siendo zurdo. Moví en forma de arco el cuchillo serafín antes de que el demonio se retirara, de ese modo consiguiendo seccionar por completo la pinza. El icor salió como si una fuente se tratara del muñón que le acababa de hacer. Conseguí entrar dentro de sus defensas, clavando el cuchillo serafín a mitad del pecho y acto seguido hice palanca, partiendo por la mitad al demonio. Me abalancé a la posición de mi compañera, donde dos demonios más aguardaban para atacarla. En el último momento di un salto caía encina de uno de los demonios, le apuñalé en la espalda y el demonio cayó al suelo. Escuché un silbido y me agache justo a tiempo para esquivar la cola de un demonio.
Miré a Valentina para que se pusiera un poco las pilas para que siguiera atacando a los demonios, a pesar de haber visto a demonios desapareciendo con flechas clavadas. Seguía preguntándome como podían luchar a distancia, lo emocionante estaba ahí, luchando casi cuerpo a cuerpo con el demonio. Sentir su repugnante olor y como sus movimientos cortaban el aire y como la adrenalina inundaba nuestras sangre de cazadores, haciendo que la euforia de la lucha, haciendo que quisiéramos luchar más y divirtiéndonos a la hora de hacerlo. Disfrutar de un buen reto... Por algo era el mejor cazador de mi generación, el nefilim que ha acabado con más demonios de mi generación. No pensaba soltar ese mérito, a pesar de actuar como un autentico temerario para conseguirlo. Era la única forma de sentirme con vida, luchar, luchar y más luchar.

Valentina salió volando por el golpe de un demonio, había bajado la guardia y eso era lo que pasaba, que los demonios hacían que volaras por los aires. Sin embargo la muchacha pudo apañárselas bien, como toda cazadora de sombras. Volví mi atención a los demonios que tenía delante de mí, esperando a ser asesinados por mí.
Los demonios se dieron cuenta que no podrían matarme con tan fácilmente, al parecer no eran tan estúpidos como parecían. Comenzaron a atacar en grupo, primero fueron dos al mismo tiempo, cada uno por cada franco. Lanzaron sus ataques con sus pinzas, me giré de un lado a otro, esquivando los ataques con elegancia. Cegué los miembros que se acercaban a mí demasiado, el icor salían por las heridas y los demonios chillaban con dolor, rabia y odio. Toda una combinación que me hacía sentir vivo, seguí atacando y defendiéndome de todo aquello. La sangre de demonio me empapaba la ropa y algunas partes de mi cuerpo, por suerte aquellos no tenían un icor ácido, como algunos solían hacerlos. No quería acabar con todos tan rápidos, quería divertirme. Era consciente que Valentina estaba luchando cerca de mi posición, apoyándome en la lucha. De vez en cuando lancé un par de dagas para desviar algún ataque que le dirigían a la chica.
Perdí la noción del tiempo, pero todos los demonios estaban muertos, por lo menos la gran mayoría, solo faltaba uno que casi descuartizado intentaba ponerse en pie para seguir atacando. Caminé seguro y a mitad de camino comencé a correr, para dar un salto en el último momento y caer sobre la cabeza del demonio, clavando mi cuchillo serafín en medio de su cabeza, clavándola en la tierra. El demonio se revolvió en el suelo, yéndose a la dimensión de donde pertenecía. Me incorporé y recogí mi serafín y miré a Valentina.
-¿Estás bien? -le pregunté guardando de nuevo el cuchillo en su sitio. Hasta el momento todos los movimientos de mis contrincantes habían sido lentos. Lo suficiente para poder ver sus ataques con mucha más claridad, era la mezcla perfecta entre mi sangre de nefilim y la adrenalina que inundaba mis venas en cada pelea.

La pelea me había agitado un poco la respiración, como era normal después de cada pelea, sin embargo recuperé el aliento al poco tiempo de acabar la pelea. Me acerqué a Valentina para preguntarle como estaba, al fin y al cabo los dos estábamos cubiertos de icor de demonio. La verdad es que nuestras pintas daban asco, sin embargo era lo mejor. Si no te manchabas no eras realmente un cazador de sombras.
Levanté el brazo derecho, ya que las preguntas de la chica era debido a ese brazo que estaba por completo despellejado. Al verlo vi que no tenía demasiado buena pinta, mi sangre se mezclaba con el icor de demonio y goteaba sobre la tierra.
-Sí, estoy bien, solo escuece un poco. -le dije. No era la primera ni la ultima vez que tuviera heridas parecidas. Me había roto un brazo porque un repudiado se me había caído encima, un demonio mayor me había hecho volar por los aires y me había enfrentado al demonio del miedo, también luchado codo con codo con Luke contra un ejercito de demonios. No me iba a morir por tres arañazos mal hechos en el brazo sin contar que el icor no era ácido. -Si no me he muerto a estas alturas de mi vida, no voy a morir ahora. -le dije, recordando cuando me había escapado de la Inquisidora y había salido por una ventana para después bajar por la cornisa de la catedral que era el instituto. -Como quieras. -contesté y giré ligeramente mi cuello para que pudiera hacerme la runa curativa a gusto. Se alejó para ver el efecto, pero yo tampoco estaba sintiendo el poder de la runa. Miré hacia abajo y solo pude ver como la runa se borraba sobre mi piel como si fiera un dibujo hecho sobre el agua, por lo menos la única línea que fui capaz de ver. Eso era muy mala señal, significaba que algo iba realmente mal. recordé que pasó exactamente lo mismo con Alec cuando fue envenenado por el demonio mayor. -No lo sé. -dije bastante sincero, fui a dar un paso y perdí todo el sentido del equilibrio. El suelo se movía solo, sabía que eso no tenía sentido ninguno, aunque tenía esa sensación. Me sentía raro, todo estaba en movimiento pero yo estaba quieto. Caí al suelo boca abajo, levanté los brazos para frenar la caía, pero el brazo derecho cedió por culpa de la herida. De mi garganta salió un gruñido de dolor, aquello no me lo esperaba. No era ácido, pero el maldito icor era venoso y había infectado mi herida. Intenté ponerme en pie, sin embargo no pude, los mareos eran mas fuertes que yo. Clavé mis rodillas en el suelo y eso fue lo único que pude incorporarme. -Creo... que estoy envenenado. -dije en voz alta pero algo pastosa y débil a Valentina. -No creo que pueda levantarme solo.

La voz de la chica llegaba algo amortiguada, desconocida si era por el efecto del enveneno en mi organismo o simplemente la ignoraba para poder ponerme en pie. Noté sus manos en mis hombros, supongo que en un intento de agarrarme, por suerte había parado la caía con los brazos, bueno, con el brazo que me quedaba intacto. Intenté ponerme en pie por mi mismo, pero no lo había conseguido. Se lo dije a Valentina, que con su apoyó pude ponerme en pie, aunque no podía caminar con toda la soltura que me gustaría. Con mis brazos sobre sus hombros y pasos pesados caminamos hasta los cabellos, por suerte todavía tenía fuerza para soportar la mayor parte de mi peso menos cuando me iba a un lado a otro a punto de caerme.
-Sí, sí. -le dije para que dejara de ponerse histérica. Ya sabía que teníamos que llegar a casa para ser tratados, por lo menos no eran como las aguas del lago Lynn, que nos hacía tener alucinaciones. A los subterráneos no les afectaba pero a los cazadores sí, siempre es un detalle saber que teníamos un arma mortal contra nosotros en nuestro propio país.
Llegamos a los caballos, el suelo seguía moviéndose por si solo y la vista comenzaba a hacerse borrosa y distorsionares las cosas, dudaba mucha que un árbol podría moverse con aquellos movimientos tal ondulantes. Me subió a un caballo, juraría que lo estaba viendo al revés, cosa que me mareó más todavía. Subí al caballo como pude, ya tenía las patas en donde deberían estar, y me mantuve erguido todo lo que pude. Que fue justo cuando llego Valentina. Casi me desplomé sobre la espalda de la joven, sin fuerza, sentí los movimientos del caballo al galope debajo de mí. Sin embargo ya no estaba allí, estaba más en el mundo de la inconsciencia que en la realidad. Escuché la voz de la chica, estaba molesto, no tenía que ponerse así.
-Cállate y sigue cabalgando. -dije con voz débil pero claramente molesta. En estas situaciones no se necesitaba histerismos, yo no lo necesitaba solo conseguían sacarme de quicio. Al decirle esas palabras ya había perdido la visión, todo se había vuelto negro y lo último que deje atrás tras perder la consciencia fue el sonido de los cascos contra las carreteras de tierra de mi hogar.