¡Hey, Amigo! [Ken Aizawa]

Había terminado de desempacar y arreglar mis cosas lo mejor que podía, y decidí salir a pasear. Llevaba mi estela y un par de cuchillos serafín ocultos entre la ropa, aunque mi ropa no denotaba para nada que soy nefilim. Llevaba jeans morados, flats rosas de leopardo y un top rosa, además de mi iPod. Apenas pasaba de mediodía y el día era soleado, perfecto para hacer turismo. No quería pedir un taxi, así que caminé por varias calles y avenidas. Cuando me cansé, simplemente me dibujé las runas pertinentes en las piernas y continué. Pasé a una cafetería por un capuchino helado y terminé preguntando por un parque. Y me dijeron como llegar al parque más grande que había visto, mucho más grande que el jardín del Luxemburgo.

Recorrí el lugar, o al menos una parte, antes de ceder al cansancio y sentarme en una de las bancas. Saqué el celular y apagué el iPod, y empecé a perder el tiempo tomando algunas fotos y jugando algunos de los juegos, mientras daba pequeños sorbos a mi capuchino. Es demasiado ligero, pero ya me había dado cuenta que el café francés no existe en otras partes del mundo. Y parte de mí lo extraña, aunque extraño mucho más los pastelillos, en especial los choux. Aquí no se me habían antojado, aunque quizá logre encontrar alguien que me diga dónde hay una buena pastelería francesa.

Hoy era un día perfecto para salir, iría al parque para leer a gusto un rato, me gustaba pasar tiempo al aire libre, pero claro que tenía que continuar con mis tareas y trabajos así que me los llevaba, podía pasar un día entero en el parque. No me daba cuenta del tiempo porque la verdad sólo me fijaba en los libros.

Me dio hambre, había traído algo para comer pero me faltaba algo para tomar, guardo todo y me levanto, busco con la mirada algún puesto. Encuentro uno, comienzo a caminar observando el lugar y a las personas. Compro un refresco de toronja y ahora me dispongo a encontrar una banquita para que coma, encuentro una donde sólo hay una chica jugando con el celular. Me acerco y la miro, cuando me doy cuenta que la conozco casi suelto mi refresco.

-¿Mer… eres tú?

Dejo las cosas en la banquita y la abrazo efusivo, estaba seguro que era ella. No podía creer que estuviera acá, tal vez esté de vacaciones o algo.

-Mucho tiempo sin verte. ¿Qué te trae por acá? ¿Viniste de vacaciones con tu papá?

Su papá me daba mucho miedo, era de esas personas que imponen con sólo verlo, aunque me gustaba que fuera hado.

Estaba jugueteando con el celular, pero siento una presencia. Levanto la mirada y veo que es mi mejor amigo, un chico japonés bastante rico que conocí cuando fue de vacaciones a París. Me levanto, botando el celular y mi vaso de capuchino frappé, y lo abrazo también, con una enorme sonrisa. - ¡Sí, soy yo! Oh, Ken, ¡tanto tiempo! Qué gusto haberme topado contigo. - Doy un par de saltos y no dejo de sonreírle. Aunque debí imaginar que creería que sólo vine de vacaciones, pero niego. Ya sé que papá le impone y yo he tenido que decirle a papá que Ken es mi amigo gay para que no empezara de celoso. Pero la verdad es que no corremos peligro porque la que es homosexual soy yo. Y Ken sólo es un amigo. - No, nos mudamos. Vivimos en una casa gigantesca en el campo, algo muy típico de hadas. ¿Y tú? Estabas estudiando acá, ¿no? - Sería genial porque ahora podríamos vernos mucho más seguido. Lo más genial es que pese a que Ken es más grande que yo, nos llevamos bien porque él no me critica por mis ojos, ni por las runas que me pinto sobre la piel, ni porque mi padre es un hado. - Cuenta tú primero, ¡cuéntalo todo! ¿Qué tal la maestría? Eres súper inteligente, así que seguro que no tienes problemas con eso. - Sonrío para animarlo, porque sé muy bien que es el típico chico nerd súper inteligente al que todos critican porque envidian su cerebro. Pero no conocen al Ken que canta y baila hermoso. - ¿Y el baile?