Erick McKenzie

Tranquilo, elegante y sofisticado, Erick es, sin embargo, un hombre con dos caras. Paciente y demasiado, al grado en que nada lo altera hasta pasado un buen tiempo. Prefiere escuchar y esperar, hasta que ya le es imposible soportar. La venganza es un plato que se sirve frío y esta es la principal regla de Erick. Caballeroso y atento, en especial con las mujeres a quienes trata como verdaderas damas. Con los hombres puede ser camarada o tratarlos incluso con desprecio, especialmente si tienen algún atractivo para él. Gusta de jugar con los sentimientos de quienes somete y sabe muy bien cómo encontrar el punto débil de los demás. Un conocimiento básico e importante, ya que debe ocultar sus propias debilidades. De personalidad dominante pese a su caballerosidad, no permite que nadie pase por encima de él. Es superior y muy inteligente y lo sabe, de modo que a quien no demuestre un mínimo de cerebro, lo ignora rotundamente, sea hombre o mujer, guapo o no.

Como padre es sobreprotector, aunque cede si ve ventajas para su hija. La quiere como no ha querido jamás a un amante, y teme perderla debido a su condición de nefilim. A cualquiera que se le ocurra discriminarla, puede considerar cerrado por completo el contacto beneficioso con las hadas, y usará su edad y su posición para defender su punto. En todo caso, las hadas rara vez ayudan a mundanos o nefilims.

Le es fiel a la reina Seelie y la ve como una buena gobernante, particularmente por su política de no involucrarse en peleas absurdas de otra raza.

Rara vez pelea, pero ten cuidado porque además de ser muy diestro en magia, lo es en pelea tanto cuerpo a cuerpo como con armas, y particularmente con su espada.

Erick es hijo de un ángel caído y una súcubo, de ahí que su naturaleza sea predominantemente la acorde a la raza de su madre. Él es bastante neutral en general, pero muy leal a las hadas. Vivió algunos años de su niñez con su madre, pero pronto, ella tuvo que dejarlo en la Corte Seelie. Como súcubo, se le acabó muy pronto el instinto maternal, si es que alguna vez lo tuvo en realidad. Esto no fue problema para Erick, ya que aprendió que solo tiene muchas más ventajas que en compañía de alguien.

Estudió con varios tutores e institutrices y pronto su personalidad de hierro se hizo presente, tanto como su atractivo. Un hombre apto para ser un caballero, pero también un guerrero. Poco a poco fue abriéndose paso en la corte y pronto hizo que su opinión fuera al menos escuchada, lo que hizo que admirara aún más a la reina Seelie.

Durante sus años tuvo varias aventuras con personas de todas las razas y sexos, desde demonios como su madre hasta incluso algún ángel. Sin embargo, no había paso a su corazón. Se mantuvo al margen durante la primera guerra contra Valentine. Los conflictos que no lo atañen a él o a las hadas le tienen muy sin cuidado.

Sin embargo, poco después, decidió viajar a París y ahí las cosas cambiaron para él. Contrario a lo que esperaba, se enamoró de una hermosa nefilim de ojos verdes y cabello negro. Aunque no le demostró amor más que en sus actitudes de caballero, la cortejó, y pronto comenzaron a salir en secreto. Ella era hija del líder del Instituto de París y esto molestaba enormemente a Erick, quien empezó a ver más de cerca lo mucho que discriminaban a los subterráneos los hijos de Raziel.

Lo inevitable ocurrió, y ella quedó embarazada. Erick la rechazó porque no concebía la idea de tener descendencia con sangre de alguien que trata de someter a las hadas y sólo las busca cuando necesitan algo. Pero ella, esa mujer que tanto amó, le dejó a su hija de apenas un par de semanas de nacida en la puerta de su casa. Erick metió a la niña y salió a buscar a su amada, y la vio morir desde lejos. Su corazón de hierro se rompió y volvió a casa a mirar de nuevo a su bebita. Si bien ella no era idéntica a su madre, tenía el cabello negro como ella y cuando abrió los ojos, eran como los de él. Erick intentó proteger su corazón, pero la sonrisa de la niña que llamó Merak, terminó por conquistarlo. Merak, como la estrella más brillante de la noche en que él la recibió.

A regañadientes, la envió a la escuela mundana, aunque él también la instruyó en casa. Aún con menos ganas, dejó que su abuelo le consiguiera entrenamiento en el Instituto, y cuando ella cumplió los ocho y recibió su primera runa, él le regaló un arma feérica, para que no olvide sus raíces. La llevó a Londres hace un año y él se involucró más con la Corte. Desea que este sea un mundo mejor para que así su hija no corra peligro, y la encerrará en la Corte Seelie o hará lo que sea para protegerla de las garras de la muerte.

Se mudó a Nueva York con su hija por órdenes de la Reina Seelie y ansía convertirse pronto en un caballero hada.