Hora del Té [Cecily]

No hay nada como disfrutar de un buen té, aunque por primera vez desde que estoy en Nueva York, da la hora en un momento un poco inapropiado. Simplemente había salido a pasear por la ciudad en busca de alguna nueva víctima agradable, pero no había podido decidirme, ya que había demasiados. He llegado a una especie de paraíso, y aunque sólo vine a dar un paseo y algunos conciertos, consideraré quedarme.

Me ajusto el estuche del violín al hombro y sigo el rastro de subterráneos hasta un lugar con un genio de fuego en la entrada. Amable y con una reverencia a modo de saludo, le pregunto a tan singular personaje por este lugar, y particularmente, si hay té. Quizá es un poco suspicaz, quizá yo no parezco otra cosa que lo que soy en realidad, pero el genio no hace muchas preguntas y pronto recibo confirmación. Dentro hay toda clase de seres, salvo vampiros, ya que todavía no cae la noche, pero esto es lo más cerca que estaré de un buen lugar, así que no puedo ser quisquilloso. O al menos, no demasiado. Elijo una mesa con vista a la calle y dejo mi violín en el asiento de al lado, colocado de tal forma que pareciera ser un acompañante y no simplemente un objeto, aunque el tamaño seguramente lo delata.

Un hada de apariencia joven se acerca y me pregunta si es mi primera vez en este lugar. Asiento y digo la verdad: vengo de lejos, lo cual es cierto, aunque en realidad vengo de lejos con dirección hacia el infierno, pero tampoco es plan dar demasiados detalles. Pregunto por los tés y elijo un Earl Gray por su sabor fresco y revitalizante, algo que necesito en este momento, a decir verdad. Pido además un pastelillo francés y le devuelvo la carta a la chica, tras lo cual me acomodo los lentes sobre la nariz.

Estaba sentada en una de las esquinas de taki’s con una malteada de moras y una rebanada de pastel de tres leches en la mesa frente a mí y, en mi mano diestra tenía un libro de cultura mundana que hablaba sobre Zombies. En verdad me impresionaba la imaginación de los mundanos, siempre lograban sacarme una sonrisa.

Levantaba mi vista siempre que alguien entraba y regresaba mi vista al libro cuando la cara me era conocida y todo iba bastante bien hasta que un chico… demonio, para ser exacta entro al local; me tense un poco y lo seguí con la mirada desde que eligió la mesa hasta que termino de pedir la orden.
Puse el separador y baje el libro para ver al chico con más dedicación, sin preocuparme por ser discreta. ¿Es enserio? Ya teníamos bastantes problemas con los demonios locales como para que llegaran de mas parte del mundo.

Me comí el ultimo trocito de pastel que había en el plato y me levante con la malteada en una mano y el libro en la otra; camine hacia la mesa done estaba él y me pare enfrente, ofreciéndole mi más amable sonrisa –hey- murmure -¿me puedo sentar?- pregunte en un tono algo precavido.
Casi podía escuchar el “Cecily, tu imprudencia te matara un día” de mis hermanos ¿Cuántas veces no había escuchado eso?, pero no podía evitarlo y mucho menos con un demonio que era nuevo en la ciudad, seguro tena bastantes planes para divertirse y bueno, la diversión de los demonios es bastante peculiar.

Increíblemente, antes de que llegue mi té, noto la desagradable presencia de un ángel. Es imposible no notarlo, está en mi naturaleza y seguro que ella siente lo mismo hacia mí. Creí que sólo estaba de paso, pero es una sorpresa escuchar que pide sentarse conmigo. Sonrío de lado, divertido ante lo extraño de la situación y la forma en la que esto puede salir mal y terminar en una pelea justo en medio de todos los presentes. Aunque por supuesto, eso nos expondría como lo que somos y si yo me cuido de que sepan lo que soy, seguro que ella se cuida mucho más. Señalo con un ademán elegante la silla frente a mí, la que creo que es la menos peligrosa y en todo caso, está desocupada, a diferencia de la silla a mi lado que tiene mi estuche de violín.

- Adelante, señorita. Es un extraño placer que me acompañe, pero le aseguro que es lo más interesante que me ha pasado en mucho tiempo.

Me levanto y le acomodo la silla tras una reverencia, porque si algo soy es caballeroso, y no importa si ella es de una raza enemiga. Vuelvo a mi lugar y tomo asiento, y mi buena acción se ve recompensada con la llegada del hada con mi té y mi pastel.

- ¿Usted no va a pedir algo más, señorita? Adelante, yo invito.

Espero a que ordene, y entonces me presento con la angelita.

- Soy Kageyama, Akuma Kageyama.

Siento como mi cuerpo –o más bien, el cuerpo que estoy utilizando para “vivir”- se mantiene bastante tenso. Los demonios y los ángeles eran como perros y gatos, no había sorpresa de sentirme así de incomoda como me sentía con él en mi presencia, aunque claro hacia lo posible por no demostrarlo y a mi parecer, lo estaba haciendo bastante bien, la sonrisa no se borraba de mi rostro.
-créame que soy bastante interesante- le dije, mientras también le guiñaba un ojo con un poco más de confianza, el ambiente no era el mejor como para comenzar una pelea con el demonio, además estaba de buenas como para iniciar una discusión, lo mejor sería que todo fuera tranquilo, solo que las cartas quedaran bien puestas sobre la mesa.

Me siento aún más tensa cuando se acerca un poco más a mí para hacer hacia atrás la silla, aun así no rechazo su gesto y me siento en la silla de frente. –no muchas gracias, acabo de comer- le digo levantando la mano donde aún sostengo lo que queda de mi malteada –Un placer- murmuro sin estirar mi mano para tomar la suya, justo antes de darle un trago a mi vaso.
-Cecily- le digo yo a modo de presentación, sin dar más detalles sobre mi nombre. Me recargo en la silla y lo veo directo a los ojos –eres nuevo en la ciudad- le digo, quería sonar a pregunta pero suena más a afirmación –espero disfrutes lo que el lugar te puede ofrecer- digo, con un tono alegre pero cuidadoso –espero elijas bien tus diversiones- termino en un tono un poco más frio, casi a modo de advertencia; pero luego mi rostro que comenzaba a ser severo regresa a tener las mismas facciones dulces y alegres -¿puedo saber el motivo de tu visita? Si no es mucha imprudencia, claro- añado y termino con la malteada del vaso.

Muy segura de sí misma, la angelita dice ser bastante interesante. Le dedico una sonrisa y me quito los lentes. Veo su guiño y trato de ver a través de ella, para entender sus intenciones. Espero que no quiera volverme "bueno", porque eso es imposible.

- Muy bien...

Vuelvo a ponerme los lentes y me levanto para acomodarle la silla. Veo que está tensa, y demasiado, lo que hace que mi sonrisa vuelva a surgir, al menos por un momento. Después, me siento frente a ella y le ofrezco educado si quiere algo. Me parece bastante divertido invitarla, pero ella me rechaza, mostrándome una malteada que parece algo demasiado dulce para mi estilo, quizá es del menú de hadas. Así que dejo que la mesera se marche.

Me presento, pero ella no toma mi mano. Al igual que yo, parece usar un nombre mundano, aunque el mío tenía su encanto. Retiro mi mano y bebo un sorbo de té mientras escucho la forma en la que afirma que soy nuevo en la ciudad y lo acompaña nada menos que de una amenaza.

- Así que por esto te acercaste, para darme una advertencia. Debí imaginarlo, a los tuyos les encanta amenazarnos.

Dejo la taza sobre el platito y entrelazo las manos sobre la mesa. Luego le echo una mirada al estuche de violín, intentando que la angelita vea que tengo un instrumento.

- Quizá si te digo que vine a asesinar a todos me lo creas mucho más fácil, pero no es así. Vine a dar una serie de conciertos, es todo. En principio no estoy pensando en quedarme, aunque no lo sé. No hago muchos planes, prefiero el caos, supongo que puedes entenderlo.

Tomo el tenedor y empiezo a comer mi pastel. Bastante bueno, teniendo en cuenta que es Nueva York y no París.

- ¿Y a qué viniste tú a esta ciudad? ¿A proteger a todos? ¿O sólo a los hijos de Raziel?

Siento como me observa y no esperaba menos, yo también lo hacía con el pero con un poco más de discreción. Le ofrezco una sonrisa a modo de “disculpa” por no aceptar ni su mano ni la invitación a pedir algo más para comer.
Muchas veces intentaba hacer que los demonios no me molestaran pero siempre había algo que no me permitía confiar en ellos a un 100%. Podía convivir con ellos porque bueno… tenía que hacerlo y además no es que fuera matando demonios por ahí sin razón aparente pero cuando tenía una razón para hacerlo, vaya que lo disfrutaba.

-es un simple comentario- le dije como si nada, cambiando mi posición para recargarme en la silla y cruzar mis piernas, cada vez me sentía mucho más confiada en presencia de él. –No nos encanta amenazarnos, a veces simplemente debemos… mmm… reafirmar nuestro poder- dije con una sonrisa.
Reí al escucharlo y asentí desviando mi vista hacia el violín –me gusta tu instrumento, quizá algún día tenga la suerte de escucharte- comente, siempre había sido fan de la música, eso no era ningún secreto. –nunca hay nada mejor que el hogar- dije con cierto sarcasmo, aunque por “hogar” me refería al país del que viniera.
Escuche su pregunta y me encogí de hombros –me gusta la ciudad- dije, simplemente eso. Y es que era la verdad, me había dedicado a recorrer el mundo y algo había hecho que me quedara aquí por más tiempo y ahora mi licántropo protegido era otra gran razón para quedarme aquí. –me protejo a mi misma- murmure, un poco más fría –creo que al final uno termina por proteger lo que debe ¿no crees?- termine mientras lo veía -¿vienes solo?- pregunte con un poco más de curiosidad de saber más sobre el.

La angelita niega estar advirtiéndome que me comporte, pero por supuesto que no le creo. Simplemente sonrío ligero de lado, sin aceptar ni rechazar que sólo sea un comentario. Enarco una ceja cuando cuando dice que a veces sólo hay que reafirmar nuestro poder.

- Lo mismo digo... supongo.

Aunque para mí, nosotros siempre seremos superiores porque no tenemos ninguna inhibición. No hay nada que nos impida actuar, mientras que ellos tienen que acatar las reglas de su creador. Eso simplemente me da una flojera inmensa, tanto como las preguntas para las que estoy seguro no creerá en mis respuestas.

- Cuando gustes, aunque no sé si consideres apropiado que toque ahora mismo para ti. Siempre puede haber otra ocasión, para nosotros el tiempo es algo bastante duradero.

De nuevo mi semisonrisa que no afirma ni niega nada, pero quizá hay un ligero toque de nostalgia. Después de todo, mi hogar siempre será el Infierno y las aguas que me permiten entrar hacia él, y no hay nada mejor que ese lugar, ni lo habrá jamás.

Al igual que supongo que ella no me cree a lo que vine a Nueva York, yo no le creo tampoco. Pienso que debe tener algo que ver con todos los problemas que supuestamente están ocurriendo en la ciudad. No se puede decir que me quite el sueño.

- No lo sé, proteger es un sentimiento que no va especialmente conmigo, así que tú dímelo.

Dejo momentáneamente el pastel para acompañarlo con un sorbo de té caliente.

- Vine solo al restaurante.

“un ángel y un demonio entran a un bar…” esto parecía el inicio de un mal chiste. Comenzaba a sentirme incomoda. –ten por seguro que algún día me veras entre el público- murmure con una sonrisa –¿y en donde tocaras?- pregunte con curiosidad.

-bien- susurre de inmediato al escucharlo –a veces proteger te afecta bastante- dije pensando en todos los humanos que había cuidado y ahora se habían ido, pero quizá era mi problema por ser tan sentimental y atarme tanto a esos que me rodeaban.

-Pues espero disfrutes tu estadía aquí; pero insisto, nada como el hogar- añadí; como dándole a entender que en cuanto pudiera debería irse de aquí. –ohh ¿tienes amigos en New york, entonces?- pregunte de nuevo, interesada en el tema.
-puedes preguntar, si quieres- añadí recargándome en la silla, como si me estuviera poniéndome cómoda –y no te preocupes que pronto me voy, solo espero que me traigan comida- añadí agitando la mano sin darle importancia. Estaba esperando una orden para llevar que había pedido justo antes de que el llegara.