Primer día de trabajo {Constanzé}

Apenas llevaba unos días en Nueva York, pero al menos había conseguido lo más parecido a un trabajo que podría tener en este momento, un puesto de camarera en el club Pandemonium. Me resultó curioso el día que entré por primera vez, hace un par de noches, cómo pese a que está tan lleno de subterráneos, hasta ahora ninguno haya decidido trabajar aquí, pero me bastó una bonita sonrisa y un corsé atrevido para que el dueño decidiera darme una oportunidad. Aun así tendría que tener cuidado con no moverme demasiado rápido, pues la idea era aparentar ser humana. Quizá aquí pueda hacer los contactos que necesito para encontrar a los vampiros que busco, o al menos tener algo con lo que empezar.
Me recogí mi melena pelirroja en una coleta, con las puntas ligeramente onduladas, vistiéndome con un top violeta escotado y unos vaqueros ajustados, dejando mi vientre al descubierto y finalizando con unos tacones altos negros. Apenas llegué al bar, no tardé en conseguir algunas propinas dedicando agradables sonrisas a los clientes y usando parte de ese encanto natural de vampiro. Sigue sin gustarme lo que soy, pero al menos tiene utilidad para algunas cosas.
Acababa de ponerle una cerveza a un tipo de la barra cuando me fijé en una chica con extraños tatuajes, aunque muy chulos. No me iba mucho ese rollo cuando era humana, y aunque me gusta cómo quedan, yo misma no me los pondría, pero a ella le sentaban bastante bien. Parecía que estaba sola en la barra, así que me acerqué a ella con una agradable sonrisa, saludándola con la voz más elevada, para que me escuchase por encima del ruido de la música. Tenía un tono de pelo muy curioso, que debía ser de algún tono blanquecino o platino, porque parecía de un azul eléctrico bajo las luces del bar, que solían dar ese tono a los colores claros.

- Ey, bonitos tatuajes, te quedan genial.

Le comenté con de forma amistosa. No llevaba como vampiresa tiempo suficiente como para saber mucho acerca de los nefilim, solo había escuchado rumores, pero ni de lejos había visto ninguno o podía imaginarlos, así que la tomé por una chica normal.

- ¿Quieres que te ponga algo? Si tienes un pase, la primera copa es gratis.

Con las chicas era más complicado eso de la venta de copas, así que tiraba más de ser agradable que de simplemente enseñar escote, pero era gratificante saber que en esos casos, si te pedían algo, era porque realmente lo querían y no para intentar coquetear contigo.

La chica tenía un olor extraño, no olía como los humanos normales y su sangre me parecía menos tentadora, pero también era difícil centrarme en algo con esta cantidad de gente. Además, no es que haya querido desarrollar demasiado la parte de mí que implica tener que comerme a alguien cada cierto tiempo, para no terminar más muerta de lo que estoy. Solo esperaba terminar pronto con esto, vengar a mi familia y reunirme con el sol, pero mientras supongo que tengo que seguir adelante.
La chica parecía algo deprimida, así que le ofrecí tomar algo, si tenía un pase, pero al parecer no lo tenía.
aun así pidió un Daikiri, encogiéndome de hombros y quitándole importancia a lo del pase.

- Tranquila, a esta invito yo.

La sonreí con un guiño, poniéndole lo que había pedido y haciendo un poco de buena camarera. En las pelis suele salir mucho eso del camarero limpiando la barra mientras pregunta a su cliente por sus problemas.

- Bueno, ¿y qué te trae por aquí sola? No pareces el tipo de chica que le vayan los sitios tan ruidosos.

La pregunté, presentándome entonces para no ser maleducada. Estar muerta no significa que haya que ser borde.

- Por cierto, me llamo Jessica. Es mi primer día aquí. ¿Sueles venir mucho?

Si es así, aunque no creo que necesite ayuda, quizá pueda advertírmelo si hago algo que no debo. Posiblemente no tendría más que hipnotizar al supervisor para quedarme en caso de hacer algo mal, pero prefería actuar como humana dentro de lo posible.

La chica de pelo plateado parecía necesitar una charla camarero-cliente de las del estilo de las películas, así que me acerqué y no me importó que fuera mi primer día para invitarla a algo.
Le puse lo que me pidió y sonreí con su respuesta.

- No sé si debería beber en horas de trabajo, pero se agradece la intención.

Dije a la chica, preguntándola por curiosidad sobre lo que hacía por allí y encogiéndome un poco de hombros cuando dijo que necesitaba una copa.

- ¿Un mal día?

Sé que no era asunto mío, pero supongo que la idea de sentirme algo más humana haciendo sentirse mejor a alguien pudo conmigo.
Pero entonces me sorprendió al decirme claramente que había notado que soy vampiresa.
La miré un tanto impresionada de serie, y al final terminé por esbozar una leve sonrisa.

- Bueno, supongo que ya no tendré que fingir que me afecta el alcohol.

Estando muerta esa es una de las cosas que ya no volverá a afectarme, como tantas otras.
Ante su pregunta respondí bastante sincera.

- La verdad es que llevo poco en esto. He venido por un asunto personal a la ciudad y buscaba algo para ganarme la vida que me hiciera coincidir un poco con todo tipo de criaturas, aunque no esperaba que hubiera tantas. Solo llevo así cinco años, y los he pasado bastante aislada.

Le comenté, añadiendo con una sonrisa algo más agradable.

- Hoy es mi primer día, así que dime si te parece que sea buena camarera. Al menos no creo que pueda tirar nada.

Lo malo de empezar de camarera, al menos en las películas, era terminar destrozando algo, pero con mi velocidad dudaba que no pudiese pescar una botella al vuelo antes de que terminase rota. Lo malo era precisamente controlar esa velocidad y no moverme demasiado rápido, o podría llamar la atención de los humanos.

Levanto una ceja al escuchar que la chica es nueva en este mundo de las sombras y por lo que podía sentir, era algo que no le gustaba por lo que me dio curiosidad por saber que era lo que tanto buscaría que la trajo aquí- ¿Qué es lo que buscas? Puede que te pueda ayudar en algo, como nefilim tengo uno que otro contacto que puede ayudar.. –sonrió de lado, la chica se veía inocente y que no le aria daño a nadie, o a mí. Aunque más que lo tratara no podría, se me defender y no dejaría que me lastimara.-

No creo que sea bueno estar tan aislada, cuando eres un imortal. No creo que una vida sola sea lo mejor para alguien así –suelto un suspiro y miro hacia al barman que me entrega mi bebida que había pedido la mesera, le dedico una leve sonrisa y le doy otra sonrisa a la mesera.

Bueno pues como mi bebida no tardo tanto en llegar, yo digo que eres buena camarera, no te mortifiques por eso –le guiño un ojo sonriendo y le doy un trago a mi vaso.- además con esa agilidad no creo que tires algo que es lo que normalmente pasa. –rio un poco entre el ruido que hay, pero era claro que ella me alcanzaría a escuchar. – y Constanzé es mi nombre.

Me tensé un poco de forma bastante imperceptible cuando me preguntó lo que buscaba aquí. Al menos me controlé lo suficiente como para que mis colmillos no aflorasen por la ira al acordarme de los desgraciados que mataron a mis padres y me convirtieron en este monstruo. Aun así ofrecerme su ayuda había sido muy amable por su parte, así que esbocé una leve sonrisa y negué con calma. Aunque esperaba que aceptase mi oferta para después.

- No es un buen sitio para hablar de ello. Demasiada gente y demasiado ruido. Quizá, cuando te termines la copa, si no te importa, podríamos ir fuera, me tomo un descanso y es probable que puedas ayudarme.

Si tenía contactos puede que conociese una forma de encontrar a los vampiros que buscaba, y eso me ahorraría mucho tiempo.
Ante su comentario sobre los inmortales, me encogí un poco de hombros. No creía en una inmortalidad, al menos no para mí... no siendo un monstruo.

- Yo no pedí ser lo que soy, y no pienso comportarme como tal. No voy a dejar que me pierda a mí misma por lo que otros me han hecho...

Se notaba en mi voz el desprecio por lo que me había ocurrido, aunque mostré una sonrisa algo más amable con ella. Estaba siendo muy agradable conmigo y no tenía culpa ninguna de lo que a mí me había pasado.
Agradecí su cumplido con mi trabajo y mi sonrisa se ensanchó un poco con su nombre.

- Es francés, ¿verdad? Mi madre era de Francia. Visitábamos allí a mi abuela todos los veranos desde que era niña, en París. ¿Has estado allí?

Estaría bien conocer a alguien que haya estado, para poder hablar de mi hogar alguna vez. No lo había olvidado y nunca lo haría.
Me pidieron un par de copas más, así que las puse en plan rápido, empujando con la fuerza justa los vasos por la barra hasta sus respectivos dueños y manteniendo mi atención en Constanzé. No necesitaba prestar demasiada a mi alrededor para servir un par de vasos de vez en cuando.