Los mundanos son tan divertidos... {Kazuki Tsubasa}

No tenía mucho que hacer últimamente, las cosas estaban muy aburridas en la ciudad y eso de fingir ir a un instituto mundano empezaba a cansarme, así que al final decidí pasar la tarde, al ser viernes, en uno de esos sitios de comida rápida que en tardes como estas se llenaban de adolescentes. Sería divertido aprovecharme de todas esas hormonas revolucionadas.
Tomé apariencia humana, ocultando mis alas en forma de pequeño tatuaje entre los omóplatos, y poniéndome Ropa Mundana, unos shorts blancos con una camiseta de colorines, un chaleco vaquero abierto y unos botines marrones de plataforma, con mi larga melena pelirroja suelta y ondulada, y una corona de flores naturales en el pelo. Muy llamativo, pero me encanta el look de ese estilo, y a quien me critique, no volverá a encontrar sus llaves en la vida.
Llegué al sitio andando alegremente y ocupando una de las escasas mesas para dos que quedaban vacías, la mayoría estaban llenas de gente. De inicio no pedí nada, me limité a mirar el cartel con los precios y los productos, mientras ponía la oreja en la mesa grande de al lado, donde había un grupo de chicos y chicas. Me fijé en una chica rubia con pinta de prepotente, pero muy guapa, y entre los chicos había uno con gafas y pinta de friki que miraba con lástima mientras otro, más guapo y con una camiseta negra de Metallica hacía reír a la rubia como una niña tonta. Entonces ella y las demás chicas se fueron juntas al baño como un rebaño de ovejas, y dejaron solos al grupo de chicos en la mesa. El friki entonces se acercó al guay, quejándose ligeramente y diciéndole que por qué le hacía eso, que había prometido ayudarle a conquistar a la rubia, no quitársela. Esbocé una sonrisa traviesa entonces, volviéndome con naturalidad y soltándole tal cual al friki.

- Vamos, no seas crío, te está quitando a tu chica. Deberías darle una lección y no ir a llorarle como un niño de mamá.

Le dije, dejándolo un poco pálido, mientras su amigo, que claramente iba de malote, me soltó que no me metiera, acentuándose por un momento mi sonrisa.

- ¿Qué pasa? ¿Te da miedo que pueda contigo?

Se notaba el cambio de emociones en el chico friki cuando le dijo a su amigo que a lo mejor yo tenía razón, y antes de que las cosas se quedasen en una simple discusión, metí discretamente la mano en la bolsita de tela que siempre colgaba de algún lugar de mi ropa, en este caso de mi pantalón, y cogí un poco de polvo de hada, invisible para la mayoría de humanos, lanzándoselo como si apartase de mi lado una pelusa al chico Friki. Al momento, y mientras las chicas salían del baño, se echó encima de su amigo a puñetazo limpio, haciéndome reír divertida mientras un par de empleados los separaban y sacaban al grupo entero a la calle. Desde la ventana pude ver que la rubia miraba a ambos indignada y el grupo de chicas se marchaba, dejando a los chicos solos.
Sonreí satisfecha, viendo entonces que en la mesa se habían dejado prácticamente la comida intacta y cogiendo una bandeja con patatas, picoteando algunas alegremente. De momento, mientras no me apetezca algo más, me he divertido y he conseguido merienda gratis.

El día de hoy, a diferencia de otros días, tenía algo de dinero, aunque no mucho y en todo caso, no pensaba gastarlo. Por supuesto que también me había saltado la última clase y tenía hambre. Últimamente siempre me da hambre saliendo de esa tontería de la escuela. Si no fuera porque es el lugar con la mayor colección de víctimas, no estaría ahí seguramente.

Para conseguir más dinero, me planté afuera de uno de los restaurantes más populares, si es que en verdad se le puede llamar restaurante a un McDonald's, con mi fiel guitarra y un vaso para recolectar todas las monedas que me dieran. Había descubierto hace bastantes años, que los mundanos adoran regalar dinero. Te consideran un perdedor, un pobre, alguien necesitado, tengas o no la apariencia de un vagabundo, y se sienten como buenas personas al regalarte unas monedas, o mejor aún, billetes. Así que esta era mi profesión. Me dan dinero por hacer algo que de todos modos haría, así que genial por mí.

La canción era de mi invención. Una balada que hacía resaltar mi voz aguda y la impregné además, de todo el sentimiento que podía. "Una canción para cualquier momento", ese era el título de mi canción. Y eso era lo que le hacía sentir a todos los mundanos incautos. Recordarían mi canción en sus sueños el día de hoy, y con suerte, mañana o algún otro día, me darían aún más dinero.

Sin embargo, al terminar la segunda vuelta de mi canción y recaudar una nada despreciable cantidad de dinero, salieron varios chicos de la forma más divertida: los echaron. Reí divertido justo en sus caras, y es que está bien que te echen de un bar, incluso del Pandemonium, ¿pero de un McDonald's? Sí que tenían que ser perdedores.

Recogí mis cosas y agité con fuerza y magia mis alas, provocando una ráfaga de viento tan fuerte que logré derribar a los chicos, y uno cayó justo en un charco. Voltee a verlos, y puse una de mis bien estudiadas sonrisas angelicales.

- ¿Están bien, guapos? Te ayudo a levantarte, pero me das un beso, ¿vale?

Por supuesto que se levantaron y salieron corriendo y yo entré al restaurante, muerto de la risa. Cuando empezaba a pasar el ataque de risa, vi a una chica que a todas luces era como yo. Le hice un guiño, consciente de que puede ver mis alas, y luego las escondí para poder sentarme con ella.

- Hola bonita, ¿me invitas? Si tú invitas la comida, yo invito el postre. Soy Kazu.

Fue divertido echar a esos críos mundanos, o más bien, hacer que les echasen, y por suerte el sitio estaba tan lleno que los empleados aún no pasaban a recoger la mesa, por lo que había bandejas llenas de cosas, algunas medio mordisqueadas, pero las de las chicas, que se habían ido al baño, estaban sin tocar.
Me cogí unas patatas de una de las bandejas más cercanas, que tenía una hamburguesa a medio comer, y fui picoteando sin prestar mucha atención, hasta que se me puso delante un compañero hada, mirándolo bastante impresionada. Menuda casualidad.
Le dediqué una sonrisa divertida con su comentario, haciéndole un gesto para que se sentase frente a mí.

- Adelante, acaban de irse unos mundanos con mucha prisa y algunos ni han tocado la comida.

Comenté inocentemente, como si no hubiese tenido nada que ver, y me presenté con una sonrisa curiosa y algo más amistosa. Parecía simpático y no conocía muchas hadas jóvenes por aquí aún.

- Alienne. Me alegra ver que no todas las hadas de Nueva York tienen aspecto de parecer mi madre. Se te ve joven.

Dije con naturalidad, mientras acercaba de la mesa de al lado un par de bandejas sin tocar, cogiendo entonces también la de la otra chica y una de uno de los chicos, que solo había cogido algunas patatas, y pasando todo únicamente a dos bandejas, que dejé en medio de la mesa.

- Sírvete.

Comenté, probando uno de los refrescos y poniendo cara de asco.

- Puagg, té helado...

Lo dejé a un lado, probando otro de los cuatro.

- Coca cola, mejor.

Me quedé con ese, sonriendo alegremente y picando alguna patata más.

- Bueno, ¿qué te trae por aquí? No te había visto por la corte, aunque reconozco que no soy de fijarme mucho. Solo estoy aquí porque se cansaron de mí en Irlanda.

Comenté sin la menor importancia. La verdad me gusta la idea de conocer a otra hada que no me mire como si me sacase diez siglos.

El día sí que estaba mejorando a pasos agigantados, y lo mejor fue toparme con otra hada dentro del restaurante. Sonrío y tomo asiento, seguro de que podremos llevarnos bien, porque se ve divertida.

- Los vi, uno se cayó en un charco. Yo le ofrecí ayudarlo a levantarse a cambio de un beso, pero no quiso.

Suelto una pequeña risa, pero supongo que ella verá más allá de mis palabras que aparentemente denotan que yo soy una buena persona que ayuda a los demás.

Me presento y su nombre me parece muy bonito, pero lo que dice de que me veo de su edad me hace hacerle una "v" con los dedos.

- Y lo soy, igual que tú. El día que me vuelva un viejo amargado me lanzo a hierro frío hirviendo, ya no valdrá la pena vivir.

Veo que la comida es cortesía de alguien más, y esto sólo hace que sepa mucho mejor. Sin problemas, tomo un par de papas y miro las hamburguesas, pero sí que estos mundanos sabían elegir. O al menos, para mí. Alienne no parece contenta con el té helado.

- Dámelo a mí, me gusta.

Sin problema, bebo un sorbo del té y para mí está bastante bien. No soy remilgoso con la comida, particularmente si no la pago yo.

- Me la vivo en la corte, pero alterno con el mundo mundano. Voy a la escuela y todo, es divertido si logras cogerle el gusto, y cuando me harto, vuelvo a casa. Yo soy de Japón, apuesto que se nota. Vine por la comida, nada en especial en realidad. ¿Y tú?

Abro una de las hamburguesas, una Big Mac.

- ¿La quieres o me la puedo comer?

La respuesta del chico hada me hizo sonreír divertida, ofreciéndole asiento frente a mí y respondiendo con cierto toque travieso.

- Qué aburrido. Él se lo pierde entonces.

Parecía un chico simpático y guapo, así que si no han querido un beso suyo, que se fastidien, ya les ha ofrecido más de lo que iban a conseguir de las chicas que iban con ellos, después del ridículo que han hecho.
Reí con su respuesta cuando dijo que jamás sería un viejo amargado, asintiendo totalmente de acuerdo.

- Me alegra que pienses así. Estoy cansada de las hadas estiradas de la corte.

Me acerqué la comida intacta que habían dejado en la mesa de al lado, repartiéndola en un par de bandejas y dejando que se sirviese lo que quisiera. Al probar el té helado y poner cara de asco, se lo pasé al decirme que a él le gustaba.

- Todo tuyo. Soy más de refrescos con burbujas. Me gusta la sensación que te dejan en la boca.

Al preguntarle me comentó que vivía en la corte, aunque no le había visto por allí, pero tampoco es que me hubiese fijado mucho. Resultaba curioso que fuese al instituto también y en cierto modo se me ocurrió que quizá también yo podría probar, aunque me encogí de hombros al preguntarme de dónde venía yo.

- Me han exiliado de Irlanda. Tengo un varios hermanos y mi familia se cansó de mí, así que me mandó esperando que la Reina me enderezase un poco, pero por suerte parece demasiado ocupada en sus asuntos como para vigilar a un hada que acaba de llegar, así que mejor para mí.

Comenté alegremente, haciendo un gesto de negación cuando preguntó si quería la hamburguesa que acababa de abrir.

- Para ti. Prefiero las de pollo.

Dije, abriendo una al azar y sonriendo satisfecha. Pollo crujiente con salsa barbacoa.

- Premio.

Le dí un mordisco alegremente, tomando algo más de coca cola y preguntándole curiosa.

- ¿Y cómo es eso de ir a un instituto mundano? Últimamente estoy bastante aburrida y a lo mejor sería interesante colarme por probar.

Podría ser divertido y una forma de pasar un poco el rato, al menos mientras no tenga nada más interesante que hacer.

Río divertido al ver que esta chica es moderna y no se escandaliza porque le ande ofreciendo besos a los mundanos de mi mismo sexo. Aunque claro que yo no discrimino. La belleza viene en muchas formas.

Afortunadamente, no soy el único entre nuestra raza que piensa que hay mucha gente estirada en la corte.

- Hay algunas hadas divertidas. Con suerte terminaremos en un puesto de poder algún día y haremos más divertida la corte. Porque sí, los viejos estirados y aburridos son de lo peor.

Comer gratis es estupendo, pero lo es aún más que otro haya pagado por ello pensando que se lo comería. Yo no le pongo pegas a la comida, a diferencia de Alienne, por lo que hacemos un buen equipo.

- A mí me gusta todo, no tengo problema con nada a menos que sea muy amargo.

Le cuento un poco de mí, cómo vivo en la corte pero pese a eso no se me ha pegado lo amargado, y cómo también voy al instituto mundano, sólo por diversión. Me llevo una sorpresa al escuchar que a ella la echó su familia.

- La reina tiene sus propios problemas. Es una gran hada, pero no fastidia a los que nos divertimos, al menos a mí no me ha fastidiado ni me ha enderezado. Así que sé feliz. Aunque también podrías independizarte, manda al diablo a tu familia. Si no te quieren, no tienen por qué gobernarte.

Su familia suena realmente mala, y si la vuelven una estirada seguro que ya no quiere ser mi amiga.

Abro una de las hamburguesas, pero como ella invitó, le pregunto si la quiere.

- Es bueno saberlo. A mí me da igual, así que de pollo para ti, amiguita.


Levanto la hamburguesa como si brindara y luego le doy la primera mordida, encantado. De verdad que tengo hambre.

- Pues tiene su punto, aunque matemáticas es la peor clase del mundo. Es como una tortura horrible, así que casi siempre me la salto. Pero los mundanos son tan divertidos y tan ingenuos que vale la pena ir. Es muy divertido, de verdad deberías probarlo. Puedo llevarte algún día y si no te gusta, nos salimos.

No pierde nada con probar, y podría gustarle.

Me encogí un poco de hombros, sin mucha idea con lo que proponía sobre conseguir un puesto de poder en la corte en el futuro. La verdad, no me veía capaz de eso.

- No sé, no conozco a la reina, pero mi familia me ha dado a entender que es tan estirada como ellos. ¿Tú has hablado con ella alguna vez? Parece tan digna y tan formal vista de lejos... No sé si yo le gustaría para algo importante. Soy demasiado imprevisible.

Nos repartimos la comida intacta que se habían dejado los de la mesa de al lado. Al parecer él no tenía tanta preferencia como yo con la comida, aunque asentí de acuerdo con él en cuanto a los sabores amargos.

- A mí tampoco me gustan. Prefiero los dulces, y también adoro el picante. Pero sin mezclar.

Eso sería muy raro.
Por lo que dijo de la reina daba la impresión de que la conocía, aunque terminé por asentir cuando dijo que podía independizarme.

- No es que no me quieran, solo les resulto algo cargante, aunque me gusta la idea de vivir a mi aire, pero aún parezco demasiado joven para pillar un apartamento de mundano.

Me cogí una hamburguesa de pollo y una coca cola, picando algunas patatas.
Entonces me ofreció la idea de ir con él al instituto, asintiendo bastante curiosa.

- Gracias, sería genial. Y me gusta la idea de largarnos si nos aburrimos, pero sería divertido montar algún escándalo. Cada vez se me da mejor usar mi polvo de hada para manipular a los mundanos.

Susurré eso último más en privado, y preguntándole con interés.

- ¿Y cuánto llevas por aquí? La verdad es que acabo de llegar y no conozco mucho esto.

Estaría bien tener un guía, si a él le parece bien.

- La reina es una estirada divertida. No tiene mucho que montó un espectáculo con dos nefilims y un mundano. Así que también le gusta divertirse y hacer bromas. Y organiza muy buenas fiestas. No he hablado personalmente con ella, porque no he tenido necesidad de hacerlo. Y al contrario, yo creo que a cualquier hada de poder le hacen falta imprevisibles. Es lo que somos, después de todo.

Al menos eso es lo que yo pienso. Lo previsible es aburrido y no da ninguna ventaja.

Repartimos la comida y empiezo a comer, encantado. En verdad tenía hambre, aunque no es novedad, porque normalmente me da mucha hambre a las horas en las que debería comer.

- Yo el picante depende. Me gusta en la comida hindú, por ejemplo. Pero hay comida mexicana que es demasiado para mí. Le perdí un poco el gusto a robar comida de restaurantes mexicanos.

Ya que su familia no la quiere, no le veo sentido a que siga siendo un miembro de ellos.

- Usa un glamour cuando alquiles el apartamento, o invade a alguien. Que no se te cierre el mundo.

Alterno la hamburguesa con papas fritas y sorbos del té helado, pero eso no quita que continúe la conversación e invite a Alienne al instituto.

- Claro, si tampoco es nuestra obligación ir. De hecho voy justo por eso, para armar jaleo y divertirme. El resto no me importa. Puedes practicar muchas cosas con los mundanos y son demasiado divertidos. Y polvo de hada suena genial.

Empiezo a hacer cuentas de cuánto llevo por aquí, aunque sólo sé un cálculo aproximado.

- Unos seis meses, quizá más. Conozco bastantes lugares divertidos y los que debes evitar, como el Instituto nefilim, que es aburrido desde la fachada. ¿Y tú?

Me habló de la reina. Al parecer no era tan aburrida como yo pensaba, pero por lo que decía mi nuevo amigo, tampoco es que la conociera personalmente. Entonces me acordé de lo que mencionaba. Fue al poco de llegar, de hecho en mi segundo día aquí.

- Recuerdo eso. Llegué justo el día anterior, pero pensé que solo hacía esas cosas con los nefilim, ya sabes, por demostrarles que no tienen tanto poder como se creen.

Sonreí empezando a gustarme su idea de ascender.

- Me gusta como piensas. Quizá no sea tan mala idea. Además, eso demostraría a mi familia que valgo mucho más de lo que se creen.

Comenté orgullosa, repartiéndonos la comida y hablando un poco sobre nuestros gustos al respecto, riendo un poco con lo de los restaurantes mexicanos.

- A mí me encantan, aunque prefiero el picante indio o tailandés. Adoro el curry, por ejemplo.

Me propuso invadir un apartamento o vivir en uno usando el glamour, ante lo que me encogí de hombros.

- La verdad no vivo mal en el parque por el momento y prefiero ir más de un lado a otro. ¿Tú tienes casa propia?

La idea de visitar un instituto mundano me pareció interesante. Sería divertido, así que acepté alegremente su oferta, terminando mi hamburguesa de pollo y cogiendo alguna patata más, tras otro sorbo de coca cola.

- Será genial probar, y te aseguro que es de lo más divertido. ¿Has probado a usarlo para potenciar sus emociones? Los mundanos contienen muchas cosas y es genial cuando se desatan. Se montan unas buenas.

Comenté con una sonrisa traviesa, asintiendo cuando me comentó que llevaba aquí ya unos meses.

- Es ya bastante más tiempo que yo. Apenas llevo unas semanas y no he hecho demasiado. Me vendría bien un guía. Sobre todo para ver qué sitios merecen mi atención.

Le dije a modo de propuesta. Me ha caído bien y creo que podríamos ser amigos. Sería el primero que hago aquí y se ve que le gusta divertirse con los mundanos, o más bien a su costa, tanto como a mí.

- Ah pues había un mundano. Daba hasta lástima, pero igual me reí, total.

Pienso que ganar un lugar de más estatus en la corte puede ser beneficioso para que las hadas no terminemos convertidas por ejemplo, en lo que son los hombres lobo. Se están volviendo muy aburridos.

- Eso sí. Yo estoy considerándolo también porque así seguro que me entero de las decisiones de la corte mucho antes.

Aunque también da flojera preocuparse todo el tiempo por lograr ser caballero, sólo es un pensamiento y una meta secundaria.

Hablamos entonces sobre la comida y veo que a Ailenne sí que le gusta el picante en todas sus variedades, o al menos todas las que conozco.

- A mí me saben diferente. También me encanta el arroz con curry, es muy japonés. Y barato.

En cuanto a los lugares donde vivir, no creo que deba limitarse sólo porque tiene apariencia de adolescente. Hay muchas soluciones, gracias al glamour y la magia de hada.

- No, vivo en la corte. Pero si me agrada algún incauto o su casa, lo invado.

La invito al instituto de víctimas mundanas y estoy seguro de que podremos divertirnos enormemente. Le doy varias mordidas a la hamburguesa hasta terminarla y niego a usar el polvo de hadas.

- No mucho, soy más de meterme a molestar sus sueños o predisponerlos a que sueñen lo que yo quiera. Así que seguro aprendo mucho de ti también.

Ailenne es más nueva aquí y me propone que le enseñe los alrededores. Tomo otra hamburguesa del montón.

- ¡Claro! Ya verás que conmigo puedes divertirte mucho y gratis. Podemos ir al centro comercial, ahí también abundan los incautos.

La hamburguesa es de res, y bastante grande, así que sin dudarlo la abro para quitarle los pepinillos, mientras como algunas papas más.

Sonreí divertida, aunque encogiéndome un poco de hombros. La verdad es que no me fijé demasiado.

- No presté mucha atención, la verdad, solo me pareció divertido que les hiciera besarse delante de uno que parecía ser el novio de la chica. Adoro ese tipo de cosas, los sentimientos de los humanos son tan predecibles a veces... y lo peor es que ellos mismos ni se dan cuenta o intentan evitarlos como si pudieran.

Sí que era buena idea la suya de entrar en la corte, y aunque eso siempre me había parecido muy aburrido, mirándolo desde su punto de vista tenía bastante sentido. Si la corte se llena de hadas divertidas como nosotros podría mejorar bastante.

- Estaría genial poder terminar juntos en la corte, aunque, ahora que lo pienso. ¿Qué hay que hacer para entrar? Siempre lo he visto aburrido así que ni me lo he planteado.

Fuimos comiendo de lo que esos mundanos nos habían dejado y comparamos gustos en comida. Al parecer lo picante no le va tanto a él como a mí, pero sí que le gusta el curry, así que le propuse con una sonrisa traviesa.

- Podríamos quedar un día para ir a un restaurante que conozco donde lo sirven. Tengo un truco para salir siempre sin pagar.

Le susurré con un guiño eso último. Sería divertido, y además, como es un sitio muy concurrido, con ir cada cierto tiempo y con un poco de polvo de hada, ya no se acuerdan de mí aunque les haga siempre lo mismo.
Tampoco era mala idea la de invadir casas, quedándome pensativa por un momento.

- Quizá podría probar. Me encantan esos áticos con piscina. ¿Conoces alguno?

Al parecer él no usaba el polvo de hada para lo mismo que yo, y aunque su idea de los sueños era buena, la mía me resultaba más divertido.

- Pues tienes que probarlo. En sueños les puteas bastante, pero no te imaginas la cara de algunos mundanos cuando, por ejemplo, van con su novia a alguna parte, y de pronto a ella le da algo raro y se tira al cuello de otro tío. O un amigo al que le gastan una inocente broma le pega un puñetazo a otro.

Piqué algunas patatas más mientras le pedía que me hiciese de guía, algo a lo que accedió, haciéndome asentir alegremente ante la idea del centro comercial.

- ¡Estupendo! Además, necesito comprarme ropa nueva... Bueno, comprar, tú ya me entiendes.

Le sonreí con un guiño travieso. No he pagado ropa en mi vida y no pensaba empezar ahora.

Río divertido al escuchar toda la historia de los chicos que nos donaron amablemente la comida. En verdad que Alienne sí sabe divertirse.

- No tienen la menor idea de cómo son. Creo que no se preocupan por eso, han de pensar que no es importante.

Al parecer no sólo logro convencerla de ir al instituto de mundanos a pasarlo en grande, sino también con el asunto de la corte. Es bueno, así podré tener con quien divertirme ahí.

- Sólo entras. Nosotros podemos entrar por cualquier lado que asemeje una puerta y algo de polvo de hada. Pero también te puedo enseñar la entrada de visitantes, aunque funciona mejor en la noche. Es en Central Park.

Me brillan los ojos, enamorado de la idea de aprender el truco para salir sin pagar de los restaurantes. Esto me será mucho más útil que cualquier otra cosa.

- Sería genial, y yo también puedo enseñarte un truco para que otros te inviten. Seguro te funciona también porque eres muy bonita.

Alienne por lo visto tampoco conocía el truco de invadir la casa de los demás. Aunque ella ya se nota que tiene requisitos.

- No, pero seguro los hay en la zona ricachona. Podemos pasear por ahí alguna vez.

Por supuesto que pienso probar las técnicas de Alienne, siempre es bueno aprender formas nuevas de divertirse. Me llevo un dedo a los labios, mientras empiezo a imaginar las posibilidades de mezclar lo que yo hago con lo que ella hace.

- Esperaré sus valiosas lecciones, maestra.

Decidimos ir al centro comercial y claro que no pensaba que fuéramos a pagar por nada. De hecho eso es lo más divertido de todo.

- Yo necesito cuerdas nuevas para mi guitarra y un videojuego. Son necesidades indispensables. Pues cuando terminemos aquí vamos.

Sonreí con su respuesta. Posiblemente sería eso, que los mundanos son demasiado idiotas como para analizar sus sentimientos y no dejarse dominar por ellos, pero de eso es precisamente de lo que yo me aprovecho para divertirme.

- Bueno, más entretenido para nosotros, que podemos manipularlos. Sería muy aburrido si los controlasen en exceso. De hecho con los nefilim no funciona de la misma manera, se controlan demasiado.

No pude evitar reír un poco cuando se tomó de forma tan literal mi pregunta sobre cómo entrar en la corte, así que me expliqué con una sonrisa divertida.

- No, no me refería literalmente a la entrada, la entrada sé dónde está, ya he estado, sino a cómo puedes entrar a formar parte de lo que es en sí la corte de la reina.

Sonreí halagada al decirme que no me costaría aprender a que otros me inviten, porque soy guapa. Él también me parece guapo, aunque a decir verdad, esas cosas nunca es que me hayan preocupado en exceso.

- Gracias. Tú también eres guapo, me gustan tus ojos. Aunque ahora que lo pienso no me suena ver muchas hadas que no sean guapas, salvo esas viejas arrugadas que no usan glamour para nada. Supongo que será algo genético por la propia especie.

Sí que es cierto que las hay más o menos guapas, pero creo que nos pasa un poco como los vampiros. Es complicado encontrar uno que sea feo.
Asentí con la idea de pasearnos un día por la zona de ricos.

- Sería divertido. Esos son los que más sentimientos guardan, y los que peor explotan cuando haces que los saquen.

Comenté con una sonrisa traviesa, que se convirtió en una pequeña risita cuando me llamó maestra.

- Bueno, vamos a aprender el uno del otro así que podemos considerarlo más como algo mutuo.

Terminé las patatas que tenía en mi bandeja y le di otro trago al refresco, asintiendo con la idea del centro comercial y le miré curiosa cuando mencionó la guitarra.

- ¿Sabes tocar? ¿Tienes algún grupo o algo? Sé que entre nosotros no es muy común, pero los mundanos tienen algunos buenos. Alguien como tú seguro que podría entrar en el que quisiera.

De hecho algunos vampiros aprovechan su encanto natural para ese tipo de cosas, mezclándose así a veces con los mundanos.

- Los nefilims son como robots humanos. Todos son unos pesados que no saben divertirse, están totalmente amargados. Viven enamorados de sus armas y no se dan cuenta que hay una vida.

No los odio, sólo creo que son aburridos igual que los vampiros viejos, las hadas viejas y los brujos jóvenes. Los muy viejos sí que son divertidos porque ya enloquecieron completamente.

- Ah pues no mucho en realidad. A menos que quieras ser dama. Entonces sí tienes que jurarle lealtad a la reina. Pero para formar parte de la Corte Seelie sólo necesitas ser hada y pasearte por ahí de vez en cuando. Si no tienes casa puedes vivir ahí, es lo que yo hago hasta que invado a alguien. Pero vamos, no hay una ceremonia ni nada por el estilo.

En verdad pienso que es bonita, y cuando me dice que soy guapo y le gustan mis ojos, le sonrío y le hago un guiño.

- Tal vez para otras razas algunos seamos feos. Hay a quien no le agradan las hadas con la piel de colores raros o con alas, cuestión de gustos. Yo pienso que todos somos hermosos, hasta los viejos, pero sí que hay gente aburrida y fea por dentro.

Sería de verdad muy divertido pasear por el Upper East Side y fastidiar ricachones. No sé qué tiene la gente así que es muy molestable.

- Es una cita entonces para después. Seguro que nos divertiremos y aprenderé tu truco con el polvo de hadas.

Esto de aprender cosas nuevas es realmente genial, particularmente porque sirve para hacer travesuras, que es lo único que vale en la pena hacer en el mundo terrenal. Y es cierto que ambos seremos al mismo tiempo maestros y alumnos, así que sonrío y asiento.

Termino el resto de la hamburguesa y empiezo a picotear las papas, pero no pensé que Alienne me preguntara por lo de la guitarra.

- Creí que te lo había dicho. Pero bueno, sí, sé tocar la guitarra y el piano. Y no tengo grupo, al menos no ahora. A veces estafo mundanos y me pongo a tocar y cantar en las calles y hasta me dan dinero los muy ingenuos. He sido solista y he estado en grupos durante mi vida, pero ahora estoy como en plan bohemio. Al menos en lo que finjo terminar el instituto. Tengo ganas de entrar a Julliard a estudiar composición para que mi música sea todavía mejor. En realidad en la Corte soy algo así como un bardo.

Aunque claro que no soy el único, pero a mí me encanta.

Asentí, estando de acuerdo con él en cuanto a los nefilim. Son demasiado rectos y eso los hace soberanamente aburridos.

- Sí, estoy de acuerdo. La verdad, resulta un poco triste. Sus vidas de por sí son bastante efímeras. Es algo estúpido desperdiciarlas sirviendo a otros o sin hacer lo que quieras. A fin de cuentas nosotros tenemos todo el tiempo del mundo, si queremos perderlo, pero ellos no duran nada a nuestro lado.

Me sorprendió que no hubiese que hacer nada en particular para formar parte de la corte, así que si era tan sencillo seguramente no me costaría demasiado. Además, si él va a formar parte también, al menos tendré ya un amigo allí.

- Parece más fácil de lo que creía. De momento es lo que estoy haciendo, porque mis padres se empeñaron, aunque me alegra que la Reina no esté pendiente de mí. Como si no tuviera mejores cosas que hacer que vigilar a un hada tan joven como yo. Fueron un poco ilusos al pensar que aquí estaría más controlada.

Sonreí divertida con su guiño, aunque cuando me dijo que algunos nos consideraban feos, respondí con naturalidad.

- Tengo una palabra para esas razas. Envidiosos. Normalmente quien critica a alguien de feo o falto de talento es por pura envidia. Otras cualidades no se valoran tanto, pero cuando hablamos de aspecto o capacidades hay mucho envidioso por ahí suelto.

Asentí cuando al final dejamos como cita fija el quedar para que le enseñase a manipular a la gente con el polvo de hada. No era complicado, si sabías qué punto tocar en la fibra sensible de los humanos.

- Vaya, mi primera cita en Nueva York y apenas llevo un par de semanas. Me siento realizada.

Le sonreí divertida y entonces me contó que, aunque sí que tocaba, no tenía ningún grupo en concreto y que le gustaría estudiar música en serio. Había terminado mi hamburguesa y me dediqué a hacer lo mismo con mis patatas mientras le escuchaba.

- Es esa famosa escuela de humanos de música e interpretación, ¿no? He oído hablar de ella en algunos círculos. A mí me encanta bailar y me la mencionaron alguna vez, pero lo mío es más por hobbie que una idea de estudiar en serio. Aunque suerte con ello. Los humanos dicen que es complicado entrar, pero seguro que para ti está chupado.

Como parecía que los dos habíamos terminado, le propuse ir marchándonos.

- Bueno, ¿nos pasamos entonces por el centro comercial? Creo que por aquí ya hemos terminado los dos.

Esperé su respuesta antes de levantarme. Si le parecía bien, podíamos ir primero a "comprar" lo que necesitábamos y después a enseñarle cómo irse sin pagar de un restaurante, pero con estilo, para que no se percaten y puedas volver otro día.

OFF::